Ha
sido una experiencia fascinante entrar en esta novela y a la vez rastrear la
vida del autor Jaime Bayly, afamado,
galardonado, polifacético y controvertido comunicador peruano que actualmente
vive en Miami y desde allí transmite su programa diario de televisión.
Al
menos a mí me ocurre: siempre que me adentro en muchas novelas que provienen de
escritores y escritoras latinoamericanos tengo la sensación de que el formato
es de culebrón -aclaro que no lo digo en términos peyorativos- ya que se
puede llenar un hermoso cofre de contenidos mejores o peores, para muestra “El
amor en los tiempos del cólera” un monumento literario de Gabriel García Márquez que en mi opinión tiene dicha estructura
narrativa. Recuerdo también que llegó un momento en el que sin desmitificar me
dije que todas aquellas descripciones tan deslumbrantes -dentro de la
literatura sudamericana- que llegaron a España con el boom no siempre
respondían al talento o a la magia de su realidad, sino simplemente a la
atmósfera, ambientación y paisajes naturales de por allí, y pensé que estaban
rodeados de dicha exuberancia y que como es lógico bastaba con mirar alrededor para
reflejar en las páginas el telón de fondo. Esta conclusión –errónea o acertada, o en cualquier
caso subjetiva- de nuevo me llevó a diferenciar el envoltorio del contenido, y
del matraz salió la esencia destilada independiente del adorno, y entonces
sólo se quedaron conmigo los mejores. Después cuando comenzaron a llegar muchas
personas de allá a nuestro país para vivir con nosotros confirmé una vez más
que dicha belleza en el lenguaje cotidiano tan metafórico y su aparente
extraversión apasionada formaban parte de su carácter, y que esa era su forma
natural de ser y de expresarse. En resumen: el factor común o de vecindad que
todos compartían aun teniendo en cuenta los matices diferenciadores de cada
país con sus distintos paisajes, costumbres y paisanajes.
Una
vez hecho el preámbulo, para enlazar me meteré en harina diciendo que cuando vi ya en las las primeras páginas de “La mujer de mi hermano” que trataban sobre triángulo amoroso, vidas
acomodadas, lujo, y que el autor iba dejando rastros y pistas para sugerir secretos
familiares y demás… me previne prejuiciosamente: ¡Culebrón clásico!, exclamé, pero
enseguida Jaime Bayly me ganó por la mano porque al leer la novela de la que
hablo escuchamos el monólogo interior de cada protagonista, la dualidad de lo que
sale de sus bocas hacia afuera y las pequeñas hipocresías que paralela y
simultáneamente albergan sus pensamientos, vemos toda la grandeza y la miseria
de cada uno de los tres, y ese modo de ver al personaje por fuera y por dentro
al mismo tiempo me pareció un logro, al igual que la forma de engarzar escenas,
el estilo directo, el ritmo dinámico, la frase corta y contundente… De manera
que de culebrón clásico nada: Estoy ante un diseño novedoso muy distinto, -rectifiqué.
La
novela está escrita en presente con la potencia que otorga usar dicho tiempo,
ya que así consigue que el lector acompañe a Ignacio, a Gonzalo y a Zoe en los
momentos exactos en los que se produce la acción. Quien lee se siente
privilegiado puesto que conoce los pensamientos y el estado de ánimo de cada
uno de la terna, sabe todo lo que ellos ignoran y así es como el lector deja de
ser pasivo para convertirse en narrador omnisciente, el diosecillo que todo lo
ve, sin que el escritor necesite usar la tercera persona. Aunque el lector
no se conforma con sólo mirar, acostumbrado a tomar partido defendiendo a un
personaje y denostando a otro cree que ha de elegir, pero no lo consigue,
porque el juego del autor no es maniqueo, ninguno de los componentes del triángulo es
completamente malvado, ni enteramente bueno, ninguno posee la razón sino sus
razones, y la ironía de Bayly no está exenta de humanidad porque trasluce que
ama y comprende a cada uno de los miembros del terceto con sus luces y
sus sombras y de paso retrata a una clase social acomodaticia -a la que el
propio autor pertenece- clase que a pesar de su aburrimiento, superficialidad,
falta de compromiso… no tiene ningún deseo de apearse de sus privilegios para
cambiar realmente de vida, ni de complicarse saliendo fuera de cualquier
armario, y no hablo sólo de los que ocultan la orientación sexual.
Ignacio
hereda el Banco de su padre, Gonzalo juega a ser bohemio, pero no renuncia a
estar bien acolchado con la asignación de su hermano, y Zoe se dedica a
esculpir su cuerpo y a conservar su belleza para amortiguar la insatisfacción
sexual, sólo el deseo de ser madre redime un poco su anodina vida en jaula de
oro con puerta abierta. Zoe no es consciente de que es utilizada por los dos
hermanos como una pelota de ping pong en medio de una inquina cainita para uno
y también como tapadera para el otro, (hasta ahí puedo decir sin desvelar). Sin
embargo, hay un punto de inflexión para todos en el que habrían podido ser
libres, pero elegirán “el arreglo” en vez de dar la campanada.
Me
ha gustado -vuelvo a reiterar- la forma directa, realista, casi documental de
contar la historia, naturalista diría yo, hablando en términos literarios.
El Escáner psicológico tan pormenorizado y exhaustivo, y el buceo interior tan
terapéutico me han resultado asombrosos. Considero que es un libro honrado,
de desnudez física y anímica, sin trucos ni eufemismos, que se desarrolla en
espacios interiores, urbanos, residenciales, sin ayudas descriptivas. Es una
novela moderna y actual, hija de su tiempo, un tiempo tal vez desesperanzado y
conformista.
***
Y
ahora vamos con el escritor Jaime Bayly: a diferencia de sus personajes a él
siempre le ha acompañado el “escándalo” y la transparencia –aparentemente al
menos-. Coqueteó con las drogas, su vida se ha retransmitido como un reality show durante 25 años… y repasando esos cinco lustros me pregunto ¿sus
actitudes corresponden a una postura desinteresada?, o ¿es un exhibicionista?,
¿estamos ante un megalómano o tan sólo es generoso?, ¿valiente?, ¿rompedor?,
¿esnobista?, ¿excéntrico?, ¿un enfant
terrible?, ¿hizo el intento de construirse una leyenda o simplemente es un
ser solitario, amigo de sus teleespectadores que comparte por entero su persona
con ellos por mera necesidad?
Se
casó joven, tuvo dos hijas, y después se divorció para declararse bisexual, y
mantuvo una relación de ocho años con un hombre con el que también fue feliz
-al menos eso es lo que caballerosamente dice-. Más tarde aparecería su actual
esposa 23 años más joven que él y con el añadido –para él devastador- de su
aspecto aniñado como el de una Lolita. La relación entre su ex-esposa, sus
hijas y su ex-pareja masculina transcurría bien hasta que se casó con la joven
y con ella tuvo a su tercera hija que curiosamente se llama Zoe, como la
protagonista de la historia que nos ocupa, a partir de ese momento -así lo cuenta
él- su ex mujer y sus hijas dejaron de hablarle. Me tomo la libertad de especular: ¿problemas de
herencia?, ¿pensaban que el papá no iba en serio?, ¿que aquella jovencita era una más de
sus veleidades?... Creo que todavía hoy siguen sin dirigirse la palabra, aunque
doy por hecho que habría que escuchar a todas las partes. Siguiendo en su línea
él mismo confesó que su nueva esposa –paradójicamente un alma vieja como ella
se define- le salvó la vida apartándolo de las pastillas y exigiendo un
diagnóstico que al parecer resultó bipolaridad, enfermedad que también
compartió públicamente sin sentir vértigo al igual que su temporal impotencia sexual hoy superada. ¿Por qué nos lo cuenta todo? -me pregunté- ¿es incontinente verbal?, ¿lo hace
para adelantarse a la maledicencia de sus enemigos?, ¿para no tener secretos
que se puedan volver contra él?, ¿es acaso hijo de este tiempo de impudicia en
el que la cámara psicoanaliza en programas de tanta audiencia en los que se
venden miserias al peso? Ignoro las respuestas, pero creo en su verdad. Sólo sé
que Jaime Bayly se sale de cualquier canon, que ha crecido frente a las
cámaras, o contra ellas, y de algún modo me hace pensar que ha superado la
sobreexposición, que ha convertido su vulnerabilidad en fortaleza y que por todo
ello es un hombre auténtico.
Sus
encuentros con lectores son dignos de ver, arranca más carcajadas que si fuera
un monologuista de El Club de la Comedia, sale de cualquier atolladero con un
sentido del humor que supera cualquier situación embarazosa.
Sin
embargo, sintió un dolor enorme cuando quedó finalista en el Premio Planeta el
año en el que Juan Marsé decidió declarar
en plena ceremonia de entrega que las obras de los dos premiados no tenían
calidad literaria. Recuerdo con nitidez el exabrupto de Marsé, pensé en aquel
momento que debería haber expresado su malestar en la privacidad de las
deliberaciones y de paso haber dimitido antes de la fiesta de entrega, el
“gremio” que era quien tenía que tomar nota habría comprendido perfectamente
sus escrúpulos. No entendí su gesto ya que el dardo lo recibieron los
escritores y no los causantes de los supuestos o presuntos oscuros entresijos
de la editorial. No sé si fue el propio Marsé quien le dijo a Bayly que sus
novelas eran subterráneas como sinónimo de malas, de estar por debajo del nivel
de calidad en la superficie, (al menos así lo interpretó él, nos queda la duda de si quien se lo dijo tan sólo pretendió situarlas en el concepto underground) en cualquier caso él respondió que el metro también es subterráneo y
que en él viaja mucha gente. Interpreto que la elegante respuesta de Bayly
viene a significar lo mismo que dijo en su día el escritor José Ángel Mañas: “Hay mucha vaca sagrada sin lectores. Yo sí los
tengo”. Vaya por delante que Marsé me parece un maestro como escritor, pero no
comparto lo que hizo ese día y comprendo el dolor de Jaime Bayly ante la
humillación pública. No volvió a presentarse a ningún concurso, al fin y al cabo
es un escritor traducido a veinte idiomas y su carrera está más que trazada, de
modo que los sin nombre agradeceríamos que los concursos se quedasen para
nosotros ya que en teoría sirven para descubrir voces nuevas. Tengo entendido
que en una novela más que irónica se vengó de J. Marsé -entre
otros- colocándole como personaje de ficción. Y también
sublimó con grandes dosis de humor otro daño que le llevó por la calle de la
amargura: el beso en la boca espontáneo que le dio Boris Izaguirre en una
emisión pública y que en Perú levantó ampollas. Le acabo de conocer a través de "La mujer de mi hermano", leeré encantada las demás piezas de su obra.
El
caso es que Jaime Bayly en sus programas es capaz de entrevistar al presidente
de un país, a la nana que ayudaba en los cuidados de Zoe, y a su madre Doris
Mary Letts en una entrevista inolvidable en la que públicamente él le pidió
perdón a esa mujer encantadora por haberle infligido tantos disgustos. Ella
respondió amorosa que no había nada que perdonar y que en todo caso también
ella debería pedírselo.
Su
adscripción política me supuso un hueso duro de roer con el que tuve que hacer
examen de conciencia para no pecar de sectarismo, ya que Bayly se declara de derechas,
refrendó a George W. Bush, apoyó la campaña de la hija de Alberto Fujimori,
Keiko… También en su día postuló la candidatura de Mario
Vargas Llosa, y él mismo quiso ser presidente de Perú. Considero que sí importa la ideología puesto
que se defienden planes distintos si eres de izquierdas o si eres de derechas,
pero me recordé que no es lo mismo una derecha democrática que una
recalcitrante. Cuando se llega al gobierno se trabaja para todos sin exclusión,
eso sí, lógica y necesariamente desde programas distintos si perteneces a un
ideario o a otro. Se supone que no somos enemigos sino adversarios y que ante
un mismo problema ofrecemos soluciones diferentes. También me dije que el
contenido de los conceptos cambia según en qué país nos situemos, y que tampoco
es garantía haber sido elegido democráticamente si luego se cambian leyes de la
Constitución para acomodarlas al gusto de quienes llegan al poder, y no porque dichas leyes sean injustas.
Escuchando
sus programas de análisis político me sentí muy distanciada de él, pero en
ningún momento puse en cuestión su valía aunque a menudo J. Bayly pecaba de
visceralidad con sus filias y sus fobias, incluso arremetía contra los
invitados y tuve serias sospechas de que al vivir actualmente en Miami,
consciente o inconscientemente, tal vez se sintiera en la obligación de
compartir “enemigos” comunes, y que de algún modo eso era ver la paja en el ojo
ajeno y no la viga en el propio, porque quien más quien menos tenemos nuestro
trozo de acera que barrer, pero para entonces ya le había cogido mucho afecto y
me dije que si fuéramos amigos habría temas que no podríamos tocar debido a las
profundas discrepancias, a no ser que ambos alcanzáramos un mayor crecimiento
para la argumentación y el diálogo. Deseé con fuerza que sus posturas no
respondieran a la defensa a ultranza de los privilegios de clase por la que tal
vez él tendría sentimientos ambivalentes y a la que en el fondo deseaba pertenecer
no sólo por cuna sino por decisión propia -no en vano es hijo y nieto de los dueños del banco
más importante de Perú- aunque yo pensara en determinados momentos escuchándole
y leyéndole que quizá había nacido en una familia equivocada dadas sus características
de personalidad: una madre perteneciente al Opus Dei, once hermanos, un padre
homófobo que le maltrató y al que sólo perdonó en el lecho de muerte, y un
colegio con pedigrí en el que sufrió abusos.
En
mi país hay periodistas vocingleros que presumen de ser críticos con todos,
simulando independencia, y piensan que esa actitud les sitúa por encima del
bien y del mal, a la vez los hay resentidos que deseaban entrar en política para
detentar algún cargo relevante y que por despecho al no haberlo obtenido se
dedican a incendiar. Siempre he pensado que lo que subyace bajo esa toma de
posiciones es falta de compromiso y una actitud mercenaria. La independencia no
es criticar a diestro y siniestro por sistema, sino señalar las injusticias, y
tu voto se deposita en las urnas y no pasa nada porque se note cual es. Perdón
por el mitin.
Leeré
con fruición la obra de Jaime Bayly y seguiré discutiendo con su escritura como
disienten los amigos de verdad, me ha gustado conocerle.
Pili
Zori
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