El
verdadero significado de admirar es conmoverse. El arte, como digo a menudo,
busca caminos y elige a quien los rotura.
El
chef Quique Dacosta retrata al alma
de cuatro personas mostrando que la metáfora es la realidad máxima cuando se
expresa al cocinar con las cuatro dimensiones. No hay humildad mayor que la de
un artista culinario con la espalda en reverencia para destilar tu espíritu en
un plato, ningún comensal, aunque fuera palaciego, puede estar a la altura de
dicha entrega, no existe reciprocidad en esa clase de amor.
Nada
tiene que ver esta hermosa e inclasificable película documental con la
saturación de programas televisivos, egocéntricos, gritones y excluyentes –las
prisas y los alaridos destruyen la comida- porque cada alimento tiene su ritmo
y su calor, o su frescura.
Nada
tiene que ver esta insólita pieza con los oropeles de los decoradores de platos
y sí mucho con la bella liturgia de abrir el corazón durante una íntima platica
entre dos seres que degustan una elaboración que describe tu interior y cuyos
delicadísimos preliminares no conoce el invitado.
En
este país nuestro tan habituado a destronar y tan poco acostumbrado a entronizar
me descubro ante esta obra cinematográfica única tan bien realizada en la que
la belleza no es tan sólo ornamentación.
Un abrazo.
Pili
Zori
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