¡Por fin un libro con el que ha disfrutado todo el club!
Mis compañeras propician en cada sesión debates intensos con independencia de que el libro esté gustando más o menos porque hay un acuerdo tácito: dar argumentos en positivo o en negativo, pero nunca descalificaciones, y ellas, mis compañeras, siempre lo cumplen a rajatabla enriqueciendo cada encuentro, pero a mí como coordinadora también me gusta que disfruten de la parte solitaria: la de la lectura en casa, y este año llevaba pocos aciertos con los libros elegidos. Salvo Expiación que también fue otro gran éxito, los demás han requerido más esfuerzo (y no me refiero a que dicho esfuerzo se debiera a que las novelas anteriormente elegidas fueran de mayor contenido intelectual y que ello entrañase un grado más alto de dificultad, no, eso para el grupo no es problema, sencillamente es que hay obras que son más rotundas y por eso alcanzan un beneplácito universal tanto para el lector más avezado como para el más popular).
Con Cañas y barro dividimos la lectura en dos sesiones, en la primera, como siempre, hicimos un pequeño repaso del autor. La vida y personalidad de Blasco Ibáñez es tan fascinante como la de los propios personajes de sus novelas: abogado, Escritor prolífico de velocidad vertiginosa rayana en el prodigio, envidiado por los demás escritores de su época: Hollywood cayó rendido a sus pies, recibía siete mil pesetas, hablamos de principios del xx, por cada entrega ni siquiera por el guión completo, era una especie de rey Midas todo lo que escribía de inmediato era trasladado al cine. Además fue diputado durante varias legislaturas, periodista de verbo apasionado, viajero infatigable, colonizador, (da la impresión acomplejante de que no cabe en una sola vida todo ese enorme recorrido) admirador profundo de la belleza y personalidad femeninas… especialmente de las mujeres de piel blanca, ojos verdes, y pelo rojo. Entre las leyendas que le aureolan pulula una en la que se cuenta que batiéndose en duelo él disparó al aire pero su contrincante no, por fortuna la hebilla de su cinturón le salvó la vida. Una vida llena de focos y de luz que desgraciadamente se apagaron para su obra que durante toda la dictadura de Franco permaneció a la sombra.
Maika ya en esta parte de la presentación matizó y contrastó mis elogios con una crítica: conocedora de toda su obra estableció diferencias entre las primeras novelas y las últimas, y consideró que el dinero fue tentador y que Blasco Ibáñez tan encumbrado y mimado en su tiempo tal vez fue perdiendo honestidad. Yo también quise añadir al suyo otro matiz: se dice que en su obsesión por considerar la novela como una herramienta para el pueblo tal vez se volviese excesivamente proselitista y mitinero y que esa decisión fue en detrimento de su arte. En cualquier caso no le faltaron detractores ni enemigos, si los motivos de sus adversarios fueron oscuros o claros la invitación queda hecha y que el lector decida.
Blasco fue difícil de encuadrar en los distintos movimientos de la época, aunque se le incluyó en la línea de los escritores naturalistas. En el club expusimos de forma sencilla que el naturalismo buscaba los bajos fondos, los ambientes marginales por donde la sociedad exhala y refleja sus “enfermedades”, la intención de esta forma de escritura siempre era y es de denuncia. Este movimiento se caracterizó entre otras cosas por su anticlericalismo, (aclaramos que un anticlerical no tiene por que ser necesariamente ateo, se puede ser creyente y anticlerical). Al construir a los personajes desde sus “taras” físicas y psíquicas –entrecomillo la palabra tara porque aunque hoy suene peyorativa es textual y de la época-: alcoholismo, prostitución… hubo sectores sociales que confundieron dicho naturalismo con pornografía. Fue un movimiento innovador muy contestado en esos años. No en vano Blasco Ibáñez era amigo personal de Zola uno de los grandes abanderados. Otra de las constantes de este movimiento fue el determinismo: sucesión de causa y efecto, por eso en Cañas y Barro los personajes siempre son descritos desde la acción, y desde las características inamovibles del temperamento y la personalidad, los conocemos a través de su comportamiento, no de su pensamiento, y sin embargo nos quedan muy claras sus ideologías y posiciones frente a la vida, de hecho en la novela, abuelo, padre e hijo, simbolizan presente, pasado y futuro y de algún modo también representan los tiempos convulsos de aquel cambio de siglo. Agradecimos a Sole la información buscada al respecto.
En el club se analizó a muchísima profundidad personaje por personaje. Del abuelo Encarni Viejo dijo que su forma de entender la libertad era la de alimentarse de la caza y la pesca que la albufera proporcionaba respetando a la naturaleza sin robarle sus límites de agua y tierra, pero tras celebrar ese canto tan bucólico, esa hermosa forma de entender la vida y la subsistencia otras voces junto a la suya abrieron nuevas vías de debate: Si todo el mundo decidiese vivir de ese modo ¿cómo se alcanzaría entonces el progreso y la prosperidad?
Siguiendo en esa línea y con el perfil del abuelo también se le criticó la dureza de sentimientos, ante esa afirmación Encarni Bernardo justificó el rasgo alegando que el mundo rural y pobre da seres rudos que no exteriorizan, lo que no significa que no sientan, aún así y al llegar al final del recorrido de las páginas casi ninguna compañera pudo defender ni disculpar que este personaje antepusiera “el que dirán” y otros intereses sociales a dar sepultura a un ser querido. (Lo dejamos así para no desbaratarle la trama a quien aún no lo haya leído).
Al tío Tono considerado por todas como un hombre cabal y de principios también se le sacaron pegas: como se ha dicho a menudo en el exceso de virtud va implícito el defecto y de nuevo Encarni Viejo expuso que tampoco su forma de entender la vida era la correcta por muy ejemplar que pareciese trabajar y trabajar sin detenerse siquiera un instante para disfrutar de los pequeños placeres vitales como por ejemplo hablar con Borda, su hija, o dar un paseo con su perro, o pararse a contemplar durante unos segundos el atardecer de la albufera…
De Sangonera uno de los personajes más queridos, se dijeron muchas cosas interesantes y clarificadoras, entre ellas que era un libertario. Pero Maribel en una parte de su intervención también quiso establecer el contraste y alegó que al fin y al cabo si vivía de la mendicidad y dependía de los otros en mayor o menor medida ya no resultaba tan ácrata puesto que estaba parasitando, y añadió que en contraste con Tonet Sangonera resultaba más salvable que este, ya que él si tenía conciencia de quien era, se asumía como tal y era consecuente consigo mismo sin engañarse como lo hacía Tonet por orgullo.
Cuando en la segunda parte vino el punto de inflexión y la tragedia estuvo servida y los personajes desenmascarados ahí si hubo división de club y toma de posiciones a favor o en contra de los dos personajes principales haciendo especial hincapié en el de Neleta. Alguunas compañeras la salvaron considerándola víctima de las circunstancias, un producto de la miseria Raquel añadió que a ella le parecía lícito que utilizase su belleza como arma para prosperar y que la ambición no es mala si con ella no dañas a nadie, Pilar Espada nos recordó que cuando a una mujer la abandonaba un novio en aquel tiempo después ya nadie la quería. Otras compañeras la condenaron por comparación: ni su madre, ni Borda optaron por decisiones como las suyas estando en las mismas circunstancias y Maribel volvió a aducir que es precisamente en los momentos y situaciones difíciles en los que sale la nobleza o la mezquindad del ser humano y que ellos, Neleta y Tonet escogieron, y las razones de su elección fueron, son, y serán siempre imperdonables. Ángela sin embargo aportó que a ella el arrepentimiento de Tonet momentos antes de su fatal desenlace le tocó el corazón y aún en esa circunstancia tan cruel e inhumana ella si lo perdonaba.
Se observó con lupa el tratamiento del autor hacia la mujer, y auque algunas compañeras advirtieron algún tufillo machista, Esther mitigó la observación quitándole severidad al fin y al cabo, dijo, Blasco Ibañez era un hombre de su tiempo. Carmen Osorio estaba maravillada con su lenguaje tan cinematográfico entre otros logros que también valoró.
Finalmente la intención del autor quedó clara para todas, Elena subrayó que el autor quería a toda costa retratar la miseria, y el único lamento fue el de que a un siglo de distancia una historia como la de Cañas y Barro siga tan vigente y sea todavía hoy tan trasladable.
Se destacó la enorme belleza de las descripciones, estuvimos de acuerdo en que el autor era un extraordinario creador de atmósferas: hueles la albufera, sientes su sensualidad… Y sobre todo se apreció la hermosísima composición narrativa en clave de tragedia recordando imágenes tan poderosas como la de que el padre sin saberlo había estado durante toda su vida preparando la tumba de su hijo.
Me disculpo por no reflejar todas las intervenciones, que sin excepción fueron magníficas, he escogido al azar unas cuantas y si en esta ocasión he puesto nombres no ha sido por excluir los de quienes no aparecen sino por no andar repitiendo la palabra compañera en cada renglón.
Y para despedirme compartiré “¡El hallazgo!”: fui al club con fiebre y afonía, solicité, rogué que hiciéramos la rueda de conclusiones y que cada compañera dijese en su turno de palabra todo lo que necesitase expresar sin ser interrumpida, que por favor no estableciéramos diálogos. ¡Y por primera vez en un montón de años, me hicieron caso y se pudo hacer la rueda completa! ¡Y aún sobró tiempo para dar una segunda vuelta ya sin el rigor del turno! Las aportaciones resultaron magníficas, creo que también era la primera vez que nos escuchábamos del todo desde la primera hasta la última sílaba, de una en una, y la primera vez que cada una pudo exponer relajadamente todo lo que deseaba decir y así se pudo demostrar por fin lo que pretendo al hacer la rueda. Yo misma entono el mea culpa porque a veces creyendo que proporciono pautas lo que hago es ocupar el tiempo de otra compañera, así que me aplicaré el cuento. Nos fuimos muy orgullosas y enriquecidas, supongo que ya se habrá sentado la base y doy por hecho que todos los finales serán así. De verdad fue un encuentro brillante e inolvidable.
Hasta el próximo libro. Hemos escogido “Los girasoles ciegos” de Alberto Méndez.
Un abrazo
Pili Zori
Hola soy Esther, un saludo a todos los amigos lectores.
ResponderEliminarPrimeramente quiero felicitar a Pilar por éste extraordinario blog, como participante de su club de lectura me da la oportunidad de disfrutar dos veces de nuestros encuentros.
Referente al libro ya leído cañas y barro de Blasco Ibáñez, poco queda por decir, Pilar con su broche de oro ya ha descrito todas nuestras opiniones y las suyas personales, pero me gustaria dejar constancia de lo siguiente:
Leí un artículo bastante amplio de un tema que no comentamos en el club y creo que es interesante y por eso quiero que aparezca en tu blog, se trata de reivindicar un hecho que con el paso del tiempo no ha hecho justicia con el escritor y es que han pasado 74 años y Blasco Ibáñez sigue enterrado en Valencia en un nicho común junto a los urinarios; según el articulo se sabe que al cementerio llegan muchas personas esperando ver algo grandioso y se van sorprendidas del estado miserable de la Memoria de Blasco Ibáñez.
Como es demasiado largo escribiré un párrafo, y llevaré el articulo al club por si os interesa.
-Se estaba construyendo un magnifico mausoleo, a la altura del mejor embajador que nunca ha tenido nuestra tierra, en los terrenos que hoy ocupa el crematorio municipal. Mariano Benlliure terminó en 1935 el sarcófago que iba a contener sus restos, pieza central del conjunto. En 1937, en espera de poder terminar el mausoleo y previniendo riesgos mayores, las autoridades republicanas buscaron un emplazamiento provisional a los restos en un nicho sencillo en el cementerio civil, donde hoy en día continúan.