Aunque tal vez yo sea el último eslabón en la cadena de sus brillantes y valiosos amigos sé que en estos dos últimos años formé parte del broche que cerró el círculo de su hermosa vida.
Es cierto que estaba muy enfermo y lo sabíamos. Lo sabía. Y por ello en su última primavera regó, fertilizó y protegió al máximo la rosa blanca de su dignidad, regalándonos su luz, su alegría.
En el club de literatura Armonía (así quiso que se llamara Amelia Placer, otra de nuestras veteranas) conocimos a Fernando de un modo enormemente original, como hecho a su medida:
El servicio de Cultura de la diputación de Guadalajara conducido por Plácido Ballesteros, Paloma, Rosa y su equipo a veces obsequia a nuestro club con libros en forma de “ejemplares múltiples” así es como se denomina en la Biblioteca Pública a un lote de libros del mismo título para que todas las compañeras podamos leer la misma obra al mismo tiempo.
Cuando llevé esa pequeña parte de la lujosa edición del “Arcón de la argamasilla” un rumoroso y creciente júbilo llenó el salón de actos en el que nos reunimos cada miércoles. Yo no le conocía, pero mis compañeras sí, a algunas les había dado clase, los hijos e hijas de otras también habían sido alumnos… así que de inmediato comenzaron a exclamar:
–¡Tienes que traerle, es interesantísimo!
-¿Y cómo le localizo? -La voz de Raquel se abrió paso nerviosa.
-¡Yo! ¡yo … sé! Juega al mus todas las tardes en el Buho Rojo. Voy primero y le aviso de que después irás tú a verle. –Y así lo hicimos.
Le ilusionó tanto que un club de lectoras, (¡con lo que le gustaba estar entre mujeres!) hubiese indagado para encontrarle hasta el punto de esperar a que terminara su partida y nada menos que ¡tras el debate de su obra! sin él saberlo, que casi pude ver físicamente como renacía en sus pupilas la fuerza, no una energía renovada sino nueva y llena de curiosidad porque él presumía de que ninguno de sus amigos traspasaba el umbral de los treinta años, (procedentes todos ellos, como es natural, de su cantera de alumnos), así que la novedad le hizo muchísima gracia (la mayoría de nosotras ya no cumple los cuarenta) y ya en ese preludio quería saber y saber en qué consistía todo. Charlamos muchísimo con la noción del tiempo perdida, característica común de ambos al igual que la incontinencia verbal. Le costó poco averiguar que yo escribía a pesar de mis pudores huidizos y lógicos sabiendo ya ante quien estaba. Al día siguiente ya se había levantado de la cama para buscar mis novelas y leerlas con fruicción y sin descanso, y ahí fue donde me di cuenta de su prisa y de los ingredientes que la alimentaban, y en el alma se me alojó para siempre el asombro agradecido ante tanta generosidad. Comenzó una carrera de obstáculos y sorteo de dolores en la que ya no cabía otra ambición que la de ejercer su mecenazgo para hacer que me publicasen la última novela llegando hasta el extremo de apremiarme a diario ¿Cuánto te falta? Espabila que en febrero tiene que estar que si no se aprueban los presupuestos y te quedas fuera, yo por detrás escribía notas a los responsables diciéndoles que en caso de aprobar presupuestos y tener que escoger prefería que la obra de él entrase antes, que estaba delicado de salud y la malgastaba en mí. No sé, ni sabré, ni Él supo, qué se siente al recibir un nobel, pero si sé que no puede aproximarse a lo que yo experimenté esos días viendo como le echaba humo el bastón, o el teléfono cuando decía compungido:
"Hoy no puedo ir al despacho de Frías o al de Carlos Moratilla, estoy aquí tirao en la cama, hecho una piltrafa así que ve tú y haz esto y aquello", … "que sí coño, que no seas tan mirada que ya saben que vas a ir"
De entonces hasta aquí han pasado muchas cosas, se hizo compañero de club, tambaleando mi seguridad, (quién no se apabulla ante uno de los mejores poetas de este siglo, encima profesor de tantísimo prestigio… Todavía, a pesar de mis años, tengo que pulirme el ego y hacer curas de humildad. Al igual que para él su aula era lo más preciado, para mí el club me convierte en gata de afiladas uñas, ¡qué estúpida!, Él era un gentleman y siempre sabía ocupar su sítio, dándome a mí el mío, como hizo en el de poesía, sus compañeros van a hacer ahora una fundación que llevará su nombre, por suerte se lo dijeron. En el de filosofía se peleaban por bajarlo en la silla cuando la distrofia dijo que hasta ahí. Creo que sobra explicar la corriente de afectividad (frase suya) que provocaba y recibía.
El lunes, en su funeral, Ana Mari, una compañera del club, dijo: todos contábamos, cada uno en su medida, pero todos éramos sus amigos. Por eso este miércoles compramos bollos de tipo casero y vino dulce para brindar por él, y encendimos una vela. Tras la lectura de muchos de sus poemas escogidos al azar el salón de actos retumbó con una ovación larga y cerrada.
Me lo dio todo, hasta la prueba de amistad más grande para mí, aunque parezca una niñería: nunca me atrevo a enfadarme con los amigos por el miedo a romper y que no me perdonen, sin embargo a medida que adquiero confianza el cuerpo me lo pide. Con él si pude, hermosas furias de dos contestones, apagadas en agua de borrajas al minuto y medio.
Cuando Fernando iba al café Gijón todo el mundo se ponía en pie. Enfant terrible que nunca quiso pertenecer a la corte. Amigo personal de Buero Vallejo y de José Hierro. Amante de las cafeterías y el café, apreciado combustible que le hacía escribir en cualquier servilleta de papel los innumerables prodigios que regalaba o perdía, (buena fe puede dar su amigo y biógrafo y amadísimo “hijo adoptivo” Carlos Alba que se dejó las pestañas hasta que pudo recopilar sus poesías completas en la preciosa edición que José Carlos Moratilla mandó hacer con la orden de que fuera digna de un rey. En fin… se podrían llenar páginas y páginas con su talento e ingenio. El talento es más fácil de encontrar, el ingenio es más escaso. Ambos los poseía a raudales.
Una tarde de domingo no hace mucho, al igual que otras en las que hablábamos por teléfono de Benjamín Prado, su gran orgullo, y de otros (Prado siempre pregona a los cuatro vientos: "Si yo soy escritor es gracias a Fernando Borlán"
Para ti, Fernando:
A veces pienso que viajamos en trenes que se cruzan a diario, y en el trocito que dura la ráfaga nos decimos algo de lo que con cuidadoso afecto hemos ido reflexionando durante el día anterior, para que con metódica síntesis nos quepa en esa rápida cruceta de vientos racheados.
En raras ocasiones ambos trenes coinciden en el tiempo de parada, y antes de que cada uno parta para su destino diario podemos compartir unos instantes, pero entonces, con tristeza, veo recaer la renovada ilusión: ese boquete por el que tu joven alma se asoma tratando de compartir la mística conmigo, y cuando ya atisbo la separación de aire que queda entre el suelo y tus pies estos vuelven a tomar tierra doloridos porque los míos no han despegado, y me cuentas otras cosas que se producen alrededor de los BARDOS sin notar mi desconsuelo.
Me importan un bledo los tiempos de aquella “movida” en los que yo no estaba. El barrio de Malasaña sólo existe de verdad dentro del paisaje literario de esa escritora que tanto me gusta y que a ti todo lo contrario, cuando te escucho hablar de ellos la ola de tu recuerdo me arrastra hasta la orilla de la exclusión, pero entonces suena la campana y ambos volvemos a tomar nuestro tren, ese que nos lleva en direcciones opuestas, y durante el día que nos queda hasta volver a cruzarnos indago entre tus nostalgias para estudiarme hasta el esperanto si es que hace falta.
Las dos bocinas se anuncian como sirenas atlánticas, y aunque no he tenido tiempo de aprender ni la mística ni el esperanto sé que nuestro canto es poesía sin papel y entonces los dos despegamos del suelo para volar durante ese rato como cometas locas e impredecibles con los ritmos separados.
Porque jamás se escribirá mejor poesía ni prosa que la que comienza por: AMIGO MÍO
Pili Zori: despues del magnifico oviutario que dedicas a Fernando, no me quedan palabras, solo un escozor en el pecho por el profundo dolor que me ha causado su desaparición, nunca su muerte pues esa no llegará para los que le hemos querido y admirado.
ResponderEliminarMe he sentido privilegiada por haber disfrutado de su amistad, con esa sencillez que solo los muy grandes saben tener.
Me ha llenado el alma con su octimismo y alegria, con sus sabias palabras en nuestas tertulias y cafes y nunca podre olvidarle.
Se nos ha alejado un gran hombre que siempre estará presente.
Un beso muy fuerte de Pilar Sánchez.