La violencia es un rasgo humano intrínseco, por ello no se trata de negarla hipócritamente sino de plantearnos qué hacer con ella para que no sea dañina.
No existe un blindaje de transparente cristal europeo u occidental que nos ampare o libre de ella mientras contemplamos África, por ejemplo. ¿Acaso no sabemos quiénes arman hasta los dientes a tiranos atroces contra pobres? Si aquí, en nuestro mapa acotado -como si fuera un mundo aparte y superior- la violencia es más sutil, más frívola, retorcida si quieres, el trasfondo sin embargo es el mismo, y se ve en el acoso escolar, en nuestras relaciones de convivencia... -la boca es mortífera- y también se ejerce e inflige el daño por omisión, podemos ayudar de forma altruista a quienes están lejos, pero descuidar a la familia aunque resulte paradójico, y hacerlo por evasión, aunque parezca un contrasentido, la adicción al trabajo no es ninguna novedad y más si cabe si dicha tarea es vocacional. En un empleo, incluso en el más noble, sólo tienes que seguir las reglas, en tu casa no vienen dadas, has de crearlas mientras los escollos te salen al paso, y la huida para no enfrentarlos a menudo es una conducta muy común.
¿Cómo le explicas a un niño la
diferencia entre ser pacifista o cobarde cuando hasta en el cine el arquetipo
es otro y siempre agresivo incluida la honda de David contra Goliat? ¿Cómo
haces que comprenda que la justicia no es venganza sino reparación? ¿Cómo le
devuelves la confianza en el perdón, cuando hemos corrompido el concepto
convirtiéndolo en un formulismo vacío de contenido para quedar bien y seguir
mirando hacia otro lado? ¿Cuántas veces pronunciamos "te pido
disculpas" para salir del paso, quedar bien y continuar tirando millas con
iguales comportamientos? "Anda, daos la mano, y tan amigos" Es tan manido.
En esta película se aprende y
experimenta el dolor que requiere alcanzar el perdón, y la redención que
proporciona.
El mundo adulto y el de los niños a menudo están separados, son incomprendidos por ambas partes y entran en colisión, este filme nos concede el privilegio de ver lo que ocurre al mismo tiempo con todos los personajes, y el peligro latente y soterrado que acecha, y desde ahí, desde la infancia como punto de partida surgen los interrogantes principales a los que debemos dar respuesta. Me temo que no es fácil.
La película es un bofetón sin mano, y
nos pone delante de las narices las últimas consecuencias a las que llegan esos
críos por entender la existencia con criterios de la ley del más fuerte y del
ojo por ojo cocidos en el caldo de cultivo del resentimiento.
Si la vida te arrebata a tu madre, y
eres un niño, alguien debe decirte que no busques culpables y enseñarte a que
aflore tu pena para que discurra por el cauce de un río limpio, puesto que si todos
somos capaces de amar y de odiar al mismo tiempo habrá que buscar o crear los
canales que sublimen la inquina y la transformen en algo positivo, o la disipen
para dejar paso al amor sin el cual no se puede vivir.
Es una película ética, por ello es
admisible y lícito que las actitudes de los protagonistas estén subrayadas, o sean más o
menos creíbles dado que la directora intenta trazar un camino que todavía no
existe.
Confieso que me avergonzó mi
comodidad, nunca me he visto en algunas de las situaciones de encrucijada por
las que pasan los personajes, tampoco he tenido que poner a prueba mis
principios de salón, y mi intención en ningún momento es la de pontificar, pero
al menos algo es algo y compartir la sensibilidad que me despierta este
largometraje reconforta.
Deseo que os guste porque abre un
debate interior y también colectivo muy importante.
Pili Zori