"Tigres de cristal", de TONI HILL

 Desmenuzando el bullying.

He tenido entre mis manos una obra maestra, que me ha conmovido profundamente y que estoy segura de que se quedará en mi interior para siempre, incluso si alguna enfermedad de olvido hiciese estragos en mí, estoy convencida de que el libro seguiría en algún recóndito lugar del residuo o los rescoldos de mi lucidez porque la novela cala a mucha hondura y es imposible dejar de recordarla.

No habría podido leer “Tigres de cristal” en soledad, sin la compañía de mis amigas del club de literatura, ya que el candente tema que trata da escalofríos y nos afecta tanto a personas jóvenes con niños pequeños o con adolescentes como a abuelos con nietos para los que soñamos un futuro de bondad. 

Vivimos en un ambiente de hostigamiento feroz contagioso y pandémico en todos los estamentos, familia, colegios, institutos, universidades, trabajos, prensa, política y medios… y ese es el espejo en el que se miran nuestros hijos, ¡ese es el precioso ejemplo! –va con toda la ironía- ¿de qué sirve clamar la democracia a gritos si el trato general es de odio, explotación y derribo? 

Toni Hill tiene la valentía de explorar y denunciar que hemos de ponernos manos a la obra para desgranar las causas de nuestro deterioro social, de la deshumanización creciente, porque se sabe cómo empieza esta lacra, pero no como acaba y las consecuencias de los prejuicios, de las malas palabras, de insultos, y vejaciones siempre, siempre se pagan, por malcriar, por envidiar, por disfrutar del poder impune de hacer daño con siniestras artimañas amparados en el bulto, en la cobardía de la masa, en la jauría de las redes... porque como nos dice en la página 173: “A veces en las tragedias existe más de un culpable”.

A menudo cuando consideran que soy elogiosa en exceso frente a determinadas piezas literarias me dicen: “No deberías dar el diez con tanta rotundidad por si luego lees otra novela mejor” de inmediato respondo: “ojalá, nada me complacería más que andar engarzando sobresalientes uno detrás de otro y matrículas de honor”, pero el hallazgo ocurre muy de tarde en tarde.


“Tigres de cristal” lo tiene absolutamente todo, escrita en círculos concéntricos que abrazan, rodean y aprisionan al lector para que transite por ellos como si del cono del infierno de Dante se tratara, nos hace bajar al centro de ese averno puesto que en el eje alrededor del que gira se produjo la muerte de Joaquín, el Cromañón, un chaval de catorce años que era el terror de otro crío de doce Juampe, el moco, el ¿crimen?, ¿a manos de otros dos críos de doce?, se nos desvela desde el principio, nada más abrir las páginas porque lo que importa no es el suceso sino por qué esta historia deriva hasta él. Y también se sabe desde el comienzo que unos nacen con estrella y otros estrellados, pero no me quiero adelantar porque en este entramado todos los personajes están heridos incluso los aparentemente más privilegiados. 

La novela de altísimo contenido moral y ético es un aviso en el que se pormenorizan con meticulosidad todos los componentes del bullying, y las partes implicadas: adultos que manipulan, pecados de omisión… la sociedad entera puesta en cuestión con sus luces, con sus sombras, con sus grandezas y sus miserias.  

Tigres de cristal cose dos tiempos de modo magistral y lo hace en forma de espejos que se miran de frente: los años setenta del siglo XX y la actualidad del XXI y en esos paralelismos y en el mismo barrio retrata y psicoanaliza con mirada exterior pero también interior a la Ciudad Satélite en un alarde neorrealista y urbano, el autor narra con un enfoque pesimista que habla en sordina con más eficacia que si lo hiciera a gritos, Toni Hill es la voz de alguien que vivió en la intersección, los novelistas que ya han cruzado el umbral de los cincuenta años de edad van dando testimonio de la  transición, y ponen palabras para definir ese espacio donde antes no las había.

El propio apelativo Ciudad Satélite marcaba un estado de inferioridad con respecto al astro: Barcelona, la gran ciudad a la que había que acercarse con ropas de domingo. Esa localidad creada con premura y sin más historia que el éxodo, fue el cinturón rojo que circunvaló a la inmensa urbe en el extrarradio y alrededor del anillo de Cornellà. Allí, la clase obrera no fue al paraíso, aquella pequeña urbe dentro de la grande supuso en sí misma una ciudad concienciada sindicalmente que asentó en los años setenta del siglo XX a andaluces, extremeños y castellanos que arrancaban sus raíces con la ilusión de generar un buen futuro para sus hijos. No imagino a quienes levantaron los bloques de viviendas -a la velocidad repentina en la que nacen las setas- vaticinando que precisamente por el hecho de estar en gueto surgiría la unidad y por tanto la solidaridad, al menos la laboral, porque el autor disecciona y pasa el escáner, y no era precisamente idílica ni empática toda la vida cotidiana de aquel tiempo sumido en un machismo profundo e institucional arraigado en hombres y mujeres que iba mucho más allá del reparto de tareas. Rosi, la madre de Juampe, víctima de las agresiones de un bruto representa muchos de los infiernos domésticos consentidos e incluso aplaudidos, es de sobra conocido el desprecio del pobre hacia otros aún más desvalidos por mera y patética necesidad de destacar, de diferenciarse, la incomprensión frente a la enfermedad psíquica, y de nuevo la crueldad colectiva que permite e incorpora como costumbrismo la monstruosidad. 

Pero el autor no va a dejar títere con cabeza y tras la justa defensa que hace a las mujeres en todos los aspectos defendibles también nos deja el reproche, “¡vosotras callasteis!” por sumisión, por cobardía…

Comprendería que leyendo mis palabras exclamaseis “¡Madre mía, qué dureza!, no me apetece leerla”, y sin embargo la novela contiene toda la belleza de las tragedias griegas, y también toda la esperanza. Iago y Alena son el futuro, y resultan asombrosos los puntos de partida tan difíciles y complejos que elige el autor para preguntarle al lector ¿y tú? ¿qué harías?, ¿amor imposible entre Miriam y Víctor? Colócate ahí y siente lo que ambos sienten ¿renunciarías por decencia?, ¿por justicia hacia un hermano que no fue justo?, ¿y con él se hizo justicia antes y después? 

Me ha maravillado que eligiese a un enfermo de alzheimer para el papel máximo: desvelar el desenlace y darnos un bofetón sin mano, la paradoja es hermosa, alguien ¿sin memoria? trae al presente el pasado para redimirlo. 

El testigo de la esperanza Toni Hill se lo concede a Miriam y a Iago, personajes secundarios –en apariencia- que sin embargo serán el detonante; Miriam es la pieza fundamental que cambiará el curso de un destino abocado a desembocar en la maldad, gracias a ella hasta Víctor retomará su vida encontrando su verdadero lugar en el mundo al recuperar su oficio en el derecho penal. 

La novela nos habla de venganza, y también de culpa y de absolución ¿Se puede perdonar lo imperdonable para seguir adelante? Es que ahí está la prueba de fuego, todo lo demás es toreo de salón. 

Toni Hill
Los detalles agravantes y eximentes son cruciales a la hora de juzgar, y sin embargo sentenciamos a la ligera sin pararnos a pensar en ellos.

Jamás voy a olvidar la página 420 en la que Miriam le habla a su hijo dándole las pautas que todos necesitábamos escuchar para saber qué hacer, y que a continuación os detallo:

 -“Irás porque esa chica necesita también que alguien la defienda allí. No, no vayas pegándote con todo el mundo, simplemente sé esa voz que lleva la contraria a la masa y que lo dice en voz alta, sin esconderse. La masa es cobarde, Iago. Si tú te muestras seguro de ti mismo se callarán”.

“Dale un voto de confianza y aléjate de quienes le desean mal”.

-“¿Y si me equivoco?”.

-“No puedes equivocarte si haces lo correcto”. 

“Tigres de cristal” tiene la fuerza de un buen wéstern, la dignidad de un samurái, el honor del harakiri, y la vergüenza y el fracaso que aboca a tomar la justicia por tu mano. El lector ve un final no deseable pero sí esperable, y por ello comprende que no ha salido de las páginas con el alivio del final feliz porque el debate está servido y hay que buscar soluciones que también le implican.

Creo que esta novela deben leerla los maestros en los colegios y los adolescentes en los institutos como lectura imprescindible, y de paso las familias.

Ha sido una experiencia asombrosa ver como el escritor estudiaba a cada núcleo familiar, vinculándolos al barrio entero y poder escuchar la respiración de dicho ambiente.

Es una novela coral en la que su autor que además es psicólogo ha tocado la clave y la llave de un problema que nos devuelve la humanidad y no se ha olvidado de nadie, ahí está Marc para corroborarlo. 

Y sí, hay seres odiosos como Lara, como Joaquín, si no fuera así, si no hubiera personas que disfrutan haciendo daño no existirían los torturadores. 

Soy partidaria de la reinserción y considero que todas las personas tienen arreglo, pero también hemos de saber que críos como Joaquín y como Lara no se reparan fácilmente ni en dos días. 

No os cuento más para que la leáis con el mismo deleite y también la misma ansiedad con los que la he vivido, la he leído dos veces y creo que no me estorbaría una tercera.

Gracias señor Hill.

Pili Zori

No hay comentarios:

Publicar un comentario