ACERCA DE LA CASA DE IGLESIAS Y MONTERO


No pensaba hablar de la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero, pero es que el tratamiento que le están dando a este asunto en los medios de “información” creo que ya se pasa de castaño oscuro. Y lo grave en mi opinión, no es la incoherencia –que también la ha habido porque se tiene que corresponder lo que decimos con lo que hacemos- sino el trasfondo mucho más oscuro que en este momento hace las delicias del rancio abolengo (naturalmente lo ilustrísima que se crea una persona o grupo es problema suyo, bastante ridículo por cierto, aunque la feria de vanidades y el regodeo duran poco, y se ha acabado el recreo porque mientras escribo estas palabras la pobre y vilipendiada Valencia vuelve a empañarse por culpa de otro avariento consentido, porque esto no va de individuos sueltos) retomo por donde iba que me disperso como las ardillas de rama en rama, o de inciso en inciso. El feo trasfondo al que me refiero y que subyace por debajo de las palabras es el sentimiento soterrado que siempre ha tenido la derecha más recalcitrante: ¡¡¡¡Pero cómo un desarrapado advenedizo de izquierdas se permite comprar esa casa!!! Los rojos tienen que hacer la revolución en alpargatas, ¡¡¡faltaría más!!! y les permitimos venir a nuestras tertulias porque no tenemos más remedio que aceptar la cuota de imagen para cubrir el expediente, paripé en nombre de la veneradísima audiencia, bendita excusa, pero el borrico en la linde, el territorio es nuestro, para eso nos hemos molestado en marcarlo, ¿acaso no lo hueles?, y en levantar el cercado y defenderlo con uñas y dientes. Como decía la canción

Sillón de mis entretelas. (Jesús Munárriz - Luis Eduardo Aute)

Me quieren quitar el cargo
yo no me largo
Que este chollo no lo suelto
me lo he ganao
Tantos años asintiendo
y hasta aplaudiendo
y ahora vienen a decirme que me han cesao

Sillón de mis entretelas
Mi despachito oficial
Quieren dejarme a dos velas
a un director general
Me quieren echar afuera
arrojarme al arrabal
Que puñal a la trapera
el papelín oficial

Aferrao a mi butaca
como una lapa
A mí nadie me despega
de este sillón
Que es mi madre, que es mi esposa
será mi losa
ya me he untado en el trasero
Sinteticón

A mí me han nombrao a dedo
y aquí me quedo
por los siglos de los siglos
Amen Jesús
No me mueven de este trono
que tengo abono
hasta el día en que la espiche
de un patatús


Desde niña soy alérgica al tufo que exhalan algunos, el aroma de “porque yo lo valgo, me lo merezco”, y a conceptos como el de que ser de derechas es ser como es debido… y soy más alérgica todavía –pero de las de tener que prescribirme antihistamínico- a la gente que se jacta de venir de buena familia aunque ande arruinada y sin embargo muestre pecho de paloma sin asomo de humildad o agradecimiento para la mano menos linajuda -a sus ojos- que le saca del aprieto; soy alérgica a las personas que se creen superiores y dueñas del chiringuito y con derecho a que les rindan pleitesía por ser vos quien sois… es una actitud emponzoñada y a mi juicio patética que se respira ya que traspasa la pantalla y da vergüenza ajena, naturalmente sobra decir que algunos profesionales y también algunas cadenas se salvan un poco, pero sin señalar que tampoco está demás darse por aludido.
Creo que se pueden hacer muchas asambleas en una casa con patio o jardín, con tacones y pintalabios sin que te tilden de pertenecer por ello a la estiradísima gauche divine que también la hubo y seguramente la hay; nos hemos pasado la vida rompiendo etiquetas de imágenes superficiales y ahora resulta que cada uno debe ostentar las señales para que se sepa desde lejos a qué compartimento estanco pertenece, lo digo así porque se me retuercen las tripas con el sedimento de debajo en cuanto a clasismos, no a conciencia de clase que es muy distinto, y aunque disculpo a Pablo Iglesias por haber sido un boca chancla, ya que todos lo somos en algún momento, también le matizo a él y al mundo entero que se pueden generar prejuicios de tanto buscar no tenerlos, y es que no eres más de izquierdas por ir en metro, como tampoco eres más de derechas por trasladarte en coche, en todo caso serás más cuidadoso con tu planeta si usas el transporte público siempre que te sea posible. Sobra aclarar que se puede ser muy pijo con indumentarias de aspecto zarrapastroso rebuscadas a propósito y muy sencillo con otras más suntuosas compradas en un bazar asiático o nacional en rebajas, no quiero que la gente tenga que llevar un distintivo como los épsilon, alfas o betas del mundo feliz de Aldous Huxley, eso es reforzar las desigualdades con diferenciadores que nada tienen que ver con sentirte orgulloso de tus méritos y de tu origen.
Si el suelo no fuese tan caro y los arquitectos pudiesen construir para crear hogares de verdad y no espacios en los que hay que guardar los enseres con el orden de un tetrix, las viviendas con patio, taller y columpio de soga gruesa como los de antaño serían sueños asequibles para todo el mundo.
Me trae al fresco que una persona asalariada se compre con su sueldo -ganado honradamente- una esmeralda si es eso lo que le hace feliz o que se reparta las vacaciones de toda su vida para emular a Willy Fog, como es mi caso, pero eso no te impide luchar para que no se produzca ni un sólo desahucio, lo que de verdad me importa es que deseemos que todos tengamos igualdad de oportunidades para ejercer nuestra libertad, y peleemos en la medida de nuestras posibilidades para que así sea, cada uno con sus pequeñas o grandes capacidades para que todo el mundo tenga techo por derecho, atención médica, educación, trabajo y pan para llevarse a la boca, en definitiva: “Dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, ofrecer posada al peregrino…” como veis tampoco esas creencias son patrimonio monoteísta puesto que también las practican muchos ateos, creo que las expresó un palestino, parece que falla la memoria, y lo digo en muchos sentidos.
Se ve que estoy mayor, porque lo que me inquieta no parece interesarle a nadie, yo quería la unidad de la izquierda, y la quería como fusión, no como absorbencia de pez grande que se come al chico, deseaba que Izquierda Unida, Podemos, y el Partido Socialista fuesen de la mano conservando cada uno su idiosincrasia y sus principios, pero…
A veces pienso que habría sido más eficaz que Podemos continuase haciendo trabajo de calle y presión porque está visto que el poder y sus trastiendas son el voraz monstruo de las galletas, y las esponjosas y tiernas las engullen con fruición. Alberto Garzón, Pablo Iglesias, Irene, Íñigo, Echenique, Carolina, Juan Carlos… tan cultos, tan preparados, pero tan jóvenes, sin armadura, sin yelmo, sin casco. Una vez dentro del castillo el puente levadizo ya no se baja y no hay manera de cruzar el foso. Entiendo a Cayo Lara, comprendo a Gaspar Llamazares, por aquello de que más o menos somos de la misma quinta, estoy de su lado y en la mayoría de los temas sociales pensamos lo mismo, pero precisamente por ello y por todo lo que acarreamos a la espalda vamos a suavizar las regañinas, ya tenemos edad para sentir que todos son nuestros hijos, -como decía el personaje protagonista de la obra de Arthur Miller- para dar el relevo generacional, para dejar que acierten y también que se equivoquen, para que avancen y para que retrocedan, para confiar en ellos porque el mundo también es suyo, no sólo nuestro. Me quedo aquí, en mi patio, a verlos crecer, porque ya me he ganado el asiento, con el ferviente deseo de que salgamos del pernicioso bucle de la corrupción y que lo hagamos juntos.

EL REVÉS DEL UNIVERSO


El tiempo sólo le rinde sus respetos a la ropa y a los objetos sin pasar por ellos, se dijo Estela, y el arte no es más que eso: una rendición de tributos imperecederos, ¿a quién?, ¿a qué?, ¿por qué?, ¿para qué?... Yo qué sé. Pues vaya porquería de instinto de conservación que preserva lo que haces pero no quién eres, que les concede eternidad a las cosas y no a las personas, que pule las rocas, pero no la piel, acalló su mente y tuvo la fuerte convicción de que el universo giraba al revés.
Se entretuvo en pasar las hojas de los álbumes de fotos, la luminosa luz de la mañana embellecía la casa dando permiso para un ratito de pereza mientras el vaso de leche con cacao desentumecía los músculos. Las mismas chaquetas y blusas aparecían y se repetían en distintos viajes, no quiso calcular la suma de años transcurridos entre las plastificadas páginas de las diferentes vacaciones, a pesar de que la cifra anual estaba escrita en cada uno de los comienzos de los reportajes, a ella le gustaba hacer anotaciones y adherir tiques, pegar las entradas que habían sacado y comprado para ver los museos, las tarjetas de los restaurantes frecuentados, hojas y flores y toda clase de recuerdos de papel al lado de las fotos, aunque poco a poco había pasado por el aro y ya las guardaba en la galería del teléfono, en las carpetas del ordenador o en el marco digital penetrado por un pendrive, pero no era lo mismo. Cerró la tapa de color verde marmolado del último álbum sin sumar ni restar y diluyó en el cerebro la imagen de cuenta infantil con el signo a la izquierda y las prendas en pequeñito que sustituían a los números: pantalones, camisas, faldas, vestidos, bolsos, abalorios…
A continuación de forma instintiva abrió el armario para acariciar físicamente con los dedos las mismas americanas que plasmaban las instantáneas, los mismos pantalones, camisas, faldas, vestidos, bolsos, abalorios… lo cierto era que cada temporada añadía piezas nuevas a su vestuario, pero no se desprendía de las demás que ya tenía; cuando era joven sí lo hacía, los cambios eran importantísimos entonces y una década parecía un siglo y medio. Si es que están impecables, exclamó en su interior, y una nostalgia dulce se auto invitó -sin que nadie la hubiera llamado- para alumbrar la reflexión.
Cuando te haces mayor, pensó, no es que te despistes y pierdas la noción del tiempo, qué va, es que no quieres ver cómo éste pasa, por esa razón lo retienes en los armarios, para que se detenga, por ello no te parece extraño subir a las redes un retrato de hace diez años sin intención de trampa, como si fuera reciente, por eso te ponen triste los programas retrospectivos y recordatorios que te obligan a ver tu presente como un remotísimo pasado.
De pronto los especialistas médicos se vuelven ofensivos con sus fulminantes miradas cayéndote encima desde las alturas como si acaparases un tiempo inútil que sin embargo consideran que sería más útil y menos aburrido para otros o te hablan en voz más alta si tardas en asimilar su jerga o son condescendientes y burlones si consideran mentiras tus aturdimientos o hacen más elocuentes los pesados silencios entre diagnósticos escupidos, “Señora: La artrosis es una enfermedad degenerativa que no se cura, adelgace, vaya a pilates…” y a casita sin tratamiento aunque te esté mordiendo el trocánter como si tuviera clavados los dientes y colmillos de un perro rabioso; es una tómbola, un buen especialista constituye el premio gordo de la lotería, y si encima es comunicativo y empático pues ya puedes gritar bien alto que te ha tocado el euro millón.
Minutos antes de que el médico de “rango y galones” mandara a Estela a pilates, como quien envía a alguien a hacer gárgaras, ella había observado con ternura su engominado pelo esculpido a la antigua con raya al lado como lo llevaban los niños de los sesenta que parecía que el peine mojado en agua les dejaba relamidas las cabezas, el circunspecto galeno, más joven que ella, mostraba corbata dentro de la bata abierta y tenía en el rostro un aire ensimismado, la imaginación de sabueso de la paciente –nunca mejor aplicada la última palabra por lo que a paciencia se refiere- había soltado la espita y Estela se preguntó si la causa del rostro decepcionado que tenía enfrente provendría de la casa o del trabajo, en cuál de los dos territorios él creía que no daba la talla, o al contrario, tal vez pensase que la suya, su altura, no la alcanzaban los demás colegas, que se merecía más; la pátina de sentimiento de injusticia estaba servida, ¿o era envidia?, ¿o mediocridad mal asumida? El caso es que con esa misma parquedad había infiltrado las rodillas de la madre de Estela durante años, eso sí sin el pelo entrecano que en este momento lucía y con un ligero gesto de admiración conmiserada asomando en el pequeño brillo de los ojos negros como pozos ahora opacos, porque la madre de Estela nunca se quejaba al ver cómo se introducía la gigantesca aguja entre las astilladas rodillas y tampoco borraba del rostro la sonrisa estoica a pesar de que sus manos en las radiografías parecían dos bolsas llenas de huesecillos sueltos. Sí, el tiempo respetaba su corbata y su blanca bata para otorgarle la simulación de un poder precario, pero una vez que Estela se había desnudado a medias, (tal vez habría sido mejor para la imagen el despojamiento completo de la ropa y no la camisilla ceñida de licra tan mal elegida por el color verde claro, que apretaba y embuchaba donde no debía, sin ella la piel habría parecido mejor planchada), su cuerpo de mujer –ahora con forma de gran contrabajo y no de esbelta guitarra- se convirtió con descaro en un calendario de acordeón desplegado que a él no le apetecía ver. Sí, habían pasado 18 años –que ninguno de los dos había contado y acababan de sonar como una ristra de  bofetones- 18 años desde la primera vez que la vio cargada con el bastón de su madre y la silla de ruedas que se recogía a la entrada del hospital, además del abrigo de su madre y la carpeta de su madre y la discreta bolsa charolada de la que nadie habría sospechado el contenido (un pañal de incontinencia, una esponja, toallitas húmedas de las de formato grande, un gel pequeño, un frasco de colonia, unas bragas y un vestido por si acaso) que en la consulta nunca sabía dónde depositar, más tarde se añadiría también el andador verde claro como la horrible camisilla de la tienda de los chinos que había tenido la mala fortuna de colocarse hoy, a los kilos sobrantes siempre hay que ponerlos de luto, se recriminó, tanto si son pocos como si son muchos.
Ella se vistió humillada tras hacer los equilibrios de rigor por el alambre, de puntillas, de talones... como si los dolores se notaran en esos movimientos breves perfectamente aguantables. En el espejo de los ojos que más le importaban nunca había visto el reflejo que la mirada despectiva y de soslayo del médico con apellido de bolso y zapatos pijos le había devuelto, ¿o sí?, deseó más que nunca el abrazo de Sandro y las erizadas palabras de siempre rebotando en el cariñoso azote de las nalgas, lo que sí tuvo claro es que no iba a olvidar esa mirada hostil y gratuita que la había avergonzado. El pensamiento de Estela vociferó al mirar los mofletes del especialista algo descolgados ya: “Pues tú también estás de buen año hermoso, por mucho que te almidones” y el silencio fue una daga cortante, después al bajar la cuesta con los ojos empañados intentó ser justa, no todo el mundo tiene un carácter bonito, probablemente él esperaba otra cosa de la vida, pero si quería triunfar en su parcela como un nuevo Sir Marc Armand Ruffer ¿por qué leches eligió la especialidad incurable a la que acudimos fundamentalmente los vejestorios? Al fin y al cabo, Ruffer lidió con momias egipcias y ellas no hablaban ni replicaban; le imaginó siendo un precioso y prometedor niño de buenas notas y mejor comportamiento y evocó a su amiga Marcia cuando ella siendo cría escuchaba cómo su madre le decía a su hermano con idolatría machista: estudia para que seas alguien en la vida, y Marcia pensaba qué cosas tan raras dice mi madre, todos somos alguien ¿no?
Qué extraño es todo, extraño que tengas que desnudarte frente a un desconocido y que éste no te devuelva ni la reciprocidad de la palabra para que al menos puedas sentir un intercambio de intimidad que te iguale, extraño que todo cuanto dices lo escriban sin tu permiso y pases a ser la comidilla de ese barrio tan elitista que se permite malinterpretarte aplicando el patrón tipo sin saber cómo te afecta, extraño que siempre nos tengamos que adaptar nosotros a los medicamentos y no los medicamentos a nosotros siendo tan diferentes los unos de los otros, extraña la admiración que sentimos por los facultativos y que si alguna vez es correspondida ya se ocupan de que no se note y sobre todo, lo más extraño, es que de tarde en tarde aparezca algún doctor magnífico e inolvidable que saca adelante a tus hijos y entonces querrías agasajarle de por vida llenándole de abrazos y presentes, esos son los que sanan las heridas por comparación que te infligen los desagradables que se sitúan por encima de ti, ellos no necesitan defenderse, ni aparentar, ni pertenecer al club porque su carta de presentación es el talento, los ojos que tienen en los dedos, el ultrasonido de sus oídos, los rayos X de sus miradas y el radar para lo anímico y encima no sienten que contigo pierdan el tiempo. Es verdad que sin los médicos no somos nadie, pero también por culpa de ellos demasiadas veces nos sentimos nadie siendo muy alguien, tanto como mi amiga Marcia.
Estela se bañó con sales, maquilló su rostro y se peinó el cabello -menos frondoso que en las fotos de los primeros viajes- con cuidado y se fue a la tienda de ropa que le gustaba. En el probador se fotografió con el móvil apuntando al espejo y vestida con cada uno de los conjuntos que se probó, había comprobado que así sí tenía una idea más clara de lo que en su opinión le favorecía y de lo que no, y mandó a tomar por saco al tiempo, después compró ropa interior blanca de seda, esta vez con camisilla suelta cuatro dedos por debajo de la altura del ombligo, para ir al médico, sentenció tras hacer también la foto para verse hasta de espalda, y esa sí la borró de inmediato, pagó y se fue columpiando las bolsas. Los nuevos retratos le iban a rendir pleitesía per omnia saecula seculorum, ahora entendía en profundidad por qué la gente estaba llenando el mundo de fotos compartidas.

PILI ZORI

GRAFÓLOGOS Y EL "RIGOR" TELEVISIVO


Hace ya algunas semanas que llegó una carta a un programa de televisión manuscrita por la mujer que le quitó la vida al pequeño Gabriel.
(Me permito este inciso para enviar desde aquí mi abrazo a los padres del niño compartiendo su enorme sentimiento de pérdida irreparable, con el ferviente deseo de que puedan convertir los preciosos años vividos con su hijo en un generador de alegría íntima, y que los bellos recuerdos empujen cada uno de sus pasos para que puedan seguir caminando, y pido perdón de antemano por adosar este comentario, para ellos contaminante ya que como es comprensible quieren salvaguardar la memoria de su pequeño eliminando cualquier alusión a su asesina.)
Prosigo: En la tertulia de dicho programa se encontraba un psicólogo con conocimientos de grafología, la carta era de arrepentimiento; tras su lectura los contertulios especularon desde un principio con la falta de sinceridad que tenían las palabras que dicha carta contenía, y todos los participantes dieron por sentado que el fin que buscaba la protagonista, sin duda –según ellos- aconsejada por su abogado, era reducir la condena; resultó evidente que el carruaje previo con todo lo retransmitido en televisión pesaba; no voy a entrar en las evidencias entre asesinato u homicidio, que quedaron más que claras, ni siquiera en mi propia sentencia, pero vamos a imaginar por un instante que no se tratase de ella, de Ana Julia y que le entregaran al experto un texto escrito a mano por cualquier otra persona que él no conociera con antelación y que contuviese las mismas grafías, sin tener en cuenta el contenido, ¿cambiarían sus conclusiones?
Concretaré para que se entienda lo que intento decir. El grafólogo se fijó especialmente en que la carta había sido escrita por entero en letras mayúsculas, y otro de los componentes que se hallaban sentados alrededor de la mesa subrayó que estaba escrita por una sola cara y en dos folios, al parecer el detalle también refleja –a juicio del “experto”- algún desorden mental, la propia presentadora aclaró que se trataba de dos epístolas distintas, y que por ello ambos folios aparecían separados, pero les dio igual, el psicólogo con conocimientos de grafología extrajo toda una retahíla de disfunciones psicopáticas a partir del hecho de que la misiva estuviera confeccionada con mayúsculas. En ese momento pensé que yo misma, que no tengo dificultad para hablar sin mirar papeles, cuando he ido a la radio, o me han propuesto algún encuentro o evento en el que he de hablar en público, escribo lo que voy a expresar en mayúsculas de gran tamaño como si se tratara de mi cue, o teleprómpter particular, y lo hago así entre otras razones porque el papel me da seguridad y me parapeta y protege, tanto si lo uso después como si no, aclaro para los ingenuos que nadie improvisa, todo el mundo se aprende el bolo previamente escrito y lo ensaya en silencio, artistas, periodistas, conferenciantes, profesores, alumnos por si les sacan a la palestra o tarima para dar la lección… o retiene en la memoria las líneas maestras para que le sirvan como recordatorio que ayuda a tirar del hilo, porque al contrario de lo que piensa una gran mayoría de personas la palabra escrita es una muestra de respeto, que busca la precisión del lenguaje y en mi opinión es absurdo devaluar a alguien que lee sus propios textos; también preparo mis escritos por una sola cara y deslizo hacia un lado el folio dejando a la vista el siguiente porque así el micrófono no recoge el sonido que se produce al darle la vuelta al papel, ni distraes la visión de quienes están a tu lado o frente a ti con el movimiento de brazos, pero los principales motivos por los que monto esa pequeña parafernalia son que veo menos que un gato de escayola, y que si no estoy en confianza prefiero esconder la timidez entre renglones. De modo que me asusté un poco al ver y escuchar las deducciones del psicólogo La presentadora también le dijo entre risas que nunca le iba a dar nada manuscrito por ella. Hace tiempo que la artrosis en general y la rizartrosis de mis pulgares en particular me machacan y anquilosan los dedos, y mi letra ha variado, en el teclado cuesta menos, si ese detalle se desconoce vaya usted a saber qué terribles intenciones o delitos me podrían atribuir, añadiré que como deferencia, algunas personas de letra ilegible en minúscula optan por la de palo para que los demás puedan entenderla. Bromas aparte, lo que quiero indicar es que supongo que la grafología es una disciplina seria pero no autónoma y que probablemente requiere la compañía de otros estudios porque no constituye el suero de la verdad por sí misma. No estamos dentro de los demás para saber si se arrepienten sinceramente o no de los males que infligen, pero aunque en estos momentos no sea muy aplaudido mi deseo, me gustaría que la asesina de Gabriel, cumpliera con la justicia, pero también que se arrepintiera de verdad en su interior, porque la contrición acarrea el remordimiento que es tremendamente doloroso y éste conduce a la catarsis y por tanto a la purificación.
La verdad es que siempre ando perdida en las fronteras y matices, me preocupa no saber establecer la diferencia entre justicia o venganza, entre linchamiento o reivindicación, que me falten datos… y me detengo a cada paso aun siendo mujer de acción, y me invade la desconfianza, y eso no me ocurría antes, y si encima das por buenas sin comprobarlas las pequeñas cosas de este tipo porque aparecen en la pantalla de tu televisor que le da una pátina de credibilidad al "charlista" titulado de turno pues apaga y vámonos porque apañados estamos.
Con independencia de que si robas unas cremas, falsificas documentos, y colaboras en asuntos corruptos tengas que apencar con las consecuencias, (cleptomanías y neurosis aparte que ya te tratarán dentro o fuera de las rejas, si es que vas o no a prisión) no me gustaría que alguien fuera a la cárcel por los cadáveres que guardan en los frigoríficos periodistas carroñeros al servicio de… querría que fueran por la realidad palpable y demostrada del delito que han cometido, del mal que han hecho. Es muy triste pensar que si no hubiera conflicto de intereses no nos enteraríamos de casi nada, de vez en cuando nos arrojan las migajas para que calmemos la sed de conocimientos y nos damos por conformes. Desearía que la vida fuera más nítida y que no me hubiesen destruido la fe. Que la política no fuese el vehículo hacia el poder y que éste no atrajera y acogiera a personas con serios problemas psicopáticos en un lugar “oKupado” ex profeso para dar rienda suelta a la megalomanía, la soberbia, la frialdad, la indiferencia, el latrocinio… y es que se han apoderado del espacio de todos pensando que el corral es sólo suyo y no entiendo por qué hay que estar recalcandoles a cada minuto que sirven a… no que se sirven de…, nos hemos dejado arrebatar el concepto: mandamos nosotros, los electores, y no se nos puede faltar al respeto, ni al bolsillo, no está permitido meter mano en la hucha colectiva, porque robar en cualquiera de sus rudas o sofisticadas formas ¡¡¡¡es delito!!!! y paradójicamente estamos gritando de nuevo y sin saberlo ¡Vivan las cadenas!; todo está invertido, y admiro a los pocos que lo tienen claro e incansables se desgañitan, y apelo aunque parezca que me subo a un púlpito -que también está ocupado por fariseos- a la bienaventuranza que dice “Bienaventurados quienes tienen hambre y sed de justicia porque de ella serán saciados”, já, hasta a Jesús le llevan la contraria, y por ahí andan los santos ateos intentando apagar la sed mientras acarrean cubos hasta el agotamiento aguantando improperios. En fin… se trata de que esto tan raro y que está tan del revés en las cabezas abducidas cambie, no de entrar en el cercado para formar parte del chiringuito dando la espalda a quienes quedamos fuera, deseo que tenga arreglo y encontrar a quien me explique por qué pasa lo que pasa en nuestro país, eso sí, que no lo haga un grafólogo de la tele con ganas de rellenar silencios más elocuentes. Habrá que pedirle a Berlanga que baje y se los lleve a todos a la cárcel a ver si allí les entra la cordura y hacen acto de contrición, y mientras ellos están encerrados pues nosotros nos ocupamos de poner orden en cada uno de los armarios aunque sea con el método Kon Mary.
Un abrazo.
Pili Zori