IN MY SKIN, serie de TV

 O el amor incondicional de los hijos, añadiría yo como subtítulo.

Los roles invertidos, cuando los hijos ejercen de padres,

¿Quién cuida a los que cuidan?

¿Quién defiende a los seres indefensos?

A veces tengo la sensación de que mi radar o mi parabólica se orientan en una misma dirección sin que intervenga mi voluntad y como he dicho en otras ocasiones, los libros y las películas hablan entre sí, debaten, discuten, preguntan y a veces, sólo a veces, responden en esa especie de orden natural y subterráneo cuyas leyes desconozco.

En el club de literatura al que pertenezco últimamente escucho a algunos de mis compañeros decir con frecuencia -al hilo de las novelas que vamos leyendo- que si las personas han sido maltratadas durante su infancia cuando son adultas se vuelven maltratadoras, siempre me apresuro a discrepar de dicha sentencia aplastante cuando surge el tema ya que conozco muchos casos en los que precisamente por la mala experiencia vivida esos críos le enmendaron la plana al destino y se convirtieron en jóvenes sociables y bondadosos y en padres y madres llenos de amor y empatía además de ser respetuosos con los hijos y su entorno.


En nuestro país y durante nuestra generación, la de los que ya tenemos seis o siete décadas a la espalda, estaba institucionalizado sacar la mano a pasear, en las casas -salvando las dignísimas excepciones como es natural que también eran muchas- en los colegios, en las clases particulares... y hasta el presidente de la comunidad de vecinos se quitaba el cinturón por menos de un pito si te veía subido o encaramada a un árbol, o haciendo más ruido al jugar del que su siesta admitía, ya se sabe: dale una gorra de plato a un "atontao" y creerá que gobierna el mundo.  

Recuerdo una película en la que una niña que había sufrido abusos, le decía a su abogado: "No quiero declarar porque no deseo ser reconocida o señalada para el resto de mi vida por esa causa".

Por ello es importante no estigmatizar, ni sentenciar o hablar en términos absolutos para no añadir además vergüenza a la pena, y silenciar así a quienes sufren contra la tan venerada "normalidad" confundida a menudo con la uniformidad, todos somos seres diferentes y únicos y ello no nos impide encajar y ser uno más en el enriquecedor conjunto.

Las palabras que la protagonista pronuncia al final de la serie In my skin están plasmadas para enmarcarlas por liberadoras y justas y porque son la llave que abre las puertas del horizonte y del porvenir. Todos los delitos prescriben, el cielo se despeja y el sol sale por la mañana y cada día la vida vuelve a comenzar.

Por otro lado y como ya he dicho en otra entrada no basta con comprender las causas -el cine y las series de calidad se están desgañitando para avisar, para mostrarlas a voces- hay que tomar cartas en el asunto, y solucionar los problemas de familia cuando entran en ella el alcoholismo, las adicciones o la enfermedad psíquica, y hacerlo sin juzgar, sin despreciar, sin humillar y sin morbosidades, en resumen: sin maldad, sólo así los aquejados podrán curarse, o al menos mantener a raya a los demonios.

Los actores de esta serie británica -viene una calidad artística apabullante de allí- actúan con tantísima naturalidad, que es asombroso el nivel de credibilidad casi de documental que obtienen, no me extraña que se hayan llevado los premios más presigiosos.

Podéis verla en Rtve play, un cofre de tesoros para mí.

Deseo que os guste o que os sugiera ideas y reflexiones interesantes.

Un abrazo, cuidaos mucho.

Pili Zori.

No hay comentarios:

Publicar un comentario