Creo
que en alguna ocasión anterior en el blog ya dije que sólo conozco a Arturo Pérez Reverte en su faceta de
novelista, y es en ella en donde siento que él se destila, y la esencia
resultante me gusta y me conmueve, especialmente cuando la encuentro en obras
como “El pintor de batallas” o en “Territorio comanche” piezas a las que sin
duda prestó más elementos de intimidad personal. No tengo twiter, espacio en el
que por lo visto no deja títere con cabeza y lo hace a grito pelado, a pleno
pulmón; tampoco le he seguido en prensa y no estuve al tanto de aquella
acusación por plagio imposible de creer puesto que ha demostrado con creces
maestría, ingenio, estilo y sello personales reconocibles al instante e
inimitables. Si cometió dicha falta tan grave y de enorme desprestigio lo
lamento profundamente e imagino que esa piedra pesará sobre su conciencia y en
el pecado irá incluida la penitencia.
A
menudo me pregunto si es necesario –para apreciar o amar a alguien- conocer
toda su historia, la pública y la privada, la anímica y la exterior… y no sé
qué responderme. Todo el mundo tiene derecho a cometer errores, incluso puedo
llegar a comprender sin que ello implique justificar hasta algunas razones para
la deshonestidad, -nunca me excluyo- por algo dijo Concepción Arenal: “Odia el
delito, pero compadece al delincuente.” El caso es que tampoco tengo una
respuesta –traducible a palabras- ante la pregunta de por qué le estimo a él
además de a su obra, tal vez sea porque valoro el corte de mangas que le hizo a
TVE cuando después de volver de una de las guerras más cruentas que se han
generado en el mundo quisieron arrinconarle por oscuras vendettas en un
programa indigno, admiro su coraje, y por esa razón -tras imaginarle con una
mano delante y otra detrás- disfruté de su triunfo cuando comenzó su éxito
arrollador en cuarenta países. Quizá me llega su voz porque dice honduras como:
“Lo que diferencia a los seres humanos es
que unos saben y aceptan que van a morir y otros no”, ahí queda la
condensada frase con todo lo que conlleva, porque sé que después de todo cuanto
ha visto puede caer en errores, pero no en mezquindades.
Sin
embargo hay algunas ligerezas de él que sí me estorban y que le salen de dentro
de forma inconsciente: a menudo habla de quienes provienen de “buenas
familias”, la connotación me chirría porque todos conocemos los ingredientes
retrógrados y altivos que contiene la linajuda expresión ¿qué es una buena
familia?, no quiero pecar de obrerista pero…, o expresa –al igual que Javier Marías- que el personaje calzaba
“zapatos de calidad”, los zapatos pueden ser de piel o de plástico, caros o
económicos… las colonias pueden tener aromas
a flores, frutas o esencias del Kilimanjaro pero “olía a perfume
barato”, también sabemos todos lo que implica, creo que se entiende de sobra lo
que intento explicar. La precisión en el lenguaje es importante, por ello
tampoco me gusta que un escritor no comprenda que el esfuerzo por especificar
el género femenino y el masculino es necesario ya que las palabras crean
imágenes y si sólo dices “ellos” las fisonomías que se dibujan en la mente de
quien escucha son de hombres, si añades y “ellas” agregas e incluyes las de las
mujeres, aunque “personas” y “quienes” también sirve.
En
cuanto a la defensa que A. P. Reverte hace de las élites me gustaría manifestar
que doy enorme valor a las personas destacables, relevantes, sobresalientes en
cualquier campo, que reivindico la necesaria figura del intelectual, pero
cuando la cultura se utiliza como arma arrojadiza y de forma despectiva en
actitud de superioridad toda la brillantez desaparece. Sé que ni Arturo Pérez
Reverte, ni Javier Marías se sitúan por encima y por ello me apetecía subrayar
los matices para que sean cuidadosos.
Arturo
Pérez Reverte considera que los dos defectos españoles que generan los
conflictos más peligrosos son la envidia y la ira. La advertencia me deja
pensativa, dado que ambos son bajos instintos y quien los padece no suele
distinguirlos, por ello tampoco sabe frenarlos.
No espero que Arturo Pérez Reverte y Javier Marías se asomen a este rinconcillo
mío, pero ahí les dejo mis cartas por si acaso.
Un
abrazo
Pili Zori
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