Mientras
las empresas privadas se comporten como dictaduras que castigan
subrepticiamente a las mujeres que deciden tener hijos y criarlos, y les corten
de raíz ascensos o desarrollo aunque su eficacia en el trabajo sea brillante,
mientras se penalice sin decirlo a quienes no se quedan a trabajar fuera de su
horario laboral, mientras no se vigile el mobbing, mientras no se paguen
salarios dignos que permitan mantener en pie a tu familia y a tu casa, vestir,
dar de comer a tus hijos, enderezar sus dientes y ponerles gafas,
escolarizarlos para que lleguen a la universidad o a las escuelas
especializadas en la vocación de oficios… ya podemos hacer maravillosos debates
televisivos al estilo yanqui y vestidos como John Fitzgerald Kennedy, y
presentar preciosos programas de partido globales que hagan juego con los demás
Parlamentos Europeos que mientras no se vaya al detalle, ni se trabaje a pie de
calle ni se inspeccione dentro de todos y cada uno de los departamentos de
empresas privadas o públicas que garanticen los derechos porque mientras no se
cumplan o se apliquen uno por uno todos los artículos de La Constitución ya nos
podemos desgañitar masticando y escupiendo por la boca pedazos de democracia
que la felicidad social –aspiración legítima y posible- jamás llegará.
Es
necesario luchar, pero hay que luchar bien comenzando desde el primer peldaño
en cada uno de los oficios de vivir, si no lo hacemos así todo lo demás se
convertirá en esclavitud, traición y avaricia.
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