Aún sigo impresionada.
Dirigida por Polo Menárguez con la sobriedad de la medida exacta para que conjuguen ritmo evolutivo en progresión, junto al estado anímico individual y a la vez el de conjunto del trío de protagonistas que se va influyendo como los vasos comunicantes en el volcán contenido que busca las aberturas para estallar. El espectador intuye la tensión oculta desde el comienzo sin saber aún cuál va a ser el detonante de la erupción ni quien de los tres la va a provocar.
Defienden esta película Antonio de la Torre, Raúl Arévalo, y Chema del Barco con un lucimiento que alcanza las cotas más altas y no tiene parangón, los primeros planos, los cortos y los de detalle apabullan.
Los tres personajes -parados de larga duración tras haber trabajado en una empresa de "seguridad" valga la paradoja- permanecen atrapados en un pequeño salón opresivo y cerrado que nos remite a Buñuel, cuyas delimitaciones las marca un sofá de tres plazas oscuro, tan sólo el leve respiro -más para el espectador que para los protagonistas- de una diminuta terraza, o del ventanuco desvencijado -todo se cae- del cuarto de baño traerá aire al claustrofóbico rincón de arrinconados.
Una leve incursión al portal y un amago obligado, pero seguramente involuntario -de aparente dignidad masculina mál entendida- de ir en busca del que afrenta pero tras previo aviso telefónico para que en el fondo la amenaza quede en agua de borrajas -el alarde de quien se siente perdedor de antemano- moverá levemente en el espacio exterior la acción, aunque de immediato los tres compañeros regresarán al piso, al refugio, a la estancia de confort inamovible, hasta que la cruda y terrible realidad llame a la puerta.
Las mujeres del trío, dos esposas y una novia, Manoli, Laura y Susi, están presentes en su poderosa ausencia y son el eje alrededor del que ellos giran con su masculinidad tóxica cuya única disculpa es la de que dicha mentalidad ha sido impuesta e inculcada durante décadas, pero entre tanto las mujeres han luchado contra ese modo de pensar -me atrevo a decir que de forma didáctica y pacífica- mientras que ellos se han quedado perplejos y paralizados, por fortuna no todos, en los fotogramas de "El Plan" quedarán para siempre el magnífico director y estos actorazos que tuvieron la generosidad de encarnar lo que ellos no son y de explicar lo que no hay que ser.
El largometraje nos avisa de en qué puede desembocar este mundo nuevo y precario en el que ya no hay seguridad laboral en las voraces empresas, trabajos en los que el ser humano vale menos que la mercancía o la labor que realiza y siempre es sustituible.
Poco a poco vamos aprendiendo -ellos y nosotras- que una mujer no está obligada a amar a su marido porque la mantenga sino porque le quiere con independencia de que trabaje o no fuera del hogar, y viceversa, la vida trae muchas circunstancias que nadie tiene derecho a juzgar.
La identidad de un hombre no es su trabajo, tampoco lo es su potencia viril, y un hombre no es dueño de su mujer, ni su motivación para serlo es la de "Yo a la Susi la dejo cuando quiera y ella lo sabe", porque "la Susi" puede dejarlo a él, y dicha posibilidad hay que incorporarla en cualquier mente.
La película es una adaptación de la obra de teatro homónima escrita y dirigida por el dramaturgo Ignasi Vidal, hay que agradecer que tanto en el escenario como en la sala de butacas del cine y después en la pantalla de nuestras casas, ambos: Ignasi y Polo han conseguido que vuele el mensaje hasta el espectador masivo, y Cayetana Guillén Cuervo y su equipo también lo han hecho posible con la difusión.
Enhorabuena a todos. Nuestro cine es un orgullo nacional y hay que defenderlo.
Pili Zori.
No hay comentarios:
Publicar un comentario