Creo que al igual
que la ópera que escribe el profesor Lurie sobre Byron y su exilio en Italia
tras el escándalo, “Desgracia” es una
balada llena de tristeza, un canto muy amargo por su país, al que deduzco que
ama profundamente. Coetzee actualmente vive en Australia, desconozco las
razones de su doble nacionalidad y el desdoblamiento que tuvo que producirle,
no eligió los Estados Unidos donde estudió y ejerció durante mucho tiempo,
tampoco Inglaterra donde también vivió. Escogió Australia y me gustaría saber
por qué.
De entrada el
título admite varias interpretaciones, tengo entendido que en inglés Disgrace también tendría que ver con
deshonra, deshonor, con la reputación perdida, de hecho el propio protagonista
se lamenta de que el idioma inglés tal vez no sirva para explicar Sudáfrica.
“Cada vez está más convencido de que el inglés es un medio inadecuado para
plasmar la verdad de Sudáfrica.” Cuando leímos en el club “Historia de mi hijo” de Nadine
Gordimer, nos ocurrió lo mismo, el título bien podía referirse a la
historia que habla sobre mi hijo, o bien a la historia que ha escrito mi hijo…
en fin, si te mueves con las palabras, buscas el respeto de la precisión y no
siempre es fácil en nuestra torre de babel en la que hay que agradecer los
puentes que los buenos traductores nos extienden. Pero toda la novela es así. A
“Desgracia” le caben muchísimos
matices, y puedes entrar a ella por varias puertas, todas ellas te llevarán a
la misma conclusión final y lo pequeño abrirá plano para que se vea lo grande,
los personajes en este caso no son los protagonistas sino el transporte de la
alegoría que el autor nos quiere transmitir. En la linde de ese diminuto huerto
estará representada Sudáfrica. Y en la perrera que también se ha escogido como
parábola el enfrentamiento con la vejez y la extinción de una generación y de
un tiempo: David Lurie es un profesor de universidad especializado en los
poetas románticos.
He intentado
imaginar el abordaje que tuvo que hacer Coetzee como autor para escribir esta
novela, ¡vaya decisión dura!, y me he permitido la osadía de especular con la
idea de que para transmitir lo que quería expresar se preguntara ¿qué sentiría
yo si dañaran a mi hija, a la carne de mi carne de la peor de las maneras? Así
debieron sentirse los negros de este país durante siglos y décadas. ¿Cómo puedo
aproximarme, cómo puedo bucear en ese germen soterrado? Pues experimentándolo,
detentando mi parte de poder, como hombre, como blanco, como figura de
autoridad cultural, un profesor, un intelectual con predicamento. Pero no
quiero una inmolación racial, deseo decir algo tan fuerte y tan simple como que
la humanidad gira en torno a una cuestión: el abuso de poder en todas sus
variantes y dicho poder se comporta del mismo modo cuando cambia de manos, que
sean blancas o negras, da igual.
Soy sudafricano y
tengo derecho a señalar los defectos de mi país con todas las personas que
tiene dentro. Eso supuse que pensó. Y seguí imaginando: esa sería la ubicación
de la novela, su entorno, sus intenciones, pero a Coetzee no le servía sólo la
mirada externa y documental, él iba a hablar de lo colectivo desde lo
individual, se metería en la piel, y le prestaría a su novela, a sus personajes,
terrenos personales y laborales conocidos, sólo así podría ser juez y parte.
El lector iba a ver
el punto de inflexión, contemplaría con el quiebro cómo al protagonista le
cambia la vida y sabría lo que siente y piensa durante el proceso, mientras
está sucediendo. David Lurie es quien enfoca, quien tiene el punto de vista
desde el que se narra, aunque la novela no esté escrita en primera persona y el
narrador omnisciente pudiera mostrar, desvelar lo que piensan y sienten los
demás personajes, no lo hace.
El lector espera
que le expliquen las partes que faltan, pero se queda con las ganas de saber
qué ha dicho Melanie, la alumna, en esa especie de denuncia, en ese juicio
sumarísimo en el que se le acusa de haber atentado contra las formas y no
contra el fondo, aunque se aleguen otras razones de índole moral. El lector
quiere conocer qué siente, qué piensa ella, de qué le acusa… qué le llevó a
tomar somníferos si es que así fue. Pero Coetzee no quiere dárselo. Al igual
que en la vida quien lee tendrá que ejercer de jurado con las pruebas que le
muestran.
Veremos reaccionar
a su hija pero tampoco escucharemos su interior, tendremos que deducir las
razones que la empujan a elegir, si es que tiene elección, las decisiones que
toma. Creo que ese es otro de los ingredientes importantes que contiene la
novela: Lurie se relaciona con las mujeres sin comunicación, sin reciprocidad,
invade la vida privada de Soraya, la prostituta de alto standing, contratando a
un detective, David Lurie marca el paso sin preguntar. Y con su alumna abusa de
su privilegio para favorecer su examen y encubrir sus faltas de asistencia. No
escucha, no capta las señales de desagrado, cosifica, decide por los demás.
Hasta que la vida da un giro inhumano y cruel que derrumba sus pilares.
Y ahora doy
comienzo a mis discusiones con el libro, y como estas iban evolucionando a la
vez que la historia del protagonista también se transformaba.
La novela nos
muestra los contrastes: el mundo urbano y de cultura, frente al rural y
primitivo, mis preguntas eran ¿por qué han de ser antagónicos?, ¿qué ha pasado
para que eso suceda?, ¿dónde está la ruptura?, ¿cuál es la grieta?
Nos pone como
ejemplo la naturaleza instintiva de un perro en celo, y lo indigno que resulta
que sus dueños a base de palos hagan que vaya en contra de su propia esencia,
de manera que al final cuando veía a una perra huía con el rabo entre las patas
y me dije: vale, tiene razón, pero aún trasladándolo a los humanos como
metáfora y admitiendo que no hay que crear sociedades puritanas, represivas o
castradoras, en mi opinión el deseo ha de conllevar una franja de
consentimiento mutuo a todos los niveles que no tiene por qué restarle su parte
salvaje ni su alegría, pero el respeto a la hora de la transacción aunque sea
implícita es lo que nos diferencia, hasta en los animales hay cortejo y
elección aunque sea para los machos y hembras alfa, algo es algo, (aunque a
veces pienso que la naturaleza es un poco nazi, con sus escogidos y sus
selecciones, se supone que nosotros aunque formemos parte de ella trabajamos
para evolucionar). Perdonad la tontería, intentaba distender pero no me alejo
del libro aunque lo parezca, el protagonista ama la poesía de Wordsworth, y
Wordsworth está considerado el poeta de la naturaleza que introdujo en su
poesía el lenguaje popular, y a personajes marginales, como locos y mendigos,
creando un escándalo para la época, pero logró que la arcaica sociedad
británica se interesase por las desigualdades. Wordsworth tiene un libro
titulado “Poemas de Lucy”, como veis
en esta novela nada está traído por azar, el nombre de la hija de David Lurie
es Lucy. Pero sigamos hablando del instinto y la fidelidad hacia la propia
naturaleza: El profesor le pide a Melanie que pase la noche con él:
-¿Por
qué? -pregunta la joven.
-Porque la belleza de una mujer no le
pertenece sólo a ella. Es parte de la riqueza que trae consigo al mundo y su
deber es compartirla”.
-¿Y si ya la compartiera?
-Entonces
deberías compartirla más aún”.
Ese sentimiento masculino, que el profesor Lurie
tiene antes de caer en desgracia, sobre
adueñarse de la belleza física a través del sexo me hizo preguntarme
¿para qué?, es una falacia, la belleza física no se vampiriza que yo sepa y
tampoco es de transmisión sexual, lo que hace la belleza física es atraer y
cada uno se siente atraído de forma distinta si es que sabe mirar y no se deja
dirigir la vista con cánones impuestos. Es una pena no saber ver la belleza
fuera de la juventud, me dije, aunque suene resentido por mi edad, pero doy fe
con las compañeras de mi club, con mis hijas y con amigas muy jóvenes, que las mujeres miramos distinto.
Este tipo de situaciones como la anteriormente descrita se da mucho entre
profesores de letras, será porque siempre están con gente joven, así es fácil
ser una figura de autoridad, no trabajas bajo las órdenes de nadie, siempre las
das, puede que el entorno produzca algo de inmadurez, hay mucho docente rijoso,
salvando a quien se salve naturalmente que por suerte son más.
Como os decía, estos eran los sentimientos que yo
albergaba hacia el protagonista, que al principio me atacaba los nervios, un
tío pijo que arruga la nariz ante la hospitalidad de quien le ofrece su casa
porque el sofá huele a gato, que menosprecia a las mujeres que descuidan su
atractivo, según él, que va por ahí con la báscula y el metro como si alguien
le hubiera otorgado el privilegiado papel de puntuar y aprobar o suspender
fuera de clase como si la vida fuera su aula o su facultad… y ahí estaba yo
soltándole improperios: ¡habrá que verte a ti, quién te habrás creído que eres!
Pero en esos arrebatos de furia míos comprendí que el personaje estaba
construido a la perfección porque ese era el efecto buscado, sin concesiones,
tenía que partir de la prepotencia para alcanzar la humildad. Más adelante le
querría profundamente por su desorientación, por su crisis de identidad, por la
búsqueda de sí mismo, por el trato injusto que recibe, por su autoinmolación.
En la página 118 le escucharemos pensar “Ha de haber
un hueco en el sistema, un hueco para las mujeres y lo que les sucede”. Y en la
128 leeremos “Por vez primera prueba a que sabe el hecho de ser un viejo, estar
cansado hasta los huesos, no tener esperanzas, carecer de deseos, ser
indiferente al futuro”. Igualmente tuve que bajar mis humos para aprender junto
a David Lurie que también es una falacia que demos por hecho cómo
reaccionaríamos ante lo que les ocurre a él y a su hija. Ese esquema nos lo
rompe poniéndonos delante de la nariz la indefensión. Él como yo, como
cualquiera, habría querido protegerla más que a nadie en este mundo, habría
querido pronunciar las palabras apropiadas después, y evitar la insoportable
vergüenza infligida para ambos. ¿Cómo abordar esa terrible conversación para un
padre, para una hija?, ¿cómo soportar que no has podido defenderla, que
mientras estabas tan campante en la urbe ella corría peligro?
Tal vez Coetzee decidió encerrar al padre en el baño
porque ni siquiera por escrito se podría soportar la ignominia de esa visión.
¿Por qué se somete
Lucy después?, esa es una de las preguntas, ¿por qué se sometían los negros
siendo mayoría sin rechistar durante el apartheid?
Hay muchas formas
de violar, os emplazo a que leáis las leyes que hasta 1992 prohibían a los
negros tener casa en zonas destinadas a los blancos obligándoles a emigrar,
leyes que permitían autobuses segregados, playas y hasta bancos de la calle,
escuelas y hospitales para negros con inferioridad de recursos… os aseguro que
no podréis terminar la lectura sin llorar de rabia. Pero es necesario que nos
pongan el ejemplo tan gráfico de una mujer forzada por varios para que nuestra
cerrazón desarrolle la capacidad de empatía, de indignación.
Esa pregunta sobre
el sometimiento ni la historia ni la política saben responderla; al menos la
literatura trata de ahondar y escarbar en los motivos y los sentimientos
soterrados. Las leyes se pueden cambiar pero el corazón de las personas ha de
estar preparado para dicho cambio, sin ser un albergue ocupado por los
rencores. El corazón y la memoria de las personas deben estar dispuestos a
perdonar una vez admitido el daño. Dicha amnistía es el esfuerzo y el regalo
más heroico que se le puede hacer al futuro, pero la clemencia de la que
estamos hablando incluye indultar salvajadas como la que les ocurre a Lucy y a
su padre, y no es fácil. Lucy no puede evitar sentirse chivo expiatorio, justa
por pecador, cabeza de turco, y lo asume. Tampoco es fácil resarcir ni
diferenciar la justicia de la venganza, como ya he dicho en otras ocasiones en
este mismo blog. Juntos, blancos y negros, habrían llegado lejos y no sólo
Sudáfrica sería otra cosa, todo el continente sería distinto, un ejemplo de
prosperidad, pero el legítimo resentimiento es pegajoso y se barre mal. Ahora
han cambiado las tornas y esa frase suena horrible, pero para muchos por debajo
late.
En este trozo de
campo manda Petrus y ¿qué desea?: ser propietario, hectárea a hectárea, del
continente y del contenido, ahora Lucy también le pertenece. En la ciudad te
defiendes con tus armas, pero en el campo no te sirven por muy naturalista que
sea Wordsworth. Si no sabes trabajar la tierra, si no has hecho simbiosis y en
su lugar has creado dos bandos, mal asunto. “Si el campo puede emitir su
veredicto sobre la ciudad también la ciudad puede enjuiciar al campo”, nos dice
en la página 149.
En el viaje a
Ciudad del Cabo, cuando va a postrarse de rodillas ante la madre de Melodie
para ofrecerle su arrepentimiento sincero que nada tiene que ver con la
humillación pública que el tribunal académico le exigía, vemos: “El campo va
llegando a las puertas de la ciudad, pronto habrá ganado paciendo otra vez por
el parque de Rondebosch, pronto la historia habrá trazado otra vez un círculo
completo.”
Y antes
refiriéndose al robo con violación leemos: “No es un robo normal y corriente,
más bien fruto de un grupo organizado que entra limpia la casa y se retira
cargado de bolsas, cajas, maletas. Botín de guerra, reparaciones. Un incidente
más en la gran campaña de redistribución. ¿Quién llevará puestos en estos
momentos sus zapatos?”.
Estos dos
potentísimos pasajes son para mí el latido de la novela, y contienen todo el
dolor y el quejido poético de lo que el gran premio nobel quiso decir.
He intentado
caminar con sus zapatos por todas las páginas y me he hecho daño con los
escollos y las piedras pero creo haber conseguido con ellos que Sudáfrica no me
quede tan lejos y que todo el continente africano no me resulte tan difícil de
entender, voy poco a poco y doy las gracias al Sr. Coetzee por el desgarrón y
por toda la piel de las entrañas que se ha dejado para que mi duro oído se
entere.
Un abrazo
queridísimos amigos y hasta el próximo encuentro.
Pili Zori
Luego de leer tu comentario eh Pili voy presuroso a conseguir aquel libro. El aperitivo esta buenisimo y te lo agradesco :)
ResponderEliminarSaludos
Luis
Gracias a ti, querido Luis por hacerme el honor de visitar este rinconcillo, espero que se repita a menudo. Un abrazo Pili Zori
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