Extraordinaria
de principio a fin, y el octavo capítulo un hermoso cierre de broche final,
perfecto desenlace en balance -tanto vital como artístico- incluso por cómo
están colocadas las etapas: La búsqueda del amor en la juventud; la involución
o evolución en la madurez, y cómo no, en la vejez.
Las
“pequeñas” grandes historias que componen la serie están llenas de vida,
difícil y a la vez sencilla cuando los protagonistas encuentran el click.
Su
creador, John Carney, nos las
entrega en el precioso envoltorio de Nueva York, esa ciudad de todos, que se
expresa con códigos propios que conceden la poderosa sensación de pertenencia
al barrio.
El
último episodio muestra como los protagonistas siguen hacia adelante mientras
atraviesan la imagen purificadora de la lluvia. Maravillosa coral que nos
enseña la conexión de nuestras soledades y qué les ocurre a los demás al mismo
tiempo que a ti, y es que la vida se está escribiendo con todos nosotros
juntos.
El
amor humano siempre es el mismo, padecemos igual ansiedad por temor a no
encontrarlo, a no acertar, el mismo miedo a que se deteriore una vez
conseguido. Para algunos es posible que a lo largo del camino surja el deseo de
cerrar la carpeta que en el pasado quedó pendiente y saber si habría sido
posible. Otros encontrarán el valor para romper o para conservarlo y cuidarlo
durante la carrera de fondo. Para muchos llegará la renovación del
enamoramiento cuando ya no la esperaban, el renacimiento… Lo que varía es la
forma actual de expresarlo.
Un
elenco de actores y actrices superlativo interpretando papeles inolvidables.
Un
abrazo.
Pili
Zori
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