"Presentimientos", de CLARA SÁNCHEZ

Acabo de terminar Presentimientos y no sé si podré transformar en frases el tremendo impacto que me ha producido, estoy apabullada. Mis sensaciones son las de haber recibido un regalo bellísimo, completamente nuevo e insólito: un hallazgo.
Clara Sánchez se ha atrevido a trasladar desde el terreno científico a la literatura mundos hasta ahora insondables de los que sólo se ocupa la ciencia, que para poder organizarse siempre selecciona y separa por compartimentos estanco, y en cada uno de esos compartimentos coloca a minuciosos especialistas para que investiguen, desarrollen y extiendan su parcela, pero se olvida después de relacionarlos entre sí, y deja de ese modo que la vida parezca un puzzle de piezas de tela sueltas y descosidas, y las personas seres desmembrados con el hígado por un lado y el alma por otro. La autora sin embargo pespuntea y ensambla nada más y nada menos que el mundo onírico con el de la vigilia y ella sí ha buscado las conexiones buceando a mucha profundidad y las ha encontrado. Tal vez otros lectores no hayan extraído las mismas conclusiones que yo tras sumergirse en el universo de Presentimientos, esa es la magia de los libros y también uno de los temas más cruciales que precisamente propone esta novela: el de cómo cada uno de nosotros percibe y construye su realidad a partir de la información recibida. Pero partiendo desde la inevitable subjetividad diré que pocas veces he tenido una certeza tan clara como su nombre: la autora ha creado un orden nuevo y no es la primera vez que se dice que si quieres encontrar la verdad debes buscarla en la literatura antes que en la historia o en la ciencia. Clara Sánchez, como tantos de nosotros, la utiliza para poder entender la existencia. De hecho tuvimos el honor hace unos días de verla y escucharla en un encuentro, aquí en Guadalajara, y ella misma nos contaba que en una ocasión estando en la playa se le metió arena en los ojos dejándole durante unos instantes la vista como en neblina y que se dijo: “Así es como veo yo la vida, como cuando la carretera desprende un sofocante calor que ondula el aire y deforma las imágenes que hay detrás, con esa especie de velo. La mayoría del tiempo tengo la sensación de que no entiendo bien las cosas, y por eso escribo: para comprenderlas”, (cito de memoria con el deseo de no desvirtuar el fondo de sus palabras aunque sin querer las esté cambiando, pero no tergiversando).

Clara Sánchez, con neblina en la vista o sin ella, tiene un oído social potentísimo; cuando al poco tiempo de terminar su novela “Sin noticias del Paraíso” apareció la película “American Beauty”, me llevé una alegría enorme y me dije: “fíjate en qué corriente de pensamiento está…, comprender la sociedad con la perspectiva del tiempo tiene un gran valor, pero descifrar el presente en el momento en el que los acontecimientos se producen, o mejor aún, verlos venir y ofrecer un retrato nítido y un análisis diáfano es un logro mucho mayor. Nadie ha desmenuzado los ingredientes del instinto, se obvian como si estuviésemos hablando de un lugar común, pero son los verdaderos radares de la supervivencia, y si algo tiene Clara como narradora es una antena parabólica gigante que siempre la encamina hacia lo esencial eliminándole lo superfluo.

Agradezco profundamente que sus novelas sean tan urbanas. Entrando en ellas me siento mucho menos perdida aunque sólo sea por empatía, por identificación, ya que toca teclas y claves comunes que me hacen sentirme a su lado, (no sólo acompañando a sus personajes, también a ella, y después sus libros se quedan conmigo sin que yo se lo pida, igual que otros se van sin que yo los eche).
De “Un millón de Luces” me gustó muchísimo su estructura vertical escogida para explicar la jungla de los ejecutivos y sus despiadadas leyes y conseguida con un recurso tan sencillo como el de colocar a la protagonista como testigo directo: ella comienza su trabajo en la recepción y sin apenas intervalo de tiempo se eleva como un cohete de planta en planta. La autora utiliza el ascensor como hilo conductor de subida hasta lo más alto y de bajada, sirviéndose de él a la vez para obtener las dos lecturas: la real y también la metafórica de “más dura será la caída” aunque en este caso es la protagonista quien elige bajar a velocidad meteórica, para abandonar con gusto esa vampírica torre de cristal, y de ese modo ella nos ha servido de guía para hacer el recorrido de todos los estamentos que componen ese mundo endogámico y caníbal. Siento hablar ya desde lejos del libro aunque conservo intactas las sensaciones, (la memoria de las sensaciones es la que más se agarra, para bien o para mal), y los debates que produjo en el club de literatura, sobre el poder, la cultura del pelotazo, el desprecio a la trayectoria… En fin, aún siento en la piel el calor de su verano, ese que una de las protagonistas conseguía refrescar como en el sur a base de rendijas en persianas, y cortinas que originaban brisas suaves para la siesta. También recuerdo -sin saber por qué mi arbitraria memoria elige esos detalles- algo que ya es una constante en la literatura de Clara Sánchez y que creo que en el caso de lo que voy a decir sí que se trata de un préstamo personal que ella les hace a los habitantes de sus novelas: utiliza las joyas dándoles siempre uso de talismán, jamás representan elementos de lujo u ostentación, y me enternece esa obsesión: “si se lleva anillo no se lleva collar o pulsera y viceversa” –vuelvo a disculparme por no citar textualmente- tanto es así que antes de ir al encuentro con su libro en la mano y armada de pluma para que me lo dedicase me planteé suprimir de un conjunto completo algunas piezas, pero en este caso el aderezo me lo regaló mi marido y eso constituía el talismán para mí, aunque me identifico con esas búsquedas de armonía que proyectan nuestros objetos y prendas y que otros pueden considerar manías, de hecho en Presentimientos una de las veces en las que Julia despierta durante unos instantes volviendo de inmediato al sueño ve a Tito, su niño, a Félix, su esposo, y a Angelita, su madre y lo primero que le extraña es que su hijo va mal conjuntado. Y es que esa es otra de sus constantes que no es banal: la ropa prestada emanando los efluvios y las energías de sus dueños, la vestimenta aparece a menudo con carácter protagonista en la escritura de esta mujer que no deja nada al azar y que maneja como nadie los símbolos y los significados que esconden o atesoran los enseres personales y los gestos y ademanes, precisamente hasta los más imperceptibles.

Presentimientos, para mí, es una novela clásica de contenido moderno, muy difícil de escribir para que al lector le resulte muy fácil de leer. Estructurada por días en los que la unidad es impecable, conseguida con elementos tan simples como las horas del día o de la noche para salir y entrar en las escenas, y marcadas en el mundo “real” de la vigilia por el zumo de naranja y las tostadas que prepara Angelita,  por las estrellas que atraviesan la ventana del hospital cuando Félix regresa, o por los biberones, siestas y pañales de Tito.
En la zona onírica también logra crear la atmósfera de forma magistral porque Clara Sánchez construye un orden coherente sin perder jamás el magma surreal propio de los sueños. En todo momento busca el contraste entre los dos mundos y pone en cuestión las leyes que los rigen, haciendo que las fronteras sean móviles y desplazables para que el lector se pregunte ¿dónde está la realidad? y finalmente decida que en ambos mundos paralelos y vitalmente conectados puesto que el uno sin el otro nos llevaría a la muerte. “Soñar para resolver”, “En el problema está la solución”, nos dice la figura del narrador. Por eso también busca a propósito el contraste con los dos protagonistas y sus formas antagónicas de enfrentarse a la realidad: Félix, pragmático investigador de una empresa de seguros, analítico, con una fe ciega en los datos y las evidencias y con desconfianza hacia los seres creativos porque tienden a imaginar. Y Julia instintiva e intuitiva, ambos utilizarán en cada mundo las armas del otro para poder encontrarse.
Pocas veces se ve en literatura expresado el amor tan lejos del arquetipo, y pocas veces ha sido plasmado de forma tan verdadera y hermosa. A partir del momento en el que Félix decide transgredirse a sí mismo y explorar la mochila de Julia, (terreno hasta ese instante inexpugnable y respetado al igual que el veto que él mismo se impuso al enamorarse: jamás la analizaría como a un cliente) la trama trepida. El lector asiste a una de las encrucijadas más duras por las que sin duda tiene que pasar una madre, me refiero a cuando Angelita teme y a la vez comprende que para que su hija vuelva y se salve ha de desvelarle a su yerno el secreto que esconden los números de ese teléfono reflejado tantas veces en el móvil y en los pequeños papeles que ha arrojado el bolso.

Todos dicen, incluso la propia autora, que sus novelas tratan de la soledad, y no lo niego, pero si se me permite matizar añadiría que la soledad no es mala, lo que enferma es el aislamiento y en ese sentido Clara sí señala en toda su obra a una sociedad con tendencias aislantes en la que se ha instalado el miedo y la desconfianza hacia los extraños, extraños que al final dan lecciones de implicación como Abel, como Sandra… o como las personas desconocidas que generosamente dejan en su apartamento de alquiler utensilios y ropa que sirven para sobrevivir e incluso rejuvenecer. La autora nos habla de perderse por lugares despersonalizados uniformados que desorientan y nos dificultan la vida, de hecho sentí un escalofrío leyendo las primeras páginas porque esa es una de mis pesadillas más recurrentes, me pierdo y me quedo sin dinero e indocumentada porque todo lo que me ata al mundo va en el bolso, también lo reflejo en mi escritura de forma directa o tangencial, consciente o inconsciente, como siempre hacen los miedos cuando ven esos huecos que se forman entre los pasajes de la prosa y por los que invariablemente siempre intentan escapar. Pero en la novela hay una frase que te sosiega y es la de: “Siempre se puede ayudar, lo que ocurre es que la mayoría de las veces no se sabe como”.Yo colocaría estas palabras como centro corazón del libro.

Compartiría todos los subrayados que mi libro tiene, pero sé que otros lectores, y también escritores, van a estudiar esta novela desde otros enfoques más coincidentes entre sí, por eso quería ofrecer una visión más íntima y personal que es la de cómo me ha afectado. Clara ha jugado todo el tiempo a destruir las apariencias, los estereotipos, y por eso ha creado un personaje masculino inolvidable, frente a Marcus al que ha desenmascarado como prototipo del espejismo y del encoñe obnubilado, nos presenta a Félix contenido, carente de exhibición, lleno de ternura masculina y verdadera hombría, confieso que he llorado en la página 328 (…)“El agua frente a él tenía un gris azulado de una belleza amarga, y pensó con toda la fuerza de que era capaz: Julia” y esto lo siente y sin embargo pronuncia el nombre de su joven esposa cuando ya sabe.
Y en la 332 (…) “Abel le clavó las falanges en el hombro".
"-Venga, hijo, vamos a tomar un café".
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"Felix se dejó hacer. Hacía tanto tiempo que nadie se ocupaba de él”.
(Fuera de contexto no dice nada pero quienes ya lo hayan leído entenderán por que no pude sujetar las lágrimas).
También me ha gustado el mensaje que el libro envía: nunca hay nada ni nadie seguros, no debemos olvidar que también para Félix podría haber mujeres como Sandra. Intuyo que el oficio del marido no fue elegido al azar por la autora.

Sólo me queda destacar que los enlaces escogidos para el rescate son magníficos: el llanto de Tito, las palabras de Abel, el anillo luminoso, el pañuelo blanco y negro de seda, la tarta de chocolate y menta… y lo bien colocados que están los elementos sorpresa, los rastros que deja… como va desenlazando y cerrando un enigma detrás de otro.
Preciosa, perfecta en la forma, en el texto y en el subtexto, no sólo por el caudal de su río sino también por todos los afluentes.



P.D. Ha pasado algún tiempo desde que compartí con vosotros mis impresiones sobre "Presentimientos" en el blog, pero en el club de literatura Armonía de la biblioteca pública de Guadalajara terminamos la novela este pasado miércoles 28 de mayo de 2008, y mi comentario quedaría cojo si no intentara al menos transcribir alguna de las magníficas opiniones y aportaciones que hicieron mis compañeras, lamento, como ya es habitual, no reseñalas todas, porque somos 38 miembros en el club. Así que escojo al azar, jamás por preferencia.
De entrada os diré que la lectura de esta novela creó en cada sesión un clima íntimo muy especial. Una de nuestras compañeras a la que normalmente le gusta más escuchar que ser escuchada comenzó así: "hoy quiero hablar la primera. He leído esta historia sufriendo mucho, pero buscando en ella una respuesta muy importante para mí. Cuando mi marido entró en coma mis hijos y yo le llevábamos grabadas sus canciones favoritas, partidos de futbol, le hablábamos... pero él, aunque a veces abría los ojos, nunca dijo nada".
la voz de mi querida amiga se quebró desde la primera frase, pero continuó hablando con el cuerpo erguido y sin bajar el tono para subrayar que quería regalarnos la experiencia. Lloraba-. "Me habría gustado saber si escuchó todo lo que le dije".
La envolvimos en una ovación cerrada para que la abrazase. su marido ya era ex, antes del accidente, todas supimos lo importantísimas que debieron ser las frases que ella le susurró en aquellos días.
Otra de nosotras dijo que la autora quería transmitirnos la idea de que era fundamental soñar en este mundo de tanta corrupción e incumplimiento de acuerdos para lo humano, que sólo soñando podemos transformarlo. Ella lo expresó muchísimo mejor.
Anduvimos también distendidas compartiendo nuestros extraños sueños y fantasías en los que se reiteraban las sensaciones de estar perdidas: ir a la casa y que no te abra la llave y que ese no sea tu hogar, caminar en ropa interior por la calle... soñar con un señor que no te gusta como si te gustase... También se habló mucho del personaje de la madre-suegra, Angelita, algunas compañeras opinaron que el modo de desvelarle a su yerno el secreto de Julia les parecía brutal, otras alegaron que era necesaria esa actitud para salvarla.
Se planteó con mucha brillantez el dilema de perdonar o no las infidelidades alegando, como siempre, que es fácil hablar cuando no te has visto en la situación, o cuando desconoces la deslealtad, si es que lo es... También tratamos la desconfianza hacia los desconocidos tan instaurada en la vida urbana de hoy... Otras compañeras se detuvieron en las distintas realidades que la novela ofrecía diciendo que cada personaje representaba una. Y por último, añadiré la intervención de otra porque me enterneció  (siento reiterar tanto la palabra compañera, pero lo hago así porque considero necesario preservar la intimidad del club), como casi todas andamos cuidando de padres o madres en edad avanzada o en estados próximos al de Julia, esta amiga nos dijo: el libro es mi vida, exactamente igual, yo todos los días hago lo mismo, me ocupo de mi casa y su intendencia, me arreglo y me voy a ver a mi madre, al día siguiente vuelta a empezar sólo que no son ocho jornadas como en la novela, lo mio es siempre.
A veces me gustaría llevar una grabadora para que quedasen como un legado las sesiones de mi club, así todo el mundo podría crecer tanto y tan deprisa como yo crezco cada miércoles.
Un abrazo
Pili Zori