En terapia
Serie de culto, por no decir categóricamente que es mi favorita para dejar así margen a que otras compartan el mismo podium, pero fue un impacto sin precedentes cuando se emitió por primera vez en 2008, y más todavía contemplarla ahora, tan vigente, con las cuatro temporadas reunidas.
Un psicoterapeuta y su paciente, no tiene más, una misma estancia inamovible cuyo único cambio cada día de la semana se produce por las distintas personas que acuden a recibir la terapia, esas son las herramientas aparentemente sencillas, ¡nada más y nada menos!, el lucimiento bestial para los actores está servido, y en especial para Gabriel Byrne que siempre permanece en escena, tuvo que ser agotador por la exigencia del papel y la entrega más allá de lo absoluto, dado que estamos hablando del material más sensible que poseemos: los recónditos pliegues de nuestra psique, de nuestra alma.
La delicadeza del guión (Rodrigo García, aunque la serie original pertenece a una producción de Israel, de la que luego se han hecho distintas versiones en otros países), y la dirección -a cargo también de R. García en algunos capítulos y de otros cineastas a favor de obra en cada episodio-, fue insólita y magistral, y la compenetración de todo el equipo para captar y capturar sincronizadamente en el plano contraplano la intensidad de los diálogos, y los leves gestos, pestañeos, y pequeños movimientos en las comisuras de los labios y en la piel del rostro atento del terapeuta, expresiones que le delatan bajo su contención, ya que mientras sus pacientes se desmadran con sus faltas de respeto o de educación, retan, huyen, niegan, rechazan..., él se mantiene impertérrito, sin desvelar desvelando, ahí radica la dificultad del actor, por suerte la serie nos sirve el contraste, puesto que el terapeuta los viernes necesita a otro profesional para que supervise su labor, y es en dicha consulta donde Paul estalla frente a su colega, allí expresa todo lo que siente y padece, y los espectadores podemos ver cómo le afectan las personas a las que atiende al igual que las demás facetas de su vida familiar y personal.
El viaje más duro y turbulento hacia nuestro interior y hacia el de los demás, sin excepción, está entregado, porque todos somos humanos, y enternece ver cómo Paul, el terapeuta, cae en la tentación de estar al otro lado comportándose a menudo como lo hacen ellos, los personajes que van a recibir el tratamiento, queda claro que necesitamos otros ojos, que nos cuesta toparnos con nuestros errores, que nos ciegan los sentimientos.
Los terapeutas no son seres infalibles, tienen -imagino, porque no he consultado a ninguno, aunque sí he investigado cuando me ha hecho falta para construir algún personaje para una novela-, métodos y disciplinas que ponen luz en el camino de quienes buscan su ayuda, y dichos profesionales favorecen y acompañan para que las personas que tratan sepan quienes son y lo que quieren, además de poder descifrar los por qué de sus comportamientos que no entienden, desbrozan y limpian de malezas anímicas la zona de la que parten -casi siempre es la infancia si son psicoanalistas- y conducen para que sus pacientes descubran a dónde desean llegar conociéndose y aprendiendo a paliar el dolor de los tropiezos, los desencuentros, los celos, las envidias, las injusticias -de los otros y las propias- el deseo de aprobación...
Doy por hecho que la labor documental para realizar esta serie tuvo que ser enorme y minuciosa, era la primera vez que los espectadores veíamos todas las caras y facetas del poliedro, los distintos puntos de vista, los enfoques, los ángulos, un lujo impagable, sentías que estabas con cada uno de los personajes en ese habitáculo en el que se respira autenticidad, una verdad que traspasa la pantalla y que te implica y hace que experimentes en carne propia el abismo al que ellos se exponen, quedarte en cueros, con todas las vergüenzas al aire, las meteduras de pata, las maldades..., no es fácil, y nos planteábamos no sólo la vulnerabilidad de los pacientes, también la de quienes los tratan.
Ese tipo de relación conlleva una clase de fe muy frágil, dado que te pueden mentir, e incluso manipularte, era la primera vez que, al menos yo, me planteé esa inversión de términos para comprender que ambas partes son vulnerables y que no es ni debe ser una relación de poder, tampoco desigual, que no hay juicio ni prejuicio, sino necesidad de llegar al conocimiento sincero y valiente del otro y que la demanda mutua de afecto puede nublar el entendimiento y provocar que se difuminen las fronteras, los límites, comprendí que no es un quid pro quo, por mucho que la sensación de igualdad alivie, y que no resulta fácil poner tu intimidad en manos de otro, y que ese otro no decide por ti ni va a decirte cuál ha de ser tú conducta.
La serie deja muy claro el efecto de transferencia y lo que el profesional tiene que hacer si se produce.
Este mundo y esta forma de vida no los hemos creado ni inventado nosotros, los de a pie, y es muy difícil remendar y reparar todos los descosidos si sólo tocamos lo individual cuando lo que está enfermo es el sistema colectivo.
Da una pena infinita asistir a la crisis de Paul en la que se pone en cuestión a sí mismo y también se pregunta si sirve para algo su profesión, el espectador tiene la respuesta.
Podría parecer que un formato dramaturgico puede resultar monótono, pero os aseguro que contiene el misterio que cada personaje ha de descubrir sobre sí mismo, al igual que la intriga y el suspense que te incitan al verle desde el sofá de casa paralelo al de la pantalla, quieres saber más, estás impaciente y el suelo y la tierra se mueven bajo tus pies y el corazón y la respiración se detienen.
La serie es fascinante, si te gustan la introspección y los entresijos de las emociones que acarreas, no hay capítulo con el que no te sientas identificado en alguna parte.
Ver cine también es como leer ya que alguien lo ha escrito transformando las palabras en imágenes. Ya sabéis, hasta la Biblia lo dice: En el principio era el verbo...", y éste es un extraordinario cine adulto.
No tengo nada en contra de los zambombazos y disparos detectivescos, crímenes, persecuciones, juegos adolescentes, acción..., pero agrdezco obras como ésta porque su análisis nos hace mucha falta y creo firmemente que la verdadera acción se desarrolla en nuestro interior porque somos como un iceberg, lo importante siempre está por debajo de la superficie.
Un abrazo, cuidaos mucho.
Pili Zori