"TRIAGE", película de Danis Tanovic

Triage: palabra francesa que significa atención de urgencia según gravedad. Comenzó a utilizarse para clasificar a los pacientes heridos de guerra o por situaciones de catástrofe cuando los recursos médicos disponibles se volvían insuficientes debido a la avalancha.
Mark (Collin Farrell) y David (Jamie Sitves) son reporteros de guerra irlandeses que están fotografiando el conflicto bélico de Kurdistan (1988). La esposa de David, Diane (Kelly Reilly) espera un bebé y él quiere regresar junto a ella para estar presente cuando llegue su hijo. Mark intenta convencerle de que se quede durante dos días más a la espera de la inminente ofensiva para así conseguir la foto del año.

Aviso para quienes no hayáis visto la película: voy a revelar sus claves y en este caso sí importa. Es preferible que regreséis a este rinconcillo tras haber llegado al final del film.

Cuando un largometraje envía al espectador reflexiones tan importantes e invita a un arduo y difícil debate, no seré yo quien busque en él posibles fallos técnicos. En alguna ocasión y en este mismo blog he dicho que la crítica española a menudo en vez de crítica es criticona y nada orientativa, no sé si se deberá a algo tan simple como el propio vocablo y sus distintas acepciones o a un rasgo muy nuestro que considera más sagaz e inteligente la actitud de colocar lupa y buscar defectos, creo que se necesitan las mismas herramientas e invertir el mismo trabajo para encontrar las cualidades, pero por alguna razón que no termino de comprender ser peyorativo está más valorado.
Triage”, a mi juicio, es perfecta tanto en las intenciones como en la forma de plantearlas. A caballo entre el aspecto documental y el drama personal, Danis Tanovic crea la atmósfera requerida, el aire que hemos de respirar quienes jamás hemos estado en una guerra y desde este otro lado juzgamos cómodamente con baremos que allí no son aplicables. Lo que se rompe por dentro en esas situaciones tan traumáticas convierte a la persona en una dualidad difícil de volver a unificar, hay una parte anímica que se amputa, que ya no regresa y que se pierde para siempre.
El núcleo, el corazón de la película, en mi opinión, se sitúa en la llegada del abuelo de Elena (Paz Vega) y en lo que éste (Christopher Lee) con valentía desmonta y rebela. Él no habla de eliminar culpas sino de enfrentarte a ellas, de confesarlas, de asumirlas, y de convivir con lo imperdonable.
Cuando quienes nunca hemos estado en conflictos bélicos, o en campos de concentración, hablamos de clemencia, de reconciliaciones nacionales o con el pasado, en realidad, si somos sinceros, hemos de reconocer que no nos estamos refiriendo a ese perdón con mayúsculas que incluye a verdugos. Y no hace falta irse a Auschwitz, muchos olvidan que en nuestro país también había campos de concentración en los que Franco hacinó a multitud de jóvenes durante cuatro o más años, jóvenes que dada su edad no habían participado en la guerra, y lo hizo por pura pataleta, porque no pudo alcanzar a los altos cargos republicanos que consiguieron el exilio. Campos como el de Larache, por ejemplo, en el que a muchos de aquellos chicos la disentería les disecaba los intestinos mientras en días claros vislumbraban el peñón y los afilados bordes del sur del mapa de su país.
Que conste que no hablo de exonerar responsabilidades. Cuando salen a relucir estos temas hay que distinguir muy bien entre deseo de justicia o de venganza, uno puede perdonar o no, está en su derecho, pero la venganza solicitada por delegación es la más cobarde.
Imagino que al igual que el doctor Morales (Christopher Lee) muchos psiquiatras de entonces tuvieron que recomponer por igual a víctimas y a criminales, a torturadores institucionalizados y amparados en el régimen, y ése es precisamente un enfoque que yo jamás había visto tratado y que tampoco me había querido plantear nunca. No he leído la novela de Scott Anderson en la que la película está basada, pero prometo hacerlo en cuanto pueda.
Creo que desde niña he tenido claro que la patria en realidad son las personas a las que volvemos; Mark regresa a su mujer y es el amor de su esposa el que le cura, porque ese amor rompe barreras y baja defensas para buscar al único sanador que puede hacerlo. Elena ha de comerse el orgullo y reconsiderar la decisión que tomó en su día de mantener la enemistad declarada de por vida a su abuelo y escuchar por primera vez frases y razones para las que nunca ponemos oído.
Los contrastes están muy bien servidos: el médico que dispara a moribundos por piedad, y Mark que ha de soltar a David, su amigo, su hermano, para no morir, que ha de elegir, decidir su triage personal y después volver para enfrentarse con el rostro de la mujer que dará a luz a un hijo al que la pareja había decidido bautizar con su nombre, Mark.
Hasta ese momento la cámara fotográfica le había servido de parapeto, le mantenía a distancia, desgraciadamente sólo cuando tocan a los “nuestros” tomamos conciencia del verdadero dolor, del enorme sufrimiento. Tal vez Tanovic intentó pedirnos a gritos la empatía y que de una vez por todas tomásemos conciencia de que no existen compartimentos y que uno de los nuestros es cualquier semejante. Hay un momento en el que Mark dice algo así como “estamos con ellos” y David, su compañero y amigo –el fotógrafo cuyos retratos sí se pueden poner en una pared porque rescatan y reflejan la esperanza- le increpa “¿pero qué estás diciendo?”. Y yo pregunto, ¿dónde y con quién está un reportero de guerra?, ¿quién le cuida?, ¿quién le protege?

El estilo narrativo está al servicio de la historia y los protagonistas en tierra de nadie, y no estoy haciendo un guiño ni un enlace al film anterior de este director, el más premiado en toda la historia del cine, (“En tierra de nadie” (2001) recibió 42 galardones incluido el oscar a la mejor película de habla no inglesa). Era inevitable que “Triage” me condujera directamente a las novelas “El pintor de batallas” y “Territorio comanche” de Arturo Pérez Reverte, -de esta última también hizo película Gerardo Herrero- ambas, como ya comenté aquí en su día, me marcaron, las dos hablan de las fotos de prensa o de las imágenes televisivas ante las que retiramos la vista mientras tomamos el postre, las fotos de un freelance que en el frívolo mercado se igualan y comparan a las del paparazzi cazador de “ninis” participantes de reality. Tampoco quiero olvidarme de “Guerreros” largometraje de Daniel Calparsoro que avisa, al igual que Joseph Conrad, de la inestabilidad moral del ser humano y de cómo incluso en una misión humanitaria puedes introducirte en el mismísimo corazón de las tinieblas.
Danis Tanovic es bosnio, nació en 1969, estudió piano en la universidad de Sarajevo, después se matriculó en la academia de artes escénicas, pero debido al asedio que sufrió su ciudad en 1992 se vio obligado a abandonar los estudios y se unió a un equipo de filmación que siguió al ejército de Bosnia-Herzegovina; su material ha sido utilizado en numerosos telediarios, reportajes y películas a los que ha servido como fondo histórico. A finales de 1994 dejó el equipo y reanudó sus estudios en Bruselas, posee doble ciudadanía bosnia y belga.
Dedicó el oscar por “En tierra de nadie” a su país, y su grado de compromiso le llevó a crear un partido. El hombre que dice que la única manera de luchar contra la injusticia es visualizándola ha removido las conciencias en la Berlinale de este año con su último trabajo “Un episodio en la vida de un chatarrero”. Ha trabajado con los protagonistas de la noticia en la vida real: se negaron a atenderles en un hospital porque eran gitanos. Tanovic hoy prefiere proyectos de poco dinero pero con capacidad de llegada a los grandes de antaño en los que se invirtieron millones de dólares sin que apenas obtuvieran espectadores.
Siento un gran respeto por este director que se atrevió con “El infierno” de Kieslowski, la trilogía que Krzysztof estaba preparando cuando murió, y es que ya se sabe: “Dios los cría y ellos se juntan”; cada vez creo más en las energías y en los imanes, los torrentes de talento  encuentran los canales a medida para llegar hasta el mar sin desbordarse. No me parece pretencioso ni me importa en absoluto que los artistas de mi tiempo con las cartas boca arriba ejerzan de intelectuales, al contrario, los busco y los prefiero porque me canso de leer o de ver lo que me reafirma, lo que me identifica y me complace y estoy harta de placebos y adormideras. Tengo ganas de que muchas cosas cambien, o mejoren, pero no siempre encuentro el camino o las respuestas, ni sé cómo hacerlo, así que si como en este caso me hago eco del eco pues me doy por contenta, es mi forma de barrer mi pequeño trozo de acera.
Un abrazo y hasta el próximo encuentro.

Pili Zori

2 comentarios:

  1. La película Triage me ha emocionado profundamente. Tras verla, valoro mucho más a los fotógrafos de guerra, testigos de lo más execrable que podemos hacer las personas en situaciones límites pero también de lo más hermoso cuando la vida nos interroga.
    En ella queda patente además el valor de la amistad hasta un punto inimaginable por el espectador. A medida que se va desentrañando el misterio que envuelve al protagonista vamos entendiendo esa entrega que une a los dos periodistas, pero sobre todo a dos grandes amigos.
    Hay varios momentos que se me han quedado en la memoria y que le dan profundidad a la trama, como son: - La tertulia, aparentemente relajada de los dos matrimonios en el pub antes de irse a un nuevo conflicto bélico, cuando David le dice a Mark que su esposa y él han acordado que el hijo que esperan se llamará Mark si es niño que se une al del nacimiento del bebé casi al final de la película - Otro momento es la ayuda que Mark da a una joven africana rota por el dolor en la búsqueda de los cadáveres de sus dos seres más queridos – Otro es la entereza del viejo sabio siquiatra ante las críticas de una sociedad que no entiende su vocación de sanador de espíritus atormentados sin hacer ninguna distinción entre los enfermos – Y el que da título a la película en la que un joven doctor ha de decidir día tras día entre la vida y la muerte de sus propios compatriotas,aquí es tal la profundidad de la tragedia que confieso mi impotencia y estupefacción al ver que no hay otra solución que aminorar el dolor de los moribundos, y mi admiración por estos héroes de guerra.
    Y además añadir el agradecimiento a Pili Zori que hace un cine forum de calidad, por lo que se prepara la película, aportando incluso testimonios de una gran valentía por su implicación personal, en los que veo la noble intención de comprender, si no los motivos, sí la reconciliación con todos los que hemos de convivir tras la tragedia, para que no olvidemos lo que todos los padres, y en especial los nuestros, desean para sus hijos, sobre todo paz y solidaridad para intentar hacer un futuro mejor y que nunca más se repita la sinrazón de una guerra.
    Un gran abrazo. Carmeli

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    1. Queridísima Carmeli:
      Es un honor enorme y un lujo tu visita a este blog en el que generosamente prolongas tu participación tan grata en el cine-forum. Da gusto encontrate allí y ahora aquí, sabes que siempre he tenido en muy alta estima tus reflexiones y tu serio y honesto compromiso con el arte y con la vida, me emocionará mucho recibir tus visitas. T Q M Pili Zori

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