EL JUEGO DEL CALAMAR, serie de TV

Puede que me excomulguen del olimpo del cine y de la literatura por lo que voy a decir, pero no importa, las experiencias personales son eso, personales y seguramente intransferibles.

La serie "El juego del calamar" me ha remitido a "Ensayo sobre la ceguera", ¡nada menos!, así de importante me ha parecido, y no creo que a Saramago le molestara la comparación ni mis impresiones salvo por el exceso de gore-sangriento y por su menor sutileza, pero estoy segura de que habría aplaudido el trasfondo.


Quizá tengo una mirada demasiado seria y sesuda para las expresiones artísticas, pero esta inquietante parábola ética y el magnífico modo de narrarla -incluso con sus pequeños fallos de raccord sin importancia- me han impactado para bien por las numerosas ocasiones en las que el director o creador en cada capítulo ha sacado el índice atravesando la pantalla para interrogarme y embestirme con la frente: ¿Y ahora qué?¿Qué harías ante la irreversible tesitura de supervivencia si tuvieras que elegir?, ¿tu vida por la mía?, ¿eso dirías en nombre de los oropeles, de los cantos de sirena, tras haber tragado el señuelo?

Todos los palos del sombrajo se caían por mis suelos de madera burguesa y acomodada mientras yo no sabía honestamente qué responder.

En mi opinión -subjetiva naturalmente- la serie coreana es un aviso para quien quiera escucharlo, verlo, prevenirlo... La compraventa de almas, los sacrificios humanos depositados a los pies del becerro de oro en esta locura capitalista abismal hay que frenarlos.

Es una urgencia cambiar un mundo enfermo de avaricia, soberbia y sadismo en el que alguien sin dinero, desesperado pero embaucado y mentalizado para obtenerlo a cualquier precio, incluso el de perder su propia vida o la de los demás queda sumido en el desamparo.

Al parecer ese juego macabro divierte a los aburridos poderosos que ya no saben qué hacer con la riqueza. El problema es que con tantos eufemismos nadie llama a la maldad por su nombre, y cuando la vemos en pantalla bien nombrada creemos que es un cuento oriental. Iba a decir cuento chino, según nuestra peyorativa costumbre, pero en todo caso es coreano y habría que rectificar.

Aunque al final sí parece que hay esperanza, la serie da un respiro real y por supuesto posible, y ese ser agonizante que nos representa y que yace tirado en una acera congelada sí merece el rescate. (No os preocupéis, no acabo de hacer spoiler, además según tengo entendido la serie continúa e intuyo que habrá reacción).

P. D. Damos por supuesto que no es una serie apta para niños.

Pili Zori

LA ASISTENTA, serie de TV

 Serie magnífica, os adelanto que tiene final feliz.

El tema es duro, pero está tratado con mirada generosa, compasiva y llena de comprensión para cada uno de los personajes, ya que todos son salvables y consiguen que aflore su dignidad sin dejar por ello de marcar en qué lugar y en qué situaciones hay que poner los límites.

En la serie no hay caballeros andantes, ni príncipes que salven a la protagonista del aprieto, incluso el que lo parece al final saca la pata y muestra el precio.

Se podría decir que quizá sin pretender ser didáctica la serie da pautas y enseña los pasos a seguir.

Los capítulos no sólo cuentan la autobiografía de Alaska, la protagonista -a la que nombran con el diminutivo de Alex-. Al mismo tiempo -como para subsistir ella ha de limpiar casas- vemos el minucioso retrato de las diferencias sociales y económicas, de la explotación laboral, de los prejuicios, de los horarios inhumanos... y también de las partes emotivas en las que la situación de las mujeres se iguala y la ayuda es mutua, aunque tengan distintos status. No hay nada mejor que los interiores domésticos para analizar la vida con verdadero sentido de la realidad.


En la serie se suceden las renuncias duras que Alex tiene que hacer para alcanzar el respeto hacia sí misma, en soledad dentro de la pareja, en el conjunto de la familia -rota y más carga que ayuda durante mucho tiempo- y también individualmente, pero sobre todo subrayo que los personajes alcanzan los logros admitiendo con humildad que necesitan la ayuda apropiada.

En cada episodio salen ejemplos fáciles de comprender para que los espectadores y las espectadoras vean con claridad las consecuencias que tienen las decisiones que los personajes toman.

Los matices son importantísimos porque una vez más en los detalles de cada caso particular se encuentran las claves para poder estudiar cómo salir adelante.

Deberíamos comenzar siempre por escuchar y comprender los pormenores individuales, sólo con la suma de todos ellos se podrán establecer las ayudas generales y no a la inversa, ya que cada persona, cada pareja y cada familia son un mundo, aunque los problemas sean comunes.

Es un lujo ver a Andie MacDowell y a Margaret Qualley -madre e hija en la vida real- hacer de madre e hija también en la ficción, personajes bellos dentro y fuera de la pantalla.

Todo el elenco compuso una maravillosa coral. Pero deseo destacar sobre todo a esa pequeña de dos años que siempre sonríe, y que les echa los brazos a los actores como si de verdad fueran familia, una dulzura asombrosa, y la razón por la que esta joven madre lucha, felicito a los responsables del casting por elegirla.

Os gustará, merece muchísimo la pena.

Pili Zori.


NAVILLERA, serie de TV

 AVISO.

    Os animo a que veáis primero Navillera, después si lo deseáis volved a esta entrada, ya que, aunque no es mi intención desvelar las sorpresas, tal vez se podrían deducir de mis palabras algunas claves.

    ¡Qué preciosidad!

    Un canto a la vida en sus cuatro estaciones representadas por todos los miembros de una familia consanguínea y la que se formará y sumará con otros lazos que sin ser de sangre resultan igual de poderosos. El nexo: el señor Sin.

    La serie -cinematográfica para mí- es el triunfo de la bondad, real, no ilusorio ni idealizado. Más a menudo de lo que parece la vida es hermosa, con todas y cada una de sus dificultades, sólo al comprenderlas se abre el regalo.

    Navillera es sentimental, sí, pero sin trampa, absolutamente verdadera. Las interpretaciones de ambos actores principales son impresionantes, dos personajes en evolución, y los dos para Premio Oscar si el cine no tuviera que constreñirse a dos horas como máximo.

SPOILER (sólo en este párrafo)

Como no quiero desvelar demasiado sólo diré que no había visto algo igual a la transformación de los gestos en el rostro de Park In-hwan -el actor maduro que interpreta al señor Sin- salvo en mi vida real y en los dulces y asustados semblantes de mis padres cuando saltaban a la otra parte, cuando aún entraban y salían de esos mundos alternos. Doy fe de que la interpretación es magistral -FIN DE ESPOILER.

Song Kang -el actor joven- no se queda atrás, creo que la relación de afecto entre ambos intérpretes trascendió para salirse de la pantalla. Qué criatura tan bella, parece esculpido por Miguel Ángel, y qué artista tan completo, tan magnífico.

Los demás actores y actrices del elenco no son menos sujetando como contrafuertes a los protagonistas, todos brillan, cada uno en su parcela y también en conjunto, consiguen ser una familia real.

Sin conocer demasiado la historia de Corea del Sur, creo sin riesgo a equivocarme que en esta serie está su esencia.

Me tiene impactada la forma de filmar de los cineastas de allí, de los directores de fotografía, tanto si el presupuesto es de gran producción o más modesto e intimista, me enamora la estética, la delicadeza... pero sobre todo la simbiosis de la avanzadísima tecnología con su legado ancestral.

La música que envuelve esta joya te lleva, y te arranca de forma irremediable ese llanto purificante y liberador. No he conseguido saber quién o quiénes crearon la partitura, pido disculpas.

El compositor naturalmente no es Ennio Morricone, eso serían palabras más que mayores, además se nos fue y nos dejó sumidos en tristeza, pero por alguna conexión que desconozco la banda sonora de la serie me conducía hasta él, y la forma de narrar del director Dong-Hwa Han me remitía al estilo de Guiuseppe Tornatore en Cinema Paradiso, hay algo similar en ese tipo de ternura que ensalza y dulcifica la dureza dejándola debajo tan sólo como un subrayado que sostiene la superación. Ahora ya sé para qué sirve el dolor: para sujetar el aprendizaje, para saber distinguir a quienes te aman realmente, y a quienes debes amar tú sin confundirte. la vida está llena de falsos brillos y de oropeles huecos y dañinos.

La amistad iniciática de joven con mayor es de las más conmovedoras que he visto en toda mi existencia, dos maestros y alumnos a la par, cuyos destinos se cruzan el día en el que el señor Sin decide aprender ballet para volar sobre un escenario -aunque sólo sea una vez- con el aleteo efímero de la mariposa, y al fin antepone su sueño a todos los deberes de familia y de trabajo ya realizados.

El señor Sin en su séptima década, cerca del invierno y de la nieve -la serie está llena de bellísimas imágenes simbólicas- cuando el sendero parece acabado, retoma el deslumbrante sueño de ser bailarín, de niño quedó profundamente marcado al ver a través del ventanuco de la puerta del teatro la representación de El lago de los cisnes, y al fin el círculo se cierra cuando se acerca a la academia y siente la misma fascinación al contemplar la danza de Lee Chae Rock y lo que transmite con toda la sublime armonía de sus movimientos.

El joven Lee está en la segunda de sus décadas, apenas veinte primaveras repletas de talento a la deriva por su orfandad -la madre murió- y el padre, entrenador de futbol, ha estado preso durante cuatro años -más adelante sabremos qué le llevó a la cárcel, tal vez un dolor mal desahogado e injustamente infligido a otros. Ahí lo dejo ya que es otra de las incógnitas que nos será desvelada.

Junto a Sin, Lee Chae Rock, aprenderá a dar y también a recibir.

El señor Sin (Park Inhwan) dulce y abnegado padre de familia y trabajador incansable nunca pudo realizar el sueño de ser bailarín pero al fin el círculo se


cierra:

¿Podrá elevar el canto del cisne? Lo sabréis cuando veáis los doce episodios -tampoco está elegida al azar la obra, en esta historia cada gesto tiene sentido, cada palabra, cada acción.

Resulta asombroso ver al joven actor elevar su 1,83 de estatura hasta el vuelo, no era bailarín y se estuvo preparando durante seis meses para parecerlo.

Es tanto y tan bueno lo que da y encierra este "largometraje", la huella y el legado que deja a su paso dentro y fuera de la pantalla, sobre el esfuerzo, sobre la persecución de los sueños, sobre averiguar qué te hace feliz, sobre el amor cosido con ese hilo anímico transparente e irrompible que todo lo recompone, sobre pedir perdón, sobre la esperanza, sobre el respeto... Que sólo nos queda agradecer -como hace esta maravillosa coral de personajes- y no olvidar la "película" aunque ella se olvide de nosotros, aunque no nos conozca el equipo al completo que la hizo posible, nosotros a ellos sí los recordaremos -es un guiño que comprenderéis cuando la contempléis-. Nunca los olvidaremos.

La mejor embajada de un país son sus artistas. Ahora y gracias a sus series me interesa saber todo de Corea, de las dos, de la del norte y de la del sur.

Por mucho que nos empeñemos ya no hay fronteras, en este momento escribo estas líneas desde un ordenador coreano, y dentro de unas horas hablaré con mis hijas a través de la eficaz ayuda de un teléfono móvil de la misma procedencia.

Deseo que os guste tanto como a mí, y que al salir del último capítulo sintáis que algo se os ha transformado por dentro para bien.

Un abrazo tan grande como la tierra..

Pili Zori