Vamos
con otro cineasta neoyorquino. A lo largo de su obra Martin Scorsese ha retratado a su amada Nueva York desde diversos
ángulos y enfoques situados en distintos periodos históricos.
No
sé por qué sorprendió esta película dentro de su trayectoria, como si de un
punto de inflexión o cambio de registro se tratase, puesto que siempre le han
interesado las normas tácitas, las que subyacen, por ello no deben confundirnos
ni el ropaje ni los distintos ambientes, porque la esencia es la misma: los
mundos y submundos cerrados, los grupos y grupúsculos sociales, los bajos instintos,
la violencia y la represión, en sus distintas expresiones, que palpitan bajo la
capa social americana.
Intuyo,
creo que con acierto, que en su generación aún se mantuvo latente esa agudeza
que todo inmigrante tiene que desarrollar para entender las normas del país de
“acogida”, tanto las que están a la vista como las que no se ven, y esas, las
que no se ven, en realidad son las que verdaderamente rigen los “por qué” de
los comportamientos.
Martin
era hijo de padres sicilianos y es natural que por supervivencia los
inmigrantes fueran formando pequeñas italias, irlandas, nuevas inglaterras,
puerto ricos, israeles… y que Nueva York, como muchas otras ciudades
americanas, siga hoy reflejando en sus calles y avenidas dicha colocación que
sin pretender guetthos excluyentes tampoco se mezcla del todo, y dentro de esa
forma de compartimentar encontramos además otra subdivisión: los barrios altos
y los bajos. Dicho origen y el modo de asentarse sacan a la luz el quid que
hace que comprendamos los mecanismos soterrados de una ciudad, y los problemas
que tienen arreglo en ella y los que no lo tienen porque ya son inamovibles y
están arraigados en la costumbre, por ello el análisis sociológico de películas
de este cineasta enorme como “Malas
calles”, “Uno de los nuestros”, “Taxi driver” o “Gangs of New York” no deja de ser el mismo que el de “La edad de la inocencia”: normas de
convivencia impuestas por la clase dirigente que expulsan de la comunidad a
quienes no las cumplen, dentro o fuera del lumpen.
En
1870 las leyes de los Estados Unidos permitían el divorcio, pero entre la alta
y rancia sociedad victoriana allí trasladada no estaba bien visto, a menudo
ocurre que la legislación se adelanta a la evolución de sus ciudadanos de pro
cuyo conservadurismo preserva con uñas y dientes los privilegios de clase y los
antepone a la libertad.
El
largometraje está basado en la novela homónima de Edith Wharton, en el
club de literatura leímos otra de sus magníficas obras “Los niños”, como sólo tenéis que pinchar en dicha entrada procuraré
no abundar en lo ya escrito, sólo a modo de recordatorio diré que la propia
autora, al igual que la condesa Olenska de su libro (Michelle Pfeiffer) perteneció a la aristocracia y sufrió las
terribles consecuencias del endogámico e hipócrita modo de vivir de ese mundo
encorsetado, padeció la indiferencia de unos padres superficiales y adinerados
que la casaron por conveniencia con un hombre que no la quería 13 años mayor
que ella, y aguantó durante 25 años la humillación pública de sus continuas y
notorias infidelidades. La paradoja es que el mal lo infligiera él y sin
embargo la estigmatizada fuera ella. Pero el talento se abrió paso: fue la
primera mujer escritora que obtuvo el premio Pulitzer en 1921, además de
destacada paisajista y eficaz decoradora de interiores.
Ellen
Mingot -La condesa Olensnska- representa el primer atisbo de la mujer moderna y
el alto precio que tuvo que pagar dentro del fariseísmo opresor y opresivo de
aquel rancio conciliábulo que como dije en su día por fortuna se consumió en su
propio caldo.
Scorsese
hace la obra suya sin variarle ni una coma, podría parecer que la decisión es
menos meritoria, pero precisamente en esa fidelidad radica el logro, porque
llevar a lenguaje cinematográfico la introspección y, al igual que Wharton,
saber transgredir por debajo de las palabras es más que elocuente, y si con las
mismas e hipócritas armas de disimulo de aquel clan privilegiado consigues la
claridad a través de la sugerencia que es la forma más difícil de escribir
habrás llegado al máximo de tu creatividad. Hacer que ellos solitos se pongan
en evidencia, para que el espectador escuche y vea en los gestos, ademanes,
miradas y reacciones lo contrario a lo que se dice, a lo que se siente, es
demostrar. Y que el público capte el sagaz vapuleo a toda una comunidad llena
de sutilezas afiladas como cuchillos consiguiendo así que lo oculto
protagonice, es dar más que una vuelta de tuerca a la herramienta artística que
él director maneja con virtuosismo. No hay más que ver la escena del baile, la
cámara danza junto a todos ellos como la mejor de las coreógrafas.
También
dije en su momento que hasta esta película no había encontrado herederos de Visconti, uno de mis cineastas
predilectos, y me refiero a esa sensibilidad buceadora, honda y parsimoniosa
que va acariciando exteriores e interiores en los que forma y fondo se funden,
y no a que sus obras se parezcan, los estilos de ambos artistas son poderosos y
muy personales y sus preocupaciones distintas, el factor común reside en la forma
de mirar.
En
cuanto al lenguaje no verbal y a los símbolos que utiliza no podrían ser más
convincentes. Los cuadros que aparecen en la película prolongan hacia el
exterior el significado de lo que ocurre en el interior de los protagonistas,
cada uno de ellos contiene una historia que coincide, la mujer sin rostro, sin
identidad, sin definición… este traslado también lo hace la música que extrae y
delata lo que anímicamente se reprime en ese mundo de apariencias,
exhibicionista y poseído de sí mismo en el que se acude a la ópera para
cotillear y fiscalizar a los otros y para dejarse ver en la lujosa corrala de
pavoneos en la que se marca el territorio conyugal con normas como la de llevar
puesto en el palco el vestido de novia pasados varios meses tras el casamiento.
Los troncos de leña partidos por el fuego nos dicen lo que arde y se quiebra
por dentro, la asfixia de Newland Archer (Daniel
Day Lewis) dentro de su propia casa, en la prisión de su convencional
matrimonio está marcada por un sencillo libro que él estudia con avidez: el
interés por los lugares remotos como India o Japón nos manifiesta la búsqueda
de posibles paraísos para la huída… La destreza de May (Winona Ryder) con el
arco, no está subrayada por casualidad, la aparentemente dulce y convencional
prometida sabe leer por debajo y es bastante certera en sus juicios y con ellos
al igual que con sus flechas da en la diana, la cámara delata antes de que las
palabras lo expliquen el embarazo de May prendiéndose durante un instante a esa
parte del vestido…
A
menudo se ha calificado al personaje femenino de la esposa como manipulador,
pero aunque esa impresión sea acertada, de algún modo May se salva porque en el
momento crucial es valiente para proponer a su prometido que se enfrente a la
verdad y que rompa el compromiso de boda si tiene dudas, sucede durante la
escena en la que él va a apremiarla para que adelanten la ceremonia, ella le
deja bien claro que no quiere ser un refugio para él y saca a la diáfana luz
del día que cree que hay otra, él siente alivio porque esta vez su novia ha
apuntado mal con su flecha refiriéndose a una antigua relación que quedó en el
pasado y no a Ellen, sentimiento atesorado que puede seguir ocultando mientras
borra con sinceridad dicha sospecha. También Archer decepciona a Ellen Olenska
con la proposición de clandestinidad que le sugiere. Él detesta las normas de
la clase a la que pertenece, pero no tiene valor para infringirlas o
cambiarlas.
En
cualquier caso entre el blanco y el negro hay una extensa gama de grises, el
amor es un sentimiento complejo, y lo extraordinario de este film es lo bien
expuestas que están las razones de cada miembro del triángulo, a veces
renunciar es menos egoísta que elegir, los tres tienen aristas de egoísmo y
generosidad al mismo tiempo y los tres pierden. May una vez casada lucha por
conservar a Newland a su lado y por preservar su espacio social con todas las
armas que posee, es muy humano creer que los sentimientos cambian con el
tiempo, Ellen a su vez siente que se ha metido en medio, y así es, pero se han
enamorado y en esa situación no sirve alegar que yo le vi primero o que el sentimiento se haya producido
a tiempo o a destiempo, otras son las leyes que rigen ese estado y el
compromiso se habría podido romper.
El
hijo de Archer, (Robert Sean Leonard) que
pertenece a la siguiente generación, no entiende que la presión social en otra
época causase tanto estrago, es lógico que Scorsese, que en su juventud quiso
ordenarse como sacerdote, sí comprenda sin embargo el poso de culpa que la
religión católica dejaba ante el concepto indisoluble del matrimonio, había que
responder a la paternidad no sólo como padre también como esposo y era tildado
de cobarde quien abandonaba a una mujer habiéndola dejado embarazada. De hecho
maliciosamente se decía que muchas atrapaban a los hombres de ese modo. Cuando
el hijo le revela a su padre que está al tanto de su amor sacrificado y que esa
confidencia se la hizo May, su propia madre, antes de morir, explicándole que
su esposo dejó a quien más amaba porque ella se lo pidió una vez, Newlan Archer
corrige y expresa ensimismado: “Nunca me lo pidió.” A continuación y siendo ya
viudo, frente a la ventana de Ellen renuncia a subir, “y ¿qué excusa le pongo?” -pregunta su hijo- “Dile que soy un
anticuado” -responde el canoso Newlan tras casi seis décadas de estancia en la
vida. Ese es el final, y los postigos de la ventana se cierran.
Es
posible que para cada espectador ambas revelaciones tengan significados
distintos, será bonito buscar las variadas respuestas que cada uno de nosotros
demos este martes en el cine forum.
Scorsese
le dedicó esta película a su padre. Dato que nos indica la carga afectiva que
su realización constituyó para él. Él se ha casado y divorciado cinco veces.
El
largometraje es una joya a todos los niveles, su belleza deja sin respiración
desde los títulos de crédito escritos con victoriana caligrafía sobre flores
vivas que se abren entregándose a la cámara en plenitud, al igual que las
impresionantes interpretaciones de los tres actores principales que azuzan la
libido y estrujan el corazón de quien les mira sin piedad. Él besando el
dobladillo del vestido de Ellen, respirando el aroma del paraguas que cree de
ella, ocupando la pantalla con los párpados cerrados a centímetros de nosotros.
Vemos lo que imagina y sentimos la fuerza de su inercia. Él se postra ante
Ellen, May ante él. Los tres son hermosos ejemplares humanos pero en este film
alcanzaron la máxima expresión de su belleza, tanta que llega a cegarnos.
El
cine de Scorsese siempre necesita reposo y ha de ser visto varias veces porque
está repleto de recónditos pliegues. “La
edad de la inocencia” y “La última
tentación de Cristo” son mis preferidas.
Un
abrazo y hasta el próximo encuentro con el cine o con los libros.
Pili
Zori
Hola Pili. Me encandilan tus comentarios, gracias por compñartirlos.
ResponderEliminarEsta es una de las películas que se me ha quedado prendida en los pliegues de la memoria. Un gran acierto traer este magnífico retrato psicosocial de finales del s.XIX en Nueva York.
En el coloquio nos permitió hacer una comparación en cuanto a los cambios experimentados, y creo que en lo tocante a las normas sociales hemos cambiado, sí, pero no tanto como en el coloquio mayoritariamente se dijo. De otra forma no entiendo cómo pueden tener hoy tanto éxito los programas de cotilleo donde se desmenuza hasta la obscenidad la intimidad de los personajes sacados a la palestra. De igual manera sucedía en esa sociedad neoyorquina de hace casi ciento cincuenta años con el personaje de la condesa Olenska.
Creo que aún queda bastante hipocresía social por superar.
Por otro lado, también me ha encandilado la forma en que se detiene la cámara en los mínimos y máximos detalles del vestuario, de los peinados, de los objetos de las casas, de los salones, de las calles, de la naturaleza… mostrando su lujuriosa y a la vez sencilla belleza con una maestría difícil de superar.
Un gran abrazo.
Carmeli
P.D.- Recientemente he visto de este director “El lobo de Wall Street” y no me ha gustado, la he encontrado repetitiva hasta la saciedad en la bazofia humana, con una duración de tres horas (se ha pasado), es como la otra cara de la moneda de “La edad de la inocencia”.
Queridísima Carmeli, las gracias te las doy yo por compartir y por hacerlo con tanta brillantez. Me ilusionan las visitas a este humilde rincón, pero mucho más los comentarios.
EliminarUn beso. Pili Zori
Qué certera y preciosa entrada, Pili. Las sesiones del cine fórum que coordinas deben de ser estupendas. Esta película de Scorsese es de mis favoritas. La vi en su estreno y me impresionó; la he vuelto a ver hace poco y no ha perdido ni un ápice de su impacto. A los muchos elementos que analizas, añado el plano que más me gusta: Newland quitándole el guante a la condesa Olenska para besarle la mano. Imposible expresar la pasión amorosa de forma más elegante y sutil.
ResponderEliminarUn abrazo. Beatriz
Qué alegría querida Beatriz, es un gran honor leerte por aquí, estoy al tanto de tus éxitos y los disfruto como venidos de alguien de mi familia.
EliminarComparto contigo la maravillosa escena del guante, que siendo distinta también remite a la de Gilda, hay muchos modos de mostrar el poderoso deseo, el desnudo y como tan bien dices la pasión. El erotismo es algo tremendamente poético que nunca separa el alma del cuerpo, sólo artistas como Scorsese lo saben expresar. Un beso enorme princesa. Pili Zori