Escogí para leer juntas en el club de lectura La Justicia de Selb, del escritor B. Schlink en colaboración con Walter Popp, por la profunda huella que nos dejó El lector obra del mismo autor Bernhard Schlink, (pero esta escrita ya en solitario).
El cambio de registro marca la diferencia de género, con respecto a dicha novela posterior, El lector, pero no de fondo.
La Justicia de Selb es un libro a caballo entre la serie negra y la detectivesca, con todos sus ingredientes e iconos: investigador solitario, anti-héroe, perdedor con pequeños excesos de alcohol, ligeras excentricidades sibaritas de pequeño coste, coraza seductora de masculinidad tierna bajo la aparente rudeza… hasta ahí cumple el ritual. Pero lo que diferencia a esta novela con otras de su mismo género es el punto de vista desde el que está contada, el lugar geográfico, Manheimm, Alemania, y el tiempo histórico en el que se desarrolla.
La trama comienza en los años ochenta del siglo xx, pero el lector pronto comprenderá que bajo las capas que sostienen ese presente se remueven los cimientos del pasado alemán nazi.
La compleja trama política y sociológica, los delitos ecológicos y los móviles que desembocan y desenlazan en crimen provienen de dicho pasado, ese que persigue y atormenta, que no deja vivir con sosiego, ese del que no te puedes desembarazar por mucho que lo maquilles, mires hacia otro lado o hayas creído apartar ¡Ahí está siempre! haciendo simbiosis, enlaces y telas de araña irrompibles aunque las leyes se hayan democratizado, aunque los delitos prescribiesen.
Así que de nuevo nos encontramos ante lo que ya intuimos como una constante de este autor, su leit motiv, su sello: la preocupación moral y ética por el grado de implicación de muchos alemanes de a pie que entre los años treinta, cuarenta e incluso cincuenta no pusieron en cuestión lo que hacían, alegando cumplir órdenes por pertenecer al régimen establecido.
Bernhard Schlink es un escritor valiente, no en vano es juez en la vida real. Estamos acostumbrados a que nos cuenten el éxodo y el holocausto judío desde el exterior de Alemania, sobre todo desde el cine americano analizando a las víctimas y a los culpables por separado, pero Schlink parece querernos decir ¿Y qué pasa cuando eres víctima y culpable al mismo tiempo?
A veces parece que el autor desde las páginas de sus libros nos invita a ejercer como miembros de un jurado, y jamás incurre en el maniqueísmo, por eso es tan difícil tomar partido aunque finalmente lo tomemos y lleguemos a un buen veredicto, no con la justicia de Selb sino con justicia, pero antes el autor hará que sudemos tinta porque sus personajes no son abstracciones sino personas. Al mismo tiempo -y sin que lo que voy a pronunciar ahora entre en contradicción con lo anteriormente dicho-, nos hace entrega de ideas, de situaciones figuradas, hipotéticas o simbólicas que humaniza personificándolas y dándoles formato de novela porque lo que quiere abrir es un debate que posibilite el cambio social, tras la sinceridad con todos los elementos a la vista, si no es imposible hacer el exorcismo la reconciliación nacional, el pase de página.
La Justicia de Selb es una novela sobre la memoria histórica de los alemanes, contada bajo el enfoque de un presunto implicado en esa herida social que todavía rezuma y sangra. Naturalmente los matices importan, porque siempre existen los grados de mayor o menor culpabilidad, de mayor o menor responsabilidad. Pero por boca de sus personajes, y una vez que nos ha metido en situación también sabe poner con contundencia nombre y apellidos exactos a personas y hechos por si acaso se nos olvida mientras vamos acompañando al protagonista. “Nunca creí que pudiera estar comiendo pizza con un ex nazi, ¿sigue siendo usted nazi señor…? ah … se le atragantó la pizza" (cito de memoria, no textualmente porque ya hemos devuelto la novela para que rote por otros clubes y no desvelo el nombre de quien está siendo increpado ni digo por quien para no destripar la trama).
A mí me ha parecido tremendamente audaz por parte del escritor que se produzcan escenas en las que seres enemigos marcados por heridas incurables se sienten juntos se miren a los ojos y toquen música, (el pasaje es tan arriesgado que podría resultar increíble, pero sin embargo el autor logra una imagen poética de enorme potencia: la música como elemento unificador del ser humano. También deja claro en qué orilla está cada cual).
La novela en el club no ha tenido quórum, salvo unas cuantas excepciones, ha gustado poco, las criticas que alguna de las compañeras alegó son bastante acertadas: “Apenas hay descripciones físicas, por tanto es difícil ver al personaje en la imaginación, hay una profusión de nombres excesiva que dificulta localizar a los protagonistas y distinguirlos de los personajes secundarios. No anuncia ni resalta los momentos álgidos y a veces resuelve a ramal y media manta”. Así de contundentes fueron en cuanto a la construcción. Sin embargo los debates que suscitó resultaron ricos y brillantes, el coloquio se condujo hasta el incumplimiento de los acuerdos de Kioto, mis compañeras hablaron de la especie de bulas que se pagan para que unos países se coman los residuos peligrosos y la porquería de los otros. Se habló hasta de la falta de responsabilidad que mostramos al no reciclar bien, y así fuimos de lo menor a lo mayor, de lo individual a lo colectivo. Viajamos al pasado a través de la historia buscando las similitudes entre países, y se puso el grito en el cielo ante la justicia de Selb por parte de unas y se justificó su acción por parte de otras.
Y hasta aquí podemos contar. El final es sorprendente.
Un abrazo, es lo mínimo que te podemos dar por acercarte hasta nuestro rincón de lectura y espero que te haya gustado estar entre nosotras. Hasta el próximo libro.
Pili Zori
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