Descubrí a Isabel Coixet a través de mi hija Sara que me recomendó en 1996 “Cosas que nunca te dije”. No soy de
temperamento avaricioso ni coleccionista salvo con una sola excepción: ¡el
cine!
Cuando ¡el cine! se volvió del
tamaño de un libro no me lo podía creer, ¡poder comprármelo y llevármelo para
mí, guardarlo en mi casa y ponerlo todas las veces que me diera la gana y
pararlo y avanzar y retroceder creando mis propios y personales flash back o flash forward…! –disculpad la pedantería, me refiero al que voy que
vengo por la peli- me sentí multimillonaria. Hasta juraría que la rizo-artrosis
de mis manos comenzó en un todo a cien en el que habían puesto un cajón enorme
tipo jaula con películas de vhs desechadas por un videoclub tras muchos
alquileres. El sistema de selección es arduo cuando tienes medio cuerpo dentro
del cajón y vas haciendo torres para “estas sí” y “estas no” y aún no te has
parado a pensar en cómo transportarlas si vas a ir caminando hasta tu casa sin
haber cogido el carro, porque allí no se van a quedar si no te las guardan.
Mucho antes de esa compulsión
posesiva nuestro vídeo beta ya llevaba años echando humo con todos los ciclos
de cine de La 2, después fundiríamos dos reproductores de vhs, el dueño del
videoclub del barrio en el que vivíamos entonces exclamaba ¡pero si hay más
películas en tu casa que en mi local! Ya ha llovido hasta llegar a los dvd, los
pendrive... Naturalmente no dejamos de ir al cine, la explicación sobra, por la
misma razón no he dejado de leer en papel teniendo e-book, para la gente como
yo es un debate absurdo, si te gusta el arte lo disfrutas cuando se manifiesta
en su elemento natural, pero también lo rescatas en todas las demás formas, o
si no que me lo digan a mí que cuando era cría llegué a ver las películas que
no eran “toleradas” a través de las rendijas del Cine La Prensa que estaba
cerca de mi calle, ¿quién le pondría ese nombre?, o subida en una tapia de uno
de los de verano. Bueno pues en todos los modos de ver cine se me sigue
poniendo la cara de avaricia ante ese “oscuro objeto de deseo” y cuando
contemplé “Cosas que nunca te dije”
alquilada en vhs me quedé sin aire ante la voz y el estilo tan personales y
sobre todo ante su apabullante verdad. Es evidente que después me la compré. La
conmoción se fue repitiendo con cada una de las nuevas entregas de Isabel
Coixet: “A los que aman” (1998), “Mi
vida sin mí” (2003), “La vida secreta de
las palabras” (2005), su colaboración (junto a Win Wenders, Fernando León
de Aranoa, Mariano Barroso y
Javier Corcuera) para “Invisibles” con “Cartas a Nora”, “Tus cartas
son un vino” en el dvd que comparte con otros cineastas y artistas dentro
del hermoso libro Miguel Hernández-Juan Manuel Serrat –me lo regalaron mis
hijas-. Me faltan algunas, que o bien no vi porque no pude ir al cine en ese
tiempo o no las trajeron aquí, pero las estoy buscando: El cortometraje de “Mira y verás”, el film “Demasiado viejo para morir joven” (1989),
“¡Hay motivo!” estrenada en 2004, “París je t´aime”, “Elegy” de 2008, “Mapa de los
sonidos de Tokio” (2009), “Aral, el
mar perdido” corto del 2010 y el documental “Escuchando al juez Garzón” de 2011.
“Mi vida sin mí”, propone un debate sobre nuestro paso por aquí, la
huella que habríamos querido dejar y la que dejamos, la forma de afrontar un
diagnóstico irreversible y la criba que ese hecho -impensable a la edad de la
protagonista- nos entrega. Esta bellísima película sopesa la relatividad de los
asuntos que nos preocupan y nos enseña a eliminar lo superfluo, y el ejercicio
y la sacudida de alfombra son impecables. El modo en que lo afronta y la
decisión que la protagonista toma intentando dejar arreglado un futuro para sus
pequeñas hijas y para su joven marido que nada tiene que ver con herencias
materiales, nos muestra a una mujer generosa y nos especifica en qué consiste
exactamente dicha generosidad. La mirada de Coixet sobre esa pequeña gran vida
de personas con pocos recursos rezuma tanto respeto que redefine la dignidad.
No conozco a Isabel Coixet en
persona, pero sí siento que me ha entregado lo mejor de sí misma: su obra, e
imagino que lo de “por sus obras los conoceréis” seguirá valiendo, y pronuncio
esta frase con toda intención, porque sobra decir que siento un profundo afecto
por ella y agradezco que me deje entrar en los pliegues de su alma por los
resquicios que seguramente sin proponérselo deja en sus películas e intuyo los
préstamos sutiles que de sí misma regala a los personajes y es ahí, en esas
transparencias donde se deja querer mucho, pero no sé si lo sabe, y lo digo
porque he leído que a veces le han hecho daño con críticas superficiales a las
que sólo una persona bien pensada y bondadosa como ella prestaría atención. La
elegancia de corazón sólo la distingue quien la tiene y la envidia es la única
pasión baja que le hace más daño a quien la siente que a quien va dedicada,
pero esa abyecta pasión contiene una eficiente especialidad: la del rastreo, y
para hallar el punto exacto de cada vulnerabilidad posee olfato de sabueso y
cuando lo encuentra horada con saña. Es cierto que Isabel Coixet se pone
nerviosa en las entregas de premios y que intenta dar una imagen suelta,
simpática y menos sesuda, y es verdad que se equivoca al hacer eso, porque
parece impostura y ella es perfecta como es y no necesita la aprobación de “los
colegas”, porque la de los espectadores ya la tiene. Pero aún así se
sobreentiende que en esas ocasiones se siente fuera de su elemento y en
cualquier caso a mí y a muchos de los que intentamos ver más allá de nuestras
narices las razones de su timidez nos enternecen. En cierta ocasión estaba yo
sentada en la playa y delante de mí vi a un crío muy pequeño que durante mucho
tiempo, demasiado para la concentración de un niño, se afanó en levantar y
sujetar un precioso castillo de arena, tras su concienzudo esfuerzo lo consiguió
y cuando al fin lo contemplaba satisfecho se acercó otro chavalillo un poquito
mayor, el instante de su mirada llena de asombro amargado no se me olvidará
jamás, a continuación se lo pisoteó por completo destruyéndolo a patada limpia.
El pequeño le sujetó los ojos durante unos instantes, la expresión de su
carilla era de serena indignación, se levantó, recogió su cubo y dejando los
diminutos talones clavados en cada una de sus poderosas y enfadadas huellas se
fue hasta el agua lo llenó y sin prestarle atención comenzó de nuevo a
construir otro castillo. Él sabía hacerlos, el otro no.
Me gusta Isabel Coixet porque me
agrada la valentía de la gente que lleva lo de dentro por fuera, y eso es lo
que hace en su cine: mostrar los interiores con precisión de cirujana. Su
mirada es femenina, y lo digo con todo el subrayado reivindicativo de la
importancia que tiene, al igual que recalco también la sensibilidad masculina
cuando la encuentro, que por suerte ocurre con frecuencia y también tiene que
ver, reitero, con el desnudo anímico.
Los actores -hombres- de sus
películas en ninguna otra vuelven a ser tan bellos, tan deseables, tan
queribles, la cámara enamorada en manos de Isabel les extrae de sus límites lo
mejor de su capacidad para querer, para sentir incluso lo que aún no saben que
poseen, como es el caso de Scott
Speedman que supo hacer de padre joven sin haberlo sido fuera de la
realidad del cine (no me gusta decir en la vida real puesto que el cine
pertenece a lo real, porque también es real lo que quieres representar. ¿Quién
podría ver los pensamientos, ideas, imaginaciones… si el artista no las
explorase para extraerlas y plasmarlas, si en literatura no existiera el
monólogo interior, las metáforas, las alegorías, los símbolos, si en pintura no
se hubiese encontrado el surrealismo, el arte abstracto?... perdón por el
inciso). Ese pudor de voyeurismo respetuoso de Coixet, tan sugestivo, tiene una
potencia inusitada que va mucho más allá del erotismo, que trasciende incluso
las relaciones personales, que se lo digan si no a Mark Ruffalo, a Andrew
McCarthy o a Patxi Freytez, el
efecto de sus conmovedoras bellezas es devastador, ningún otro director les ha
favorecido tanto, esa sensación sólo la he tenido con otros dos directores: Visconti y Jane Campion. Para no extenderme diré que con las actrices que
escoge ocurre exactamente lo mismo, los primeros planos de Sara Polley son dignos de estudio, no me extraña que Isabel Coixet
esté maravillada con ella y con su total ausencia de artificio o de recursos,
la autenticidad que transpira sólo es propia de los niños, que como ya he dicho
en otras ocasiones en este mismo blog no hacen el personaje, ¡son el personaje!
Verla dirigir debe ser una
pasada, dando instrucciones en varios idiomas y filmando en cualquier parte del
mundo. Además es una de los grandes en el campo de la publicidad, fue directora
creativa de la agencia JNT, fundó y dirigió la agencia Target y la productora
Eddie Saeta. Se ha llevado los más prestigiosos premios otorgados a este
negocio y entre sus clientes están British Telecom, Ford, Danone, BMW, IKEA,
Evax, Renault, Peugeot, Winston, Kronembuourg, Pepsi, Kellogg, MCI, Helene
Curtis, Procter & Gamble, AT & T, y Estrella Daum entre otros. En el
2000 creó la productora Miss Wasabi Films, con ella ha realizado además de
cine, documentales y video clips para músicos que van desde Sexy Sadie hasta Alejandro Sanz.
Creo que dominar esos cambios de
registro, ser además una mujer de negocios que jamás pierde el norte ni su
necesidad de compromiso con el país en el que vive y las vicisitudes por las
que éste pasa, que tiene tiempo de pertenecer a CIMA, la asociación de mujeres
cineastas y de medios audiovisuales, como Inés
París, Chus Gutierrez o Icíar Bollaín, -no está mal el
cuarteto, ya hablaremos de cada una de ellas en otras entregas- pues qué
queréis que os diga, si toda esa grandeza no os enorgullece, es que no sabéis
hacer castillos.
Por eso querida Isabel, ya es
hora de que la dedicatoria sea para ti, y desde este humilde blog yo te la
mando con un abrazo:
‘A los que aman’.
Pili Zori.
P. D. Pronto hablaré de
“El curioso incidente del perro a media
noche” la magnífica y singular novela de Mark Haddon. Lo aclaro para que no desorientar en prevención de que
pudierais pensar que de pronto he decidido dedicar el blog a entradas de cine
en exclusiva. Como ya os dije, en esta nueva etapa coordino dos clubes, el de
literatura de la Biblioteca Pública y el de cine en el centro de mayores de
Ibercaja. Una de las entregas es semanal y la otra cuando finaliza la lectura
dependiendo de sus páginas, leemos cien por semana y los miércoles las ponemos
en común añadiéndoles las reflexiones y experiencias que nos han proporcionado.
Hasta el próximo encuentro.
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