Acabamos
de terminar en el club de literatura esta singular novela. Siempre que llevamos
un libro de Javier Marías se produce
una catarsis, mis compañeras comparten los pensamientos y deseos más
recónditos, esos que no se muestran a nadie, o cuentan las experiencias más
duras e íntimas de sus vidas, confiesan los instintos a los que en determinados
momentos habrían dado rienda suelta... Y llenas de asombro exclaman “Este
hombre te lee la mente, cómo es posible que tenga ese grado tan enorme de
empatía sin haber pasado por las vivencias que relata”.
Todavía
recordamos “Un corazón tan blanco” y
“Mañana en la batalla piensa en mí” y
eso que ha llovido desde entonces. Hubo un antes y un después de esos dos libros. Estábamos
aún en el comienzo de nuestra andadura, o más bien entrando en la meseta
-llevamos diecisiete años juntas en ese doble objetivo de
desarrollo personal y literario- y fue entonces cuando noté de forma palpable
que el grupo se cohesionó. De algún modo supe que después de aquellas sesiones
se establecieron acuerdos tácitos que significaron: lo que en club se habla en
club se queda, y esos vínculos se produjeron tras aquellas frases que nunca
olvido. Una de mis compañeras dijo: “cuando mi marido murió y llegó el amanecer
me pregunté con rabia ¿por qué siguen cantando los pájaros, por qué siguen
pasando los coches si él ya no está?, y tengo mucha envidia de mis amigas
porque ellas tienen a sus maridos y yo no”. Como veis aquel desahogo de
entonces tiene mucho que ver con parte del leitmotiv de “Los Enamoramientos” de hoy y de las constantes de la obra del
autor. Noté visiblemente cómo le rodeó el círculo de energía con el
que la circundamos. Otra, al hilo de los debates en los que intentábamos evitar
el dogmatismo y valorar en la misma medida a las
compañeras creyentes y a las que no lo eran, exclamó “¡A mí no me digáis que
Dios no existe porque yo tengo que volver a ver a mi hijo!”. Si en algún
momento habíamos utilizado la creencia o el ateísmo como armas arrojadizas es
evidente que dejamos de hacerlo y le dimos el verdadero significado a la
palabra respeto. En “Los enamoramientos”
se plantea en hipótesis el regreso de los que murieron y cómo sería el
reencuentro, ¿molesto ante una nueva vida construida ya sin él o sin ella? llegamos a la conclusión de que las parejas o los padres quizá no
fueran del todo bienvenidos según el caso, los progenitores por ejemplo, si cuando se fueron no eran
jóvenes y estaban deteriorados, porque volver a luchar por un padre o una madre con alzheimer o enfermedad
terminal es muy duro, o si la pareja fue o no buena, o aún
siendo perfecta el vivo podría haber comenzado otro idilio sin que ello ofendiese a la memoria del fallecido, -en el club hay viudas, divorciadas, con nueva
pareja o sin ella, solteras…- pero añadimos sin embargo que un hijo siempre sería bien
recibido, en cualquier tiempo a cualquier edad y en las condiciones que
estuviera. El autor habla de roles sustituibles, no de personas, las personas
somos únicas y un hijo no es un rol y, aunque tengamos más, ninguno de los
otros podría ocupar su lugar. En aquella especie de premonición que hacía nuestro
club ya estaba el germen, porque como he dicho esos comentarios o reflexiones
surgieron por las novelas “Un corazón tan blanco”
publicada en 1992 y por “Mañana en la batalla
piensa en mí” editada en 1994, -aunque las leímos un poquito después de que salieran
a la venta, en 1996 creo recordar-. No hay ningún escritor que explore la
pérdida y lo que se siente ante ella -con lo bueno y con lo malo, sin omitir
ninguna etapa del duelo- mejor que Javier Marías.
Sus
constantes siempre giran en torno a la información y a su manejo, al poder que
da saber, y al dilema que supone haber obtenido dicho conocimiento por escuchar
lo que no querías puesto que los oídos no tienen párpados que puedan cerrarse, como ocurre
en la escena de “Un corazón tan blanco”
en la que a través de la pared de la habitación de un hotel el protagonista
escucha algo que nunca habría querido oír, mientras cuida de Luisa ligeramente indispuesta en su
viaje de novios, (me gustaría preguntarle por ese nombre con el que
reiteradamente bautiza a sus personajes femeninos, en “Los enamoramientos” vuelve a aparecer, siento curiosidad) o en otro pasaje del mismo
libro, el que se produce durante la traducción entre dos políticos –supusimos que
Margaret Thatcher y Felipe González aunque no les nombrara-: en ese fragmento el
intérprete simultáneo decide cambiar una frase por una pregunta detentando así
el poder que dará un giro a la relación entre los mandatarios y también a los acontecimientos
internacionales.
Es
cierto que Javier Marías además de escritor es traductor, en 1979 obtuvo el
premio nacional en esa disciplina por “La
vida y las opiniones del caballero Tristan Shandy”. Para traducir
literatura no basta con conocer el idioma, como mínimo hay que ser escritor, el
escritor comprende en global la armonía de las partes, y cada parte en sí, -la
composición, el tono, el sonido y su música- como si estuviera frente a una
partitura, en este caso ajena, como si fuera un actor que ha de saber pensar y
sobre todo sentir como el escritor al que está interpretando y serle fiel y
guardarle la debida consideración para que sus palabras y deseos no se
distorsionen. Sólo los narradores saben que sí pasa mucho cuando les descolocan una
coma o les cambian una frase pensando que significa lo mismo, porque ya no mide
lo que él o ella querían, ni termina con la sonoridad que buscaban y que sin
duda reforzaba lo que deseaban decir. Escribir no es sólo poner palabras para que cuenten una historia, hay
que engarzarlas para que signifiquen por sí mismas y también en su conjunto y para que
dentro de la obra cada pieza tenga sentido y encaje como un puzzle en el
diseño. No es redactar bien ni elaborar un artículo largo y meterlo entre dos tapas, como ya he dicho otras veces. Si el traductor no es escritor, al menos debería ser un avezado lector con esa clase de sensibilidad que permite ver la estructura y sus materiales.
En las novelas que hemos leído de él siempre aparece la inquietud por el
lenguaje como arma, vuelvo a subrayar, por cómo lo interpretamos, por cómo lo traducimos, por cómo
lo recibimos y por lo que hacemos con él, tanto por expresión como por omisión. Quería reseñar esta faceta de Javier Marías porque intuyo que en
aquel esfuerzo de traducción fue consciente de que tuvo en sus manos un arma
poderosísima con la que podía eliminar partes escritas, o darles otro giro, o
convertirse en impostor velando el estilo del autor con el suyo, y aquella
responsabilidad de la que se hizo cargo sin duda forjó la honradez que para mí
tiene al crear y también como persona, sus últimos gestos de no recoger premios
provenientes de dinero estatal lo avalan, deduzco que no se presenta a ningún certamen
porque considera que la suerte es pertenecer a una editorial. Ser publicado
y ganarse la vida con su oficio es en sí el premio. En cualquier caso es
un honor enorme que hasta los “colegas” le galardonen cubriéndole de prestigio. Pero volvamos a “Los enamoramientos”. En esta novela pone
patas arriba la confianza, tan frágil, y saca el dedo índice de las páginas
para preguntar al lector ¿seguirías amando a tu pareja si supieras que ha
instigado un crimen? Estoy convencida de que a J. Marías le habría encantado
estar presente en nuestros coloquios para ver cómo desmenuzábamos las
diferentes respuestas a esa pregunta y comprobar que todas eran sinceras y
honradas, ninguna de nosotras cayó en las frases hechas, nos hurgamos el
alma incluso para confesar que en algún momento le habíamos deseado la muerte a
alguien, y curiosamente -aunque suene contradictorio- pudimos comprender la parte
noble de ese maligno deseo por lo que tenía de justicia y no de trampa y por
saber de antemano que sólo era un crimen imaginario, momentáneo e irrealizable,
pero que haber pensado en la posibilidad servía para saber hasta dónde podríamos llegar y
establecer ahí el límite.
El
paseíllo final de María Dolz hasta la mesa en la que estaban sentados Javier y
Luisa, convertidos en nueva pareja, en mi opinión subjetiva fue el resultado
del intenso recorrido vital que ella tuvo que hacer interiormente tras los descubrimientos. En ese
punto de la historia la protagonista ya sabe que tiene el poder y que puede usarlo o no,
elegir o no que con sus palabras cambie el destino de esas dos personas,
finalmente decide guardar silencio, ¿es un silencio cómplice?, ¿debería haberle
denunciado a la policía?, ¿acaso está segura de que sus conclusiones no son
conjeturas? al fin y al cabo la información proviene siempre de él,
Ruibérriz le cree basandose en la confianza, o eso le dice a María, pero ¿inventa Javier la coartada en la que el amigo Miguel
Desvern, marido de Luisa, le pidió el alivio de su cáncer con la muerte? Al lector le quedan
dudas de si ese planteamiento es abierto o cerrado. En esta parte del libro en el club nos dividimos, unas le llamaron canalla, ante la evidencia de los análisis médicos
en los que no aparece la metástasis por ningún lado, otras dijeron que fuera
verdad o mentira nadie tiene derecho a planear la muerte de alguien dejando viuda a una mujer que era feliz y huerfanos a unos hijos que adoraban a su padre -la pareja perfecta según
María Dolz- sólo por el capricho de querer para sí a una mujer enamorada de
otro, también nos pronunciamos en cuanto a la crueldad de pedir a otro tu propia
muerte, naturalmente salvamos las situaciones de compasiva eutanasia y nos
atrevimos a hablar del suicidio y de que este hace tanto daño a los de
alrededor, porque produce un sentimiento de fracaso, que preferimos pensar que se debe a la
locura o a la desesperación, pero tras dilucidar sobre si era cobardía, egoísmo o
valentía concluimos que también es un acto respetable por muy tabú que nos resulte y
que nadie tiene culpa ni responsabilidad si quien decide quitarse la vida es
adulto.
Pero
volviendo a la inquietante llegada de María Dolz a la mesa en la que estaban
Luisa y Javier, reitero que las verdaderas transformaciones se producen en nuestro
interior que es donde verdaderamente importan y la que hace y procesa María es
una de las más elaboradas porque es importante conocer la medida de tu fuerza y sopesar las consecuencias antes de desatarla.
Durante
todo el desarrollo de las páginas el autor se ha mantenido fiel a ese difícil
ejercicio que permite que el lector pueda contemplar lo que ocurre en la mente de María,
y ha conseguido de forma extraordinaria que veamos las imágenes como si
éstas estuvieran sucediendo fuera de la cabeza de la protagonista, cuando ella
piensa algo así como “ahora habrá echado su
abrigo sobre el brazo…” -perdonad que no cite textualmente- o “Desvern haría tal o cual cosa…”, resuelve de un
plumazo lo que habríamos visto y oído a través del narrador omnisciente y en
tercera persona valiéndose unicamente de la primera. Sólo por ello esta novela merece
la pena. Además es la primera vez que escribe con voz de mujer. Si
encima le añadimos lo que defino como narrativa en forma de “escalera de
caracol” pues es el súmmun, enseguida explico lo que quiero expresar con la imagen.
En una escalera de caracol si miras desde arriba o desde abajo puedes ver no sólo el cilindro
central que forma el hueco, también contemplas los círculos que van en espiral,
y por tanto lo que sucede en ellos, la perspectiva es total. La mayoría de los escritores, comienzan con un
bombazo en síntesis para después desarrollar en detalle. Él lo
hace como digo en forma de escalera de caracol por eso parece que da vueltas y
reitera, pero en realidad avanza mientras va subiendo o bajando, y sus flash back o sus flash forward siempre se hacen en espiral. Es dificilísimo escribir
así, con todo el material a la vista y sin embargo manteniendo la intriga y
haciéndo comprender al lector que lo oculto era visible aunque no se haya dado cuenta.
Personalmente me descubro ante él y comprendo que su nombre suene incluso para
el Nobel porque su modo de escribir es nuevo, no sólo en la forma, también en
el fondo. Mi sensación es la de que coge un sentimiento, pensamiento o idea y
le pasa la resonancia magnética y a continuación el escáner para que podamos
verlo por el exterior y por el interior al mismo tiempo, pero diseccionado capa por capa. Sé
que ese modo de narrar impacienta a algunas personas y lo comprendo, no hay
nada más íntimo que la experiencia en solitario con un libro y cada cual tiene
la suya, pero si él no lo hiciera así nos perderíamos el maravilloso tallado transparente de las multiples facetas de de sus joyas. Sé además que es un gran filósofo contemporáneo que ha conseguido al
fin añadirle la narrativa a esa maravillosa asignatura de búsqueda. Sólo la
literatura da una visión completa del ser humano porque añade los sentimientos
que son los motores que mueven el mundo.
Cuando
comencé a leer sus libros confieso que algunas expresiones me parecían
elitistas e innecesarias, como las de que alguien llevara zapatos de Prada o un
perfume barato ¿Qué describe eso? me preguntaba ¿Un status? Más adelante pensé que tal vez el
prejuicio fuera mío, él al fin y al cabo muestra el mundo en el que se mueve,
igual que si alguien te habla de que tiene caballos o fabrica quesos, la
diferencia está en que lo haga por situarse por encima o simplemente te cuente
con sencillez que los caballos o los quesos forman parte de su vida, quien
estaba estableciendo distancias era yo tal vez por mi afán obrerista y por mi
quizá malentendida lucha de clases, el mundo hemos de mejorarlo todos y Javier
Marías lo hace.
Un
abrazo y hasta el próximo encuentro.
Pili Zori
Hola Pili,
ResponderEliminarParece que le voy tomando "gustillo" a escribir en tu blog, y ya que me estrené con el anterior libro no podía dejar de escribirte con "Los enamoramientos".
He de confesar que nunca había leído un libro de Javier Marías. Si los artículos que escribe en periódicos, de los cuáles soy bastante "fan", pero no un libro suyo. La conclusión, me ha gustado muchísimo.
Creo que lo más importante que te puede suceder cuando lees un libro es que te transmita algo y te remueva por dentro. Bueno pues desde que comencé a leerlo esta Semana Santa frente a la chimenea, es esto lo que me ha sucedido.
La historia del libro te puede gustar más o menos pero todas y cada una de las frases que deja de la muerte y su trascendencia a lo largo de las páginas, para mi, han sido sublimes, sin desperdicio alguno.
La muerte, la eutanasia y el suicidio son temas complicados, que no siempre se quieren tratar por el "tabu" social que hay establecido. Los sentimientos que nos generan no suelen ser agradables pero son aspectos tan importantes de la vida que me ha encantado leer sobre ellos. Ahonda en los sentimientos que producen de tal manera que los sientes según vas a avanzando en la lectura y te planteas sus aspectos más trascendentales.
No te miento Pili cuando te digo que me ha encantado. En la feria del libro (de la que me considero total consumista porque nunca me voy de la misma sin haber comprado un libro) no pude resistirme y se lo regalé a mi madre "una gran lectura para estas vacaciones" le dije. Espero que le remueva por dentro tal y como lo ha hecho conmigo.
Un beso,
Laura Adriano
Queridísima Laura, no me cansaré de repetir que es un lujo tenerte en el club y que agradezco mucho tu generosidad de compartir aquí también tus pensamientos y emociones, pero lo que más me conmueve es que hayas querido compartir con tu madre la experiencia para seguir añadiéndole otro epílogo fuera del club, dice de ti que eres una mujer que no siente ninguna barrera generacional y que extiende puentes de lenguaje para la comprensión, se nota en tu brillante manera de exponer lo que sientes y experimentas todo el cuidadoso magma de elaboración que hay en tu interior. Estás volcada hacia los demás y escuchas con gran fuerza y atención, cualidad poco habitual ya que adolecemos de demasiado ruido interior y de muchos ataques de ombligo. Gracias de nuevo preciosa muchacha de corazón valiente. Pili Zori
EliminarHola Pili,
ResponderEliminarLo prometido es deuda y aunque han pasado muchos días desde que acabamos el libro, no quería dejar pasar la oportunidad de colgar mi comentario sobre un libro que tanto que ha gustado.
Ya os conté la curiosidad que me ocurrió cuando buscando una revista de El País Semanal donde habitualmente leo a Javier Marías, encontré un artículo de hace tiempo sobre el autor del siguiente libro que íbamos a leer ("Libertad" de Jonathan Franzen). Me acordé de que siempre nos dices que los libros se hablan entre sí, y en este caso así fue totalmente.
Yo también era el primer libro que leía de Javier Marías y lo que me ha ocurrido es que pensaba que iba a leer mucho sobre el amor, y lo que más me ha llamado la atención del libro han sido las reflexiones sobre la muerte. Reflexiones tan elementales y a la vez tan abrumadoras de las que no paraba de exclamar: "es verdad, cómo nunca se me ha pasado esto por la cabeza",...era como estar asintiendo continuamente mientras leía por las verdades como templos que se expresaban.
Al margen de los sentimientos que me ha inspirado sobre nuestro comportamiento ante la muerte, complicado siempre cuando se trata de alguien cercano, y tan variable según nuestra personalidad, tengo que decir que la trama también me ha parecido interesantísima desde el punto de vista de tenerme pendiente todo el tiempo sobre cuál sería la verdad. Quizá como en otro libro de Javier Marías he leído: "el engaño es quizá nuestra condición natural y en realidad no debería dolernos tanto".
Por cierto, Pili, me apetece contarte también que el sábado pasado Laura y yo estuvimos en la Feria del Libro de Madrid, y cada una nos compramos un libro de Javier Marías (Mañana en la batalla piensa en mí y Corazón tan blanco), que siempre dices que gustaron mucho en el club. Hablamos un poquito con él y nos los firmó a ambas y a otra amiga de Laura que compró "Los enamoramientos". Pasaremos un buen verano de lectura.
Besos.
Marta
Oh, princesa, cuánto me alegro de que habláseis con él, sé que tiene un recuerdo muy grato del encuentro que mantuvo con los clubes de lectura de nuestra biblioteca en Guadalajara hace ya bastantes años, así que le encantaría respirar vuestro entusiasmo.
EliminarLo cierto es que la frase sobre el engaño como condición natural te deja hurgándote el alma para explorar qué hay de verdadero en tu interior y en el de los demás. Como a ti me importa mucho "la verdad" pero me consta que sólo conseguimos aproximarnos a ella puesto que la información que recibimos nos viene siempre fragmentada, tal vez si escuchásemos mejor la comunicación no verbal, lo que nos dicen las vísceras físicas y anímicas... En fin, confío en que de algún modo directo nos llege la autenticidad. T Q mi queridísima Marta. Pili Zori
He de reconocer que tengo rechazo a la lectura de novelas, pero Julian Marías en sus articulos de El Pais dice aquello que a mi me gustaría expresar con tan hermosas palabras. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarGracias por tu visita Iar-ami. Sin embargo creo que la literatura se adentra de forma más honda y completa en los pliegues del alma humana porque añade las reflexiones, el monólogo interior, las emociones y la psique, y lo hace con la herramienta de la creatividad, la verdad siempre es relativa y las historias más veraces a menudo se encuentran en la literatura. Un fuerte abrazo. Pili Zori
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