"Nasmiya", de ADELAIDA GARCIA MORALES

Hemos estado un mes conviviendo con Nadra, Khaled y sus hijos y también con Nasmiya, la segunda esposa de Khaled. Españoles, todos ellos, convertidos al islamismo.
Como siempre, os recomiendo el atajo de internet para la búsqueda de la interesante biografía de Adelaida García Morales, (esta singularísima autora licenciada en filosofía y letras que además estudió escritura de guiones en la Escuela de Cinematografía, que fue modelo y actriz de teatro en el grupo Esperpento, que trabajó como traductora en Argelia y dio clases de lenguaje y literatura en un instituto de enseñanza media…, que vivió durante cinco años en Las Alpujarras, que arrasó con su novela “El sur y Bene” tras “El silencio de las sirenas” y que goza del respeto de crítica y lectores con cada nueva novela que escribe siendo una de las autoras españolas más estudiadas fuera de nuestro país). Y así me puedo dedicar de lleno a condensar en este pequeño rincón de lectura todas las reflexiones que a lo largo de cuatro semanas hemos ido haciendo.
Una de las compañeras del club dijo que la novela debería titularse Nadra y no Nasmiya porque Nadra es quien nos cuenta su historia en primera persona.
El libro plantea el triángulo amoroso desde un enfoque que nunca habíamos visto en literatura, con total ausencia de morbosidad y sin remitir a lo prohibido. La autora escoge con gran acierto el ambiente y la atmósfera adecuados para preguntarse y preguntarnos, qué pasaría si tu marido, del que sigues profundamente enamorada, trajera a casa a una segunda esposa de gran belleza externa e interna a la que doblas en edad, amparándose en que tu religión lo permite y en que tu aceptaste esa posibilidad con todas sus consecuencias. Y asegurase al mismo tiempo que a ti también te ama.
Como veis el debate estaba servido:
¿Se puede trascender la monogamia?, ¿es posible amar a dos mujeres a la vez y bajo el mismo techo, viendo los arrumacos, oyendo e imaginando caricias, aunque no quieras, tras la pared del dormitorio contiguo?, ¿y si se tratara de un segundo esposo escogido por la mujer?, ¿se producirían las mismas situaciones?, ¿cuánto hay de cultural o de instintivo en los celos y de qué están compuestos?, ¿surgen con el menosprecio o la exclusión?, ¿se deben al destronamiento?...
Podríamos continuar, como así lo hicimos, con toda la infinidad de preguntas y matices que nos propone el libro.
Lo cierto es que la autora, con enorme maestría, a lo largo de las páginas va desarrollando la situación como insostenible, pero sin embargo, y tras hacernos conjeturar sobre todos los desenlaces posibles, la evoluciona sin que apenas notemos cuando se produce el punto de inflexión. Para ello no utiliza recursos drásticos ni impactantes que justifiquen el cambio de actitudes de los protagonistas, simplemente nos deja asistir a la transformación de sentimientos que se va produciendo y que en ningún instante es arbitraria o interesada, ni de acomodaticia necesidad de adaptación, sino producto de reflexiones y exploración profundas.
La autora se encarga de subrayar que en todo momento, Nadra y sus hijos tendrían manutención y techo asegurado.

Adelaida García Morales también se ocupa, a través de los amigos de ambas culturas, de contrastar, para que el lector vea con claridad lo que Nadra busca y el proceso interior en el que está sumida. De hecho entre la comunidad musulmana que la protagonista frecuenta hay matrimonios que eligen la monogamia y comprenden el sufrimiento de la primera esposa de Khaled.
Y al lado y al mismo tiempo, también la escritora coloca a Antonio que no es musulmán y sin embargo ansía y envidia esa tolerancia ya que perdió a esposa y amante por no querer elegir, de esa manera García Morales descontextualiza aislando sentimientos e instintos para que el lector no pueda achacarlos a elementos culturales, costumbres o presión social.
A algunas de mis compañeras la novela les pareció reiterativa y le habrían quitado páginas. Es cierto que la historia se podría haber acortado, pero también es evidente que lo importante no era el fin sino el proceso, como ya he dicho en renglones anteriores, y que para conseguir el marco cerrado y obsesivo había que situarla dentro de la casa, para recalcar el mundo interior, tanto espacial como anímico, y poder crear así la espiral de pensamientos que van y vienen desde el centro hacia afuera.
En ese ir y venir se van añadiendo pequeños trozos con cada ingrediente nuevo, que todavía el lector no advierte, pero que están, que ya han ido apareciendo. La autora aún no quiere perder el aparente círculo vicioso y sin salida porque está creando atmósfera.

Os aseguro que esta clase de ejercicio de enorme introspección entraña una gran dificultad para un escritor, y que siempre que se aborda una sabe perfectamente donde se mete: el monólogo interior, la turbulencia mental, los sentimientos y sensaciones ambivalentes... En fin, para mí, como escritora ha sido un hallazgo escarbar en la carpintería de esta magnífica novela, si difícil es describir sentimientos, -recalco que no digo expresar, sino describir-, más complicado todavía es definir los pensamientos, y si damos otra vuelta de tuerca que es la de mostrarle al lector la actividad mental como si la estuviera viendo, ya es el súmmum. Y eso es exactamente lo que ha logrado Adelaida García Morales: diseccionar el alma y la mente de Nadra y servírnoslas en bandeja.
Para quien está metido en un atolladero no pasan las horas ni los días, y la autora consigue a la perfección, y doy por hecho que a propósito, la sensación de estancamiento, pero no se olvida del lector y para que él sí sepa de forma sencilla y en todo momento dónde está le muestra la entrada y salida de escena con los horarios de comidas, así, aunque Nadra ha perdido la noción, él sí ve que el tiempo global en el que se desarrolla la novela, transcurre en unos meses, y el detallado día a día.
Llegados a este punto conviene que ahora diga que la autora reescribió “Nasmiya” cuatro veces, detalle que remarca la intención, como vengo repitiendo, y que tanto “El Sur y Bene” como “La lógica del vampiro” son libros de pocas páginas donde Adelaida muestra gran capacidad de síntesis y el arte de decir lo máximo en lo mínimo, por tanto nos queda claro que compuso y eligió a propósito, ambiente, tono, música y ritmo para este libro de mayor duración. De hecho, creo recordar que en alguna entrevista leí que Nasmiya era su obra más querida, no sé si tras las posteriores seguirá prefiriéndola, pero sí que fue muy cuidadosa con las intenciones que quiso plasmar.

En el club hemos pasado por distintos estados de ánimo mientras la leíamos: nos hemos enfadado a ratos con la protagonista, con Khaled el marido, con Nasmiya, les hemos justificado a veces, en otros momentos empujábamos a Nadra para que tomase diversas decisiones, y cuando las tomaba entrábamos en contradicción para sujetarla… Nos hemos preocupado por su dolor de estómago y por su posible entrada en la depresión, por su porvenir…
Dado que los personajes viven en Madrid, una de nosotras preguntó “y si quedaran viudas ¿para quién sería la pensión bajo la ley española?” Gracias a las compañeras que tenían cerca a mujeres musulmanas dedujimos que se repartiría. También les pidieron el contraste de pareceres y por lo visto en algunos detalles distaba bastante del libro, como en el de que una mujer musulmana saliera sola de noche y volviese a casa acompañada de un amigo, pero enseguida otra de nosotras matizó que el sufismo es un movimiento más heterodoxo, -dicho en términos coloquiales: una rama del Islam más suave con el cumplimiento de los preceptos, que se trata más bien la búsqueda de una experiencia espiritual que de una doctrina-, ella nos contó que había conocido una comunidad sufí afincada en una aldea cercana a su pueblo, y que dichas comunidades proliferaron durante los años setenta y ochenta del s. XX, se acomodaron en las Alpujarras y en algunos otros pueblos de España “tal vez como reminiscencia de las antiguas comunas hippies”, añadió. En cualquier caso, y no sólo por curiosidad sino también por respeto, nos emplazamos a averiguar más datos sobre el sufismo.
Por la calle al ver a dos mujeres juntas y con el cabello cubierto ya no pensábamos en que pudieran ser madre e hija, o hermanas, o dos amigas sin más, por primera vez nos planteábamos que podrían ser esposas de un mismo hombre, y nuestra recién estrenada indagación nos daba la medida de lo poco que nos conocemos aún viviendo en la misma calle.
Han sido unos coloquios muy bonitos y llenos de consideración hacia el Islam y las personas pertenecientes o practicantes de esa fé. No obstante, algunas opinamos sobre lo bueno que es tener por separado Estado y Religión.
A mí el personaje de Nadra me ha enseñado mucho, podremos compartir o no su decisión final, pero el comportamiento reflexivo que mantiene en una situación desbordada, el saber contar hasta cien sin estallar, colocarse en el lugar de los otros, no caer jamás en la tentación deshonesta de usar armas de manipulación que sin duda poseía, su búsqueda de la verdad sobre sí misma y los demás me ha permitido trasladar a otras parcelas mi conducta.
Los celos y el sentimiento de propiedad sobre la pareja es desplazable a otros terrenos: al de los hijos, los amigos, los seres queridos… Afrontar la incorporación de otras personas en las vidas de todos ellos no es fácil porque en un principio parecen descolocar las nuestras hasta que aprendes a verlo como ganancia y no como pérdida.
No sé si a Adelaida García Morales yo le agradaría, es posible que me viese como a Antonio el amigo de Nadra: una incontinente verbal. Pero en mí se ha establecido un vínculo entrañable con ella porque me transmite sosiego y agradable parsimonia y el deseo de que se encuentre bien.
Muchas gracias por el regalo.

Pili Zori

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