Elegí
esta película para proyectarla en el club de cine porque me pareció que
suscitaría un interesante debate sobre la esclavitud del talento cuando éste ha
de verse sometido a los caprichos arbitrarios de un coleccionista patrón y no
de un mecenas -al menos así quiso ver Tracy Chevalier en su
novela “La joven de la perla” a Van Ruijven, el hombre que junto a su esposa llegó a poseer veinte
cuadros del gran pintor del barroco holandés Johannes Wermer-. Si
tenemos en cuenta que Wermer sólo dio vida a 36 cuadros, de inmediato
deduciremos que la relación de dependencia o por el contrario de amistad o
generoso patrocinio fue larga y grande con Ruijven. Pero estamos hablando en
clave de ficción aunque ésta se ambiente con rigor extraordinario en una atmósfera
real. El director Peter Webber decidió ser fiel a la novela y
junto a la guionista Olivia Hetreed consiguió dar vida a lo
soñado por Tracy Chevalier. Aunque el debate sobre la
esclavitud del arte sólo fue una de mis razones para escoger este largometraje
que en realidad cuenta como ningún otro la pasión por la pintura, la luz, el
color, el aire… también me interesaba que hablásemos sobre el talento que no
puede desarrollarse si anida en una criada con sensibilidad y capacidad para
comprender y compartir dicha pasión. En un tiempo de lucha de clases y colisión
de religiones las circunstancias colocan entre dos mundos a Griet. Entre el
pintor y Griet se establece una compenetración que trasciende y ahonda más allá
del deseo físico aunque se expresa con toda la potencia erótica de un torrente
contenido, se tocan la piel del alma y la del pensamiento con la mirada, la
respiración… llenan los silencios de elocuencia desbordada y ese lenguaje
anímico se expande sin que ellos puedan contenerlo despertando en el olfato los
celos de la esposa desbancada más allá del cuerpo –su infalible arma hasta
entonces-. La hija alertada por instinto comienza a marcar el territorio y a
considerarla una amenaza. Es impresionante el trabajo de Colin Firth
y el de Scarlett Johansson: para mí las escenas de deseo con ese difícil toque de
contención a punto de explotar son un termómetro infalible, la prueba
irrefutable y definitiva para que un actor sea grande o no, y me suele bastar
con una escena, así que si añadimos que en este caso la tensión del
enamoramiento oculto e inconfesado ocupa
toda la película, pues me descubro y si además consideramos que Scarlett
Johansson apenas tenía diecisiete años y que permanece siempre en pantalla y
llevando el peso durante todo el largometraje pues poco queda por añadir. Firth
y Johansson hicieron simbiosis, eliminaron la diferencia de años, creo
sinceramente que se produjo un milagro contagioso porque el resto del elenco
giró bajo la luz que ellos desprendieron. La sensualidad silenciosa ardía latente:
Wermer acariciando con el índice el círculo del objetivo de la cámara oscura,
el calambre de las pieles de sus manos al rozarse como nubes en tormenta, la
desnudez del cabello de cobre al desprenderse de la cofia, el traslado
simbólico de la pérdida de la virginidad a ese lóbulo de marfil traspasado por
el pendiente y sobre todo el deseo de entregarle el conocimiento, de hacerla
aprendiz de su mundo.

![]() |
Peter Webber |
Pero
la razón de más peso por la que quise que viéramos juntos esta película es por
cuatro de las artes principales que conjuga: pintura, literatura, cine y
fotografía.
La
fotografía nunca pasa inadvertida pero en esta ocasión se podría decir que en
manos de Eduardo Serra adquiere el máximo protagonismo porque
además Serra se licenció en la Sorbona en historia del arte y ese poso
probablemente enriqueció mucho más su mirada. La película es un Wermeer en sí
misma y como una matrioska contiene todos los cuadros que el artista pintó, ¡si
Wermeer pudiera ver sus lienzos en movimiento! Porque eso es lo que hizo
Eduardo Serra: sacarlos de la quietud, ya veis que no digo darles el soplo de
la vida porque ya la tenían.
En
cuanto a Peeter Webber, el director de esta belleza, decir que “La joven de la perla” fue su debut en el
largometraje que nos haría abrir la boca y llenarla de exclamaciones, pero a
menudo las operas primas se sustentan en un largo y arduo trabajo. Peter Webber
se licenció en la universidad como productor de cine, ya entonces realizó un
cortometraje muy destacable titulado “El
hombre Zebra”; a este le siguieron documentales y series de gran prestigio
en el Reino Unido tales como “Wagner de
la A a la Z” para la BBC, “La
tentación de Franz Schubert”, “Underground”,
“Sólo hombres”, “Las mujeres de Stretford”…
Una primera película a menudo no es más que el resultado de haber
alcanzado el poder adquisitivo y la libertad para financiar el tiempo que
requiere un rodaje y el equipo que necesita. Por ello insisto en que este film
sólo es la punta del volcán, en el magma interior se encuentran capas y capas
de sedimentos como ese pentimento de la silla que Griet retira de la escena, expertos
de la actualidad han podido comprobar con rayos equis el cambio de idea del
pintor, la silla de ese cuadro existió en un principio.

Un
abrazo y hasta el próximo encuentro.
Pili
Zori
Fotomontaje del cuadro original y de la actriz compuesto por Luis Fernando Delgado.
Fotomontaje del cuadro original y de la actriz compuesto por Luis Fernando Delgado.
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