En
el club de literatura hemos terminado “Las
ciegas hormigas” de Ramiro Pinilla.
Ha gustado muchísimo con excepción de dos compañeras y yo misma. No tengo por
costumbre hacer reseñas negativas ya que siento un gran respeto por el oficio
de escribir y por sus autores, lo que me gusta lo reseño y lo que no, pues no
lo reflejo, al fin y al cabo no me dedico a la crítica literaria, sólo expreso
en este rincón mis impresiones enriquecidas a menudo por las de mi familia y
mis amigas del club de literatura, comparto una pasión sin más, pero en este
caso haré una excepción amparándome en que mi mala experiencia con el libro
jamás podría dañar el prestigio que como maestro de las letras españolas tiene
Ramiro Pinilla. Imagino que todo cuanto voy a decir es más sentimiento que
argumento y que probablemente haya proyectado en la novela cosas que nada
tienen que ver con ella. Así que os haré partícipes de mis pensamientos en voz
alta de forma honesta, dando pie a vuestra discrepancia conmigo, o provocando
las ganas de leerla para que coincidáis o me llevéis la contraria con razones
de peso tan interesantes como las que opusieron a las mías en el club.
De
entrada no pude abstraerme de que la voz del narrador omnisciente estuviera
metida en primera persona en las demás voces, pensé que o bien debería haber
utilizado la tercera en toda la novela o bien la de Ismael que habla ya desde
la distancia en el tiempo recordando y en pasado y en ese caso sí tiene sentido
que su lenguaje haya evolucionado. Con respecto a los demás personajes, si
estamos escuchando sus pensamientos, estos tendrían que pertenecer a sus formas
personales de expresarlos y parecer pensamientos o monólogos interiores y no
las explicaciones en voz alta -parecidas a las que se le hacían al espectador
en un aparte en las esquinas del escenario de un teatro- recurso anacrónico
incluso en el tiempo en el que este libro fue escrito. Si piensas para ti el
lector sobreentiende, no te explicas a ti mismo lo que ya sabes sólo para que
lo oiga el lector y si el autor quería dar voz a cada uno de los personajes
pues tendrían que expresarse ellos con sus propias palabras y haciendo que
todos hablen de la misma manera no lo consigue, así que no pude abstraerme de
esa rara sensación de estar oyendo la maravillosa voz de un cantante metida
dentro de otra melodía también extraordinaria, de otra canción distinta, y esa
distorsión me ha desafinado por completo la magnífica sinfonía.
Por
otra parte una vez leída, me desconcertó que la novela tuviese una dedicatoria
con intención de homenaje porque en todo momento yo la estaba interpretando
como un retrato familiar y social bastante lejano a la alabanza; es más, creí
que el propósito del autor era mostrar las luces y las sombras de los
personajes que la habitan, representantes de un tiempo de nuestra historia
bastante oscuro por cierto, tanto como la ceguera, el carbón o el caparazón de
esas hormigas cuyo destino es el trabajo como fin en sí mismo: soportar y
llevar la carga, transportarla, vivir permanentemente en acción, trabajar hasta
el agotamiento para no pensar, porque si paras, si tienes tiempo de
reflexionar, tendrás consciencia de tu miseria, de tus desgracias. Me pareció
que el pesimismo de la mirada del autor hacia el mundo había sido buscado a
propósito, que Ramiro Pinilla había despojado de toda esperanza de rebelión a
los personajes, aunque estos encontrasen su parcela de libertad en el hecho de
hacer el trabajo, lo que se consigue con las propias manos, ese espacio acotado
en el que tienes un mínimo de elección en tu modo de desarrollar dicha labor.
Te rebelas si crees que puedes cambiar algo, si no lo crees aceptas el destino
que te ha tocado pero no que hasta el fruto de esa aceptación quieran
arrebatártelo.
Bien,
hasta ahí pensé que era la denuncia de una época, el canto de quien puede dar
voz a los que no la tuvieron porque emplearon toda su vida en sobrevivir y su
única dignidad era el trabajo. El carbón desparramado por la colisión de un
barco no es de nadie, por tanto no hay que devolverlo ni la ley tiene derecho a
quitártelo si lo has recuperado para ti cuando ya estaba perdido y para hacerlo
te has buscado los medios necesarios sin hacer daño a los demás, ese podría ser
un atisbo de rebeldía y de respeto hacia las leyes naturales que se contraponen
a las opresivas e impuestas por el Estado. En la novela finalmente no hay nada
a lo que aferrarse, hasta la fe de Josefa se tambalea y esa pérdida además de
la del hijo la sitúa al borde de la clase de locura que surge tras la
desesperación, tras las preguntas de ¿entonces?, ¿para qué y por qué? Poner en
duda la existencia de Dios o aceptar sus designios interpretándolos como
enfado, como castigo, sin comprender su falta de apoyo finalmente la trastorna
porque la confesión que suplica ni le devuelve al hijo ni la redime de esa
culpa indefinida por permitir, por no haber protegido. No hay ilusiones a las
que agarrarse dentro de esas páginas, desde el principio sabes en qué va a
acabar la “epopeya” del carbón en esa noche aciaga.
Es
cierto que es inherente al ser humano seguir adelante incluso en las peores
circunstancias y puede que en ello radique cierta clase de heroicidad aunque le
reste fuerza que no hay otra opción. Es cierto que la novela es impresionante
en la hondura que alcanzan sus reflexiones, en las descripciones, tan visibles,
-no me extraña que la llevaran al cine- en toda su trama que mantiene la
intriga hasta el final, puedes ver con perfecta nitidez la noche que parece
eterna porque nunca se acaba, te empapas con ellos, hueles la lana mojada. Hay
escenas que incluso te hacen girar la cara para no mirar, las más brutales para
mí son la del hijo muerto recibiendo en el rostro los golpes de las rocas al
ser izado y escondido entre el carbón, sepultado bajo él; otra la de los bueyes
anclados en el fango sin poder tirar de la avarienta carga, la de la niña dando
el pecho a los gatos, la de Berta y su necesidad obsesiva y primigenia de
concebir aunque sea abusando de un muchacho limitado. Pedro y su destrucción
alcohólica, esa debilidad que desencadena la desgracia… Ramiro Pinilla en mi
opinión no salva a nadie, el carbón se come el deseo enamorado al que se tiene
derecho, el carbón engulle la escopeta, el único lujo de la casa convertido en
trueque para salvar lo insalvable, la ternura de una niña ignorada que no
entiende la muerte ni el hecho de matar y ha de asumir ambos conceptos
comparando sus actos con los de los adultos ella dará con su llanto y con sus
gritos por la gata por, su hermano y por las crías la dimensión exacta a lo que
ha ocurrido…
Y
ahora viene mi parte y el debate interior que me ha traído de cabeza. Vale, es
la descripción de una familia concreta, pero no todas las familias de ese
tiempo y en esas mismas circunstancias eran así, y no se trata de que yo no
haya pasado calamidades, tampoco quienes defienden ciertas actitudes de los
personajes de la novela las han pasado, pero sí sé que en peores momentos
incluso de hambre -y el hambre te puede volver fiera- ha habido gente que ha
actuado de otra manera.
A
mí, Sabas, me cae como un tiro, y si fuera vasca no querría ser representada
por él, no creo que haya que confundir determinación con tozudez, imprudencia
con liderazgo, imposición con criterio, que le ponga el ojo a Josefa encima y a
partir de ahí decida su destino sin contar con ella me enerva, y no me vale
escuchar que eran otros tiempos porque en todo tiempo ha habido gente afectuosa
sin dejar de ser por ello rústica y bragada aún teniendo poco que llevarse a la
boca. ¿Y ella…?, Josefa, siguiéndole como si fuera una condenada, tampoco la
entiendo, la hembra sumisa con el macho alfa, y no estoy hablando de
sentimentalismos, que Sabas compre la vaca para ofrecerle un futuro me parece
más bello que un ramo de rosas, pero que se lo diga a ver qué le parece y que
escuche lo que ella opina sobre esa vida de dos que se multiplicará después
para hacer una familia en la que ambos intervienen, y sí tengo derecho a decir
y a comparar porque todos hemos tenido abuelos con sus historias de amor que
contar y también con sus hambres y sus solidaridades, no es lo mismo compartir
tortilla de patatas hoy que entonces.
A
menudo se confunde la virilidad con otras cosas como el ordeno y mando, y se
tiende a pensar que si no hay personas como Sabas el mundo deja de girar, y no
es cierto, la fortaleza no siempre se genera en los testículos; yo abomino de
aquel tiempo pero no por cobarde ni por pija acomodada, una cosa es comprender
la época y su efecto en las personas y otra muy distinta justificarla. Un hijo
muerto es un hijo muerto y se te desgarran las entrañas con su pérdida y no hay
carbón que lo anteponga, y si ese mensaje no me lo entregan como
embrutecimiento pues me hago un lío. Y entre pasar miseria o ser miserable
también hay diferencia, la misma que entre ser ahorrador o ser roñoso.
Me
gusta coincidir con mis compañeras, también ese rasgo es inherente al ser
humano: la necesidad de pertenencia, sus argumentos fueron contundentes
inteligentes y más sosegados que los míos, pero en esta ocasión no hemos
concordado, tampoco me gusta que se me salga el temperamento como si fuera una
ventosidad y a veces no sé poner distancia entre las lecturas y yo, y la
vehemencia me nubla la vista, pero por alguna razón este libro me ha removido,
ha resultado un revulsivo y desearía que esa hubiera sido la intención del
autor: provocar en mí esa reacción, desearía haberle entendido y haber estado
en sintonía con él porque para empezar me encantó que compartiera en el prólogo
su mala experiencia editorial, y que lo gritara a los cuatro vientos, una
experiencia que no le impidió seguir creyendo en la literatura y seguir
luchando por ella, la propia y la de los demás jóvenes escritores que han
recibido su impagable apoyo, y sobre todo desearía estar equivocada en lo que
expuse anteriormente sobre las voces narrativas y que él me corrigiera diciéndome:
quise hacer una renovación formal que no has captado.
En
cualquier caso bienvenida sea siempre la controversia que suscita un libro
porque de esa clase de conflictos nace la luz.
Un
abrazo y hasta el próximo encuentro con el cine o con los libros.
Pili
Zori
¿SABE ALGUIEN QUE FUE DE LA PELICULA QUE SE RODO SOBRE ESTE LIBRO?
ResponderEliminarLos datos de la película son estos, pero no sé cómo o dónde conseguir más información. La produjo una cadena alemana de televisión.
EliminarTítulo: Die blinden Ameisen (1970)
Director: Oswald Döpke
Guión: Diethard Klante (teleplay), Ramiro Pinilla (novela)
Intérpretes: Radovan Lukavský, Edith Heerdegen, Lina Carstens
Producida por Zweites Deutsches Fernsehen (ZDF) (1970) (West Germany) (TV)
Gracias por asomarte por este pequeño rincón, siento no poder ayudarte con la versión cinematográfica de esta novela, no sé donde ni como podrías encontrarla. Deseo que la encuentres, sin duda ha de ser interesante. Un abrazo, Pili Zori
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