“Tiene
gracia una desgracia”. Es una frase del autor que escuché en una entrevista que le hicieron, la
pronunció entremedias de su vulnerable y tímida sonrisa que parece pedir perdón
por no poder evitar sentir lo que siente, ni pensar cómo piensa, ni ser como
es, pero que al mismo tiempo reivindica lo citado con determinación.
La
cámara chivata también me mostró esa pequeña necesidad de aprobación que
delatan sus gestos contenidos al mismo tiempo que solicitan respeto por la rebeldía
efervescente que a duras penas se sujeta en el trémulo envase de su figura delgada
y ascética envuelta en ropa cómoda.
En
el paréntesis de esas comisuras que no terminan de ensancharse para pasar a
carcajada en pugna por estallar -especialmente cuando se le nota contento y milagrosamente seguro
en alguno de los menesteres de promoción ineludible- veo el deseo de que su
personalidad ambivalente sea comprendida (seria y golfilla al mismo tiempo, alegre
y triste a la vez, iconoclasta pero educada en un colegio del Opus), también
advierto el anhelo de que sus decisiones y su actitud sean entendidas, y lo
intuyo bajo la tenaza de los sentimientos encontrados que siempre nos plantea
la vida a quienes somos pasionales pero considerados, a quienes no queremos
ofender ni cruzarnos en el camino de nadie –propósito que resulta imposible
cumplir si la piel es transparente y no tiene hueco para el juego de fingir- y
optamos por apartarnos, elección que algunos tildan de cobarde, pero elección
generosa al fin y al cabo.
Sí,
la sonrisa de este chico se sujeta para no ser abiertamente socarrona. Pero en
sus obras es libre. Después llega el acoso de la promoción, qué se le va a hacer.
He
comenzado nombrándole como escritor porque en este momento es la parcela de
creación que le ocupa en exclusiva tras retirarse a sus cuarteles de invierno,
enseguida explico por qué al igual que el protagonista de su novela “Los
asquerosos” Santiago Lorenzo vive
actualmente en una pequeña pedanía de Segovia cuyo nombre no cita para que no
se llene de “mochufas” de fin de semana, más adelante aclararé lo que él
entiende por “mochufa” palabra de su invención que se extendió como la pólvora
y que todo el mundo usa para sintetizar el amplio concepto.
Este
urbanita que considera que uno de los paseos más bellos que una persona puede
realizar es el de caminar por la Gran Vía madrileña recorriéndola de principio
a fin, este vasco de nacimiento, (Portugalete, 1964) con posterior traslado
familiar -durante su adolescencia- a Valladolid, ciudad que ama y le ama con la
misma reciprocidad, y que pasó su juventud en Madrid para estudiar Imagen y
Sonido (Comunicación audio visual hoy) en la Universidad Complutense, y
dirección escénica en RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) vive en
la actualidad en la pedanía de Segovia que en renglones anteriores he
mencionado, un lugar de la España vacía habitado por quince personas. ¿Por qué?
No creo que se deba sólo a la casualidad de haber pasado un tiempo allí mientras le
arreglaban una avería en su domicilio madrileño. Tal vez se refugió en ese lugar porque
dio un portazo silencioso a su vida anterior ya que no comprendía que los
profesionales de una cadena de televisión pretendiesen hacer comedia con él
estando amargados. Así que efectivamente: “Tiene gracia una desgracia” porque
es una pena para los espectadores haberlo perdido en esa faceta de pequeña y gran pantalla.
S. Lorenzo está considerado
un cineasta de culto que ha manejado todos los palillos del séptimo arte:
guión, dirección producción… que ha cosechado premios tan prestigiosos como el Fipresci (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica) él lo recibió en Londres por
su largometraje “Mamá es boba” (1999) en él se aborda el tema del acoso
escolar en una época en la que el terrible problema no era tenido en cuenta,
característica visionaria que le acompaña y que hace que se adelante a su
tiempo gracias a su agudísimo oído social. También le fue concedido el Premio Goya a la mejor
producción por el corto “Caracol, col col”, además obtuvo sendas nominaciones por
otros trabajos… el generoso internet os dará cuenta de sus logros que son
muchos, mientras utilizaré este rincón para hacer otra clase de inventario.
Lo
que intento decir es que tras este preliminar os preguntaréis, ¿por qué dejó de
hacer películas, y de generar riqueza y empleos en un país sin industria
cinematográfica para dedicarse a la literatura?, pues por una razón que suele
ilustrar con una anécdota en la que dos vascos van a recoger setas y uno de
ellos exclama: -¡Un Rolex!, ¡he encontrado un Rolex! -y el otro responde-: Patxi si vamos a setas vamos a setas, y si vamos a Rolex
vamos a Rolex.
Pues eso, que
Santiago Lorenzo no quiere forrarse a costa de tragar, y va a setas que
significa que va de ser él mismo sin que nadie le quite una coma. Pero en mi
opinión es muy triste lo poco que cuidamos en este país a los artistas y como
dejamos que sean mangoneados por otros que no lo son. Ya se sabe: "Poderoso caballero es don dinero".
De
manera que una novela puede comenzarla y terminarla como él desea y sin
injerencias, y en un pueblecito de la España vaciada se prescinde de lo
superfluo y de muchas compras innecesarias. Lo suyo, vuelvo a repetir, no va de
Rolex.
Pero
de su máxima felicidad no se ha privado: construye maquetas de juguetes, crea
pequeñas escenografías y objetos de los llamados imposibles que a menudo
aparecían en su cine, a veces me recuerda a Chema Madoz, por toda la poesía que ambos encierran en su
maravillosa forma manual y artesanal de crear.
Santiago
Lorenzo detesta que le califiquen como hombre renacentista por su capacidad
polifacética, pero lo es. Como os anunciaba se adelanta con su oído social parabólico y coloca a los personajes de sus libros, películas y cortometrajes
en medio de situaciones o conflictos sociales que mucho más tarde los demás
mortales comenzamos a atisbar.
En
la novela que nos ocupa, “Los asquerosos”, nos explica cómo, sin pretenderlo,
Manuel se encontrará en una encrucijada. El protagonista de 25 años, un
muchacho habilidoso e imaginativo para el arreglo de aparatos y pequeñas
averías domésticas -ya que desde niño pasaba mucho tiempo solo en casa y se las
tenía que arreglar- malvive en un cuchitril de pocos metros situado
en un edificio de antiguas oficinas adaptadas en ese momento como viviendas y
regentadas por un casero mezquino, el chico además trabaja a cambio de un
salario esclavo en una empresa de incidencias atendiendo quejas sobre errores
en las tarifas de teléfonos móviles, reclamaciones que los usuarios terminan
abandonando por aburrimiento e impotencia ante la falta de soluciones en la
rueda de llamadas que vuelven al punto de partida sin ningún viso de arreglo. Manuel
comprende que los jefes de dicha empresa estafan.
Desde
niño va acompañado de su destornillador –todo un canto a la artesanía, al
arreglo y la conservación-. Un buen día se levanta con la idea de comprar una
churrera pequeña en una ferretería cercana para darse el capricho del lujoso
festín de harina y agua, y sin olerlo ni comerlo es agredido sin haber llegado a salir de su portal por un antidisturbios que da por hecho que se ha refugiado para esconderse
porque participaba en la manifestación que transcurre en la calle. Como ya
habréis imaginado el protagonista se defiende de la somanta de palos y porrazos con el destornillador, y sale
huyendo sin saber el desenlace del policía, con la ayuda de su tío llega a un pueblo abandonado, y paradójicamente en su retiro anacoreta encontrará su lugar en el mundo y
descubrirá que vive completamente feliz en soledad hasta que llega una familia
de domingueros a la casa contigua para destruir la paz reinante y entonces se
ve obligado a mantenerse oculto como un topo mientras urde un plan.
La
verdad es que creo que no soy mochufa, en general al menos, aunque diga cariño
al dirigirme a otras personas sintiéndolo como una amabilidad sincera y aunque
haga alguna turistada que otra. Se sobreentiende que el autor critica el
postureo, el esnobismo, la ostentación hortera, el deseo de sobresalir sin
mérito, la falta de honradez y de escrúpulos, la banalidad, la estrechez de miras… en
definitiva: la indignidad que encubre la hipocresía. No soporta mentecatos que
se aprovechan de personas que no lo son. Pero he de confesar que en algunas
páginas del libro discutí con él porque yo tampoco aguanto a los despectivos
generalizadores que juzgan por el aspecto, dado que también hay mucha impostura
en algunos culturetas, y alternativos, gafapasta y paga fantas que aparentan ir
de lo mismo que va él, camaleones miméticos que no saben qué significa lo
que imitan pero que lo emulan muy bien. Y me pareció que el escritor estaba
cayendo en el mismo error que criticaba, pero me tranquilicé y me dije: cuidado
Pili que quien se pica ajos come. En fin, la intención de S. Lorenzo está clara,
aunque la venganza en el libro sea un poco bestia, y todos sabemos quiénes son
los señalados y por qué se la merecen. Se trata de no ser plaga, de no
corrompernos, de tener buen fondo, no de aparentarlo, de ser buena gente, de
atreverse a ser verdad, de defender lo que es justo y de cuidar el espacio que
habitamos.
La
novela está muy bien resuelta en todos sus cabos, se nota que el autor sabe
manejar con destreza varias disciplinas. La ironía que rezuma tiene la medida
justa y es agridulce porque a veces el sarcasmo en mi opinión -naturalmente subjetiva- es el subterfugio
cobarde que esconde una maldad gratuita y amargada repleta de envidiosa
frustración que sólo busca sobresalir, situarse por encima del otro para sentir
vanidosa superioridad… y no es este el caso; sin duda la novela “Los
asquerosos” es el destilado cabreo de un hombre bueno, y no olvidemos que el
fin último del ser humano es alcanzar la bondad que está incluso por encima de
la sabiduría, pero el precio que hay que pagar para llegar a la meta es la
humildad y este creador la tiene a espuertas.
La
voz social e íntima de Santiago Lorenzo es nueva, bonita e inclasificable,
aunque a veces trae pícaros ecos lejanos del siglo de oro en su espléndido lenguaje.
Un
abrazo y hasta el próximo encuentro.
Pili
Zori.
Me ha encantado este libro desde el principio, por su originalidad, por su peculiar y amplio vocabulario, pero sobre todo por su grandísimo y clarísimo mensaje.
ResponderEliminarQuizá haya detalles de la trama menos creíbles para algún lector,...que si el motivo de la huida, que si cómo se suministra de alimentos, que si cómo consigue la luz.....a mí particularmente me parece de un gran ingenio, pero todos estos detalles quedan en un segundo plano ante el gran mensaje del libro.
Yo personalmente me quedo con dos grandes temas protagonistas. Primeramente el consumismo feroz en el que vivimos atrapados. El autor nos lleva a la más extrema austeridad para que la comparación con nuestras "necesidades" sea más exagerada, pero a mí me ha hecho pensar cómo nos captan con la publicidad, con lo bonito que nos presentan todo en las grandes superficies, cómo nos hacen pensar que necesitamos un móvil de setecientos u ochocientos euros, cómo para sentirnos guapos necesitamos el perfume más caro y así un largo etcétera. Cuánto mayor es el gasto en publicidad comparado con el gasto en cuidar el medio ambiente que es lo realmente importante aunque no seamos capaces de ver que es donde reside nuestro futuro???? Me parece que cuando nos hablan del cambio climático pensamos como niños pequeños a los que les amenazan con que si no desayunan no habrá cuento por la noche, lo vemos como un futuro tan lejano que no nos lo terminamos de creer.....
Como segundo gran tema del libro, la sociabilidad y la necesidad de ella....En mi opinión somos seres sociales, necesitamos y además nos gusta estar rodeados de gente, pero claro, lo idea sería quedarnos sólo con la gente válida, eliminar la "mochufa" de nuestro alrededor, pero eso es imposible, todos somos un poco mochufas en algún aspecto, yo me incluyo.
Veo una parte de la sociedad muy egoísta, hay personas que no consienten que se les diga que por favor recojan la caca de su perro cuando ha defecado en la acera delante de tus narices porque "tú quién eres para decirme a mí lo que tengo que hacer", "a ti que te importa".....claro que hay verdaderos asquerosos en la sociedad.
A veces decimos que tal o cual persona "no vale para vivir en sociedad" porque "no sabe comportarse" según las reglas básicas de educación o respeto, pero en el caso de Manuel el personaje del libro, pienso que es él quien No Quiere vivir en sociedad porque no soporta cómo la sociedad se comporta.
Magnífico libro.
Un saludo Pili.
Marta Torrequebrada
Queridísima Marta. Qué extraordinaria reflexión me regalas y le obsequias a este rinconcito, eres un lujo para mi pequeño espacio que también es el vuestro. Te agradezco mucho la aportación. Te q m. Pili Zori
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