Dicen que la ansiedad se produce tanto por sentir un pánico desbordado a causa de sucesos dolorosos o trágicos que ocurren realmente, como por los imaginarios que casi nunca suceden, los mecanismos físicos y psíquicos de alarma se activan de igual forma en ambos casos y causan los mismos estragos con secuelas semejantes.
En su último artículo "Ponerte en pie" Rosa Montero narraba con extraordinario acierto y precisión -como siempre- la peripecia de un niño que creía estar ahogándose en un espacio de agua con poco volumen sin saber que hacía pie y que le bastaba con levantarse para comprobarlo, su hermana entró en esa parte del río y se lo demostró ayudándole a erguirse y tocar el suelo.
La propia autora se incluía al compartir que a veces sufre esos estados de ahogamiento por no saber que puede hacer pie.
Somos legión los asustadizos, por suerte siempre hay alguien que se mete en el agua contigo te da la mano y su comprensión, y el miedo -al menos por un rato- se pasa.
Estos días se anuncian en televisión "remedios" farmacéuticos que combaten la ansiedad o el desajuste de cortisol debido al estrés.
La publicidad a menudo es un buen calendario de temporada que suele indicar que estamos en tiempo de gripe o resfriado, que toca adelgazar, o dormir mejor, que, hala, a comprar colonias infantiles anti piojos... de modo que si se anuncia un fármaco para combatir angustias es que hay plaga.
Vuelvo a los primeros renglones para reiterar que si es cierto que el sufrimiento es el mismo tanto por causa de males reales como por los imaginarios, cómo es que nadie pregunta a los buenos actores y actrices que qué hacen para salir y de nuevo entrar en su vida tras haber experimentado una paliza descomunal -que dan o reciben- un tiroteo, que les empujen por un despeñadero, que los abandonen o engañen, que queden en el más abyecto ridículo frente al mundo, que caigan en la indigencia, en las drogas o en el desamor más injusto, en el alzheimer, en la riqueza, en la borrachera del éxito más apoteósico...
Vale: actúan, hacen de otro u otra, le prestan el envase, es decir, el cuerpo, pero lo que sienten es completamente suyo y dopaminas y glucocorticoides andarán pluriempleados o sobreexplotados digo yo, y no me sirve ¡corten! ni el montaje posterior, más bien peor me lo pones si han de sentir fragmentadas y separadas por trozos las emociones.
Por tanto habría que preguntarles por el misterio de su fortaleza dado que surge de la más absoluta vulnerabilidad, a no ser que se trate de una raza especial que segrega alguna hormona exclusiva que le permite mantener su sistema inmunológico protegido al máximo.
En fin, bromas aparte, todo este preámbulo no es más que una excusa para entregar al gremio de actores y actrices mi más rendida admiración porque estoy segura de que si se sometieran a examen médico, psíquico y neurológico todos los galenos especializados comprobarían con asombro que la acumulación de experiencia aunque sea prestada da como resultado el aumento de la confianza que no sé si es hormona o qué, pero sí una fortísima red de trapecista que quizá podrían enseñarnos a tejer.
Y otro día esos mismos especialistas deberían centrarse en nosotros los escritores porque como se dijo en los sesenta del XX "La imaginación al poder", pero controlando que dicho poder no sea autodestructivo porque también somos "sufridores en casa" como definía el programa "Un, dos, tres", capaces de ver en un suspiro un accidente, una enfermedad incurable, y el fin del mundo si se tercia mientras el resto de los mortales disfruta tan pancho.
¡Hay que ver! tanta serotonina desperdiciada por tener el hipocampo tan grande, la alegría se cansa puesto que si te ríes mucho te da la flojera y la adrenalina -más beligerante- se apodera de todo el espacio, por ello lo malo es más duradero.
Pili Zori
No hay comentarios:
Publicar un comentario