Basada en la trilogía de la ¿autora? Elena Ferrante, (enseguida explico las interrogaciones).
Vaya por anticipado que no conocía ni el éxito tan meteórico de las novelas ni tampoco el de la serie, de modo que me la he bebido con mirada virgen y sin estorbos circundantes externos a ella, he caminado con ansia al lado de todos los personajes y acontecimientos completamente entregada y sin salirme de la pantalla ni un segundo para analizar pasajes, fotogramas, planos, diálogos, voz en off… como suelo hacer, llevaba mucho tiempo sin sentir tanto interés apasionado por piezas de cine, pero al terminar de verla he cometido el error de buscar bibliografía de la escritora, también de los directores y equipo de la serie y, cómo no, del magnífico elenco de intérpretes, y me he topado con varias incertidumbres desasosegantes que me han hecho sentirme engañada, ingenua y estafada, hasta que pasados esos primeros sentimientos y sensaciones me dispongo a ir por partes como diría Jack el destripador.
Antes de comentar la serie hablaré primero del hallazgo que supusieron los libros de Elena Ferrante como éxito sin precedentes.
EL ESCÁNDALO.
Me pregunto: ¿Fue un producto editorial elaborado a propósito para mujeres lectoras, con estudio de mercado incluido y toda la veneranda que asegure el llenado de la buchaca?
Puestos a pensar mal… Enseguida lo desarrollo.
No me parece de recibo que ahora los hombres tengan que parapetarse tras nombres de mujer para ser leídos como ocurrió con las mujeres escritoras en otro tiempo, nadie, ni ellos ni ellas han de recurrir hoy a ese subterfugio, es más, me parece una mofa irrespetuosa hacia todos los avances conseguidos.
BAJO PSEUDÓNIMO.
Al parecer se produjo un gran alboroto en su día, porque se puso en duda si Elena Ferrante era en realidad un hombre, dado que la susodicha se mantenía en el anonimato y sólo aceptaba entrevistas que pudiera responder por email y no mostraba imágenes de sí misma.
Según cuentan o especulan (porque una vez sembrada la duda una ya no sabe si todo puede formar parte de la misma creación artificiosa de un producto editorial con fines exclusivamente lucrativos) un periodista depredador y sin escrúpulos a la hora de traspasar los límites deontológicos, escarbó y siguió el rastro de las cuentas bancarias y afirmó que había descubierto que la verdadera Elena Ferrante era Anita Raja, una escritora, más conocida como ensayista y traductora de obras literarias alemanas que como novelista, y esposa del aclamado narrador Doménico Starnone. Así fue como, supuestamente, el fisgón desbarató el misterio. Pero la falta de credibilidad de dicho "periodista", al que no nombro para no darle más cobertura porque no me parecen honestos sus métodos -explico con un ejemplo por qué lo digo: por lo visto, entre sus muchas virtudes, el fake news se inventaba entrevistas morbosas con famosos-, hizo que otros investigadores -también del periodismo- finalmente confirmasen dicha identidad siguiendo la pista de las suculentas ganancias por los derechos de autor, de modo que en este caso tuvo razón -naturalmente hablo de oídas y “leídas”, pues no me extrañaría que el rastreo a su vez también formase parte del engorde del producto ya que montajes más rocambolescos y prolongados en el tiempo se han visto, que se lo pregunten a Tele 5 que proviene de allí. De todas maneras, la escritora es una persona privada, no es una política que tenga que dar explicaciones de su patrimonio, ni delinque por ganar dinero con su trabajo, ya se esconda o se exhiba en público.
Es lo que tiene la pérdida de la credibilidad, que te estropea la fe. No sé qué es cierto o mentira en este asunto, pero la duda está sembrada y crea desconfianza en todo.
Me pregunto ¿y qué trabajo cuesta decir la verdad?, si lo escriben entre dos, o entre cuarenta y la madre, ¿cuál es el demérito? ¿lo de siempre?, ¿que la literatura escrita para mujeres no merece la pluma o la rúbrica de un renombrado?, ¿a qué viene este juego –si es que lo fue- que hace que el lector o espectador se sienta manipulado desde púlpitos o altas esferas? nadie es quién para situarse por encima, ¡qué se han creído!, un libro como he dicho en otras ocasiones lo puede leer igual un rey que un mendigo, intelectuales o autodidactas... En fin, todo el mundo puede entrar en las páginas que le plazcan sin que tengan que decidir por él o por ella lo que le va a conmover, tiene derecho a elegir aunque se vea limitado a hacerlo dentro de la oferta que hay, pero escoge al fin y al cabo.
FEMINISMO
Aclaro -aunque a estas alturas no debería hacer falta- que no me molesta en absoluto que un hombre sepa usar voz de mujer, al igual que una escritora puede utilizar voz de hombre, al contrario, celebro ambas, y partiendo del feminismo tampoco creo que sea necesario esclarecer que la noble lucha por la igualdad incluye a los hombres, ni pienso que a estas alturas haya que volver a explicar que no es una guerra de sexos, ya cansa.
Me mosqueo mucho si pienso que se han reído de mí o que han decidido a qué clase de público lector pertenezco, y si existe dicha clase, o que se crean con derecho a experimentar conmigo como pigmaliones pensando que seré previsible y decidiendo lo que me conviene. Por esa misma razón no he querido leer nada del famoso trío tramposo "Carmen Mola" en general sentó como un tiro que les salió por la culata. Aquí se firma con nombre y apellidos.
Añado que me parece genial el trabajo en equipo y que tanto para la literatura como para el cine la recopilación, la labor documental, testimonial o las historias referidas son imprescindibles como alimento y materiales de construcción para la estructura y no restan valor creativo al escritor o escritora. En los talleres del Renacimiento había aprendices y ayudantes para el trazo gordo. ¿Por qué no reflejarlo, entonces?, ¿por qué ocultarse bajo pseudónimo?, ¿acaso es escritura menor para todo un señor premio Strega?, si es que el prestigioso “marido de…” tiene algo que ver, ya he dicho que no afirmo, tan sólo conjeuro a tenor de lo que he leído, ¿o es que ella -la esposa de...- es menos que él y esa sombra de éxito comercial empaña la categoría del galardonado? Lamento ser tan mal pensada. Y como deseo estar equivocada yo también juego y ahora argumentaré lo contrario dando paso a mis contradicciones:
¿QUIÉN SE PUEDE PERMITIR EL LUJO DE NO HACER BOLOS?
He comentado que iba por partes como Jack el destripador, por ello doy un giro al despiece y sigo especulando, esta vez a la inversa. Vamos con el juego.
Otra hipótesis:
Es cierto que un autor o autora pueden ser brillantísimos con el lenguaje escrito, puesto que permite corregir, subir bajar, colocar párrafos en lugares distintos, quitar, poner…, pero no tiene por qué resultar igual de deslumbrante con el lenguaje oral en el que los interlocutores producen interrupciones y mil cosas que influyen y afectan a la conversación y a la agilidad mental y verbal, es expuesto, da vértigo y comprendo perfectamente que algunos autores prefieran escribir, que es lo suyo, y quedarse en su casa, se supone que el trabajo de promoción le corresponde a la editorial, pero actualmente los narradores han de ir de encuentro en encuentro como el arca del turronero, y a la gran mayoría le gusta ese contacto con sus lectores, ese periplo se le da bien y suma, pero no a otros con mayor timidez y menor disponibilidad, y los bolos no tienen por qué ir incluidos en el sueldo, no somos estrellas del rock, ni reyes del mambo.
Así que a partir de aquí voy a ser bien pensada, y a seguir con otra suposición, me pongo en el lugar de Anita Raja y si ella prefirió parapetarse bajo el pseudónimo de Elena Ferrante y estar tranquila en su despacho y el misterio ha favorecido su escritura, pues me alegro y retiro lo dicho pidiendo perdón, que su narrativa sea más populachera o al contrario, más elevada, queda a criterio del lector que es soberano.
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LA AMIGA ESTUPENDA
Ahora sí, ya puedo hablar de la serie que me ha encantado incluso con las pequeñas pegas que podría ponerle en partes sociales que me parecen algo esquemáticas y resumidas, porque el global es impresionante en todos los sentidos.
Es el retrato de un tiempo en evolución desde los años cincuenta del siglo XX, tan parecido al nuestro en los barrios de clase trabajadora que la similitud apabulla, esta vez contado y protagonizado por mujeres, que desmenuzan su interior descarnadamente, sin importarles si quedan bien o mal, pero con enorme ternura de fondo.
Contemplamos todas las relaciones de dominio y sumisión que se producían en los hogares, vemos como se institucionalizaba y se aceptaba el maltrato físico y anímico porque no había otros ejemplos posibles y se admitía como normal esa conducta hegemónica, observamos la lucha de clases y también el desclasamiento cuando los hijos se avergonzaban de sus padres, cuando legítimamente querían dejar atrás su origen sin salidas e intentaban entrar en otro estatus supuestamente mejor, pero cuando lo conseguían descubrían con tristeza que para la mujer no había muchos cambios en una posición o en otra, en una ideología de izquierdas o en otra conservadora, a ellas invariablemente siempre se les hacía caer en lo mismo: dejarlas relegadas a la crianza de los hijos, al cuidado de la casa, y que se buscaran la vida y el hueco para seguir estudiando si así lo deseaban o ejerciendo su carrera entre fregado y planchado. Talentos dolorosamente perdidos de la época e irrecuperables en pro, a menudo, de parejas más mediocres.
Dos niñas extienden su amistad durante toda la vida con un vínculo irrompible en el que se salpican alternativamente las envidias y los estímulos mutuos, pero bajo los pequeños odios y rivalidades siempre está el gran amor que las sostiene, una es superdotada pero la precariedad y el pensamiento obtuso de la familia le impiden estudiar, no ve el modo de salir del pozo de la miseria, e intenta, acertada o equivocadamente, abrirse paso de distintas maneras, siempre se tira sin red, y cuando puede estudia por su cuenta, la otra sí consigue llegar a la universidad con beca y escribir y que su obra se publique gracias a la editorial de su suegra, privilegio que le viene dado por casamiento aunque su literatura sea buena, se ha arrimado a un buen árbol como se suele decir, pero no hay gran diferencia en el reparto de tareas o estimas entre el barrio alto y el bajo, ni en las imposiciones.
Me encantan los descubrimientos de las dos, lo que se cuentan y lo que deciden omitir, su brutal sinceridad tan odiosa a veces, las amas a ratos y otros las detestas. Las interpretaciones son magníficas, cada minúsculo gesto introspectivo captado por la cámara es hipnótico. Nadie nace enseñado, los abusos y el descubrimiento del cuerpo y del placer propio dentro de sentimientos ambivalentes está plasmado con maestría insuperable, se iban descubriendo a sí mismas a base de caídas y tropiezos, de desilusiones muy duras, de aprender mirando a los demás para interiorizar, no para imitar, puesto que son genuinas, una es más instintiva, más echada para delante, en apariencia, pero también le resulta difícil saber lo que quiere sin replegarse al deseo que despierta en los hombres usándolo mal a veces, dominante, caprichosa e incluso malvada en algunos momentos, pero siempre dispuesta a asumir los errores pagando todas las consecuencias, la otra es la dependiente, también en apariencia, la dulce, la sensata, la prudente la que sosiega y calma, hasta que comprendemos que sus escollos son iguales o mayores, y que hace menos ruido pero se impone del mismo modo cuando aprende a escucharse por dentro, ambas prueban lo que se espera de ellas hasta que comienzan -tras humillaciones sutiles y también toscas- a encontrar su propia voz.
Las dos provienen de un barrio pobre situado en Nápoles en el que transcurrió la infancia de una generación que ya empezaba a romper con la anterior, un microcosmos cerrado en el que se anticipan las revueltas fascistas, el poder de las familias mafiosas, a las que se les rinde pleitesía por miedo y también por admiración hacia su dinero y por deseo de tenerlo sin venderte o la rendición hacia quienes lo tienen, la lucha universitaria junto a la obrera en la que también había que limar el soterrado desprecio mutuo u orgullo mal entendido, clasista, puede que de ida y vuelta y por ambas partes, antes de saber caminar juntos, también el "obrerismo" se subió a la cabeza. Y ellas prisioneras en cualquiera de los ámbitos dirigidos por el modo de pensar preponderante de los hombres que ellos no sabían poner en cuestión, con la ley del embudo lo ancho para mi y lo estrecho para ti, yo sí puedo tener amantes pero tú no, así pasaba, que quedaban sumidos en la perplejidad cuando eran abandonados por desamor.
Un mundo puesto patas arriba en la búsqueda valiente de ellas que se tiraron al vacío, porque tanto si trabajaban dentro o fuera de la casa, tanto si tenían bellas jaulas y hermosa ropa en los armarios, como si no, la explotación resultaba similar y la necesidad de aprobación y de recibir permiso para ser, no para tener, también.
A las claras o con trampas se las ingeniaban para rebelarse tirándose sin paracaidas, porque como he dicho otras veces la represión, institucional o privada, termina por reventar a las personas.
Encontraremos la forma de entendernos como sociedad, metiendo también las piezas íntimas de hombres y mujeres para que el puzle se pueda terminar y que todo encaje, sólo así podremos verle las ventajas a prosperar amándonos sin dominios ni sumisiones, buscando la comprensión y la forma de hacer equipo.
Mientras tanto seguiremos escuchando la voz de las mujeres y mirándonos de verdad y sin miedo en espejos como éste, el arte sirve para pulir el azogue en el que se reflejan con nitidez cualidades y defectos, vergüenzas y también dignidades. Mi generación perdió mucho para darselo todo a los que vinieron después. La gratitud no está de sobra.
Un abrazo y hasta el próximo encuentro con los libros, las series o el cine.
Pili Zori
Un millón de gracias Sara, mi blog se pone tan contento con las visitas, pero mucho más con comentarios como el tuyo, inteligente, brillante y apasionado. Me alegra que alguien de tu generación comprenda a la mía nuestros tiempos son toda nuestra vida y vamos juntos en la suma y en el traspaso del testigo. Un abrazo.
ResponderEliminarPili Zori