¡Stop! Como siempre
aviso: revelaré claves, desvelaré sus enigmas… Detesto la palabra spoiler.
Mi blog fue concebido para compartir después de haber
visto o leído los libros, películas o series de los que hablo, de modo que si
lo deseáis podéis volver a este rinconcillo tras haber visto Big Little Lies, y
así no corréis el riesgo de que os destroce el suspense y la tensión ya que es
un thriller.
***
Me
bebí los siete capítulos seguidos, me dieron las seis de la mañana. Supongo que
sirve como cumplido, la calificación es de matrícula de honor.
Es magnífica, puro cine. Como cine fue concebida y como
tal fue filmada.
Creador: David E. Kelley
Director: Jean-Marc Vallée
Guionista: David
E. Kelley
Novela: Liane
Moriarty
Música: Susan
Jacobs
Fotografía: Yves
Bélanger.
Reparto: Reese Witherspoon, Nicole Kidman, Shailene
Woodley, Alexander Skarsgård, Laura Dern, Zöe Kravitz, Adam Scott,
James Tupper, Iain Armitage, Hong Chau.
La
película –así prefiero llamarla- comienza con un interrogatorio policial, por
el que van pasando vecinos y todos los miembros de una lujosa y pequeña
comunidad de Monterrey en el norte de California cuyas mansiones miran hacia el
océano. Se investiga una muerte, pero el espectador no sabe aún quien ha sido
la víctima. Con las respuestas de los interpelados ya vemos cómo la malicia de
los rumores es en sí misma una poderosa protagonista, el arma de presión social
a la que todos rinden pleitesía, esa necesidad de pertenencia, el terrible
temor al “Qué dirán” –que al parecer sólo padecemos las mujeres-, a no estar a
la altura, ¿de quién? ¿Quién establece el comportamiento admisible?,
¿qué deidad abstracta o concreta lo impone?, se pregunta el espectador. El
análisis ya ha comenzado; a partir de dichos interrogantes el público sabe que debatirá lo
que está viendo y que también se debatirá interiormente, su participación no va
a ser pasiva.
El
“¿crimen?” sucede en la fiesta de disfraces que realiza el colegio de primaria
para recaudar fondos, y en flashbacks
-perfectamente colocados como pequeños círculos- iremos desgranando y
engarzando los secretos y la intimidad, no sólo de las cinco mujeres protagonistas,
además ahondaremos en los verdaderos motivos emocionales que se ocultan bajo
las apariencias, en los egos masculinos heridos, en los complejos de inferioridad, en los deseos de
aprobación que -como ya he dicho- necesitan mujeres como Renata, triunfadora ejecutiva de rompe y rasga en el terreno laboral, que sin embargo se siente excluida del
afecto de las otras madres. La serie nos habla de soledades e incomprensiones,
de peleas verbales de gallos en las que quizá la esposa sólo importa como
trofeo, y cómo no, de soterrado machismo anidado incluso en los que parecen tan
majos y enamorados hasta que las cosas no salen como ellos quieren.
No deseo dar una impresión maniquea de la serie, precisamente su gran valor reside en la humanidad que se desprende de todos los personajes, pero en esta ocasión la voz es para ellas, se les da la palabra para que oigamos lo que nunca se escucha, sin escatimar los errores que también cometen; Big little lies refleja además otras inquietudes que tienen que ver con las frustraciones de lo que no se pudo realizar, con las renuncias, con lo que da y también quita la maternidad, con lo que desaparece cuando los hijos crecen, con la falta de estudios, o con la sobra… Los capítulos hablan de mirarse a través de los ojos de los otros y no de los tuyos, de vivir en el deseo de los demás y no en el propio, hablan de lo que se espera de ti, y no de lo que tú esperas o esperabas para ti.
No deseo dar una impresión maniquea de la serie, precisamente su gran valor reside en la humanidad que se desprende de todos los personajes, pero en esta ocasión la voz es para ellas, se les da la palabra para que oigamos lo que nunca se escucha, sin escatimar los errores que también cometen; Big little lies refleja además otras inquietudes que tienen que ver con las frustraciones de lo que no se pudo realizar, con las renuncias, con lo que da y también quita la maternidad, con lo que desaparece cuando los hijos crecen, con la falta de estudios, o con la sobra… Los capítulos hablan de mirarse a través de los ojos de los otros y no de los tuyos, de vivir en el deseo de los demás y no en el propio, hablan de lo que se espera de ti, y no de lo que tú esperas o esperabas para ti.
He
de confesar que cuando conocí el tema eje en torno al que gira el film me eché
ligeramente hacia atrás, pero después me alegré de haberla visto: acoso
escolar, malos tratos, abusos de poder, infierno doméstico en un ambiente
impensable, culto, familiar… ese subrayado es importante ya que a veces
llamamos desestructurada y marginal a la pobreza y metemos ahí todo lo que
parece que no va, que no pega con la riqueza admitiendo, como excepción, que si
sucede en esferas más altas es porque hay alcohol o drogas por medio, y no, los
componentes son otros que nada tienen que ver con el status, y ya era hora de
que se mirasen de frente para al menos intentar solventarlos desde la raíz, comprenderlos
para poder extirparlos, no sólo condenarlos, el juicio lo único que hace es
estigmatizar, avergonzar, de ahí la negación, el sentimiento de fracaso, la
miopía voluntaria para no distinguir las señales, para encubrir, para creer que
se está en tablas compartiendo la culpa, (lo explico porque una de las protagonistas se defiende físicamente y no por ello deja de ser maltratada, el matiz es aclarador), para la
complicidad tóxica.
Por
suerte en la serie aparecen dos psicólogas fundamentales -una para niños y otra
para adultos- que dan pautas a seguir, que quitan vendas, que proporcionan
soluciones.
La
película recalca que la agresividad no es genética, como mucho aprendida, la
señal de alarma salta con los hijos y la reacción de las madres me dejó
maravillada, porque hay que cuidar y enseñar tanto al acosado como al acosador
puesto que son niños. “Tienes que contarme lo que has estado haciendo”, dice
una de las protagonistas mientras abraza a su hijo que rompe a llorar liberado,
“todos hacemos cosas malas”, continúa, y esa es otra de las claves para hallar
la solución, porque no se trata sólo de censurar, regañar y condenar sino de
remediar desde la dolorosa sinceridad del problema.
No
deseaba que me pusieran delante de las narices una agresividad que no tuviera
arreglo, pero como ya he dicho en renglones anteriores y habréis intuido,
enseguida comprobé que nada más lejos de ese temor: la delicadeza de Jean Marc
Valleé al alejar la cámara haciendo que los episodios de mayor dureza se vieran en
pequeños flashes en forma de
recuerdos o de imágenes secretas e interiores adquiere la máxima eficacia, el
espectador no tiene que retirar los ojos y por tanto comprende, aprende.
Hasta
esta obra sólo consideraba superlativo y valiente el trabajo de Iziar Bollaín en “Te doy mis ojos” pero
ahora sitúo “Big Little Lies” en el mismo rango de excelencia, ambas comparten
las mejores intenciones.
Hay
una pregunta importante que hace una policía cuando percibe que las
protagonistas se han puesto de acuerdo para declarar: “¿Por qué mienten?”
–disculpad que no cite con exactitud, no tomé nota y hablo de memoria- “Si
ninguna de ellas sería condenada, y tan sólo le caerían unos meses de trabajo
comunitario”. ¿Por qué?, ese es el quid, que reclama una reflexión social
profunda. ¿Qué tienen que ganar o perder las mujeres si hablan?
La
escena final es bellísima, todas ellas unidas, en la playa jugando con sus
hijos, demostrando el inmenso poder que tendrían si lo usasen para el mal, pero
prefieren estar juntas sin tener nada que ocultar.
Y
el océano, el protagonista principal que las ha acompañado y envuelto para ser el espejo de
su ánimo, al que durante los siete capítulos cada una de ellas ha mirado y
escuchado desde distintas alturas, ahora, todas lo contemplan al mismo nivel.
La
serie es preciosa, inteligente, y bucea a mucha profundidad, pero no le faltan
los toques de humor. La implicación de todo el equipo ha sido enorme, incluso a
nivel económico -ya que las propias actrices han participado en la producción-
y trasciende la pantalla, el papel de Alexander Skarsgård
arriesgadísimo, como en su día lo fue el de Luis Tosar, puesto que ambos podrían haber quedado estigmatizados
por sus personajes. A Zöe Kravitz le dieron la misión de desenlazar y entonces
comprendimos por qué en capítulos anteriores había pronunciado una frase que casi pasó
inadvertida: “Todos tenemos pasado”.
Fuera
de la ficción y dentro de ella se produjo el mismo canto a la amistad que
siempre requiere esfuerzo y desnudez.
Deseo
que coseche todos los reconocimientos que se merece.
Un
abrazo y hasta el próximo encuentro.
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