"BUENAS NOCHES Y BUENA SUERTE", película de George Clooney

Dirigida por George Clooney no solo es una declaración de principios sobre la honesta función informativa que deben tener el periodismo y los medios de comunicación, -recordatorio necesario y vigente en todo tiempo-, además es un merecidísimo homenaje de resarcimiento a todos los intelectuales, artistas… -ciudadanos, en definitiva- que sufrieron la paranoica persecución de aquel “cruzado”, el senador Joseph McCarthy en su particular caza de brujas inquisitorial, de cuya efemérides hablé en este mismo blog al hacer la reseña del extraordinario film del cineasta Todd HaynesLejos del cielo.” A menudo el cine se queja por dicha herida y no será la última vez que veamos aquellos persecutorios años cincuenta como telón de fondo ya que dejaron un doloroso estigma. Pues bien, hoy sacamos la aguja del pespunte del largometraje de Haynes porque, como en otras ocasiones he dicho, los libros y también las películas hablan entre sí puesto que están vinculados y por ello nunca desenhebro, así que constataremos de nuevo que aquel senador alcohólico y trastornado aprovechando el latente temor a la guerra fría, los rescoldos de la de Corea y la rivalidad con la Unión Soviética, la otra potencia, se erigió en adalid para mostrar el camino del “enemigo” aduciendo que el comunismo y el espionaje se extenderían como la pólvora si no se tomaban medidas exhaustivas. En honor a la verdad hay que decir que la implantación del terror de estado y del abuso de poder no la realizó solo. Durante un lustro envió a la cárcel sin juicio a centenares de ciudadanos, arruinó carreras brillantes, provocó el auto-destierro de intelectuales y artistas y consiguió extraer lo más abyecto y también lo más glorioso de los seres humanos. En su megalomanía creyó poder servirse de los grandes estudios de Hollywood y de la televisión –todos los poderosos ansían su control-. No voy a citar aquí la larga lista de delatores que se sometieron a sus abusos y señalaron con el dedo a compañeros, actores, guionistas, escritores, vecinos, amigos de otros amigos que habían visto en compañía de… argumentando su adscripción o proximidad al partido comunista porque en el pecado ya llevaron la penitencia. En ese sentido el guión de George Clooney y Grant Heslow no puede ser más preciso: el equipo de redacción dirigido por Edward R. Murrow (David Strathairn) no defendía la no pertenencia al partido comunista sino los derechos civiles, la libertad de pensamiento y de expresión y la armoniosa convivencia entre personas, valoraba la pluralidad de criterios incluido el marxista. La película tampoco apoya la neutralidad a ultranza, porque ante la injusticia no se puede contemporizar y lo correcto es tomar posiciones.

“Buenas noches y buena suerte” comienza con la fiesta de la Asociación de directores de radio y noticias de televisión de 1958, el paseo de la cámara por cada grupo de invitados, cada rostro, por la ropa, los complementos... es de una elegancia viscontiniana, no hay sensación de extras obviando la cámara, simplemente no la están viendo y la velada no puede resultar más real.  El senador McCarthy ya había muerto en 1957 alcoholizado y desprestigiado. El declive empezó a partir del programa en el que se encaró a Murrow. Frente a las cámaras quedó patente su actitud torticera, soberbia y demagógica. Si algún valor tiene el poderoso medio televisivo es el de que a la lente del objetivo no se le puede engañar, como tampoco en radio se puede mentir al micrófono porque hay una información añadida de gestos, expresiones y tonos en el lenguaje no verbal incluso en las pausas que no permite escapar.
El recurso de la ceremonia es perfecto para que el director (Clooney) reúna a toda la plana periodística y así los espectadores podamos conocer al equipo de redacción al completo. En la presentación vemos a uno de los productores Sig Mickelson (interpretado por Jeff Daniels). Mickelson va enumerando los diversos episodios de la trayectoria de Murrow, ese currículo de hombre valeroso que luchó en el frente, que se implicó en contra del apartheid, que defendió los derechos de los inmigrantes… ya resume en sí mismo la categoría humana de quien a continuación va a aparecer ante nosotros y lo más esperanzador es que ese hombre y muchos otros como él existieron fuera de la pantalla.
Quién le iba a decir a Jeff Daniels que años más tarde sería el protagonista (Will McAvoy) de la magnífica serie The Newsroom escrita y dirigida por Aaron Sorkin. Esta película de larga duración -eso son para mí las nuevas series de cadenas tan prestigiosas como la HBO- de algún modo mantiene la misma estructura y el mismo espíritu de aquellos hombres, de aquel equipo liderado por Murrow. Jamás olvidaré el elocuente silencio en la escena en la que se va la luz en el estudio y luego vuelve. La conmovida mirada de Will hacia McKenzie (Emily Mortimer), a quien se le acaba de frustrar la renovada ilusión de recuperar el periodismo de calle sin más herramienta que una cámara y un micrófono, da para llenar páginas. Ella es el espejo en el que él ya no se refleja, y la mirada que él le dirige es una de las declaraciones de amor silenciosas más bonitas que he visto en una pantalla aunque la depositaria no se entere, y una manifestación de principios todavía mejor que la que el propio Will McAvoy pronuncia en el arranque de la serie y que me hizo llorar copiosamente. Y es que aquel equipo de periodistas de la CBS en la década de los cincuenta del s. XX siempre será una referencia de dignidad y elegancia de corazón o código deontológico -como prefiráis- y una fuente de inspiración para las generaciones de hoy y las venideras, aunque éstas no indiquen la autoría porque ya la llevan incrustada en los genes coaxiales.
Buenas noches y buena suerte” de algún modo también nos remite a “El precio de la verdad” de Billy Ray film del que hablé en este rinconcillo… En fin… no voy a seguir con “Ausencia de malicia” de Sidney Pollack, o con “Todos los hombres del presidente” de Allan J. Pakula para no dar la impresión de que me disperso, pero en este caso sí me apetecía relacionar porque siendo obras de arte únicas e incomparables sin embargo tienen el factor común de la búsqueda de la verdad.
 “Buenas noches…” se desarrolla en el interior del edificio de la cadena CBS, imagino que el efecto de encierro fue buscado a propósito para reforzar las palabras del discurso de Murrow en el que nos habla de que la televisión jamás se debe convertir en escapismo, mero entretenimiento y evasión porque entonces solo será una caja vacía llena de cables; él sostenía que también debe educar e informar, todo lo contrario a adocenar. Como tantas otras veces he dicho deberían vender los guiones para que pudiéramos deleitarnos con la palabra escrita, en cualquier caso os invito a utilizar el mando a distancia cuantas veces sea necesario para parar y capturar cada una de las frases, porque la exposición de aquel prestigioso periodista es un lujo al que no le sobra una coma.
Resulta un privilegio impagable poder contemplar cómo eran los estudios, los despachos en los que se reunían los redactores, la música en directo para los cortes interpretada por Diane Reeves en el papel de Jazz Singers… los grandes y redondos relojes de pared marcando distintas horas, el modo de trabajar que hoy nos parece rudimentario pero que tenía muy clara la prioridad humana...
El espectador está constantemente dentro de la escena viendo a los protagonistas desde detrás de la cámara. Es una película compuesta por detalles, como esas obras de arte a las que no puedes echar un solo vistazo porque te quedarías sin verlas del todo, sin comprenderlas si no te acercas a las pequeñas figurillas talladas que le dan contenido y forma a la vez. Que el humo del cigarrillo de Murrow se exhale tembloroso por los labios antes de que él salga a escena nos dice que a pesar de tantos años en los medios sigue sintiendo responsabilidad y respeto por la gente, en este caso por un público de colegas que puede juzgar su trabajo con más elementos que los de los espectadores, pero sobre todo nos habla de la interiorización de un actor magnífico, la inquietud y la tensión expresadas tan sólo con el silencioso repiqueteo de la punta de su zapato, un pequeño parpadeo, un leve ensimismamiento, el desplazamiento de la comisura de los labios ocupando la pantalla… La forma asustadiza de responder cuando a cualquiera de los miembros del grupo le convocan a un despacho dice más sobre la instalación del miedo y el peso de lo que arriesgan que todas las frases del mundo. La heroicidad de estos hombres queda lejos de los estereotipados y lucidísimos alegatos a los que el cine americano nos acostumbra. Se arriesgaba el puesto de trabajo, el tuyo y el de tu equipo, se podía hundir la carrera de cualquiera de ellos, y caer en la cárcel, no lo olvidemos, por tanto hay momentos de preocupación y duda en los que se tragan sapos. Prueba de ese terror de estado es el suicidio de Don Hollenbeck, el director de informativos cuyo programa se emitía a continuación del de Murrow. La actuación de Ray Wise es insuperable, en cuatro pinceladas marca la evolución de su pánico silencioso, la desesperación… Claro que fueron héroes con familia dispuestos a pagar la publicidad que retiraban los patrocinadores, para conservar el espacio aun en detrimento de los bienes familiares, pero la verdadera heroicidad no es espectáculo.
Antes de que el público vea desde el patio de butacas que Josehp Wersba (Robert Downey Jr.) y Shirley (Patricia Clarkson) son marido y mujer ya nota que en su relación subyace una confianza y costumbre de largo recorrido, pero eso hay que conseguirlo en una interpretación a dos muy bien medida y el nivel de compenetración ha de ser grande. En la CBS estaba prohibido que se produjeran matrimonios entre los compañeros aunque finalmente nos enteramos de que el de los Wersba era un secreto a voces, pero esos matices de ocultación y evidencia al mismo tiempo tuvieron que encontrarlos los actores y lo hicieron maravillosamente a dúo. No es coincidencia encontrar a la gran actriz P. Clarkson dentro de los mejores proyectos, de hecho estará para siempre en “Lejos del cielo”, en la magnífica serie “A dos metros bajo tierra”, en “La seguridad de los objetos” dirigida por Rose Troche…  Nunca sabremos qué o quiénes eligen a quién pero lo cierto es que los buenos siempre encuentran su propia voz y su propio espacio.
Fred Friendly el coproductor (interpretado por George Clooney) marca perfectamente el funcionamiento del escalafón laboral en esos pequeños toques sumisos cuando el jefazo William Paley (Frank Langella) le hace callar.
Si repasas la decoración comprendes que también habla, el aparato de radio que reposa en el aparador del despacho de Fred expresa la nostalgia de un pasado o bien la interconexión entre ambos medios que nunca se ha roto aunque en aquel tiempo se vaticinase lo contrario.
Mi sensación al ver la película no fue la de haber asistido a un film en clave de documental, como se ha dicho, sino la de que me dejaron entrar en su trabajo, en la vida cotidiana de la redacción de un programa televisivo y se agradece que los personajes no se volvieran para explicarme lo que hacían como sucede en otras películas, por eso hablan in media res, y el espectador va cogiendo el hilo, lo mismo ocurriría si asistieras a una operación en un quirófano, ellos están a lo que tienen que estar y la atmósfera se resentiría si se hicieran concesiones al espectador que en la vida real no se harían porque en el mundo laboral hay comportamientos sobre la marcha y multitud de códigos comunes que se dan por sobreentendidos, cada gremio tiene su jerga.
La película podría haber sido realizada en color dejando los documentos en blanco y negro puesto que los personajes fueron reales y vivían al otro lado de la pantalla, pero intuyo que Clooney quiso el doble juego para que las piezas que faltaron entonces se ensamblasen con McCarthy al que no habrían podido colorear ya que el mundo lo conoció a través de una pantalla en blanco y negro, de ese modo y poniendo a todos los demás al servicio del máximo protagonista que sin duda fue él, es como el director consiguió unificar y paradójicamente logró la veracidad. Pero hay algo que subyace en esta película y que para mí es el cimiento que la sostiene y convierte en especial: Me he atrevido a imaginar que George quiso hacer un homenaje a sus padres (Nick Clooney periodista televisivo en Cincinnati y comprometido demócrata, y Nina Sento Warren también política), no en cuanto a la biografía familiar sino a la forma de sentir y pensar de una generación a la que sus progenitores pertenecen y que pasó por grandes vuelcos y vicisitudes vitales que le han hecho ahondar y cribar para quedarse con lo verdaderamente importante, y llevando más lejos aún mi osadía pensé que eligió dirigir la película, pero no dirigirse a sí mismo como protagonista y que escogió precisamente un papel secundario de perspectiva parecida a la que tendría cuando era un crío que pululaba discretamente por el estudio de su padre, entre piernas y cables. En “Buenas noches y buena suerte” anda siempre agachado para avisar a Murrow de cuando ha de entrar, ese es el enfoque que tendría en aquel tiempo, de hecho hay un comportamiento de hijo frente a Murrow: “Siempre que me vas a mentir me enciendes un cigarro”, a la vez que se entrevé un lazo irrompible entre ellos que va más allá de la amistad, acuden juntos a las reuniones, pero si lo hacen por separado el uno espera hasta que el otro sale y ese respetuoso segundo plano también se parece al de un hijo cuando es joven y admira a su padre. Si la ofrenda es consciente o inconsciente al menos yo he creído verla entre líneas o mejor dicho entre fotogramas. La belleza que transmite George Clooney tiene que ver con un esplendor que le emana de dentro y que ningún kilo de más o de menos es capaz de arrancarle.
Un abrazo y hasta el próximo encuentro.

Pili Zori

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