"Expiación" de IAN McEWAN

En el club de literatura Armonía que se celebra todos los miércoles a las 18,30 en el salón de actos de la Biblioteca Pública de Guadalajara estamos leyendo Expiación una insólita novela del controvertido escritor Ian McEwan que pronto veremos en la gran pantalla.
Como de costumbre desde hace una docena de años mis compañeras y yo nos llevamos a casa la grata tarea de leer cien páginas durante siete días para después poner en común, cada miércoles, durante casi dos horas, todas las reflexiones que hemos ido haciendo en solitario, o para compartir las escenas que más nos han conmovido o impactado... y siguiendo un coloquio cálido y ordenado nos vamos escuchando unas a otras sesión tras sesión hasta que con nostalgia anticipada se nos acaba la estancia en ese universo del que nos adueñamos durante unas semanas, dos, tres o cuatro, según el número de páginas que tenga la novela. Si los libros escogidos son interesantes y de gran calidad literaria ya desde su adquisición no lo es menos el epílogo que se les añade con todas las aportaciones y enfoques tan variados que hacen que las novelas leídas y experimentadas en club se hagan inolvidables.

Esta vez Ian McEwan nos ha trasladado al verano de 1935. Briony la hija menor de los Tallis, (trece años) ha escrito una obra de teatro y espera con ansiedad la llegada de León, su hermano mayor, que vendrá acompañado de su amigo Marshall para ponerla en escena y lucirse ante él, su mejor público. Cecilia, la mediana, regresó de la universidad hace unos días, y deambula por la casa debatiéndose interiormente sobre las decisiones laborales y personales que ha de tomar para su futuro porque sus notas universitarias no han sido brillantes. Y por el jardín también pulula Robbie el hijo de una de las criadas al que el señor Tallis le financia los estudios, decisión que tomó cuando era casi un bebé abandonado por su padre. Robbie ha convivido desde niño con los Tallis y participado de sus costumbres de forma natural y sin sentir ninguna diferencia de clase, al contrario que Cecilia ha obtenido las máximas calificaciones y se propone matricularse en medicina para cursar su segunda carrera. El señor Tallis, para no variar está en viaje de negocios y Emily su esposa intenta mitigar otra de sus terribles migrañas, pero cuando esta ya tiene visos de remitir el lector ve como debido a ese padecimiento ha desarrollado la capacidad de reconocer cada uno de los ruidos de la casa y por ellos sabe que ocurre en cada momento. Además del revuelo natural que supone el regreso de León acompañado de su amigo se añade la llegada de los tres primos del norte, Lola de quince años, y los gemelos Jackson y Pierrot Quinci cuya estancia se anticipa indefinida porque Hermione la hermana de Emily y madre de los tres niños se ha dado a la fuga con otro hombre abandonando a su marido.
En este arranque largo pero necesario el autor nos entrega todas las claves que más adelante irá desarrollando. Nos presenta a cada uno de los personajes casi por separado y poco a poco va tejiendo el entramado que irá vinculándolos a todos alrededor de un eje: Briony. Con maestría y apenas unas pinceladas nos da el perfil físico y anímico, (este último a mucha hondura), de cada uno de los componentes de esta familia de la alta burguesía pero sin orígenes aristocráticos y ejerce un juego de sutileza que requiere la complicidad del lector porque cuenta lo anterior y posterior al hecho que no desvela y que irá desgranando con cuenta gotas para que sea el lector el que especule, conjeture y tome posiciones y partidos sobre cada personaje, y arrastre filias y fobias que probablemente tenga que desmontar más tarde para al final llegar a la conclusión de que los verdaderos protagonistas no son ni los personajes ni tampoco los hechos sino las reflexiones que dichos hechos nos han planteado, no en vano el autor fue alumno de Ray Bradbury el creador de Fahrenheit 451.
Para no desvelar el meollo de la trama pero sí despertaros el deseo de que leáis la novela diré tan sólo que Briony, en esa frontera (la pubertad) en la que se produce la perdida de la inocencia, comete un gravísimo error, (más tarde el lector dirimirá si intencionado o inconsciente), que envía a la cárcel a un hombre bueno y noble. A partir de ahí el debate está servido, ya en la primera sesión de club y en el recorrido de las cien primeras páginas se habló apasionadamente de los malentendidos y los estragos que estos pueden producir si se dan por sentados y no se aclaran, de la percepción tan distinta que las personas podemos llegar a tener de la realidad.
La novela es un juego de muñecas rusas, de literatura dentro de la literatura, porque dentro de Expiación hay otros libros: los que escribe Briony antes y después del hecho, libros de los que McEwan se sirve para que con un recurso ingeniosísimo su novela se explique a sí misma (dicho recurso reside en utilizar la respuesta que unos editores le dan a Briony tras leer su relato Dos figuras junto a una fuente. Con los análisis y el dictamen que emiten, al lector por fin le queda claro lo que Briony omite y evade dentro de su novela que es lo mismo que esconde en su vida real), y es justo al ver ese paralelismo y esa carencia cuando el lector comprende las intenciones del autor. Hasta ese momento quizá había pensado que la falta de explicaciones podría ser un fallo de construcción, ahora ve que se trata de algo buscado a propósito. Cuando el lector escucha el pensamiento de Briony, (sobre como escribir una novela moderna y que esta se diferencie de las del XIX en que ni los personajes ni la trama sean lo principal) se refuerza aún más en la idea volviendo a comprender que Ian McEwan ha buscado otra composición, otra voz, otro estilo, y para que lo entendamos presta sus palabras a la escritora de ficción, Briony “...lo que a ella le interesaba era el pensamiento, la percepción, las emociones” nos dice la figura del narrador omnisciente y así es como se nos desbarata la expectativa de la que hablaba en renglones anteriores de llegar a un desenlace clásico en el que “el bueno mata al malo y se casa con la chica”.
Durante las sesiones de club se debatieron detalles tan importantes como el propio significado de la palabra expiación y nos preguntamos ¿qué era en realidad lo que se expiaba? o ¿quien era el que expiaba? ¿culpas ajenas? ¿propias?...
Se analizó con mucha profundidad la figura de Emily, como representante de su clase social, se le criticó su actitud evasiva que justificaba con migrañas, pero ¿realmente se evadía? Hubo controversia con respecto a ese dato. Se desmenuzaron muy a fondo sus posibles razones para consentir las infidelidades de su marido. En esta parte quiero compartir el orgullo que siempre me produce que mis compañeras de club no caigan nunca en lugares comunes ni busquen los tópicos ni lo políticamente correcto y muy al contrario entreguen siempre explicaciones que tienen más que ver con lo sincero y auténtico, por esa razón una compañera dijo que si él –refiriéndose al Sr. Tallis- había dejado de quererla pero ella a él no pues que el problema era de él y no de ella. Otra aportó, <<¿Y por qué se va a tener que ir ella y abandonar una vida por la que tanto ha trabajado si no tiene culpa de nada?>>, a lo que otra apostilló que su abuela con catorce hijos dejó a un marido que bebía y se gastaba lo que ganaba en el juego y se plantó en otra ciudad y salió adelante y todo eso a principios del siglo veinte. Quizá por ser el personaje más cercano a nosotras, en edad, fue también el más vilipendiado. En mi papel de abogado del diablo, que es el que me corresponde para que el debate no pierda brío, sugerí que tal vez recibía nuestras críticas porque nos servía de espejo y no nos gustaba lo que estaba reflejando y traté de sacarle los valores, finalmente no se salvó por mayoría, pero si se sopesaron sus rasgos de carácter y sus acciones buscando la objetividad, alegué que hasta en el psicoanálisis se atacaba duro a la figura de la madre como si la del padre no existiera y que tal vez ese concepto era un icono cultural que teníamos imbuido y que precisamente por ser nosotras mujeres deberíamos derrumbar, más adelante la propia novela explica que en literatura y a causa de la psiquiatría los esquemas que se siguen utilizando para crear y dar vida a los personajes parten de premisas erróneas. Se pusieron en cuestión los verdaderos motivos del mecenazgo del Sr. Tallis hacia Robbie, se discutió sobre si estos eran generosos u ostentosos, una compañera dijo que en cualquier caso si los motivos tenían o no un origen vanidoso el beneficio para Robbie era el mismo y por tanto ella aprobaba la ayuda. Hablamos de la envidia y de su composición de que siempre la distinguimos en los demás pero no en nosotros mismos, y de los celos entre hermanos, nos asombró como Hermione un personaje ausente podía estar tan presente, Emily ve reflejados en Lola algunos rasgos de su hermana, le asaltan los recuerdos y sin querer los proyecta contra su sobrina aunque siempre intenta ser ecuánime en sus juicios. También sacamos a colación el elitismo: ¡¡Que el hijo de una criada destaque más que los míos!! (ese pensamiento no está presente de forma explícita en el libro pero llegaron a la conclusión de que implícitamente sí, me excluyo porque sobre Emily tengo otra opinión, pertenecer a una determinada clase social no te convierte en clasista, esa es una actitud que se toma o no deliberadamente. Por supuesto que no estoy de acuerdo con la diferencia de clases, y sigo siendo partidaria de la lucha, pero ese es otro tema, de hecho en la última parte de la novela y durante la guerra Emily acoge en su casa a dos familias, a la madre de una de ellas se le o le han manchado la reputación y no le importa, aunque ese gesto no la exime de que no indagara en la acusación de Briony como tampoco exime a quienes obligados a investigar no lo hicieron ni a quienes otorgaron mayor credibilidad a la hija de un industrial que al hijo de una criada. De ahí derivamos hacia todos los inocentes que pagan cárcel y a las situaciones en las que si alguien quiere puede hacer que todo se ponga en tu contra. Después discurrimos por otros derroteros del libro preguntándonos por qué en su mundillo interno los niños se obcecan y empecinan en ocultar y callar los abusos que se cometen contra ellos, y sobre qué componentes de vergüenza y culpabilidad les llevan a distorsionar la realidad... hablamos del despecho por un amor contrariado o no correspondido en la pubertad o adolescencia...

En fin, teniendo en cuenta que van seis horas de debate y que aún queda la etapa más bonita para mí que es la de la rueda de las conclusiones finales que se realiza en la última sesión en la que se pone a prueba la capacidad de síntesis para que todas y cada una de las compañeras puedan dar su opinión ya con el libro terminado, emplazo desde aquí a que leáis esta extraordinaria novela y dejéis vuestro comentario. Y para poner el broche de cierre sólo añadiré que el enfoque de la guerra desde la mirada de Briony siendo ya enfermera, (esas profesionales a las que el uniforme quitaba identidad, pero que las hacía depositarias del sufrimiento y del horror más deleznable) me ha conmovido mucho más que las tropecientasmil novelas, películas o tratados bélicos que haya podido leer, oír y ver durante toda mi vida.
Para mí la novela parte de lo particular para llegar a lo universal y por lo tanto la expiación se refiere a todo un tiempo que jamás debió existir.
Es un logro que el autor consiga llevar al lector desde la animadversión más enfurecida contra Briony hasta la redención más compasiva. Todos podemos cometer errores que no puedan arreglarse y en el pecado ya va incluida la penitencia, y ésta en concreto es de las peores: impedir por intromisión la felicidad de alguien y torcer su destino. Creo que la novela en su trasfondo nos habla de la responsabilidad y de que nos hagamos cargo de las consecuencias de nuestros actos, -incluyendo la responsabilidad institucional- y nos habla de quien o quienes son los chivos expiatorios. Y sobre todo nos deja el sabor amargo e impotente de la injusticia, la individual y la colectiva.
Pili Zori

Comentario sobre la serie "Los Soprano" de TV

He visto cuatro temporadas de la serie televisiva Los Soprano y me ha removido cimientos anímicos que creía muy bien asentados. Para mí esta magnífica “novela cinematográfica escrita con páginas de televisión” tiene un altísimo contenido moral y ético que te pone patas arriba los esquemas: nunca voy a olvidar dos escenas cruciales:
La primera cuando la doctora Melfi, tras ser violada en el aparcamiento, (lloré lo que no está escrito) -y después de que transcurran varios días de sentimientos ambivalentes y enfrentados- se queda a una milésima de pedir la protección de Anthony Soprano en la consulta, pero no lo hace. Ahí, justo en ese punto, en esa escena se me marcó la frontera diferenciadora, a pesar de que ese sería el camino más corto y eficiente ante un sistema judicial y policía inoperantes e injustos, ella no se lo cuanta y tampoco le pide ayuda. Los guionistas consiguen de forma magistral abrir debate no sólo desde las ideas sino desde los instintos, que es donde está el quid, y lo hacen perforando la pantalla con ese dedo que pregunta en tono acusador ¿Y tú qué harías? Es magistral el modo en el que cuentan con la colaboración del espectador que constantemente se debate entre la afinidad y el rechazo. Nos ponen un espejo delante, en el que nos reconocemos, en su doble moral, en su hipocresía, en los arrebatos de ira, en los sueños ilegales… Quién no sucumbiría ante determinadas tentaciones si no le pillaran, y cuando nos tienen al borde del acantilado abismándonos con ellos, zas nos muestran la diferencia y el verdadero significado de la honradez y lo heroica y difícil que a veces resulta practicarla, porque desde la atalaya en la que muchos nos colocamos es fácil emitir juicio, pero ellos, los guionistas con David Chase a la cabeza nos sitúan en la misma tesitura y a ver qué hacemos.
La segunda escena crucial a la que me refería en renglones anteriores es la de la conversación que Carmela, la esposa de Anthony Soprano, mantiene con el psiquiatra que la doctora Melfi le recomienda dado que ella no puede tratarla por ser la esposa de su paciente, este doctor no solamente la pone a ella en su sitio, también nos coloca en el nuestro a los espectadores, y clarifica de un plumazo las distintas posiciones que la psiquiatría toma: hay una gran diferencia entre la postura de la doctora Melfi (que hace la vista gorda ante ciertos detalles, y aunque ello no menoscabe su código deontológico ni la convierta en cómplice y su honestidad en ningún momento se ponga en cuestión, sí hay un matiz que importa mucho aunque sea difícil de distinguir en ese abanico tan amplio que se ha extendido en medio del bien y del mal y que tiene el color de la media tinta, el doctor le dice a Carmela que tiene una salida, la de dejar a su marido si este no abandona su modo de ganarse la vida, ella comienza a pormenorizar con el reparto de bienes y él la corrige de inmediato alegando que para purificarse y comenzar de nuevo debe irse sin nada porque ese dinero es sucio, que a eso es a lo que tiene que enfrentarse de verdad para tomar una decisión porque si no lo hace así siempre albergará dudas y que dicha decisión ha de tomarla con todas las consecuencias, ella se pone a la defensiva y alega que él no le va a hacer ascos a su dinero cuando acabe la consulta sabiendo de donde proviene (lamento empobrecer el extraordinario diálogo y la magnífica escena, porque escribo de memoria y no puedo citar textualmente) él vuelve a corregir diciéndole que en ningún momento ha pensado cobrarle y que tampoco podrá recibirla más si sigue encubriendo a su marido. ¡Ese es el matiz que marca la diferencia entre la doctora Melfi y él!: ayuda, no se desentiende, pero no quiere su dinero manchado de sangre, además durante el encuentro deja muy claro que no comparte las teorías psicoanalíticas que hurgando en las raíces de infancia exculpan las malas acciones.
Estoy pasmada con la perfección de los guiones, el global de toda la serie y el pormenorizado de cada capítulo, me parece un milagro conjugar tanta hondura sin perder por ello el esquema de intriga y entretenimiento, que tenga las dos lecturas: la de gran público y la del espectador más avezado. Soy incapaz de catalogar el trabajo de los actores como protagonistas y secundarios porque la considero una obra coral en la que cada uno de los elementos del elenco es protagonista absoluto en su parcela. Me asombra lo bien creados y perfilados que están los personajes: se les ha dado forma de pensar, un comportamiento determinado con costumbres y continuidad en el tiempo y sobre él una evolución, la atmósfera, el ambiente de cada casa que como observó mi hija Raquel hasta la vivienda de Junior refleja por detalles tan femeninos que la decoró una mujer que ya no está, logran hasta la solera del paso del tiempo…qué Antoni salga adormilado a por el periódico cada mañana con la misma indumentaria… me maravilla como interiorizan el más mínimo detalle porque cuando duermen se les hinchan hasta los ojos y no hay espectador que dude que llevan ocho horas bajo las sábanas y que tienen un aliento pastoso, que abra el frigorífico siempre en los mismos momentos para comer embutido y que ese detalle refleje un estado de ánimo… qué Carmela vaya hasta en casa impoluta y repeinada como una Jacquelín Kennedy, (otra observación de mi hija) para reflejar un planteamiento de vida el intento de conservar una apariencia de orden y limpieza interiores…que sea tan creíble que son familia sobre todo cuando discuten con sus hijos…
En fin, podría estar páginas y páginas detallando maravillas. Pero concluiré diciendo que me parece un logro que hayan roto los prototipos de belleza y que nos llenen la pantalla de personas deseables que afortunadamente rompen el canon con sus kilos ‘de sobra’ sus narices prominentes etc etc. Seres humanos en definitiva capaces de lo mejor y de lo peor, como todos nosotros, lo que nos diferencia de ellos reside en los límites que no se pueden traspasar, una cosa es comprender e incluso identificarse con ellos y otra muy distinta justificar lo que hacen.
Doy mi enhorabuena a escritores, directores y actores de la serie y a los mecenas que creen en ella, apoyo la huelga de guionistas porque al fin y al cabo ese EE.UU. ese país enorme y controvertido de gobiernos tan criticables siempre se ha salvado por sus artistas.
Y por escoger y hacer un cierre con broche elijo a los personajes más vulnerables: Christopher y su novia, me conmueven profundamente y me parecen los más perjudicados, la escena del ensayo en el teatro cuando Crissi hace de hijo y no diferencia realidad de ficción y entrega en borbotones todo el dolor y toda la carencia, me afectó en extremo, incluido el ataque y la injusta agresividad posteriores que descargó contra el pobre actor que había encarnado a su padre en el que proyectó toda la ira y la bestialidad acumuladas y reprimidas. Y sobre todo la consiguiente renuncia a los sueños por la consciencia de que ya no tiene salida.
Y la fragilidad de su novia sintiéndose traicionada y manipulada por la agente del F.B.I. a la que creía amiga, todo ese proceso en el que se ve la tremenda soledad y prisión en la que está metida y la fina línea que separa, pero que también iguala en sus métodos a policía y delincuentes, la misma arma usada para lo bueno que para lo malo, así de simple, no hay que olvidarlo. Es cierto que todos los protagonistas incluidas las mujeres son machistas porque contribuyen con su actitud a perpetrar y extender esas ideas y conductas, pero está muy bien ver desmenuzados todos los ingredientes para reconocerlos en nosotros mismos, puede que tengamos más de los que admitimos. De paso si algo buene tiene esta serie es la inteligente y exquisita manera de contrastar las partes, los ‘buenos ciudadanos’ y los que no lo son viendo a los vecinos, abogados y médicos del ‘otro lado’ el de los legales una no sabe quien es más mafioso.