Bellísima.
Interpretación magistral de Penélope Cruz, muy bien acompañada por Luis Tosar en un papel masculino
hermoso que demuestra una vez más su grandeza como actor, mira que es
polifacético y jamás ha hecho una interpretación que se pueda considerar menor,
es imponente a la hora de dar vida a sus protagonistas.
Asier Etxeandía,
como Julián, el médico, un regalo para un actor, personaje inolvidable que se
salta la estereotipada distancia que a veces daña o imposibilita la relación entre
médico y paciente y por tanto se convierte en la reivindicación más deseable
para un oncólogo de hospital público que sabe compartir con igualdad sus
propias necesidades de amigo en un trance que genera vínculos irrompibles, en esas
circunstancias la vida se expresa en toda su verdad y también en todo su
esplendor.
Alex Brendemühl,
el ex, con un cierre redentor que se desarrolla en una escena clave y crucial ante la
presencia de Arturo (Luis Tosar) que en ese momento sabe ocupar un
segundo plano.
Y la breve, pero estelar, aparición
de Silvia Abascal, pasaje en el que la enfermera trata a
la paciente como ella misma querría ser cuidada, y para expresarlo le basta con ese mirar oceánico y su sonrisa a caballo entre la dulzura, la comprensión y la
alegría contenida y agridulce, todos sabemos que tuvo un grave percance de salud por
fortuna superado. No hace falta conocer los detalles personales de las vidas de los actores y actrices del elenco y la del propio director para saber que prestaron generosamente a los personajes vivencias
propias.
Julio Medem, el autor, licenciado además en medicina y cirugía, sabe llegar hasta esa
parte en la que el corazón habita, en este caso la imagen es literal: vemos el
interior de Magda palpitando en varias ocasiones y la manita que lo toca y
acaricia sin dañarlo. Medem es experto en manejar el inconsciente e incorporar
-a su cine, a su lenguaje- las imágenes de esa inmensa cavidad que es la psique sin
separarlas del transcurso de la vida cotidiana, sus símbolos, oníricos quizá,
los tiene como todos nosotros sin necesidad de que nos aparezcan durante el sueño,
y ese lirismo real caracteriza su delicada poesía.
Por ponerle alguna pega, intuitiva
por mi parte ya que no tengo fundamento en el que basarme, diría que el
desenlace tal vez se prolonga en exceso y por ello pierde el ritmo de la bella
composición. En mi opinión subjetiva, el karaoke sobra, (y no precisamente por
la voz de Asier Etxeandía que es prodigiosa y llena de matices, y
merece lucirse, y la canción en fuga de infinitivos -una versión que mejora la original de Nino Bravo- no puede ser más bonita
pero tal vez redunde ya que se va a repetir en el cierre), la nana final
no, cantada en susurro a tres voces masculinas, la de Arturo, Julián, y el hijo
es la desembocadura perfecta en un guion-río que te lleva hasta ese mar.
Supongo que alguna variante en el texto le fue concedida a Penélope dado que produjo junto a Julio Medem. La
admira como actriz y es muy flexible con los actores, pero el oficio de cada
cual debe estar parcelado para que toda la maquinaria funcione y el director es
él y muy brillante, por cierto. Vaya por delante que mi observación es una
pequeñez sin importancia.
Me encantó el contraste de las casas,
la primera hablaba de que era más el hogar de su ex marido que el de Magda, la que
comparte con Arturo después es el fiel reflejo de ella.
Si me pidieran que eligiese como
favorita una escena, escogería la de la celebración de los goles, cuando ella
está completamente sola y se asoma por el balcón para compartir la alegría, resulta de una ternura irrepetible gracias a esos matices que sólo tienen las actrices y actores
muy grandes.
Las imágenes del frío de los "desiertos" helados -una constante en su cine- con los que Medem
representa la soledad y el desamor me parecen fascinadoras.
Ma ma es una película optimista que marca
un camino posible, al fin y al cabo, La Vida, para serlo con mayúsculas, no
depende de su duración, así que no entiendo por qué está más valorado el peso
del pesimismo cuando lo difícil es tener una actitud valerosa y marcharte
habiendo creado el rastro, la estela, el camino que te trasciende.
Un abrazo
Pili Zori
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