Inquietante
serie de televisión sobre el poder de los servicios de inteligencia,
especialmente los de la CIA.
Confieso
que al comenzar a ver este magnífico thriller
psicológico basado en una idea original israelí saltaron un poco mis alarmas.
De inmediato me pregunté ¿a ver a quienes les atribuyen el papel de malvados,
con la que está cayendo?
Cuando
pienso en el conflicto israelí y palestino lamento profundamente la injusticia
e inevitablemente me inclino a favor de quienes fueron expulsados de su tierra con
la actitud de “quítate tú para que me ponga yo y si no lo haces la emprendo
contra ti con todas las armas que poseo, y que no se te ocurra llevarte nada
porque todo cuanto hay aquí ahora me pertenece”. Me parece increíble que gentes
que sufrieron el holocausto nazi tengan ese comportamiento tan egoísta, cruel y
abyecto, pero todavía comprendo menos por qué se consiente desde el “Imperio”
en complicidad con todos nosotros -los estados miembros de la ONU.
No
soy beligerante, ni estoy a favor de la violencia, tampoco de la palestina, ni
creo que el mundo oriental sea un dechado de virtudes, evidentemente tampoco el
occidental lo es. Sólo intento explicar el origen del conflicto aunque sea de
un modo tan simple. Hace poco alguien muy querido refiriéndose a dicho combate
desigual decía: “…es como si aquí ante un atentado de ETA el gobierno para
responder bombardeara a todo el país vasco”.
Creo
que actualmente hay tecnología de alta precisión y los conocimientos
científicos necesarios como para ir directo a los objetivos singulares sin que
tengan que caer indiscriminadamente tantos y tantos inocentes, personas con
rostros, con proyectos de futuro, con familias, con sueños, con deseos de
prosperidad…
Pero
la prosperidad de un pueblo requiere paz, la industria armamentística no, o qué
otra cosa puedo pensar ante una contienda que se podría haber evitado de un
plumazo hace un montón de años, que se podría haber solucionado incluso de
forma cartográfica, salomónica me atrevería a decir: mitad del territorio para
unos y mitad para los otros (se sobreentiende que me refiero a un reparto
equitativo de espacios, de las pormenorizaciones que se ocupen los demógrafos y
demás expertos que para eso están). Ambas partes dejarían el pasado atrás y
comenzarían a construir convivencia partiendo de cero. Pero nadie arbitra, no
interesa, así que seguiremos viendo como caen a nuestros pies muertos y más
muertos sin que nos sintamos responsables.
No
obstante tras esta reflexión tan rudimentaria examiné mis prejuicios y me dije
“Son los artistas de un país quienes mejor bucean y exploran analizando con
voces críticas los problemas que les aquejan y a menudo introducen el dedo en
la llaga, ¿por qué habría de ser tendenciosa y propagandista la serie
israelita?
No
tendré la ocasión ni la suerte de ver Hatufin –así es como se titulaba esta obra
allí- cuyo autor fue Guideón Raff. Hatufin fue la idea
original en la que se inspiró Homeland porque como ya he dicho otras veces en
este mismo blog las empresas cinematográficas y televisivas americanas tienen
la costumbre de apropiarse de lo que les gusta pensando que pueden mejorarlo al
hacerlo suyo, en vez de potenciarlo divulgándolo como hacemos por estos lares,
la autoría es la autoría y merece un respeto. En la serie americana el conflicto
se sitúa en Irak y en relación con Al-Qaeda.
En
cualquier caso descubrí como en tantas otras ocasiones que también los Estados
Unidos pueden presumir de sus grandísimos artistas porque Howard Gordon y Alex Gansa me han dejado sin aliento. Creo que esta
serie es necesaria en todo el oriente y también en todo el occidente, que el
nivel de compromiso y la valentía que el equipo al completo ha tenido es para
descubrirse y que todos han puesto a prueba sus límites en este extraordinario
e insólito trabajo de firma muy personal que no se parece a ningún otro.
Sé
que los más sesudos le han encontrado fallos geográficos a la tercera temporada
y algunos detalles inverosímiles, errores quizá debidos a la muerte de uno de
los guionistas, Bromell, hijo de un agente de la CIA destinado
en Oriente próximo, pero sinceramente pienso que no afectan al discurso sino a
la ambientación, son equivocaciones documentales para eruditos que en este caso
en concreto perdono con gusto permitiendo la licencia creativa, aunque está bien
que se reflejen, ya que no es la primera vez que cuando el cine americano sitúa
algún film en nuestro país, coloca los sanfermines en Sevilla y se queda tan
ancho, lo mismo le debe ocurrir en otros con otros puntos del mapamundi, pero
bueno, tampoco alardearemos porque también a nosotros nos cuesta aprender la
situación geográfica de sus estados, y los matices culturales diferenciadores.
Como ya he dicho otras veces viajar debería estar subvencionado.
Disculpad
el inciso. Prosigo con la labor de los intérpretes: No encuentro palabras para
describir el extraordinario trabajo de los actores en el que no hay papel
pequeño, pero el de los protagonistas Claire
Danes y Damian Lewis es
inigualable y mira que he visto cine e interpretaciones sobresalientes a lo largo
de mi vida, pero nunca había asistido a un aguante del primer plano de ese
calibre. Ellos lo sostienen a milímetros de distancia y durante tanto tiempo
que apabulla, es como si la cámara se quedase boquiabierta olvidándose de
moverse sin dejarles resquicio para que se agarren a los recursos o a las
muletas del oficio, y ese alarde confiere a los dos actores el respeto de la
profesión y el de los espectadores de por vida. La ambivalencia de Brody
reflejada precisamente en los gestos impertérritos con los que ha de encubrirse
conlleva un trabajo de contención explosiva y ambivalente difícil de igualar, y
la bipolaridad de Carrie con el ritmo y la evolución del in crescendo tan sutil queda para los anales de la historia
cinematográfica, ver a la actriz llevar esa rienda con el ritmo justo que
requiere y con el delicado equilibrio de un funambulista sobre el alambre me
hizo pensar que era muy difícil que los espectadores estuviéramos a la altura
de la sensibilidad que se necesita para saber apreciar su trabajo, pero aún hay
otra vuelta de tuerca más: contemplarlos a ambos juntos perfectamente
compenetrados y expresando su amor imposible incendia la pantalla.
A
menudo las escenas de amor en otras obras se incluyen como señuelo, y casi
siempre se consideran la parte rosa o sexual. A veces cuando alguien te dice
que eres romántica al escribir de inmediato captas el tufo peyorativo. Pues
bien, en el caso de esta magnífica serie aplaudo hasta con las orejas por darle
al amor el respeto y la dignidad que merece puesto que es el motor que mueve el
mundo al igual que el desamor, preguntad si no a cualquier persona de éxito ¿a
quién dedicas tus logros?, si es sincera confesará que siempre tiene a alguien
en la cabeza y en caso de desamor la exclamación será: “¡Para que te enteres de
lo que te has perdido!” y en el caso de amor: “¡para que estés orgulloso u
orgullosa de mí!”.
Hay
escenas de intimidad complejísimas para un actor como la que protagonizan Brody
y su esposa (Morena Baccarin).
Nicholas Brody ha estado ocho años metido en un zulo desahogándose en solitario
con su imagen y una vez frente a ella sólo puede hacer lo mismo; la
masturbación me remitió a otra secuencia dura de la película “El expreso de
media noche”. En el pasaje en el que Saúl (Mandy
Patinkin) y sus hombres escuchan el prolongado orgasmo de Carry y Brody no
puede haber un silencio más elocuente, todos quedan abrumados ante la fuerza y
la potencia de lo que están oyendo, el rostro de Peter Quinn (Rupert Friend) explica toda la grandeza
de ese amor sin futuro al que él aspiraba.
Me
pareció un acierto transgresor extraordinario que una agente de la CIA fuera
bipolar y que su capacidad, talento y entrega la convirtiera en alguien
prácticamente imprescindible porque todos somos sociedad, y a todos se nos debe
respeto y el derecho a encontrar nuestro lugar en el mundo y a desarrollarnos
en él, los trastornos mentales ni son peligrosos si están bien tratados ni
excluyentes, despreciar y desaprovechar las capacidades de las personas
valiosas es de necios.
Otro
de los logros para mí es la explicación redentora que Carrie le da a Nicholas
sobre cómo Abu Nazir (Navid Negahban)
le destruyó primero para después reconstruirlo entregándole incluso a un hijo
para que lo amara. El análisis es absolutamente necesario porque si se
comprende cómo se origina un cáncer no sólo podremos extirparlo, también
conseguiremos erradicarlo. Creo que entender cómo se recluta a alguien para que
se convierta en un terrorista es tan importante como condenar el terrorismo.
Hasta
ahora sólo había conocido a un escritor que buceó con valentía en ese pozo, en
ese difícil terreno inexplorado intentando adentrarse en los vericuetos del
terrorismo nuestro, aunque todos están cortados por el mismo patrón, ese autor
vasco es el dignísimo Bernardo Atxaga con sus novelas “El hombre sólo” y “Esos cielos” ahora también me alegro de poder
añadir a los autores de Homeland, Howard Gordon y Alex Gansa además de a todo
el equipo de guionistas, creo que su incursión en ese campo tan difícil ha sido
honrada, bien intencionada, crítica y muy valerosa.
Mientras
seguía la serie con avidez capítulo a capítulo iba sintiendo un miedo atroz.
Vislumbrar hasta qué punto estamos controlados aterra. Comprender la magnitud
del poder tan absoluto para hacer y deshacer, encubrir o destapar que tienen
los servicios de inteligencia y como podrían llegar a ser nuestros dueños
asusta mucho. No olvidemos que el terrorismo también puede ser de Estado y la
serie no elude tocar el tema también bajo ese prisma.
Como
es lógico no estoy defendiendo a Brody porque siempre hay opciones aunque sea
eligiendo perder la vida antes que quitársela a otros protagonizando un
atentado, la serie tampoco lo redime. Pero me descubro frente al mensaje,
Nicholas Brody es el gran perdedor, la marioneta a la que hacen pasar por cada
uno de los círculos del mal, a veces es imposible mirar hacia la pantalla
porque no cabe tanto sufrimiento en una sola persona y es bueno que veamos el
proceso de captación porque aunque espero y deseo que no, quién sabe si todos
seríamos reclutables tras la manipulación inteligente y cruel. Incluso el final
es enormemente digno ya que no han dibujado un cadalso de glamurosa tragedia
cinematográfica, el realismo es brutal y por tanto más impactante para entender
cómo termina quien se sube a ese tren, porque a Brody lo suben, pero tiene unas
cuantas paradas en las que elige no bajarse, el lavado de cerebro es considerable,
pero no justifica.
Sé
que va a haber una cuarta temporada, espero que no se equivoquen, para mí no es
una película de espías con agentes dobles sino un análisis profundo de las
malas decisiones políticas y de sus consecuencias mundiales, así que yo la
acabaría ahí.
Nunca
dejará de admirarme cómo los actores son capaces de salirse del papel cuando
termina el rodaje, para ambos –Claire Danes y Damian Lewis- dar vida a sus
personajes tuvo que ser como asomarse al abismo de la depresión, es muchísimo
lo que se les pidió y más del triple lo que nos entregaron, no sé si nos
merecemos un trabajo tan difícil y delicado.
Mirar
las cosas desde fuera es fácil, condenas y sigues con el postre frente al
telediario, cuando las ves desde dentro poseyendo todos los datos ya no juzgas
tan a la ligera como lo hacen en las tertulias televisivas de turno.
Homeland da para hablar durante páginas y más páginas, pero
resumiré agradeciendo que su arte no sólo me entretenga sino que también me
transforme.
Un
abrazo y hasta el próximo encuentro.
Pili
Zori
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