"La niebla y la doncella", de LORENZO SILVA

Aviso: voy a desvelar detalles importantes de la trama y su desenlace, quienes siguen este blog ya saben que el encuentro se produce tras haber leído la novela, si aún no lo has hecho puedes volver aquí después de haber salido por la contraportada cuando se haya evaporado la niebla de los hermosos parajes de la Gomera y del complejo y sutil universo de Lorenzo Silva, el gran renovador de la “serie” negra.
Pero antes y aunque no haga falta la aclaración recordaré que la literatura de crimen y bajos fondos comenzó a publicarse en la revista norteamericana Black Mask y en la colección Série noire de la editorial francesa Gallimard y de ahí le viene el nombre.
Enseguida os explico por qué considero un renovador a Silva que sin embargo no se aparta ni un ápice del espíritu clásico de la serie negra. En la buena novela de este “género” resolver el caso no es lo más importante, aunque al final siempre se resuelva. Tampoco prima encontrar al malo porque en este tipo de literatura abundan las luces y las sombras en ambos bandos y las fronteras entre lo lícito y lo ilícito, lo legítimo y lo ilegítimo, lo moral o lo inmoral se diluyen. Pero lo que sí constituye una constante es la búsqueda de la verdad.
Antes de continuar con los logros del autor me gustaría hacer un inciso. En otras entradas de este mismo blog ya he explicado que no me agrada la clasificación por “géneros”, por eso he entrecomillado la palabra. Para mí sólo existe la buena literatura aunque comprendo que de algún modo el editor, el bibliotecario o el librero tienen que colocarla y apellidarla en sus estanterías para que el lector encuentre con facilidad lo que necesita en las secciones que anuncian: “Novela histórica”, “romántica”, “policíaca o negra”… en caso de que busque por tema y no por autor. Lo paradójico es que cuando una novela es arte en ella se encuentra, sin parcelar y todo junto, lo que acabo de especificar: amor, pasión, aventura, ciencia, crimen… al fin y al cabo hay muchas clases de crímenes -algunos hasta sin cuerpo del delito- y múltiples formas de matar y de morir sin llegar al asesinato físico. Así que o todas las novelas son históricas, puesto que se desarrollan en un tiempo concreto que mañana será historia, o ninguna lo es; o todas son de amor o ninguna lo es y así sucesivamente.
Decía que Lorenzo Silva es innovador entre otras razones porque escoge nuestro propio espejo para reflejar la realidad social española de hoy, y en nuestro país, quienes persiguen los delitos y hacen las investigaciones son los miembros de la guardia civil. Detectives hay, pero andan enredados en otros asuntos que pagan los particulares. El autor es hijo de su generación, -por suerte para él no recordará la dictadura, en 1975 cumplió nueve años- y la guardia civil, al igual que todo el país, ha ido evolucionando desde entonces pasando por la transición hasta llegar a la democracia. Creo que a Lorenzo Silva le importa mucho matizar sobre ese espacio generacional que a él le toca y dejar claro que han cambiado muchas cosas y que es hora de mirarnos a la cara sin prejuicios: que en otro tiempo y dentro del cuerpo de la Benemérita hubo torturadores, es un hecho y una verdad innegables, y miembros corruptos que abusaron de su poder, lo pusieron al servicio de la tiranía y se olvidaron de defender a la sociedad indivisible convirtiéndose en perseguidores de la mitad de sus compatriotas. Pero también habría guardias civiles que no podrían rechistar o que andaban buscando el modo de poder hacerlo teniendo en cuenta que arriesgaban más, para muestra el 23 F y sus facciones.
Me atrevo a asegurar que Lorenzo Silva con sus novelas hace una delicadísima labor de criba para poder marcar la línea que delimite las responsabilidades individuales dentro de ese Cuerpo y también las colectivas, pero al tiempo que nos presenta a través de sus personajes a la guardia civil de hoy por dentro, también ayuda a los lectores a saber mirar a sus miembros sin abstracciones, poniéndoles rostro, sentimientos, fuerzas, flaquezas… humanidad en definitiva. El autor escoge así el difícil papel de mediador que tanta falta nos hace y creo que siempre elige en su literatura y en su vida balanzas de ecuanimidad complicadas, “La flaqueza del Bolchevique” se podría haber escurrido por el tobogán de Nabokov y su “Lolita”, sin embargo consiguió una de las relaciones de joven con mayor más hermosas que se hayan escrito o visto en cine –él mismo adaptó el guión- por ello en esta ocasión al sargento Ruben Vila y a la cabo Virginia Chamorro les entrega la misión de retirar la niebla para que salga a la luz del sol la corrupción interna de compañeros a los que comprenden y aprecian pero no pueden dejar de condenar, y lo hace tras haber embarcado al lector en los mismos afectos, finalmente dicho lector aunque comprende y se muestra compasivo también aprende a no justificar ni defender lo indefendible.
Casi desde el principio deduje que Ruth Anglada era sospechosa, y no lo digo por presunción ni por desbaratar el elemento sorpresa ya que no es previsible y está perfectamente colocado en su sitio -me consta que a otros lectores les dejó con la boca abierta descubrirlo- sino por subrayar que esa sospecha fue para mí el máximo aliciente. Que el autor me fuera insinuando los indicios a través del comportamiento de la cabo Anglada me pareció magistral, los rastros y claves que deja están ocurriendo de forma latente mientras lees, como la lava que fluye bajo esas tierras en las que la novela se sitúa: a Ruth le gusta la velocidad de forma endiablada, un escritor nunca da puntada sin hilo, sobre todo si es de novela negra o policíaca, otra cosa es que el hilván sea largo y tarde un buen rato en aparecer la puntada, pero el hilo se extiende por debajo, alguien que va sin freno ya nos indica muchos rasgos de su interior, no sólo temerarios también trágicos y tristes, más adelante escucharemos de sus propios labios -cuando Vila le pregunta por sus objetivos- que no sabe a dónde quiere ir, que llegará hasta donde haya que llegar –perdonad que no cite textualmente.
Las primeras conversaciones que Vila mantiene durante la cena con el equipo de la Gomera, especialmente con Nava, son fundamentales, Vila lo describe con cuatro pinceladas certeras, nos dice que ronda los cuarenta, que posee un buen físico, un buen reloj de acero y unas gafas dignas del guaperas del anuncio de Martini; que vive con su segunda pareja, diez años menor que él, y un bebé. Con esos datos nos está indicando una serie de necesidades o deseos materiales frustrados, no resulta fácil con un sueldo pequeño mantener a dos familias. El tanteo al que es sometido el sargento de Madrid para ver por dónde respira también nos deja a la vista esa punta de iceberg. De paso y con sabia maestría el autor consigue de golpe las dos lecturas para que quien esté leyendo las quejas conozca a la vez las presiones y tentaciones a las que un guardia civil se puede ver sometido, los pocos estímulos que recibe por su trabajo y todos los marrones que se come por las arbitrariedades y frenos de los políticos. Pero en ese rifirrafe que la conversación proporciona, en esa especie de partido de tenis también el lector atisba o intuye dos posturas muy distintas. Lorenzo Silva acaba de presentarnos a dos antagónicos que sin embargo no parece que lo sean, lo que les diferencia es algo aparentemente tenue: una decisión, la de corromperse o no. Ser incorruptible no es un rasgo de carácter sino de principios.
En este punto de la narración tal vez el lector crea que aún no se ha enterado de por dónde pueden ir los tiros, o la navaja o cuchillo en este caso, pero al igual que el protagonista, lleva el radar encendido y acaba de archivar los datos aunque todavía no los haya procesado. Durante esa cena el alcohol ha corrido con premeditado exceso y a Rubén Vila no se le escapa que ni su colega Nava ni él están tan bebidos como alegan. Esa misma noche Anglada se insinúa al sargento Vila de manera demasiado directa e incomprensible para el lector que ya comienza a advertir algo raro en esa conducta impaciente que sólo puede deberse a una tosca estratagema de distracción que extienda una cortina de humo que permita a la cabo ganar tiempo estando en primera fila para recibir los datos: esa niebla metafórica y siempre presente que tanto embellece la trama, la prosa y las imágenes. Más tarde al lector le cuadrará todo, que Ruth se haya levantado dos horas antes que él y le conteste por el móvil desde la playa… su avidez por controlar los detalles descubiertos si ha estado ausente… y comprenderá por qué los interrogatorios a confidentes y presuntos implicados parecían secundarios salvo por algunas notas como la de chica rubia que Desirée vio acompañando a Iván en la moto por última vez.
Cuando ya sabes que fue Ruth quien asesinó a Iván y que lo hizo degollándole, -forma de matar que requiere fuerza física, frialdad y certeza-, la escena de cama con Rubén Vila y la conversación posterior cobran una fuerza inusitada.
Es posible que la mía sea una impresión subjetiva, pero es lo que dicha escena me transmitió: en esa relación sí ha habido entrega, y aunque ella ya sepa que está completamente perdida y cuál va a ser su fin, al menos le gustaría llevarse consigo esa brizna de verdad. Ella no es tonta y sabe interpretar el parecido de Chamorro con Verónica Lake, y descubrírselo con elegancia a Rubén diciendo sin decir. En mi opinión Rubén Vila no está a la altura porque nunca se le dice a una mujer que ha sido un buen revolcón, aunque lo haya sido, sobraba la aclaración y la advertencia, y por esa razón me gustaría que la doncella fuese Ruth a pesar de su paradójico lado oscuro porque creo que por dentro lo es e intuyo que puso a los pies de Nava el sacrificio del cordero como muestra de su lealtad, el autor nos deja ver que en Galicia lo pasó mal con un “superior”. También me sobran los cortes innecesarios que el sargento Vila les mete a cada paso tanto a Ruth como a Virginia para refrendar su autoridad, supongo que es un recurso del escritor para que a quien lee no se le olvide que es un trabajo militar y como tal requiere que se respete el sistema de jerarquías aunque haya confianza, pero precisamente porque está establecida la confianza entre ellos y también quien es el jefe me resulta forzada tanta necesidad de parar los pies. Pero no importa, tal vez Rubén sea de carácter inseguro aunque su método de trabajo resulte muy eficaz y Lorenzo Silva haya querido dibujarle con sus más y con sus menos que no siempre van a ser entrañables y tiernos y desee recalcar que para ser un buen profesional no hace falta ser un dechado de virtudes. Para crear la tensión sexual y ocultar que está secretamente enamorado de Virginia, tiene que encubrirlo con lo laboral y esos ingredientes de poderes y sumisiones, de protección y concesiones son muy humanos y también muy masculinos, por eso ha de explicarse a sí mismo que en realidad no ha faltado a esa fidelidad que se ha impuesto, que a Ruth se la ha tirado pero que a Chamorro la ama y por eso a una se la lleva a la cama y a la otra a ver las estrellas, y con el revestimiento científico se envuelve lo romántico y la ilusión de haberle concedido un capricho. Regalar forma parte del cortejo y andar entre dos mujeres resulta muy halagador, intentar provocar celos tienta pero es injusto para quien es utilizada sin saberlo. Aunque aquí haya quid pro quo por distinta razón.
El personaje de Ruth tiene toda la carga y la fascinación que emana de las mujeres fatales y ese poso de tristeza que aparece en sus ojos durante los elocuentes silencios que el autor maneja tan bien la redime.
Creo que construir personajes con evolución en el tiempo es otro logro enorme, tengo entendido que Lorenzo Silva cuando los retoma hace que hayan transcurrido los mismos años que ha tardado en volver a verlos, e imagina todo lo que les ha sucedido durante ese tiempo, y eso aparece entre las líneas. De hecho Virginia Chamorro comienza siendo guardia y termina en el último libro de la serie con los roles invertidos, ahora ella es la sargento a cuyas órdenes está un joven guardia.


Es evidente que hay personas si no superdotadas, -y es más que probable que Lorenzo Silva lo sea-, más dotadas que otras para el desarrollo del talento y del trabajo. Con la edad que tiene y más de treinta libros escritos a su espalda resulta sencillo echar la cuenta de que sale a más de uno y más de dos proyectos por año. Si a eso le añades que es un hombre generoso y altruista a la hora de encontrarse con sus lectores en cualquier lugar del mapa, sin importarle ponerse en carretera, (a Guadalajara ha venido varias veces, invitado por la Biblioteca Pública y por la Fundación Siglo Futuro), pues no te explicas qué hace para sacarle tanto rendimiento al tiempo y si a todo lo anterior hay que añadir que es un comunicador extraordinario, porque no hay por qué dar por hecho como condición sine qua non que alguien que escribe bien tenga necesariamente que hablar bien, son registros y lenguajes distintos y no siempre se valora la dualidad y él la tiene, además de una fluidez pasmosa, y para colmo atiende su blog asiduamente y está al tanto de todos los avances de internet. pues qué queréis que os diga: me rindo de rabiosa envidia y me flagelo por mi ostensible vagancia.
Dicho esto, como su libro está vivo y se sale de las páginas, era normal que los recientes acontecimientos de Valencia dieran lugar a acalorados debates de los que tampoco se libró el club, aunque no llegó la sangre al río, el sentimiento de grupo y el afecto puede más.
Pero he de hacerle una pequeña objeción, señor Silva, con todo mi pesar.
Encontrar el sitio que a cada uno nos corresponde y saber estar en él no es fácil y creo que en estos días ha habido mucha desorientación, desde la de llamar “enemigo” al manifestante hasta las intoxicaciones de los medios que parecían, desde sus atalayas, incendiarios de esos que a usted tan poco le gustan, y admirándole como le admiro y después de haber leído –creo que son palabras suyas- el magnífico interrogante de si “las fuerzas del orden están para defender a la sociedad o a la propiedad privada” lamento discrepar sin embargo con el comentario que hizo en una de las últimas entradas de su blog “Los trabajos y los días.”
En él dijo: “Tampoco es de recibo que los adolescentes españoles se hayan acostumbrado a utilizar ‘hijoputa’ o ‘asesino’ como forma de saludo a los antidisturbios” hasta ahí completamente de acuerdo con usted. Continúo con sus palabras “sobre todo porque aquí hay un estado de derecho ante el que responden esos policías que callan y que cuando se calientan de tanto oír mentar a sus madres golpean y a veces yerran”. Aquí ya no comparto con usted, señor Silva. Los psiquiatras escuchan barbaridades y no les clavan un bisturí en el cuello a sus pacientes desarmados, las enfermeras de los geriátricos se llevan tortazos y hasta patadas y aunque estemos en un estado de derecho no se las devuelven, los futbolistas no se lían a balonazos con los espectadores y perdone la comparación. Claro que tenemos que saber lo que decimos y a quien se lo decimos, puedo jurarle que jamás me he dirigido en una concentración en esos términos a nadie, ni reventé ni boicoteé asambleas sindicales –cuando trabajaba-, ni utilicé malas artes en huelgas… me limito a expresar mi verdad o lo que creo o he creído que lo era sin dejar de escuchar jamás al de enfrente, pero esa actitud no la tenía sólo yo, sino la gran mayoría, los energúmenos hacen más ruido pero no son más. Y si alguna vez me he mostrado intolerante en las palabras o en el tono le aseguro que lo he lamentado después amargamente. Tampoco todos los adolescentes que se han manifestado secundan esa clase de insultos, pero a nuestros jóvenes se les está robando el porvenir y eso es mucho más gordo, preferirían que dichos antidisturbios, -jóvenes como ellos- fueran enviados a investigar y perseguir a los ladrones que se han llevado el dinero de los trabajadores a paraísos fiscales y no lo devuelven, a los responsables de que nuestro precioso país se esté quedando como un solar sin recursos… para qué seguir, pocos agravios verbales son comparables a no tener para comer, o para pagar la letra del piso, la papilla o los pañales…
Cobrar cuatrocientos o seiscientos euros no tiene nombre y vea que evito mencionar licenciaturas porque todos los trabajos son dignos y requieren aprendizaje, pero que un país te prepare para luego no pagarte ni rentabilizar contigo lo que has aprendido… Por lo visto es mejor dar rienda suelta a empresarios voraces y aclaro que tampoco en esto generalizo, pero el empresario honrado, viendo lo que ve, termina sintiéndose imbécil. Se nos van a ir fuera todos los hijos que ya han renunciado a darnos nietos y nos vamos a quedar aquí cuatro haciéndonos viejos. Qué gran orgullo para un país que sus golosinas se las coman otros, tiene narices.
Claro que tenemos que saber que las fuerzas de seguridad de nuestro país deben ser cuerpos de élite, trabajos vocacionales compuestos por personas cabales que se hayan sometido a mil pruebas físicas y psicológicas que hayan dado como resultado mentes extraordinariamente amuebladas, personas a quienes debemos manifestarles nuestro apoyo por defendernos y nuestro afecto, pero cuando ves a alguno -como ve subrayo las acciones individuales- ensañándose a palo limpio contra personas desarmadas no puedes dejar de preguntarte ¿cómo es que ese “disturbador subversivo maligno y descerebrado” pertenece a las fuerzas del orden?, porque lo que no quiero pensar bajo ningún concepto es que la orden recibida sea la de “Id a machacar”.
Como sé que es usted un gran cinéfilo le recuerdo aquella escena del Acorazado Potemkin en la que los soldados están apuntando al pueblo y finalmente retiran las armas para volverse contra quienes les han mandado reprimir. A veces hay que plantearse la desobediencia si quien te manda no es digno.
Por desgracia hay demasiada gente que va al trabajo en taxi y que nunca se adentra en la boca del metro, demasiada gente que en su fuero interno cree que la frase “Porque me lo puedo permitir” le diferencia y destaca sin pararse a pensar que la calidad de la educación pública o privada no es una cuestión económica, demasiada gente que cree que sobresalir tiene que ver con el dinero.
Los muchachos han salido a la calle sabiendo que podían correr el riesgo de recibir algún golpe y aún así lo han hecho, si consiguen ser escuchados y que se produzca algún cambio por pequeño que este sea todos nos beneficiaremos de ello, sólo por eso tienen mi respeto.
Un abrazo Señor Silva, también usted y su obra gozan de todo mi respeto, espero no haberle molestado con mi desahogo que me consta que también comparte.
Hasta el próximo encuentro en el que habremos leído “Matar un ruiseñor” de la escritora Harper Lee.
Pili Zori

"CREMATORIO", serie de TV española

No creo necesario esperar a los dos últimos capítulos que el próximo lunes emitirá la Sexta para comentar esta magnífica serie que a diferencia de otras españolas me produce un gran orgullo. Con muchos menos medios que las americanas de la prestigiosa cadena HBO, pero con la misma vocación de estilo y con firmas absolutamente personales y de aquí, nuestra serie consigue lo que le hace hermanarse con las estadounidenses: la autenticidad. Si “Los Soprano” retrata a las mafias neoyorquinas actuales, y con esa excusa tira de la manta social, “Crematorio” habla de las nuestras y lo hace con herramientas autóctonas y sin necesidad de mimetizar. No puede haber un resumen mejor explicado ni un examen más exhaustivo de la corrupción que en los últimos años estamos padeciendo, porque a lo que nos contaban en los medios le faltaba la proyección humana que “Crematorio” añade: los móviles, los motivos, los sentimientos, los instintos, las filias y las fobias; en definitiva los cielos y los infiernos.

Hasta la composición de la carátula, de la portada anticipa el impecable tono de tragedia que abandera el bello rostro de José Sancho en un papel que le sume en el estrellato, (aunque él siempre fue y es lo que yo entiendo por estrella: actor que emite luz propia y duradera sin necesitar el haz añadido del foco). Todo el elenco de actores está perfecto en sus papeles contenidos y de introspección, a ninguno le sobra o le falta una frase, un gesto… El lenguaje es cinematográfico al cien por cien: la imagen va delante de la palabra y la palabra apoya con fuerza a esa imagen. En este caso el cimiento –y nunca mejor dicho puesto que de inmobiliarias y cementos va el asunto- es un guión de enorme calado para el que han trabajado Jorge Sánchez Cabezudo, el director al que no me cansaría de felicitar, Laura Sarmiento Pallarés y Alberto Sánchez Cabezudo. No he tenido la suerte de leer la novela del escritor Rafael Chirbes en la que dicho guión está basado, pero ya me la he apuntado como tarea pendiente.

La ambientación está cuidada al máximo, si en un despacho de abogados tras un registro policial cae un libro éste es sin duda un Aranzadi, (no hará falta que el espectador lo sepa si no ha estudiado derecho, pero sí olerá la veracidad). El avaricioso inventario de obras de arte acumulado en la casa del concejal y en la fundación de la hija, Silvia Bertomeu, -papel que borda la actriz Alicia Borrachero- se nota que está minuciosamente escogido y avalado por expertos. El vestuario, que sin necesidad de ostentar marcas indica el precio, es otro logro insonoro. El interiorismo evidencia que la decoración ha sido encargada a firmas de prestigio que dejan estampadas sus reconocibles rúbricas en el mobiliario y los complementos, nada es de atrezzo. Los estilistas se han superado con los, casi inadvertidos, cambios que indican el paso del tiempo en los flashback más cercanos, - porque no es lo mismo recrear que han transcurrido cinco años o diez que veinte-, pero el inconsciente del espectador sí registra menos o más canas en cabello y barba, más o menos tersura en el rostro… son diferencias que el espectador apreciaría sorprendido en sus propias fotos de hace un lustro o una década, pero que si no mira el álbum en mucho tiempo en el día a día no las advierte. Esas pequeñas diferencias en las que apenas nos fijamos las marcan ligeros cambios de moda en el vestuario, en el maquillaje o en los peinados cuya sutileza sí captan los atentos documentalistas y con ellas datan… En fin, que a excepción de las peleas (que esas siempre me parecen peor coreografiadas y menos creíbles que las americanas, inexperiencia que por otro lado no me resulta del todo mala puesto que indica que en nuestro cine se trabaja poco ese tipo de violencia), la película en su conjunto roza la perfección y no me equivoco al referirme a ella como cine, porque como ya expliqué en entradas de este mismo blog con respecto a otras series, las buenas son cine más largo que por fortuna ha roto la barrera de las dos horas trasladándose a la gran pantalla casera y dando lugar a que grandes obras de la literatura contemporánea puedan ser adaptadas y filmadas sin tener que dejarlas en un mero esquema de tanto eliminarle capítulos y pasajes para que quepan en la ceñida faja de las consabidas dos horas, todavía me apena la síntesis que hicieron con “El nombre de la rosa”, aunque Sean Connery supliera lo que faltaba con su presencia.

Me gustaría destacar el trabajo de cada actor uno por uno, pero nos llevaría mucho espacio y todos realizan un trabajo magnífico, tanto que no podría llamarlos secundarios a no ser por la duración de las escenas, por eso me limitaré a escoger algunas, como por ejemplo la de Teresa, madre de Rubén interpretada por Monserrat Carulla, en la que vemos a Gloria su cuidadora, interpretada por Pepa López cuando la está ayudando a subir por la escalera y la anciana no para de hacer alarde de soberbia hasta que Gloria la deja sentada en un escalón durante unos segundos, después vuelve. Esos segundos de impotencia son los más aprovechados por una actriz que yo he visto en cine, en esos pocos instantes trascurre el genio y la figura de toda una vida, el poderío tirano de una matriarca orgullosa, la dureza de temperamento y finalmente la asunción de la humildad, y todo ese recorrido se produce en silencio y en el pequeño rostro de esa actriz enorme, y por alguna magia oculta de compenetración el espectador ve exactamente los mismos rasgos de carácter en el hijo, Rubén Bertomeu y en la nieta Silvia Bertomeu. La biznieta, Miriam, interpretada por Aura Garrido -ya en “La pecera de Eva” podíamos contemplar su extraordinaria madera- es el resultado de los tres y de un padre débil. Miriam representa la fragilidad y el sufrimiento del vástago malcriado con dinero y en soledad mientras asiste a la suma de aislamientos que conviven bajo el mismo techo familiar. Hay otra escena magnífica en la que Bertomeu está junto a Traian el mafioso ruso interpretado por Vlad Ivanov, -todo un descubrimiento-, y dentro de su dureza el espectador ve cómo busca el aprecio de Rubén sin encontrarlo, cómo se quiere medir con un igual sin conseguirlo y cómo siente un profundo y humillante dolor por ser tratado como un esbirro y no como un capo, situación que no va a cambiar, también es una escena corta muy potente y dificilísima en la que el actor logra transparentar el interior de su personaje al mismo tiempo que lo oculta. De verdad que me da rabia no destacarlos uno por uno, pero cuando la veáis, si aún no habéis podido hacerlo, comprenderéis lo que digo, el abogado, los sicarios, los políticos, el amante… todos están estupendos y ensamblados en equipo. Y naturalmente me gustaría destacar la del principio en la que vemos a Bertomeu frente al mar con esa luz alicantina que tanto conozco y tanto amo en la que le escuchamos decir: “Los ricos nunca pueden ser demasiados. Si muchos tienen mucho dinero el dinero pierde valor y ya no es útil, es así de sencillo”. Hay muchas más como la que protagoniza Sonia Almarcha en el hospital cuando habla con Silvia –Almarcha otra actriz imponente, ya nos demostró su talento en “La soledad”, y cada vez que aparece en una serie se hace la luz-. Otra escena a destacar es la de Silvia cuando vuelve a ver la fotografía de Nueva York y recuerda cómo en su primera exposición, cuando era joven y rebelde, su padre le subrayó irónicamente que la ciudad de los rascacielos se hizo con el cemento y el hormigón que ella tanto denostaba, y con esos dos o tres gestos Silvia nos muestra que admite, pasados los años, cuánto tiene ella de su padre y por tanto cuánto cemento y hormigón corren también por su sangre. Alicia Borrachero transmite con contundencia su historia de fascinación, de cuelgue, de amor-odio por su progenitor posesivo, hasta el punto de que transforma el rostro por completo confiriendo a sus dulces rasgos la textura pétrea del mármol para convertirse por completo en la Silvia Bertomeu que jamás sonríe. Juana Acosta la novia de Rubén B. lo borda, es el personaje que más te conmueve a pesar de que no le disculpes ni una sola de sus faltas, pero su desvalimiento, los desprecios que recibe intentando ocupar su sitio, su lealtad casi abyecta se redimen en la escena con la “criada” en la que dice “el reloj se queda y tú te vas”, esa parte nos produce un sentimiento encontrado porque despedir a la “criada” por muy estirada que ésta sea no deja de ser otro alarde injusto de abuso de poderío ya que con la hija de su novio no puede cuando en realidad es a quien querría expulsar de su vida u obligarla a que la acepte, pero no podemos evitar identificarnos con ella porque todo el mundo ha sido despreciado alguna vez. En fin, como veis la serie tiene un montón de subrayados. Admiro profundamente a los actores y a su capacidad de entrega para vaciarse como un recipiente y prestar mente, alma y cuerpo para ser poseídos por otros.

En cuanto al contenido de la serie no voy a abundar en lo que expertos ya han analizado mejor que yo, el tema de la corrupción inmobiliaria goza de estudios periodísticos profundos, me conformaré con aportar una visión que probablemente pueda ser juzgada como ingenua, pero a veces la ingenuidad es prima hermana del sentido común: viendo a todos los personajes tan infelices y tan metidos en su vicioso círculo concluyes que la avaricia es una adicción tan poderosa como la que producen otras sustancias y puede que como tal haya que tratarla. Cuando la ambición legítima pasa a ser codicia es que ya has saltado la raya, has dejado de dosificar, no sabes frenar, necesitas más cada vez y sin embargo obtienes un placer menor, te sientes atrapado, te mueves en el filo cortante de la adrenalina desbordada, ya no sabes saborear el peligro, pasas directamente a estar viviendo en el peligro, y te mueves en la rueda de un hámster entre borracheras y resacas sin alcoholes ni químicas; no encuentras la salida… Es un comportamiento de libro. Con ello no quiero convertir la maldad en enfermedad -la maldad existe- tampoco es mi intención decir que las consecuencias de dicho mal no haya que pagarlas ante la sociedad y ante uno mismo, de ellas no te exime la ignorancia de haber participado en el delito, pero no estaría demás prevenir y también tratar, aunque fuera dentro de la cárcel esos comportamientos como una rama más de las adicciones. Creo que la frase de Rubén Bertomeu que se eligió para promocionar la serie me da la razón en lo anteriormente dicho y se explica por sí sola: “Cuando eres poderoso dejas de ser todo lo demás”, si cambiamos poderoso por toxicómano sirve igual.

Si por Toni Soprano el espectador siente empatía en algunos momentos, por Rubén y por muchos de los que le rodean también, y está bien que nos identifiquemos aunque el sentimiento ambivalente nos sorprenda, porque te hace ver que estás hecho de la misma pasta y que podrías delinquir igual que ellos, que el mundo no es maniqueo ni está dividido en buenos y malos, lo que nos diferencia a unos de otros son las decisiones que tomamos y que Bertomeu sea un espejo en el que no nos guste mirarnos nos conviene para que sepamos ver hasta donde podríamos llegar si eligiéramos su camino. Y es que ¡ya basta de admirar a esta gente equivocada, a esta clase de especímenes prepotentes valorando sólo lo que tienen sin preguntarnos cómo lo consiguen!, ¡ya es hora de que ese arquetipo empiece a ruborizarnos!, hay que experimentar vergüenza ajena no por los desfavorecidos sino por estos desalmados vestidos de Armani y hay que volver a darle su verdadero significado a la palabra prestigio que nada tiene que ver con la acumulación de riquezas. Por ello repito que una vez que estableces la empatía de la que hablaba con los protagonistas de la serie y participas de sus códigos de honor erróneos puedes comprender, y comprender siempre te lleva a buscar soluciones a los problemas, así que la aproximación a ese abismo no es mala y el director te empina y te asoma hasta que sientes el vértigo.

¿Acaso son mejores que Rubén Bertomeu los chupópteros que le rodean empezando por su propia familia?, ¿los que no preguntan de dónde sale su “bienestar”?, ¿los que aceptan que haya una cuenta en Gibraltar sin pedir explicaciones? A veces pienso que todos pecamos de omisión y me siento muy cobarde en mi burbuja, y la desconfianza en la política, en las instituciones, en la justicia, en los medios de información y sobre todo en mí misma, me inmoviliza y me siento manchada por permitirlo y sin derecho a cambiar las cosas y eso que no he hecho nunca nada de lo que en la serie aparece, pero sí conozco a gente así y no se lo afeo ni se lo reprocho.

En cuanto a José Sancho, me voy a meter donde nadie me llama, pero si estuviera en mi mano hablar con él le sugeriría un cambio de actitud, porque la que tiene algunas veces en mi opinión le perjudica, él es un gran actor, y en su mundo debería reordenar las prioridades, el público va en primer lugar y ése siempre ha sido el respetable, y ante él brilla, lo demás es trastienda, que unos le contraten y otros no, son temas crematísticos que al espectador no le importan y sin embargo le hacen sentirse excluido de la conversación. Creo que Pepe Sancho debería sentirse más seguro de sí mismo y no buscar la aprobación de quien no quiere o no puede dársela, lo único que consigue al mostrar en la entrega de un premio sus resquemores, es parecer desagradecido, muchos actores querrían llorar por sus ojos, llegar donde él ha llegado y no se quejan, no es bueno para el oficio echarse encima fama de gruñón. Creo que José Sancho tiene un equipaje tan importante y tan mantenido que se ha ganado con creces el título de gran maestro haciendo los papeles más difíciles, y debería mostrarse más asertivo. Es un actor con un abanico de matices infinito, con una mirada que se come la pantalla y con una voz que puede llegar hasta las zonas más recónditas del alma del espectador. Soy consciente de que durante un tiempo su vida privada fue pasto de los devastadores, pero supo renacer como el Fénix y ahora goza de una felicidad que traspasa las rendijas de su respetada privacidad. También durante otro tiempo estuvo de contertulio en sendos programas de la tarde manifestando a troche y moche creencias y opiniones personales, naturalmente tiene derecho a hacerlo, pero en su caso tal vez con la urna bastase, yo le aprecio por su trabajo aunque con la forma de pensar que manifestaba entonces discrepase, pero no confundo a la obra con su autor, o al actor con su personaje, sin embargo me consta que otros espectadores sí. He recalcado que tiene un montón de registros y ya es hora de que le den papeles más entrañables que también se los merece en los que pueda amar, reírse a brazo partido y enternecerse. Ha dado muchísimo a las tablas españolas, al cine, a la televisión y al doblaje, es un hombre culto y se ha entregado por completo en cada trabajo. Creo que los actores si escuchasen más al público y menos a los colegas serían más felices. Un abrazo señor Sancho y muchas gracias por tantos años de buen hacer.

Pili Zori

CARTA DE AMOR A LA BIBLIOTECA

El miércoles pasado antes de entrar al club, me crucé con Blanca Calvo, la directora de nuestra Biblioteca, -la Biblioteca pública de Guadalajara-, caminaba como siempre con sus veloces zapatos bajos, y su ropa vaporosa campaneando sedosamente en todas las direcciones. En los brazos portaba, también como siempre, un desequilibrado montón de papeles y libros que casi ocultaban la menuda y delgada arquitectura de su cuerpo. Al mismo tiempo, junto a otros miembros del jurado iba escogiendo, de la exposición que rodeaba la galería de la última planta, la primera selección de los magníficos carteles que este año, otro más después de muchos, concursaban para anunciar el Maratón de Cuentos, la más grande cita internacional de narradores orales, me dijo que pasaría al club, obviamente después no pudo pues el tiempo no es de chicle; como yo si sé que no es elástico le pregunté por las propuestas que seguramente nos iba a hacer, ya concretaríamos más adelante los pormenores, entre varias de las proposiciones compartió la más importante, suelo tener buen oído para la inflexión de su voz cuando hace subrayados, y con esa me quedé: Deseaba que le escribiéramos a la Biblioteca una carta individual de amor, cuantas más personas mejor y en los clubes hay muchas, viveros como a ella le gusta decir, dichas cartas compondrían el homenaje de este año en la fiesta del libro. Me pareció una idea preciosa, no desde el principio, claro, es una característica evidente que siempre en los principios me acobardo, el proyecto me atrapó y fue más tarde, en el reposo, cuando intuí en profundidad su dimensión.

El jueves me dispuse a escribirla, soy así: aquí te pillo y aquí te mato, me producen ansiedad las tareas pendientes, y se la envié por e-mail, me contestó de inmediato a vuelta de correo diciendo que le había conmovido. Y quedé muy contenta como siempre que capto la idea y puedo contribuir. Por esa razón me atrevo a invitaros desde aquí, sería hermoso que llegara una avalancha de maravillosas cartas no sólo a nuestra biblioteca sino a todas las del mundo, e internet, otro de mis grandes amores, es como una cadena humana infinita, el mejor vehículo para trasladar antorchas, para ayudar en las carreras de relevos.

¿Que cómo podéis redactarla?, ¿que no sabéis qué decir?..., es muy sencillo, basta con sentir, con imaginar a vuestra biblioteca como a un ser humano, así veían los edificios personas tan grandes como Gaudí o Lluis Domenech i Montaner, igual que a seres orgánicos repletos de vida, y después pensad o buscad en el recuerdo que albergáis en el cajón de lo íntimo lo que le queréis agradecer, lo que os dio y os sigue dando, y decídselo.

Aquí os dejo la mía, que probablemente no es nada del otro jueves, pero sí muy sentida, personal e intransferible.







CARTA DE AMOR A LA BIBLIOTECA.



La primera vez que te vi estabas en el instituto que hoy llaman liceo, te cuidaba un señor con guardapolvo y aunque el cuartito era pequeño ya me pareciste muy alta, derramabas desde arriba la misma luz acariciante que aún viertes. El señor del guardapolvo era muy serio y para hacerme la mayor le pedí un libro de Freud, -echaban en la tele por entonces un ciclo de Hitchcock, y Gregory Peck en “Recuerda” me tenía enamorada-, sé que te hizo gracia mi prematura afición psicoanalítica porque esa luz tuya tan cenital se extendió hacia los lados curvándose en izado paréntesis, pero a tu guardián no. “¿Te dejan tus padres leer esto?” era un tiempo de reproches dirigidos a los progenitores sospechosos de practicar el vicio, y él, dejaba claro que no era un amoroso librero sino un bedel gruñón que hacía eso: guardar el polvo.

Cuando te fuiste a vivir al palacio tardé un poco en ir a visitarte, me dabas impresión, pero al fin me atreví, había jugado en tus ruinas y por la ley del equilibrio merecía verte engalanada, qué alegría que no todo fuera nuevo: los objetos sin estrenar me dan temor al castigo porque suelo estropearlos, pero lo tuviste en cuenta y me gustaron todos los sillones que colocabas a mi paso, su vetusta comodidad mullida -nada que ver con la ergonomía espartana de ahora que deja el sacro como una brazada de astillas- a mí me encantaban las bruñidas e indelebles manchas de tus sillones verdes, me complacía que fueran bajitos frente a las enormes ventanas en las que me acurrucaba en hornacina para quedarme como estatua con libro recibiendo el triangular sol del invierno que el esbelto cristal calentaba.

Y entonces llegó ella, tu nueva cuidadora, la nueva y moderna guardiana. Y abrió tus recovecos, tus pasadizos secretos, tu laberinto de magias, y te llenó de visitas, de textos cosmopolitas y te hizo feliz.

Venía de lejos, desde los bordes del mapa y de allí traía ocurrencias, novedosos vientos y osadías, y buscó gente, “gente guapa” para atender tus cuidados, y como buena interiorista de centros neurálgicos trasladó el corazón de la ciudad a ti, y fue entonces cuando decidí pertenecerte.

Pero no te comprendí del todo hasta el siguiente traslado al que acudí enfurruñada: nadie me había preguntado si quería cambiar de casa. Ahora ya no podía detenerme a hablar con los muchachos del préstamo como lo hacía antes, en un tiempo de tabaco en el que los cigarrillos eran relojes de humo que marcaban las horas de entrada, todo y todos estaban en otros lugares o sitios en donde ya no sabía buscarlos. Era la casa de ellos pero ya no era mi casa. ¿Y mis compañeras de tertulia?, ¿cómo iba a acomodarlas?

Y fue aquel preciso momento de tristeza y exclusión el que elegiste para manifestarte ante mí en toda tu plenitud. Justo ahí, en tu nuevo y central patio de madera lustrada, -ese lugar descarado de interior, con piano y sin paredes protectoras ni ventanas para tímidos- ese fue el sitio en el que volví a ver la conocida sonrisa. Elevé los ojos y los raudales de cálida luz cenital se derramaron por mi cuerpo desde la cabeza a los pies. Sólo entonces y a través de esa luz caliente y triangular que descendía de las claraboyas pude ver tu vestido, parecía un espectacular diseño de Klimt: el vuelo de la falda daba la vuelta a mi alrededor con su colorido tableado de trozos de patchwork sin aguja, sólo entonces supe contemplar el perfecto plisado de paleta de pintor que todos los días y a todas las horas el eficaz equipo de la guardiana se ocupaba de encajar, desde la cintura hasta el zapato: cada tablita un color, y buenas regañinas a quien lo deteriorase, puedo dar fe con mi rubor, ni un graffiti en las páginas, cualquier roto o descosido de inmediato a restauración. Al fin el recorrido de mis torpes ojos entendió el enclave: allí estaba tu salón de baile, y todo el vestido se desplegó para invitarme a danzar. Sí. Eras la misma que me dio el título de narradora por vez primera en el palacio; la misma que volvería a refrendarlo en ese nuevo salón lleno de sillas acogiendo a todos los míos en su redondo abrazo; la misma que deja cada miércoles a nuestro pequeño enjambre libar el néctar de sus axilas para después hacer miel; la misma que tras la puerta borra el apellido de Extraño a quien entra por ella; la misma que apacienta paciente pero ufana a tantos como aguantan hasta el último segundo sin dejarla irse a dormir,



Mi biblioteca, mi sultana, mi reina, mi amor.



Gracias por el vuelo, gracias por los sueños, por la identidad, por la ilusión, por buscarme a los amigos, por acariciar mi corazón.

Tú me has dado el mundo grande, el de las letras, el del conocimiento, yo hoy dejo a tus pies el mío tan pequeño por si a tu falda de primoroso plisado al estilo de Klimt le viniera bien esta pequeña pieza de rudimentario sentimiento y artesana pasión.


Pili Zori

"Gabriela, clavo y canela", de JORGE AMADO

No habíamos leído en el club literatura brasileña, la experiencia ha sido interesante a pesar de que la novela no ha entusiasmado, enseguida explico por qué, llevamos tanto tiempo de andadura entre libros que a mis compañeras no les cuesta ningún trabajo establecer las separaciones: por un lado la parte artística y por otro el debate que la lectura suscita, dichos coloquios siempre son sugestivos con independencia de que el libro guste más o guste menos. En el caso de “Gabriela clavo y canela” el exceso de personajes a muchas las confundía y eso que sobreentendían que la verdadera protagonista es la ciudad de Ilhéus en su proceso de desarrollo económico y social y que dentro del multitudinario elenco en realidad los personajes principales que componen el entramado son pocos: “las autoridades”, o personas “relevantes”, es decir lo que se ha definido siempre como “fuerzas vivas” (los coroneles, el ingeniero, el médico, el maestro, el juez, el librero…) y también daban por hecho que los demás personajes que van apareciendo en las páginas sólo sirven de apoyo para crear la atmósfera y la ambientación; que el punto de encuentro en el que todo confluye es el bar restaurante de Nacib, el brasileño de origen sirio, lugar neutral que a todos da cabida situado justo en el centro de la urbe y que el amor entre Gabriela y el sirio es el eje sobre el que la novela gira. Pero aún así a mis amigas les faltaba la imagen de algunos, y es una crítica digna de tener en cuenta porque el autor ve a los personajes en su imaginación pero ha de dar las pinceladas suficientes para que el lector los reconozca cada vez que aparezcan, con el nombre no basta aunque sean secundarios o simples figurantes, todas recordamos como Irene Nemirovsky llevaba un éxodo de gran cantidad de personas en “Suite francesa” sin crear ninguna confusión en el lector.

La novela de Jorge Amado les pareció además reiterativa en muchas páginas. Y a pesar de que supimos asomarnos a ella como quien va de visita a una ciudad y tiene el privilegio de que un ilustre guía autóctono le vaya mostrando paisajes, casas, habitantes y narrando los acontecimientos más llamativos e importantes de su historia reciente no enganchó sin que ello signifique que no le diéramos un valor enorme al hecho de poder ver con detalle cómo se va civilizando una ciudad que se configuró a tiros y a golpe de imposición por la fuerza; cómo se van puliendo y matizando las formas de pensar, las leyes…; cómo se gesta la corrupción, cómo la prosperidad requiere paz y cómo ésta se instaura aunque al principio se base en intereses más que en solidaridad. Una de nosotras le concedió al autor un mérito enorme por levantar una ciudad y meter en ella a tantos personajes, darles vida y saber llevar el orden de aparición de cada uno de ellos en el momento apropiado.

El autor dibuja con mano maestra a los personajes femeninos para que veamos las pocas opciones de libertad y desarrollo personal y laboral que tenían en el tiempo que nos refleja, -o eran esposas o eran mancebas, y en un escalafón descendente prostitutas, no había otra salida-, Jorge Amado nos sirve un contraste entre las leyes naturales y las sociales a través de Gabriela a quien representa como espíritu libre e incontaminado por intereses materiales, ella es la reivindicación de la alegría y la naturalidad instintivas, es un regalo precioso, atrevido y valiente que el autor nos hace para demostrar que se puede vivir fuera de las presiones e imposiciones sociales, la solución que el escritor busca puede compartirla o no el lector, pero lo que no puede negar es que fue un adelantado que nos dijo que la convivencia en pareja se puede vivir de muchas formas sin necesidad de hipocresía y que los compromisos que ambos adquieran sólo a ellos les competen. Gabriela no es flor para un jarrón, ni ave para jaula, Amado supo hurgar en el corazón femenino para poder explicar cómo se mutila la alegría de una mujer, cómo se le apaga el fuego: con críticas y control, con moldes en los que no cabe. El ave de paso si se queda es porque quiere.

Confieso que durante muchas páginas me impacienté muy mosqueada preguntándome si la novela iba a transcurrir todo el tiempo por la exaltación de la belleza femenina juvenil, por lo de ganarse al hombre por el estómago, -Gabriela es una cocinera extraordinaria-, por lo del reposo del guerrero, -Gabriela es fogosa, complaciente y entregada-, por lo de darle valor, a la mujer que permanece al lado de un hombre, sólo cuando su “posesión” le interesa a otros, es decir por el aguijón de los celos… En fin, que si el masculino discurso iba a ser el habitual de las bromas, macheríos y fanfarronadas de bar de algunos tíos pues yo me apeaba del barco, me reproché la falta de sentido del humor e incluso alguna animadversión envidiosa por mi juventud perdida y así anduve por los renglones despotricando hasta que llegué a Malvina y el pasaje de la brutal y humillante paliza que le propina su padre y vi cómo a pesar de todo ella no se doblega y decide que no necesita a un hombre para desarrollar la vida que desea, entonces entendí al fin el retrato que el autor estaba haciendo con las luces y las sombras y le agradecí esa mirada irónica pero tierna propia de quien ve los defectos de sus seres queridos con equidad pero no por ello deja de amarlos, vi cómo plasmaba con sus pinceles un tiempo y comprendí hacia donde estaba inclinando la balanza: siempre hacia los desfavorecidos y las mujeres lo eran en Ilhéus y desgraciadamente en muchos casos y lugares lo siguen siendo, no hay más que recorrer el mapa para comprobarlo. Amado no pone por casualidad a los transeúntes del Sertao llegando a Ilhéus, como tampoco dice por casualidad que se les llamaba esclavos, con ellos ensambla los dos mundos y Gabriela es el broche, también Clemente sueña con adquirir un terreno para tener algún día su plantación de cacao, pero todos sabemos que eso no es posible.

Una de mis compañeras refiriéndose a Malvina se preguntó con pesar por qué la rebeldía, la revolución siempre comenzaba en las clases altas, era una pregunta retórica, ella misma se respondió que porque dichas clases poseían la información.

No sólo se requieren los medios de producción también se necesita el acceso a la cultura y dicho acceso para bien o para mal pertenece a la burguesía, no obstante las mujeres de distintos estratos que salen en la novela son valerosas, Gabriela es analfabeta pero cuando ha de tomar posición asume el riesgo y tiene muy claras sus lealtades, ese detalle nos llevó a pensar con alegría que tal vez el sentido de la justicia sea innato, otra compañera subrayó que Gloria, la manceba, a su modo también se reivindica saliendo al balcón para mirar y dejarse ver frente a una sociedad que de noche la consiente y en público la repudia, y por último la madre de Malvina levantando la voz para gritarle a su marido “No mates a MI hija” también demarca el límite.

Jorge Amado fue el político más votado de Brasil, más tarde sufrió persecución y exilio por sus ideas, primero fue asilado en Argentina, después se refugió en París y finalmente fue acogido en Praga, sus libros fueron quemados, -a los represores siempre les da por la piromanía inquisitoria-, por eso es un gozo saber que hoy el aeropuerto del paraíso que es Ilhéus lleva su nombre y que podemos comer en los dos restaurantes que aparecen en la novela, sé que de algún modo Gabriela inspirará los platos que en el 2012 sirven en el Vesubio, y en él sentiremos la presencia de Nacib que tanto se parece a Jorge Amado.

Es muy hermoso el final en el que el sirio como al principio vuelve a comprar un broche para Gabriela, el pequeño adorno es una sirena, creo que ninguna imagen podría definirla mejor, pero yo quiero agregaros la mía: durante toda la lectura Gabriela me recordaba la preciosa canción de Joan Manuel Serrat “Como un gorrión”. Creo que le va como anillo al dedo, (no me refiero al de matrimonio que nunca se quiso poner sino a cualquiera de los otros que Nacib le regalaba sólo por el placer de obsequiarla para que sonriera feliz). Aquí os la dejo como regalo.


Es menuda como un soplo
y tiene el pelo marrón
y un aire entre tierno y triste
como un gorrión.

Le gusta andar por las ramas
ir de balcón en balcón
sin que nadie le eche mano
como un gorrión.

Nació libre como el viento,
no tiene amo ni patrón
y se mueve por instinto
como un gorrión.

Pajarillo pardo...
En la Carrera de San Bernardo,
quedó tu nido seco y vacío
quizá algún niño ya lo robó.

Pajarillo errante
que bebe el agua de los estanques
y de mi mano jamás comió.

Y no le vende al alpiste
su calor ni su canción
por ahí busca su lechuga
como un gorrión.

Y le da pena el canario
pero no envidia a un halcón.
Le gusta volar bajito
como un gorrión.

Y tutearse con las nubes
y dormir en el rincón
donde no llegan los gatos
como un gorrión.



Un abrazo y hasta el próximo encuentro en el que habremos leído “La niebla y la doncella” de Lorenzo Silva.

Pili Zori