BEAUTY (SKOONHEID), película de Oliver Hermanus

Director Oliver Hermanus. Guión Oliver Hermanus. Música Ben Ludik. Reparto Deont Lotz, Charlie Keegan. Michelle Scott, Albert Maritz…  
Aviso: Desvelaré detalles importantes sobre la película. Si puedes acercarte a este rinconcito después de haberla visto será más fructífero para ti compartir y contrastar tus impresiones.


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Al fin puedo sentarme a escribir sobre “Beauty”. Ha tenido que transcurrir tiempo para que consiga hablar de este magnífico largometraje. Me tomó por sorpresa causándome un impactante pero necesario dolor que aún perdura. Algo parecido me ocurrió con “La mala educación” de Pedro Almodóvar y por ambos autores -Oliver Hermanus y  Pedro Almodóvar- sentí una enorme ternura dolorida marcada por una impotente indignación, y me da lo mismo que los detalles sean autobiográficos o no, porque a menudo el modo de sentir, de mirar, de elegir lo que se va a contar es más biográfico que los hechos en sí mismos.
Soy heterosexual, y hasta que vi estos dos filmes –“Beauty” y “La mala educación”- cineastas, dramaturgos y medios de comunicación, me estaban entregando -con delicadeza- una imagen de tolerancia y avance con respecto al amor homosexual muy de agradecer por lo bien envueltas que estaban las historias en las que casi siempre se obviaban los duros y arduos procesos de aceptación de sí mismos, por parte de los protagonistas, y también por los entornos familiar, social y laboral que les rodeaban, y toda la etapa del sufrimiento quedaba velada y sobreentendida o sublimada por un aliento poético que quizá espectadores como yo no nos merecemos por ser tan literales con respecto a este tema y tan poco sutiles para captar lo que se sobreentiende, lo que no se dice abiertamente, dado que nunca hemos tenido que escondernos.
Para mí resultaba sencillo compartir e identificarme con estas historias de amor perfectamente intercambiables, es decir: nos habrían podido contar exactamente lo mismo si los amantes hubiesen sido chico con chica, o chico con chico, o chica con chica. Pero este autor, el joven Oliver Hermanus, nacido en 1983, nos muestra un enfoque diferente colocando el objetivo de la cámara en las trastiendas, y lo hace sin eliminar detalles, y de forma didáctica y curativa nos señala desde la pantalla el contraste entre lo que está bien y lo que no, así de simple, tan sencillo como lo expresarían los muñecos de Barrio Sésamo, pero sin restarle ni un ápice de belleza y hondura a la obra –pido perdón por el ejemplo- ya que si el cine en esencia se expresa fundamentalmente a través de las imágenes, esa máxima en “Beauty” se cumple como un canon.
La voz tan personal de este cineasta es muy valiente. De hecho coloca a los espectadores tras el hombro del protagonista y desde ahí nos deja mirar junto a él. François interpreta lo que ve de forma subjetiva, nosotros no, y que el director consiga -con ese ejercicio de un solo enfoque- dos interpretaciones distintas es un resultado que merece matrícula de honor.
Vemos escenas sin palabras, que hablan más alto que si las tuvieran, sobre las diferencias generacionales, sobre la evolución de Sudáfrica, y también sobre las reminiscencias de apartheid que aún quedan en zonas más provincianas como Bloemfontein, ciudad en la que vive François. Un viaje del protagonista a Ciudad del Cabo nos dará el contraste.
La película nos habla sobre las buenas y las malas costumbres de los aparentemente “respetables” y logra que nos adentremos en la trama con la sensación voyeurista de estar invadiendo, espiando una intimidad desconocida sin ser vistos. La cámara nos muestra desde lejos el lenguaje no verbal, y consigue con esa distancia el aspecto documental tan realista.
La crítica es interna y acotada entre homosexuales y desde ese espacio Oliver Hermanus nos dice: esto es lo que ocurre cuando vives en la parte sórdida, dura, triste, clandestina, injusta y sin sentido de una mentira, y esta otra parte que te muestro en contraste es el resultado de atreverte a ser tú mismo a plena luz con aire limpio, de haber luchado por tu identidad y por tanto por tu libertad. El riesgo era duro pero merecía la pena porque nadie ha dicho que ser libre sea fácil.
François (Deont Lozt) es un hombre que roza la cincuentena, tiene esposa y dos hijas, un aserradero próspero y goza de prestigio en su pequeña ciudad, Bloemfontein, en la que se habla el africkaans -el dato es importante porque la lengua proviene del neerlandés y sólo lo usan personas de raza blanca-. El protagonista -en el momento en el que nos es presentado- no mantiene relaciones sexuales con su mujer, y una vez a la semana se reúne con amigos en una casa en la que ejercen prácticas homosexuales dentro de un ambiente oscuro y clandestino sin que medien sentimientos -el pasaje es bastante sórdido-, más adelante veremos cómo la esposa a su vez se reúne con un amante que resuelve la carencia sin que ello rompa el orden establecido de sus hipócritas y acobardadas vidas.

Lo paradójico de la situación es que François es homófobo y racista, sí, como lo leéis, no es un lapsus linguae, padece episodios de ansiedad, y si bebe no sabe controlar la ira y ha de mantenerse abstemio para no desatarla. La doble vida soterrada y llena de insatisfacción está servida.
Durante la boda de la mayor de sus hijas François se reencuentra con Christian (Charlie Keegan), el hijo de un amigo de infancia; el chiquillo al que hacía años que no veía se ha convertido en un bellísimo joven. A partir de ese instante comenzará la obsesión de François por él, hasta el extremo de represaliar cobardemente y sin dar la cara a su segunda hija porque la ha visto reunirse con Christian en Ciudad del Cabo mientras lo estaba siguiendo a escondidas.
Creo que en alguna otra ocasión en este mismo blog he dicho que nadie se puede apoderar de la belleza, porque ésta no se obtiene por la fuerza ni se compra con dinero, pero el protagonista cree que sí y en una escena de hotel que al espectador le resulta dolorosamente interminable vemos como mata la inocencia de un muchacho hermoso por dentro y por fuera con una violación tan traumática para quien vive el estupro como para quienes la estamos viendo. La generosidad de los dos actores es impagable.
Escenas después observamos a François en la barra de un bar, de nuevo en Ciudad del Cabo, ha pasado tiempo, y lleva un sobre con dinero (la cantidad que Christian le pedía prestada para comenzar un negocio cuando François le invitó a que subiera a la habitación del hotel para hablar de ello dando por supuesto en su podrida cabeza que el señuelo incluía la venta del cuerpo). Frente a él están sentados dos muchachos, bebiendo un refresco –sabemos que lo es por la pajita-, el ventanal les inunda de luz, el lenguaje de los gestos nos indica que están compenetrados, felices, en dos ocasiones se besan en los labios, notan la mirada inquisitiva de François y se vuelven, el contacto visual nos dice que le reprochan su descaro. Son personas que muestran a la clara luz del día su elección de vida sin complejos, el rostro de François va manifestando el conglomerado de sentimientos de derrota, envidia y amargura en un admirable y largo primer plano que pocos actores aguantarían, lo cierto es que la interpretación como ya he dicho invita a quitarse el sombrero, dado que es un papel que puede estigmatizar una carrera y el rostro en ese momento está tan lleno de matices que consigue arrancar en el espectador un sentimiento ambivalente de condena y de clemencia al mismo tiempo.
 A continuación vemos como François conduce su automóvil y se introduce en un parking oscuro por el que baja y baja hacia ese pozo recorriendo la espiral del bucle. Ese es el final, merecido, rotundo y te encoge el estómago.
Y el debate que suscita, como os decía al principio, muy necesario:
¿Qué vida prefieres llevar? ¿Hacer infeliz a una esposa y a ti mismo a favor de unas apariencias y presiones sociales que niegan la mayor? Al mismo tiempo el film señala a la gente abusadora, para que no idealicemos a todo el colectivo gay, porque hay homosexuales que son buenas personas y homosexuales que no lo son, resentidos, dominantes, posesivos… como en todas las opciones y estratos sociales. Puntualizo que no me gusta la expresión “comunidad gay” o “colectivo” porque siento que aparto a quienes están incluidos, ya que todos somos sociedad, pero me he permitido la licencia para que se entendiera mejor, por la misma razón no me agrada que esta película esté catalogada en el espacio de cine gay porque el tema también nos atañe, ya que los seres humanos desde que el mundo es mundo tienen hijos, familiares, amigos, conocidos… que se enamoran de personas del mismo sexo y obligarles a vivir en la estrechez de un armario es inhumano como lo es sacarlos de él por despecho.
Un abrazo y hasta el próximo encuentro.

Pili Zori