De verdad que lo intento, procuro
cada día, como una jaculatoria, decirme que la ideología no tiene por qué ser
el ingrediente que te hace amigo o te convierte en enemigo de alguien; que se
gobierna -insisto- para todos dentro del espacio democrático y que cada persona
es un voto soberano. Me repito que lo importante es que el otro sepa como
piensas, y tú cómo piensan él o ella para que no pille por sorpresa que en
determinados aspectos estarás al otro lado y no en el suyo, pero que el afecto
seguirá garantizado. Me reafirmo en que defenderemos cosas distintas ante
problemas iguales buscando soluciones diferentes, en que tal vez seremos
adversarios, pero nunca enemigos. Pero me enervo cuando veo montajes para ganar
con trampas, con subterfugios que los demás creen a pie juntillas. Los hay tan
sofisticados como el de juntar varias conversaciones sonoras -sin la imagen- de
una misma persona que cortando y pegando -como se hacía en viejas películas con
los anónimos maléficos- terminan por formar el relato que se le antoje al montajista,
hoy en día quedan perfectos.
Cuando se produce dicha artimaña me
encorajino preguntándome por qué la persona dañada en el honor no desmiente. Es
posible -me respondo- que ni se entere y más tarde me planteo preocupada si no
seré cobarde por no aclararlo yo, y no sé si las mentiras de ese calibre me
duelen por sentido de justicia, o es que soy sectaria por más que me empeñe en
evitarlo. Pero qué casualidad que siempre anden basureando los mismos.
Me defrauda porque en el fondo se
transparentan los soterrados instintos bajos y bélicos que encubren el deseo de
salirse con la suya, de aprovechar en beneficio propio lo que convenga al
egoísmo, a la necesidad de odio, incluso en quienes van de perdonavidas
estirando el virtuoso cuello, y es que me canso, tengo las uñas roídas de tanto
rascar para ver los verdaderos motivos que se ocultan bajo las palabras y estoy
muy mayor para tantos acertijos, y harta de desconfiar.
También hago examen de conciencia
para averiguar si me enfadaría igualmente por mis antagónicos en caso de que
fuesen atacados con los mismos hechos torticeros, y sí, sí que me molestaría, y
no, no todos los políticos y sus partidos son iguales, en algunos la auto
crítica brilla por su ausencia y en otros por exceso.
Las ansias de poder a toda costa nos
las ha tirado un microscópico bicho con cualidades de termita, mira tú qué
paradoja, y ha dejado en evidencia los rotos y los descosidos. Algunas
formaciones se han enterado, pero otras no, deberían llamarse erre que erre en
vez de la doble letra anterior. Ahora toca remar a favor, dejando atrás los
dardos envenenados, toca remangarse y aprovechar la situación para crear una
nueva era, un nuevo mundo, para revisar las prioridades, ni teocéntricas ni
antropocéntricas -ya no somos el ombligo del planeta- la naturaleza habla a
través de todos sus minerales, vegetales y animales, de su agua, de su tierra,
de su fuego, de su aire... y grita la estrofa de la vieja canción de Víctor
Manuel: "¡¡O aquí cabemos todos, o no cabe ni Dios!! El desprecio y la indiferencia
hacia el otro es lo que trae: guerras y pandemias.
Así que hala, a reeducarnos, a
reinsertarnos, y todo aquel que sepa arreglar esta hecatombe en alguna medida
que se remangue y se ponga a ello en vez de presumir o jactarse de que
gobernaría mejor que quienes lo están haciendo porque si no va al tajo a
demostrarlo nadie le va a refrendar, porque si no se apea de la burra de sus
privilegios lo van a derribar.
Estos días pulula por facebook un
pensamiento que comparto y dice algo así: "Los inútiles buscan culpables,
los demás tratan de arreglar los problemas". Tal vez como individuos
seamos un poco idiotas y también como colectividad, pero hay otras leyes
ancestrales e instintivas -de instinto alto no bajo- como las del pájaro guía
cuando junto a sus compañeros y compañeras migra en forma de victoriosa V,
inherentes, a las que también respondemos, son leyes organizativas que están
insertadas en nosotros para sobrevivir cuando salta la emergencia.
De modo que ¡fuera vendas! y un
poquito de humildad, ahora no toca estar machacando a quien gobierna
sino defender a tu especie ¿o es que eres tonto de remate y
te quieres extinguir? Deja de jugar a matar marcianitos y de linchar desde tu
ventana y a buen recaudo. Aguanta la incontinencia verbal y piensa, reflexiona,
analiza... que a lo mejor se nos ocurre algo.
Sé que es predicar en el desierto
porque nadie convence a nadie que no quiera ser persuadido. Alguien me saldrá
con que vivo en los mundos de yupi, o eso otro del buenismo que me pone
enferma. Pero al menos...
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