RICHARD JEWELL, película de Clint Eastwood

 ¡¡¡¡¡Qué peliculón!!!!! 

Cada día estoy más convencida de que Clint Eastwood es un espíritu absolutamente libre y que su bandera no distingue colores, adscripciones o seguidismos, la que él ondea y enarbola es la que lucha contra la injusticia, y no es maniqueo ni escatima los matices,  y eso que -como he dicho en otras ocasiones- cuando era él joven, cuando lo éramos los dos, no resultaba santo de mi devoción al interpretar aquellos personajes tan machistorros, y chulescos. Pero en la madurez madurísima, tan brillante y elocuente que tiene imagino que se dice: A mi edad las explicaciones sólo me las debo a mí mismo, quien me comprenda pues adelante y quien no pues que apague y encienda otra cosa, pero no busco la aprobación de nadie ni su beneplácito ni necesito complacer. Este es mi trozo de acera y lo barro a mi modo.

¡Qué intérpretes! tan bien elegidos, sublimes todos ellos en sus cortas o más largas apariciones, qué lujo sería ver cómo les da las pautas, y el protagonista principal Paul Walter Hauser, en su papel de Jewell está para descubrirse una y mil veces. ¡Qué grande! y no me refiero a su físico que también acompaña en bondad enorme. 

En fin, no enumero al elenco porque en la carátula aparecen todos y podéis buscarlos y deleitaros de forma más pausada en internet.


El guión es de Billy Rai, Eastwood tiene un ojo clínico incomparable para rodearse de los mejores, es muy instintivo para formar equipos. Si buscáis la filmografía de Rai entenderéis por qué lo digo, aquí no me quiero extender, de Clint ya hablé largo y tendido en la entrada que le hice en mi blog comentando Gran Torino, de todas sus películas es mi favorita hoy por hoy, creo que en ella depositó su legado, es un hermoso cofre que atesora sus principios y confesiones, magistral y conmovedora a niveles de hondura profundísimos. 

Retrata tan fidedignamente el corazón de los Estados Unidos a través del paisanaje, que intuyes el iceberg de historia que lo sostiene. Me recuerda al escritor Jonathan Franzen, no por el estilo, ni por la semejanza, no se parecen en el modo de narrar, sino por la manera de comprender a su país, en especial El Medio Oeste, y de describirlo a través de las actitudes con las pinceladas justas y bien escogidas, sin caricaturizar, amando y criticando a los suyos desde dentro como sólo le está permitido hacerlo a la familia. 

Eso sí, la llorera y la rabia no hay quien os las evite, hay ciertas personas trepadoras, brutalmente egoistas que van dejándo cadáveres por el camino, y son muy difíciles de perdonar, aunque las lágrimas de la periodista traten de redimirla, al igual que el odioso agente del FBI junto a los compañeros que se prestaron a manipular, engañar y aprovecharse de ese niño grande que los admira con fe inquebrantable y sin fisuras, abusones maleados y sin escrúpulos que no tienen perdón. Por suerte en esta historia biográfica Richard Jewell se cruzó en el camino de dos ángeles de nuestro tiempo: un abogado y su secretaria -no sé  si también era pasante- que supieron ver con claridad la corrupción para ayudarle. 

Para que la veáis tranquilos os anticipo que el final es precioso y produce mucha satisfacción. 

Está en H B O por si queréis entrar a verla.

Un abrazo

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