CUADERNO DE NOTAS: Recorridos

 En mi opinión -subjetiva naturalmente- no se recuerda lo malo por resentimiento sino por mecanismo de autodefensa: para verlo venir de nuevo y que no te haga daño, y dicha reacción salta desde un resorte involuntario. La memoria avisa del peligro.

Muy distinto es el deseo de venganza, porque sí requiere voluntad.

A su vez pienso que en la juventud juzgamos -salvo honrosas excepciones entre las que desafortunadamente no me encuentro- en la madurez comprendemos, y en la vejez perdonamos.

Cuando eres joven siempre pareces la ofendida -hablo a título personal, desde mi trayectoria y perspectiva y así no señalo- y alcanzar la humildad tal vez sea la catarsis más dolorosa de la vida porque implica darte cuenta de los pequeños o grandes daños que tú también has infligido creyéndote cargada de razón.

Pero en su descargo diré que en la etapa joven hay muchos contaminantes -no sé si inculcados para satisfacer intereses de conveniencia social, o por instinto natural- el caso es que la idea de éxito o fracaso enturbia la juventud y la machaca con ansiedades irresolubles que hacen creer que si el individuo no destaca es porque ha caído en la mediocridad o el conformismo, y ese sentimiento es una gigantesca falacia.

Si el éxito fuese el fin a alcanzar no habría suicidios entre actores y actrices, por poner un ejemplo cercano, ni rendiciones a diabólicas sustancias, ni sufrimientos anímicos entre los "triunfadores".  

En realidad no buscamos el primer puesto sino nuestro lugar en el mundo -no hablo del territorial porque donde quiera que vayas viajas contigo y no puedes huir de ti- y desde allí intentamos alcanzar conocimiento, bondad y belleza, no necesariamente estética. Pero hasta que llegamos a dicha conclusión hemos de desbrozar mucho el camino.

Para no irme más lejos y hablar de lo que no entiendo añadiré que hoy veo la literatura como un libro enorme y necesariamente inacabado que recopila los pequeños fragmentos de cada autor para crear un todo, nuestros libros son como capítulos de otro más grande. 

No sabemos si los verdaderos guionistas de la vida nos han concedido un papel protagonista o de reparto -para mí no existen los intérpretes secundarios- pero la belleza como estoy insinuando consiste en formar parte, y esa es la razón por la que se dice que nadie está solo con un libro entre las manos, aunque los enlaces y pespuntes de unas páginas a otras nos parezcan invisibles.

Pili Zori

CUADERNO DE NOTAS. Caligrafías

Hoy no distinguimos la letra de los demás a causa de la tecnología, a excepción de los profesores. 

Antes -hablo de mi antes, seguro que el tuyo es posterior- era una sensación íntima sobre el conocimiento profundo del otro, dado que la escritura es como la prolongación de tus huellas digitales, especiales y únicas, y atesorábamos en la mente una colección de caligrafías distintas cuya pertenencia o identidad reconocías de inmediato. 

Recuerdo aquel placer infantil que me causaba embeleso al contemplar la destreza que surgía de los dedos de mi padre o de los de mi hermano cuando yo aún no sabía escribir, o la parsimonia bonita de la letra de mi madre. Ni siquiera la magia de un pincel creador se puede igualar a aquellos asombros pictóricos para mí.

Pero lo que sí evoco cada día es esa especie de mayoría de edad conquistada cuando a los siete u ocho años decidí que mis emes y enes irían siempre del revés, es decir: escritas patas arriba, como las trazaba la chica rubia de clase, y ahí siguen pareciendo ues enlazadas para bailar sardanas. Y es que la rebeldía no siempre es ruidosa.

Pili Zori

CUADERNO DE NOTAS: La carne

 No pensaba decir nada, porque en términos políticos siento que gano escuchando ya que lo mío es más sentimiento que argumento, o quizá no, visto lo visto, y no tenga por qué avergonzarme de si mis opiniones subjetivas son o no relevantes.

Suelo ver primero por dentro a la gente, pertenezca o no a lo que a mí me adscribe, creo que es un buen método que garantiza mi independencia de pensamiento, y para mi desgracia y también mi suerte esos rayos x a menudo me hacen sufrir cuando contemplo manipulaciones injustas vengan de donde vengan. "No sufras por lo que otro deba" me recomendaba mi madre a menudo cuando yo era niña, pero se ve que mi ADN incluye la tendencia.

Que yo sepa, todos estamos a favor de que se trate bien a los animales, deseamos que pasten de la forma más libre que se les pueda ofrecer, que no se les hormone si no es necesario -lo digo yo que tengo hipotiroidismo- y que durante su vida no padezcan tortura y tampoco en su muerte. 

En resumen: que se recupere la misma forma de criar y cuidar sana y libre que han tenido los ganaderos de siempre, especialmente en nuestra tierra de provincias grandes y zonas hermosas de campo, rurales... Creo que este trato es una mejora y una aspiración lógica y legítima que se sostiene, vamos a decir que es buen karma para que se entienda mejor. 

No soy vegetariana, respeto que cada cual se nutra como le parezca, como al Presidente también me gustan los chuletones, pero me quedo más tranquila si sé que para llegar a mi plato no han sido inflamados, ni hacinados en vida y me parece que mi opinión está a favor de los buenos ganaderos y sus ganaderías, y por supuesto de nuestra salud, y pensaba que en esa línea nos encontrábamos todos, aunque soy urbanita y a lo peor me faltan explicaciones. Pero lo que me duele es el verdadero motivo encubierto que intuyo, y lo feo que queda usar como arma arrojadiza a un sector: 

Vuelvo a recordar de nuevo que me gustan los gobiernos de coalición, y la unidad de la izquierda con la que he soñado desde joven, es mi derecho y siempre he respetado los de los demás, y he considerado "mi gente" a personas con ideas distintas a las mías y mi cariño -me relaciono en términos afectivos, no sé hacerlo de otro modo- encuentra el puente para llegar al otro y ser bien acogida al igual que acojo. 

Considero -como he dicho otras veces- que no somos enemigos, en todo caso adversarios que buscan soluciones distintas para un mismo problema, nada más. Pero reitero que me gusta la unidad real de la izquierda no el "Apóyame ahora que te necesito, pero después te apedreo porque mi animadversión es visceral e irracional y me da por saco de antemano escuchar tus propuestas y ojalá pudiera estar sin ti." Es decepcionante, al menos para un electorado que sí piensa, y quiere ser representado en todas sus variantes y se lleva el chasco del siglo con los golpes bajos.

No se trata de ser fagocitado por el grande, tampoco de convertirse en satélite del astro. Bien es cierto que ambas partes se benefician y que la una sin la otra no habrían podido gobernar, pero la humildad es una conquista y comienza por saber que nos necesitamos y que no hay que menospreciar, sino defender -si son defendibles- a los miembros de tu equipo. 

Se ve que para que un grupo funcione -incluso en política- hay que buscar el desagüe en el que volcar las inquinas dado que no hay cosa que una más que el enemigo común al que se le aplican abstracciones porque sí, para que pague el pato, para que canalice la mala leche y el afán de hegemonía o preponderancia, y es que los contrafuertes, como he comentado otras veces, sujetan al edificio, y si los horadas y derribas cae el monumento entero por muy bonito y grande que sea, por mucho pecho de fachada que saque, y nos lleva por delante bajo cascotes y escombros. 

Sé que estos arranques míos me perjudican en un mundo que siempre va en comandita, y que el árbol solitario es sospechoso, pero sólo siendo así puedo dormir por la noche viendo muy bien el bosque. 

La única certeza que tengo clara en esta vida es el amor, y no hablo sólo del amor de pareja, porque una si sabe a quien quiere y a quien no, y por qué le quiere o por por qué no, todo lo demás es variable, cajones de sastre con envoltorios que a menudo confunden el bienestar, la diversión o la alegría con la felicidad, y no hay rosas sin espinas, y ese es nuestro verdadero motor social, sin trampas, ni oropeles, ni cartones, detesto el subterfugio.

Me gusta admirar a quienes dirigen, incluso si no son de mi cuerda,  aunque cada día es más difícil. Sin embargo en una ciudad pequeña resulta más sencillo, todo está más claro, pones rostros con los que te cruzas por la calle y les miras a los ojos y enseguida sabes. 

Lo que no soporto es la injusticia, la tergiversación, el voy a esperar a que hable alguien para llevarle la contraria porque no le aguanto, porque ahora molesta a mis intereses, en lugar de contraponer criterio propio.  

Lo único que quiero recalcar es que sería preferible escuchar algo como: "Ahora no se puede hacer tal o cual proyecto con los ganaderos porque hay dificultades" -de la índole que sean-, "pero la idea sigue en pie para el futuro y no es mala". 

Se trata de ir con la verdad limpia y diáfana por delante sin más, y no de estas dreas que tanto defraudan, contra el ministro Alberto Garzón en este caso, o contra todo el que se cruce en el camino. Qué aburrimiento con los pruritos de los Reinos de Taifas, y con comer tantos ajos que pican. 

A ver si algún día se puede votar a cada persona y unimos así a todos los magníficos versos sueltos. 

Tengo todo el derecho del mundo a echar reprimendas igual que se las puedo empaquetar a un amigo o a un familiar, lo mismo que a mí me las sueltan y no le hago la cruz a nadie, no ofenden si hay madurez, en todo caso escuecen, te rascas, te dura más o menos tiempo el dolor, piensas en ello y después sigues o no en tus trece.

No hay más que mirar mi facebook y mi vida cotidiana para comprender la diversidad de los contactos. Faltaría más.

Un abrazo.

Pili Zori

CUADERNO DE NOTAS: Jesús Calleja

 Todas las mañanas al levantarme sintonizo en el canal B Mad el programa "Volando voy" de Jesús Calleja, y de inmediato recibo la  dosis de alegría necesaria para después poder enfrentarme a las noticias de ¡Pandemia, pandemia y más pandemia!, además de al mal rollo que se ha instalado en la vida cotidiana de filas, tiendas, ambulatorios, hospital, centros oficiales... Hay un desquicio de gente borde en todas partes tan contagioso que como te descuides te sumas al efecto dominó y ya no se te despega en todo el día la pringosa hostilidad. Pero Jesús Calleja en dichos episodios es un potentísimo generador de ilusiones.

 "Volando voy" me gusta más que su otra serie "Planeta Calleja" en la que va acompañado por famosos y todo resulta más artificial, tal vez él se sienta intimidado por esa sensación de espectador-fan, y los roles sobre quién lleva la batuta no queden claros, y las celebridades a su vez no terminen de bajar la guardia  por miedo a exponerse demasiado y por ello no se entregan del todo, a pesar de que J. Calleja se presta a hacer algo que ellos dominen y él no, y de ese modo se establece el quid pro quo. Sin embargo en Volando voy Calleja está en su elemento y consigue crear una corriente de afectividad incomparable y emociones llenas de pureza, y convierte la experiencia en un canto a la tierra, singular y distinta en cada viaje, y sin apenas cerrajería en todos los pueblos los habitantes le abren el corazón y de par en par las puertas. Tiene bien pillada la medida al sentido del humor y un envidiable don de gentes que a mí me produce sentimiento de orgullo prestado y ganas de ir a los pueblos que visita, porque tras su paso por ellos se llenan de luz interna y también exterior y las personas que elige suelen dar una lección de hondura para lo que de verdad tiene importancia, gentes que eliminan lo superfluo y te dejan sin palabras.

Han intentado hacer programas similares en otras cadenas como El paisano, pero cada cual tiene su sello, para mí han resultado cómicos pero no emotivos, y más distantes y menos auténticos, además de que no indican la fuente de inspiración y me parece mal, aunque las comparaciones son odiosas y yo no debería hacerlas puesto que son formatos diferentes. 

Me apetecía recomendar ese pequeño paréntesis que te alegra el comienzo del día, o la media mañana, porque emiten varios capítulos y duran hasta las doce más o menos. Y deseaba felicitar a este hombre de precioso carácter, tan amplio de miras, que sabe peinar, que borra fronteras y que tiene una biografía hermosa cincelada por mares, selvas, hielos, y montañas que queriendo o sin querer le inculcó su padre cuando le leía libros de viajes.

Jesús Calleja es un eliminador de preocupaciones, y en este tiempo que impregna el ambiente de miedo y tristeza su actitud es un regalo impagable. 

Pili Zori

CUADERNO DE NOTAS: Estrés

 Dicen que la ansiedad se produce tanto por sentir un pánico desbordado a causa de sucesos dolorosos o trágicos que ocurren realmente, como por los imaginarios que casi nunca suceden, los mecanismos físicos y psíquicos de alarma se activan de igual forma en ambos casos y causan los mismos estragos con secuelas semejantes.

En su último artículo "Ponerte en pie" Rosa Montero narraba con extraordinario acierto y precisión -como siempre- la peripecia de un niño que creía estar ahogándose en un espacio de agua con poco volumen sin saber que hacía pie y que le bastaba con levantarse para comprobarlo, su hermana entró en esa parte del río y se lo demostró ayudándole a erguirse y tocar el suelo.

La propia autora se incluía al compartir que a veces sufre esos estados de ahogamiento por no saber que puede hacer pie. 

Somos legión los asustadizos, por suerte siempre hay alguien que se mete en el agua contigo te da la mano y su comprensión, y el miedo -al menos por un rato- se pasa.

Estos días se anuncian en televisión "remedios" farmacéuticos que combaten la ansiedad o el desajuste de cortisol debido al estrés. 

La publicidad a menudo es un buen calendario de temporada que suele indicar que estamos en tiempo de gripe o resfriado, que toca adelgazar, o dormir mejor, que, hala, a comprar colonias infantiles anti piojos... de modo que si se anuncia un fármaco para combatir angustias es que hay plaga.

Vuelvo a los primeros renglones para reiterar que si es cierto que el sufrimiento es el mismo tanto por causa de males reales como por los imaginarios, cómo es que nadie pregunta a los buenos actores y actrices que qué hacen para salir y de nuevo entrar en su vida tras haber experimentado una paliza descomunal -que dan o reciben- un tiroteo, que les empujen por un despeñadero, que los abandonen o engañen, que queden en el más abyecto ridículo frente al mundo, que caigan en la indigencia, en las drogas o en el desamor más injusto, en el alzheimer, en la riqueza, en la borrachera del éxito más apoteósico... 

Vale: actúan, hacen de otro u otra, le prestan el envase, es decir, el cuerpo, pero lo que sienten es completamente suyo y dopaminas y glucocorticoides andarán pluriempleados o sobreexplotados digo yo, y no me sirve ¡corten! ni el montaje posterior, más bien peor me lo pones si han de sentir fragmentadas y separadas por trozos las emociones.

Por tanto habría que preguntarles por el misterio de su fortaleza dado que surge de la más absoluta vulnerabilidad, a no ser que se trate de una raza especial que segrega alguna hormona exclusiva que le permite mantener su sistema inmunológico protegido al máximo. 

En fin, bromas aparte, todo este preámbulo no es más que una excusa para entregar al gremio de actores y actrices mi más rendida admiración porque estoy segura de que si se sometieran a examen médico, psíquico y neurológico todos los galenos especializados comprobarían con asombro que la acumulación de experiencia aunque sea prestada da como resultado el aumento de la confianza que no sé si es hormona o qué, pero sí una fortísima red de trapecista que quizá podrían enseñarnos a tejer. 

Y otro día esos mismos especialistas deberían centrarse en nosotros los escritores porque como se dijo en los sesenta del XX "La imaginación al poder", pero controlando que dicho poder no sea autodestructivo porque también somos "sufridores en casa" como definía el programa "Un, dos, tres", capaces de ver en un suspiro un accidente, una enfermedad incurable, y el fin del mundo si se tercia mientras el resto de los mortales disfruta tan pancho. 

¡Hay que ver! tanta serotonina desperdiciada por tener el hipocampo tan grande, la alegría se cansa puesto que si te ríes mucho te da la flojera y la adrenalina -más beligerante- se apodera de todo el espacio, por ello lo malo es más duradero.

Pili Zori

CUADERNO DE NOTAS: Mi memoria y yo

 El tiempo transcurre siempre al mismo ritmo, aunque a veces nos parezca estancado o vertiginoso. Tal vez por ello busquemos que cada año resulte reconocible por un acontecimiento nuevo y concreto de creación propia que lo distinga de los demás, quizá por esa razón unas personas viajan, otras compran, cambian de ropa aunque la que tienen esté impecable, de peinado, de tinte... -esto último suena frívolo pero es un modo de suavizar con ejemplos de superficie antes de bucear hasta el meollo más profundo de la cuestión- lo cierto es que como nunca se me ha dado bien saber el día en el que vivo no comprendo por qué ha de doler más una pérdida cuando va llegando la proximidad de la fecha en la que alguien amado se fue si las ausencias son para siempre, y los recuerdos -tristes o alegres- viajan por las venas de tu torrente anímico y sanguíneo a su antojo y el momento concreto en el que se han ido no es el que después más recuerdas y en realidad no hay unos días que conmemoren más que otros la vida o la muerte. De modo que desconozco la respuesta.

Intuyo que colocar, ordenar, clasificar... facilita o pospone las búsquedas y concede una tregua de tranquilidad gracias a ese abrir y cerrar de cajones y puertas psíquicas. Seguro que hay que educar a la memoria para que no sea un revoltijo de recuerdos que aparecen por sorpresa y desaparecen a su libre albedrío empujados por el peso de la montonera, y se ve que la mía -me refiero a mi memoria- es una malcriada a la que le gusta descender en avalancha a su antojo y por eso me interroga cuando menos lo espero:

-¿Qué ocurrió exactamente a tus trece años? No lo encuentro -levanta las palmas de las imaginarias manos-. No, no mires la efemérides ni te vayas al ordenador porque los episodios que la pantalla te chive sólo eran el papel que envolvía el exterior de entonces, te pregunto -recalca- ¿Qué te sucedió a ti? ¡Anda!, ¡anda! ¡deja! -protesta con impaciencia ante mi gesto de lentitud dubitativa- que ya busco yo, porque mientras echas la cuenta de en qué año estabas a esa edad nos pueden dar las uvas y seguro que lo he hallado antes y tú todavía continúas erre que erre en tus trece -valga la redundancia- y sin método alguno para encontrar lo que de verdad importa y yendo de rama en rama como una ardilla para exclamar ¡mira este sacapuntas! o ¡mis pinceles!, el cuaderno de dibujo, o aquel vestido verde de volantes que te hizo tu madre, o los zapatos a juego... o la tapia del colegio frente a tu casa que aún estaba en pie en 1969, o la rama horizontal y fuerte de la noguera de la que te colgabas y en la que todavía te columpiabas, o el montón de películas que viste en el televisor Taunus, y las novelas que leías cuando deberías estar estudiando... Y te entretienes, pierdes la noción del tiempo y terminas preguntándote ¿A qué venía yo aquí? ¿Qué buscaba?

Tras los instantes de evocación certera sonreímos ambas al fin: sí, aquel chico rubio de pelo lacio y ojos oscuros que llegó al barrio en verano, fue a los trece: él es el acontecimiento especial de ese año. Al final le gustó más la vecina del quinto, la de la puerta de al lado porque sus dormitorios colindaban y ya se sabe que lo de pared con pared para la imaginación nocturna es muy efervescente.

-Pero no te entretengas -me saca abrupta de la ensoñación- y vamos con lo que estamos ya sin rodeos:

-¿Dónde has metido todo lo de la pandemia? ¿Qué crees que recordarás cuando se haya ido el maldito bienio, trienio o lo que dure ir con bozal?, porque sólo me sale nuestro pequeño cantándote el feliz cumpleaños desde su confinada ventana en Madrid y acompañado y coreado a las ocho de la tarde por las demás terrazas y ventanales comunitarios -sonríe de nuevo- lo que consigue este chico... -continúa- el cervatillo que juega en la playa sin gente, las plantas de tu jardín más frondosas y verdes que nunca, la carretera general silenciosa, un hueco grande en el que no alcanzo a ver, aunque sé que no está vacío, y después el viaje posterior a la isla en medio del océano. Rebuscamos las dos -mi memoria y yo- con denuedo. Va a ser verdad eso que dicen: nunca vas sola por la vida porque siempre estás contigo misma.

Sí, ¡ahora!, aquí están los demás recuerdos, ya vienen, se encontraban debajo. ¡Uy éste, qué pena!, no lo quería evocar, ¡mira aquí hay uno mejor, sí, es bonito, y otro más! -Tira del hilo, ya salen todos entrelazados, ahora habrá que destrenzar. 

Cierro como puedo el indiscriminado alud, porque tengo tareas pendientes. Pero me entristece no poder relatarme mi propia vida de forma cronológica, así, al mandato de un chasquido de los dedos, y tener que andar desbrozando y a vueltas con el flashback que voy que vengo. Sería perfecto posponer los retazos desagradables y duros para los días en los que la fuerza te acompaña, pero no sé hacerlo y se presentan cuando quieren en los momentos más inoportunos.

Miraré en google a ver si me cuenta algún método para acomodar los cachivaches del alma, de la historia personal sin que me asalten, porque no es justo que todas las penas y todas las alegrías tengan la misma importancia, pero por favor que no sea con el sistema de Marie Kondo que "esa" se pone a tirar y se queda sola, ya le vale, así también presumo yo de la magia del orden. 

En fin, el caso es que sí me sobran algunas remembranzas, tendré que decidirme a desprenderlas, hay que pulsar el botón de reset de vez en cuando porque si no lo haces viene Diógenes pensando que todo es fiesta y fecha de guardar. O peor todavía, el depredador alzheimer que no deja títere con cabeza.

Pili Zori