Mi querido amigo y magnífico pintor Felix Sánchez Baranda me regaló estas dos bellísimas acuarelas, la primera cuando se publicó mi novela "Llanto por un sultán" creo recordar, o tal vez fuera "Hija de...", y la marina me la ha obsequiado ahora que ha sido editada "El otro lado del lienzo".
Son curiosas nuestras desembcaduras, siempre en el mismo mar: Lo conocí en el Instituto Brianda de Mendoza, él y mi compañera de pupitre Marisa Parra de luz -hasta el apellido la definía, pues fue uno de los seres más luminosos que he conocido- venían a estudiar cada día desde Azuqueca a Guadalajara y en los trayectos de ida y vuelta en el autobús se enamoraron en aquel tiempo de aulas sin mezcla, al amor se le dan bien los recovecos y sortear escollos.
A mi vez y a la misma edad hice lo propio con Luis, el mío, bella e intensa etapa de estreno, asombrosos comienzos que ya decides por ti, y aquí seguimos haciendo grandilocuentes aspavientos por como ha pasado la vida desde aquellos 16 años que sigo viendo tan cerca.
Más tarde sería yo quien viajase cada día a Azuqueca para acudir al trabajo. Allí me encontré con la hermana del pintor, Amparo, y fuimos compañeras. Por ella supe que Felix seguía pintando y que Marisa y él continuaban unidos.
Hasta que un buen día pasados los años y con las hijas aladas ya fuera del nido -dos cada pareja- ambos se presentaron por sorpresa como público en el encuentro en el que poníamos de largo a "Hija de...", todavía no sabíamos que Marisa no podría venir a ningún encuentro más.
Con un enorme cuadro asido por la parte de atrás, "por el otro lado" Felix quedó conmigo, ya sin ella. Mi dedicatoria tras la partida de su mujer había cobrado otro valor que le impulsó a escribir la suya en la trasera del lienzo.
Este jueves pasado volvió a venir solo, pero pude ver con nitidez la aureola que abrazaba su alrededor, la caricia de ese cabello de reflejos cobrizos, toda la suave hondura femenina de su inconfundible voz, su rostro de piel cremosa y su halo de ensoñación.
Visto desde fuera se podría decir que apenas hemos tenido relación, pero el subconsciente trabaja y teje las uniones en la raiz, por debajo, y desde ella Marisa podría estar encarnando a la perfección a mi Ornella de ojos claros, rizada melena color Tiziano, y voz grave, y Felix a mi Sandro. Tal vez sin saberlo les di otro lugar en el que poder vivir para continuar -como en la novela- con algo que jamás debió ser interrumpido. O quizá mi inconsciente, más ordenado que yo, decidió hacerlo así, con sus "tejes" y "manejes" que hurgan mi psique y colocan sin que yo lo sepa el caos.
No siempre la inspiración es a priori, a veces es posterior y te deja con la boca abierta aspirando la premonición que no viste, pero sí sentiste y desarrollaste con potencia inusitada.
El destino va a su aire porque sabe que tarde o temprano te toparás con él. Y la palabra tiempo es una invención que sólo sirve para medir nuestro paso por aquí.
A Marisa Parra de luz, In memoriam.
Pili Zori
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