"AZUL OSCURO CASI NEGRO", película de Daniel Sánchez Arévalo

Es un estado de ánimo además de un traje, nos dice el cineasta Daniel Sánchez Arévalo, autor de insólita sensibilidad para explorar en los pliegues más recónditos del inconformismo, en los verdaderos y legítimos deseos que se topan contra barreras de cristal como la del transparente escaparate que separa al protagonista de ese inalcanzable traje que tantos significados tiene y que habla de distancias invisibles pero reales, y de destinos escritos de antemano que favorecen a unos y perjudican a otros sin la participación de los implicados.
Jorge (Quim Gutierrez) veinteañero, escapaba de sus circunstancias cuando Andrés, su padre (Héctor Colomé) le encuentra a punto de prenderle fuego al contenedor de basura de su comunidad de vecinos en la que trabaja como portero, corre tras él, pero en el instante mismo de la huida hacia la independencia y después de haber explicado al padre sus verdaderos planes en pos de su destino a través de una tapia, el chaval escucha tras la gruesa barrera que acaba de saltar, cómo su progenitor sufre un infarto cerebral que le obligará a cuidarle y además a sustituirle en la portería. Tras la elipsis de siete años vemos que Jorge también ha podido licenciarse en ciencias empresariales sin abandonar  dicho trabajo ni el cuidado de Andrés. La madre fallecida se hará presente en la confusión del padre como si estuviera viva, la enfermedad le desinhibe y cree que Natalia (Eva Pallarés) -la novia de Jorge desde la infancia- es su esposa. Durante la escena en la que la chica le corta el pelo vemos pequeñas actitudes despóticas que nos indican cómo era el trato de Andrés hacia su mujer.
Mientras tanto Antonio el hermano de Jorge (Antonio de la Torre) cumple condena y en el penal, gracias a que se apunta para participar en una obra de teatro, conoce a Paula (Marta Etura) una muchacha maltratada por otras reclusas que quiere quedarse embarazada para que la trasladen al pabellón de maternidad y así poder librarse de las agresiones, más adelante sabremos que hay también una razón más profunda y de gran peso para desear ese hijo.
Antonio le hará una petición insólita a su hermano: que le sustituya en el bis a bis y que la deje embarazada en su lugar porque él no puede. Antonio quiere con toda su alma a Paula, lo aclaro para que el espectador entienda la generosidad tanto por lo que se pide como por lo que se entrega, naturalmente el conflicto está servido.

En el mismo bloque de viviendas en el que Jorge es portero vive Israel (Raúl Arévalo) su mejor amigo desde la niñez. Israel en la azotea se entretiene con unos prismáticos viendo lo que ocurre en las viviendas de la comunidad de vecinos de enfrente, así termina interesándose por los clientes de un masajista que no se limita a la terapia muscular. Un mal o buen día –según se mire- comprueba que entre dichos clientes está Fernando (Manuel Morón) de ese modo tendrá que asumir la posible homosexualidad o bisexualidad de su padre y también la suya.
La película plantea debates para los que aún no se habían encontrado palabras y en todos ellos coloca la dignidad junto a cada uno de los personajes, dignifica los dos triángulos amorosos que surgen –Paula, Jorge, Natalia, o Antonio, Paula y Jorge- enaltece la amistad subiéndola a la azotea, denuncia que un gran currículum no sirve por sí mismo ya que sigue habiendo un sentimiento gregario, subterráneo y mafioso que antepone el origen y la cuna.
El largometraje habla de prejuicios de ida y vuelta en cuanto a la posición social que los personajes ocupan, tanto por sentimiento obrerista como de burguesía. Natalia en este caso es injustamente tratada por Jorge dado que la sitúa sin reflexionar entre la clase dominante, ella le sacará de su error ya que también tiene un trabajo precario de bajo sueldo en el que es explotada…
Natalia no siente que pertenezca a una clase distinta a la de Jorge, ni que haya participado nunca en humillarle desde una posición preponderante, pero a Jorge le vistieron cuando era niño con la ropa que desechaban los vecinos, y en una ocasión llevó puesta una camiseta de ella. Para Natalia el detalle es tierno, divertido y meramente anecdótico, no así para Jorge que lo recuerda como un estigma. A menudo tendremos en pantalla la imagen de una columna u otros elementos de separación indicando al espectador que ambos personajes están colocados en espacios distintos, aparentemente enfrentados o antagónicos. Comprobaremos cómo mientras ella viaja y le envía postales él mira el mundo exterior sin salir de casa a través del ventanuco de un sótano y desde ese rectángulo de pared que enmarca su cama adosada en el que pega esos parajes que ella le manda y todos los recuerdos que configuran su relación, la diferencia queda así establecida, finalmente él se deshará de todas las fotos que volcará a los pies de Natalia desde ese contenedor comunitario que siempre aparece en sus decisiones cruciales utilizado como arma arrojadiza, el pasaje nos muestra de ese modo el punto de inflexión que marca los cambios y decisiones que el protagonista está experimentando, no obstante al público de la sala le queda claro en su butaca que el escollo podría salvarse si él estuviera realmente enamorado de Natalia, y la verdad por dura que sea de explicar se abre paso.
El amor y paradójicamente la libertad surgirán en el bis a bis de la cárcel junto a Paula. la “novia” de su hermano. De nuevo el director coloca lo importante en el interior de las personas que es donde se producen las transformaciones y no en los exteriores.
Ana (Ana Wagener) la madre de Israel está al tanto de las andanzas de Fernando, su marido, también en este caso se nos abre un debate suculento, ¿la homosexualidad puede esconderse en el matrimonio?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿para tener hijos y familia sin dificultades ni enfrentamientos o presiones sociales?, ¿puede surgir la tendencia una vez dentro de dicho matrimonio?, ¿es más honesto ir a cara descubierta y forzar que la sociedad admita?, ¿es una cuestión de valentía o cobardía salir del “armario” o quedarse dentro cuando tienes formado un hogar?, ¿hay diferencias en el planteamiento si la misma situación se produce en un ámbito heterosexual?, ¿o se trata de lo mismo? Todas estas preguntas y más se las hace el espectador.
En la intimidad de cada piso se dirimen los ganadores, los perdedores, los héroes, los antihéroes, los secretos, los infiernos y los paraísos domésticos, cada uno de ellos con sus poderosas razones de enfrentamiento o adaptación, de ruptura o aceptación, hay muchas formas de ser, de estar o de amar y ni el director ni yo vamos a juzgarlas. Sánchez Arévalo se limita a mostrar el mosaico de retratos físicos y anímicos, y su mirada es cariñosa con los seres atrapados en circunstancias adversas.

La película es bellísima a la hora de expresar los sentimientos encontrados que no tienen por qué ser contradictorios: Jorge ama a su padre, pero la enfermedad le atrapa, todos los que nos hemos visto en esa tesitura sabemos de lo que hablamos, la escena de la manguera para el aseo que contemplamos en el patio de la pantalla es equivalente a la palangana grande casi plana en la que colocas de pie a tu madre o a tu padre porque ya casi no tiene movilidad y no puede entrar en la ducha o en la bañera y así, bien agarradito o agarradita a algún saliente de la cama o de algún mueble le vas lavando con una regadera llena de agua agradable y caliente porque tú sí puedes moverte y te conviertes en bicéfala con su cabecilla y la tuya juntas como siamesas, te vuelves sus pies, sus manos, su mente… y al igual que hace Jorge le dejas sujeto o sujeta viendo algo en la tele para que no se caiga mientras has de ausentarte irremediablemente porque en ese momento del día nadie más te puede sustituir o socorrer, y la escena para el profano puede resultar cruel pero no para quien la entiende -una silla de plástico es lavable- y tiene el derecho de lanzar un manguerazo de realidad al rostro de quien la mira.
La imaginación se agudiza e inventas montones de recursos eficaces de los que podrían aprender geriatras, ministros, y responsables de sanidad si preguntasen a los invisibles cuidadores atrapados en su propia casa, gerifaltes que tienen dinero para mirar hacia otro lado mientras extraños les limpian el culo a sus padres.
El film rezuma honradez por los cuatro costados y es una lección de amor y de integridad integradora, no me extraña que cosechara tantos premios (cincuenta en festivales internacionales y tres goyas aquí) porque identifica, porque te abre a la comprensión, porque analiza sin dogmas, porque respeta, y todo ello lo hace buscando la verdad interior que es la que más asusta.
Me agrada especialmente que aclare el hecho de que a pesar de que la vida se mueva en círculos y parezca que vuelves al mismo sitio en realidad no es así, porque cuando recorres la espiral completa aunque regreses al punto de partida ya no eres el mismo o la misma, en el camino se ha producido el cambio y nada tiene que ver con el lugar, por ello que el protagonista finalmente opte por trabajar en una portería distinta pero con traje me parece una seña de identidad muy precisa porque como ya hemos dicho otras veces la dignidad se la da la persona al trabajo, no el trabajo a la persona y en esa segunda oportunidad sí elige continuar. Igualmente me parece bien que Sánchez Arévalo no presente el amor como un proyecto de futuro duradero ni como la redención de todo mal, sin que por ello le reste credibilidad; Paula y Jorge se aman, dentro de la cárcel, fuera no sabemos, la pregunta queda sin contestar.
El elenco de actores es inmejorable, auténticas estrellas españolas por las que siento un gran orgullo, el tono elegido es suave, que siempre es la forma más potente de dar gritos y de que estos penetren en nuestra dureza de oído. La extraordinaria música es del compositor Pascal Gaigne. La limpia, nítida, luminosa y acariciante fotografía es del artista Juan Carlos Gómez y el maravilloso guión -no sólo por la parte visual, también por la literaria- del que no hay que perderse ni un solo diálogo naturalmente es de Daniel Sánchez Arévalo. El detalle de alejarse con la cámara cuando Natalia por un lado y Antonio por otro se están rompiendo, nos dice hasta qué punto este extraordinario director valora y respeta la intimidad, son dos escenas de una fuerza y delicadeza extremas, los enlaces del pespunte de todo el film son perfectos, Natalia y Jorge miran a la cárcel, y en la cárcel se está produciendo la mismna revelación que abrocha, que une, que vincula... el posterior abrazo entre Antonio y Natalia también es bellísimo.
Azul oscuro casi negro es una película preciosa realizada por un elegante de corazón a quien le estoy profundamente agradecida.
Un abrazo y hasta el próximo encuentro con el cine o con los libros.

Pili Zori 

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