"LA BUENA ESPOSA", película de Björn Runge


Aviso: aunque no hay spoiler se pueden deducir algunas claves y no es mi intención destripar los elementos sorpresa. Quienes siguen el blog ya saben que es más interesante adentrarse en él después de ver las películas que comento o de haber leído las novelas de las que hablo.

Interpretación sublime como todas las de Glenn Close, nadie mejor para transparentar tras el disimulo, y por debajo de la contención y del control, los verdaderos y volcánicos sentimientos reprimidos, y el logro es que consigue transmitirlo con una milésima de pestañeo, o elevando apenas dos milímetros una comisura de los labios, y ahí está el director Bjön Runge para captarlo con la boca abierta y sin respiración al igual que el espectador; pero el resto de actores y actrices del elenco no se quedan a la zaga. Annie Starke hija de John Starke y de Glenn Close en el papel de Joan Castleman –la esposa cuando era joven- está perfecta; no sé si resultó ventaja o inconveniente ser madre e hija fuera de la ficción, al fin y al cabo son papeles que posiblemente nada tengan que ver con ellas en la vida real ni con su vínculo, pero ambas consiguieron la magia de la simbiosis para fundirse en una misma persona, en una misma mujer, ya que cada vez que tras una evocación aparece el flashback el espectador no siente que se rompa la fluidez, ni se sale de la protagonista madura para introducirse en la joven, no tiene duda de que está ante la misma mujer, el público ni siquiera nota el cambio de tiempo porque en esos momentos lo que la pantalla refleja en línea recta y directa es el origen del que parten los sentimientos de Joan en la madurez, en el presente, y la costura de esas idas y venidas va uniendo las piezas  que dan como resultado la estructu­ra del filme, y es la primera vez que contemplo esa forma de construir dado que los flashbacks en cine suelen ser incisos, ayudas para la comprensión del pasado pero no conforman el edificio en sí mismo, un inmueble sustentado en los recuerdos, y  también es la primera vez que observo que dichas invocaciones son el hilo conductor, por ello las idas y venidas hacia atrás y hacia delante en este caso no suponen un recurso.
El papel de David Castleman lo crea Max Irons, hijo de Jeremy Irons y supongo que de algún modo los sedimentos de un actor que es hijo de otro artista del mismo gremio nutren al personaje ya que bien podría ser un “hijo de…” eclipsado por la estrella, como ocurre dentro de la película, aunque dicha afirmación es una osadía por mi parte puesto que cuando eres un gran actor o una gran actriz te conviertes en el personaje que interpretas y si toca que te has enamorado del señor que tienes enfrente aunque en la vida real sea tu padre pues en la ficción no lo es, o si toca que tengas que asesinarle no es necesario que fuera de la pantalla le detestes, (sólo son ejemplos escogidos al azar que nada tienen que ver con la historia que se narra en La buena esposa, los pongo para que se sobreentienda que un actor puede interpretar cualquier papel sin que le influya su vida personal). A saber de qué magmas se nutren los actores, escritores… artistas en general, yo misma no lo sé, y perdón por la inmodestia de incluirme en el gremio, pero es lo que hay, es lo que soy en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en el fracaso y en el éxito, hasta que la muerte nos separe, porque la necesidad de escribir no se puede remediar, y aprovecho esta injerencia para enlazar y decir de paso que en la película la literatura es un veneno irrenunciable y que nadie tiene derecho a amordazar el talento.

El largometraje comienza cuando el matrimonio Castleman recibe la noticia de que a Joe (Jonathan Pryce) le han concedido el Premio Nobel y vemos en el rostro de Joan todos los sentimientos ambivalentes, agridulces y contradictorios que resumen una vida entera. Una vida que hoy con la perspectiva  del tiempo nos podemos permitir el lujo de poner en cuestión -el filme contiene un misterio y el gotero de las sorpresas va dejando los rastros de lo que finalmente es un secreto a voces- pero no hay que olvidar que cuando Joe y Joan se conocen transcurren los años cincuenta del siglo XX y en aquel tiempo todo absolutamente todo en todas y cada una de las sociedades occidentales se confabulaba para crear una línea de pensamiento en la que lo “lógico” era que las mujeres fuesen satélites del hombre y girasen alrededor de su astro, si queréis comprobarlo visitad de nuevo películas y series de aquella época y veréis como Doris Day recibía a su marido con una copa de cóctel en una mano y las zapatillas en la otra preparadas para que descansara el guerrero al llegar al hogar, eso sí, hecha un brazo de mar, la casa impoluta y los niños acostados para que el papá no fuese molestado y les depositase tan sólo el cálido beso de buenas noches. Que muchas mujeres lucharon por cambiar ese orden, totalmente cierto, ahí está por suerte la historia para contarlo, pero también es cierto que tantas otras ni siquiera tuvieron la lucidez de pensar que pudiera existir una forma de vida distinta; en un ambiente en el que estaba institucionalizada la idea de que los talentos eran potestad de los hombres pues tampoco todas ellas tenían madera de heroínas para contrariarla, mujeres premio nobel de literatura que yo sepa en los cincuenta…  Selma Laguerlof lo recibió en 1909, Gabriela Mistral en 1945, Nadine Gordimer en 1991, Toni Morrison en 1993, Doris Lessing en 2007, Herta Müller en 2009, Alice Munro en 2013 y Svetlana Alexievich en 2015… como veis no hace falta ser una lumbrera para calcular los años entre una concesión y otra y observar a partir de qué fechas comienzan a recibirlo mujeres, ¿qué pasa que no había magníficas escritoras durante esos huecos enormes, y en cada uno de los 194 países que componen nuestro mundo? ¿Asoman ahora de repente como las setas después de la lluvia? Lo que intento decir es que es fácilmente deducible el modo de pensar preponderante, por eso la protagonista de “La buena esposa” va evolucionando al paso de la vida y junto a las demás, pero para cuando toma conciencia, ella y su talento son prisioneros y la cadena y la sombra son perpetuos.
La película, basada en la novela de Meg Wollitzer, cuyo guion adaptó magistralmente Jane Anderson, suscita muchos debates en cuanto al análisis de las conductas femeninas y su orden de prioridades, amor, familia y desarrollo personal, hace que pienses en los componentes que conducen a la sumisión  elegida en apariencia… pero está bien que se desmenucen los ingredientes y nos los pongan frente a los ojos porque lo fácil es juzgar. Las mujeres no tenían sueños propios, salvo si los realizaban en el hueco que quedase después de atender las necesidades de los otros.
Jonathan Pryce está genial en un papel poco querible que sin embargo su pericia conduce a la comprensión e incluso a la compasión, también él es hijo de aquel tiempo en el que se produce la impostura, un tiempo en el que quien estaba subido en el burro de los privilegios no se iba a apear, sin embargo queda atrapado igualmente en la dependencia cuando se apagan los oropeles, el matrimonio ha formado un tandem a la inversa.
Y Christian Slater interpretando al periodista Nathaniel Bone representa el puente, la transición hacia la verdad y el deseo de que florezca, pero ella, Joan, siente que sólo le debe explicaciones a sus hijos y decide que éstas se queden para siempre en el territorio interior de lo doméstico. Salvará así la memoria de su esposo y a David de la inútil y humillante búsqueda de aprobación del padre.
El espectador tendrá que dilucidar sobre cuánta verdad y cuánta mentira alberga la impostura, reflexionará sobre si es necesario el reconocimiento o si basta con saber en la sombra que eres capaz, aunque el mérito se lo lleve otro, se preguntará hasta qué punto se mide la injusticia si renunciando a tu nombre te has beneficiado de lo crematístico… entre otros de los muchos interrogantes que la película plantea.
La buena esposa demuestra que no hacen falta las grandes superproducciones para conseguir joyas. Es verdad que no hay nada nuevo bajo el sol y que todo está escrito, pero con las mismas perlas se pueden hacer muchos collares distintos, en eso consiste el arte.
Un abrazo y hasta el próximo encuentro.
Pili Zori

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