"La mujer helada", de ANNIE ERNAUX

 Feliz día de la mujer.

“El coraje y la agudeza clínica con la que descubre los extrañamientos y las restricciones colectivas de la memoria personal”

Anderson Olson.


Así es como presentaron en el Premio Nobel de literatura a Annie Ernaux. La mujer octogenaria que afirma que “lo personal es político”.

La mujer helada transcurre desde la infancia de la protagonista -que en este caso es la propia Annie Ernaux escribiendo su autobiografía-, hasta que ésta tiene 35 años, y la composición y estructura, a mi juicio, es como si ella, la autora, estuviese contemplando desde una ventana a esa mujer joven del pasado que fue ella misma y la viera en esa etapa en la que cambió, para adaptarse, tras haber recibido una educación no sexista, basada en la igualdad de sus padres sin roles específicos a la hora de llevar su negocio –una tienda bar- y las tareas de la casa en un ambiente rural en el que la madre fomentaba la lectura y el desarrollo de su hija por encima de costumbres de orden y limpieza y presiones sociales y de repartos impuestos, Annie vivió una maravillosa infancia en la que la madre, cuando salían de paseo o para ir al cine, le ofrecía el regalo de los libros como objetos de deseo frente a un escaparate que bien podría parecer una pastelería ¿Cuál te gusta?, ¿qué novela quieres que te compre? 

Después vendría el despertar sexual, la entrada en la pubertad y adolescencia y la confusión entre quién eres y quien quieren los demás que seas. Si todo el mundo está de acuerdo en determinadas actitudes que se hacen institucionales es difícil ponerlas en duda, ya sabéis, por aquello de “coma caca que cien millones de moscas no pueden estar equivocadas” de manera que se llega a la juventud admitiendo que esa es la ley natural de la convivencia a falta de otros ejemplos, y se acepta en ambos sentidos, para hombre y para mujer, ya que si tienes inculcado como varón que ese es tu papel, difícilmente te vas a apear de la burra de los privilegios cuando hacerlo supone incluso la hilaridad y mofa de tus colegas. 


Annie Ernaux en mi opinión no juzga, simplemente expone, y lo hace sin escatimar la autocrítica a la joven que fue, el subrayado que traza es para recalcar las partes negativas de esa etapa en la que se casa intentando ser perfecta esposa, perfecta madre y perfecta reina del hogar. 

¿Cómo llegó hasta ahí pensando como pensaba? se pregunta el lector. 

La mirada de Annie Ernaux es honrada porque no escatima las partes en las que ella queda mal, dado que son necesarias para comprender lo que ocurre cuando vives en el deseo del otro y cómo ese deseo incondicional de satisfacer al orden establecido es imposible y por ello iba congelándose como mujer y como persona. 

La clase dirigente decide sin consultarle cuál es el sitio que le corresponde a una mujer y cuál debe ser su comportamiento a todos los niveles: como descanso del guerrero, con la postura del misionero en el amor, con métodos anticonceptivos rudimentarios como el ogino, o el interruptus…, hay que tener en cuenta que los anticonceptivos como la píldora que pudieran concederle el control de su natalidad a la mujer aún no se distribuían para todas ni se divulgaban, y más en un ambiente católico muy parecido al nuestro en aquella zona de Francia que describe el libro. 

El control de la natalidad nunca ha sido libre ni inocente ya que cuando se necesitan más nacimientos las sociedades los fomentan y cuando es a la inversa prácticamente se penalizan, lo mismo ocurría en el mundo laboral cuando así convenía en el que se incentivaba con dote la marcha y el despido de la esposa tras el casamiento y se inculcaba la idea de que la mujer que tenía que trabajar fuera del hogar era porque el marido no podía mantenerla, y aunque ese tiempo parece lejano, dentro de la historia es muy reciente. 

Trabajar en una fábrica no era femenino y sin embargo tras una guerra ellas subitamente dejaban de ser marimachos poniendo tuercas como mano de obra barata o voluntaria para sustituir a los hombres que estaban en el frente.

En apariencia podría resultar que el contenido de la novela esté superado, pero eso sería hablar desde el privilegio de la mujer que vive en occidente dado que en otros países el camino aún está por recorrer y no hay que olvidar que lo que les pasa nos pasa porque repercute y que aquí sigue quedando mucho por hacer. 

Es verdad que la mirada de Ernaux hacia aquella mujer joven que fue, es pesimista y frustrada, pero doy por supuesto que tan sólo hace hincapié en las partes injustas y que ella fue feliz a pesar de darse cuenta de la desigualdad que la cernía, y lo que me gustó de la novela –para mí sí lo es ya que el rigor de las autobiografías deja de serlo cuando tienes que elegir unas escenas y omitir otras para remarcar lo que quieres exponer- es que pormenoriza de forma muy simple alegando que el día tiene 24 horas, y si cuida de las tareas del hogar y de los hijos, acude a su trabajo de docente, aunque lo ejerciera desde casa ya que lo impartía para la universidad a distancia, prepara y corrige exámenes y demás, hace comida, va a la compra para la intendencia… ¿cuándo saca tiempo y espacio para desarrollar su carrera, prosperar o escribir? 

En otras áreas laborales se estudian las horas de duración que conlleva cada trabajo. Y que encima A. Ernaux tuviera que aguantar que el marido le recriminara que no se organizaba mientras lo decía sosteniendo con dos dedos escrupulosos y aprensivos un trapo de limpieza, pues tiene bemoles el asunto. 

Aquel alto ejecutivo junto a tantos “hombres de la casa” no debía ser molestado por el griterío de los niños ya que volvía al hogar cansado y era el rey del mambo que siempre encontraba en el armario las camisas planchadas por arte de magia. También es verdad que si no tienes otros ejemplos consideras normal esas formas de actuar, y si nunca has compartido dichas tareas pues desconoces el esfuerzo que requieren, por tanto no es que disculpe a los hombres de la época, culpo a la época en sí y a la clase dirigente que impuso ese modo de adocenar para vivir en aquel orden de cosas. Los hombres de hoy ya han experimentado que se gana mucho más humanamente compartiendo.


¿Cómo se conseguía hacer creer a las mujeres que ese modo de pensar era propio de ellas y no inculcado?, pues muy sencillo: llamando guarras a quienes se salen del redil, y digo el peyorativo en todas sus acepciones no hace falta entrar en más detalles de sobra conocidos, también si eran festivas en el amor, tenían iniciativa y reclamaban atenciones a su gusto, resultaban sospechosas. Ha sido un trabajo de pico y pala, que con pico y pala por fortuna vamos cambiando.

He reservado esta reseña para hoy 8 de marzo de 2024 porque me parece muy representativa aunque a muchas mujeres la lectura de “La mujer helada” les resulte la explosión de una madre y esposa joven insatisfecha y frustrada como ya he dicho en renglones anteriores. 

Reitero que Annie Ernaux de manera muy valiente firmó con nombre y apellidos todas las etapas de su vida y prefirió la autobiografía a la ficción, sin encubrimientos y a pecho descubierto. Es verdad que las páginas son frías, que echas de menos en ellas la calidez, los sentimientos afectuosos que sin duda tuvo y que no pongo en duda, pero quiso que el espejo reflejase esas facetas y fue fiel a dicha frialdad o frigidez de cuando una mujer no se siente querida, apreciada y tenida en cuenta y por ello no puede entregar el cuerpo en el amor no correspondido. De ahí el título elegido.

Annie Ernaux refleja en su obra el mundo obrero, a la clase trabajadora, y el enfoque completa aquel tiempo que parte de los años cincuenta del siglo XX, en el que las pocas mujeres que escribían eran de clase acomodada pero también eligieron ser reivindicativas y eso las honra.

Los padres de Annie, como tantos otros pensaban que los estudios abrirían de par en par las puertas de la libertad a sus hijas, lo que no sabían es que la grieta era y sigue siendo mucho más profunda y tanto en barrio alto como en bajo la mujer continuaría siendo supeditada y sobrecargada con la misma explotación en casa y fuera de ella.

Hoy y gracias a todas las pioneras quiero destacar que el trabajo incesante que se ha seguido haciendo en favor de la igualdad no ha conllevado agresiones físicas por parte de las mujeres, ni resentimiento, ni guerra de sexos, como algunos decimonónicos quieren hacer ver, el feminismo ha sido y es inclusivo siempre, y al menos en la calle entre las mujeres de a pie se realiza de forma cariñosa, acogedora y agradable, otra cosa es el Parlamento donde por desgracia y no hace mucho, nos han hecho asistir a vejaciones verbales muy duras en algunos casos pronunciadas por mujeres, es muy triste, no señalaré para que esta fiesta sea preciosa, pero sí recordaré, como es lo correcto en esta fecha, que se conmemora por el fallecimiento de 129 obreras de la fábrica textil Cotton que en 1857 ardió, murieron abrasadas en el incendio mientras se manifestaban en contra de las largas jornadas, de los salarios bajos y de las condiciones de inseguridad en el trabajo.

Un abrazo muy grande queridas mujeres de todo el mundo, es difícil que nosotras no sepamos entendernos y esa compenetración con nuestras distintas formas de pensar y de ser es en sí misma el mejor logro: la comprensión y la empatía, con todos sus matices, ha de ser siempre nuestro sello, así como la ausencia de agresividad que deja claro el contraste.

Feliz día

Pili Zori. 

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