Entrevista a la autora JUANA PINÉS MAESO

Pregunta: ¿Qué recibes de la literatura? y ¿qué le entregas tú a ella?
Respuesta: La literatura me proporciona el íntimo convencimiento de SER y de ESTAR, que es  mucho más que el simple hecho de transcurrir por la vida. Me deja la dulce esperanza de que, con mi pequeño grano de arena, estoy contribuyendo a embellecer un poco la existencia de los que me rodean. No pretendo arreglar el mundo a base de palabras, eso sería absurdo. Y utópico. Pero si pongo unas briznas  de belleza en los ojos o en el corazón de alguien, me doy por satisfecha.
¿Que qué le entrego yo a la literatura? Le entrego muchas de las horas que deberían ser de sueño y de sosiego, le entrego mis ratos de ocio, y toda la pasión y la emoción que soy capaz de sentir.

P. ¿Escoges los temas sobre los que escribes o ellos te eligen a ti?
R. Cuando escribo prosa (cuentos, relatos, novelas) elijo yo el tema. Imagino una historia y desde ese momento voy creando personajes, perfiles psicológicos, situaciones, diálogos, como piezas de un puzle que deben encajar cada una en su sitio hasta formar un todo armónico. Pero es que ahí escribo “desde fuera”, escribo de cosas y de personas que me son ajenas, no estoy implicada emocionalmente porque es pura ficción.
Cuando escribo poesía, sin embargo, es ella quien me elige a mí. Porque es algo mucho más íntimo que me nace de dentro y que me empuja de un modo inevitable. Siempre sé cómo empiezo, pero casi nunca sé cómo ni cuándo voy a acabar. Es como si la propia poesía me llevara de la mano y fuera ella quien me dirige y marca las pautas.   

P. ¿Te resulta difícil cambiar de registro, pasar de poesía a prosa?
R. No, no me resulta difícil en absoluto. Ten en cuenta que cuando hago un poemario pongo tanta carga vivencial en él y una visceralidad tan extenuante que al acabar me quedo desfondada. Entonces me dedico a escribir cuentecillos o cosas más ligeras, porque la prosa me sirve de relajación para recargar las baterías. Indudablemente una novela es un proyecto mucho más ambicioso que esos relatos que utilizo para despejarme. Pero puedo pasar de un género a otro sin dificultad.

P. He tenido la suerte de leer otras de tus novelas en clave más cómica y he podido disfrutar de tu ingenio, aunque en todos tus registros siempre hay una constante: la preocupación por los desfavorecidos.
¿Qué elementos confluyen para inclinarte por el tono dramático o el humorístico?  
R. Depende del momento. Casi siempre escribo de temas serios y muy reflexivos, pero hay que tener en cuenta que también soy una persona alegre y con un gran sentido del humor. Lo cortés no quita lo valiente. Y de vez en cuando me apetece escribir de una forma lúdica y casi como un divertimento temas humorísticos. Y lo cierto es que cuando lo hago disfruto muchísimo. 

P. A menudo a las escritoras se les atribuye como biográfico lo que aparece en sus libros, y  de algún modo intuyes que la observación es peyorativa como si no se les concediese la capacidad de crear, a continuación la autora ha de perder el tiempo en dar explicaciones sobre la diferencia que hay entre los préstamos personales que les haces a los personajes y la biografía, aclarar que la ficción puede nutrirse de las experiencias vividas o referidas, que estas pueden servirle de inspiración pero que su escritura no deja por ello de ser ficción… Sin embargo cuando se trata de escritores ni siquiera se plantea, a nadie se le ocurre pensar que José Luis Sampedro tal vez fuera “un amante lesbiano” o que el hecho de que Philip Roth nos cuente el último tramo de la vida de su padre en su novela “Patrimonio” se deba a la carencia de imaginación.
¿Cómo sobrellevas que confundan tu persona con el personaje, si es que ocurre?
R. Ocurre, sí. Ocurre a menudo. Y ya ni me molesto en sacarlos de su error. Pero entiendo que llevo muchísimos años escribiendo poesía, en tanto que la novela me pilla casi de nuevas. Entonces las personas que me leen o que me siguen están acostumbradas a “verme y a saberme” entre las líneas. Porque pese a la opinión de Pessoa, que manifiesta que todo poeta es un gran fingidor, yo escribo siempre mi poesía “del natural”. No finjo emociones, desgarros o soledades inexistentes, ni creo situaciones de cartón piedra. En mi poesía me despojo de todo y muestro impúdicamente en cueros el corazón. Por eso las personas que me leen a menudo creen seguirme viendo en los personajes de mis novelas, y ven en esos personajes rasgos con los que, inconscientemente, me identifican. No llegan a entender que en la poesía yo soy yo, pero en la novela mis personajes me son ajenos. Pese a que puntualmente les haga algún pequeño préstamo, a veces inevitable.  
Pili Zori y Juana Pinés

P.  “Tal vez la noche me redima” además de tratar grandes temas de balance vital gira en torno a la infidelidad  ¿qué núcleo crees que destruye dicha traición aparte del de la confianza?
R. Todos. La estabilidad emocional, la autoestima, la dignidad, el amor propio. Creo que no hay nada más humillante que saberse víctima de una infidelidad. Todo tu equipaje vital se tambalea y tu existencia se convierte en arena movediza.

P. ¿Es difícil liberarse del rencor que la infidelidad produce? Más de una y dos veces hemos escuchado la expresión sexista de que el rencor es cosa de mujeres ¿qué opinas sobre la paradoja habiendo tanta violencia de género?
R. “Olvida y perdona” se dice siempre. ¡Qué conveniente y qué cómodo, pero qué difícil de llevar a la práctica! Porque puedes intentar reconstruirte el corazón, pero las cicatrices y los costurones no te los quita nadie. Arroja al suelo una hermosa pieza de porcelana. Coge luego los fragmentos y trata de pegarlos. Y ahora dime qué resulta, y si se notan las roturas. Tal vez alguien con una grandeza de alma infinita o con un amor a prueba de cualquier cosa sea capaz de perdonar. Pero ¿podrá volver a vivir sin recelos, sin miedo, sin sospechas que enturbien su vida?
Me parece absurdo pensar que el rencor es un sentimiento privativo del género femenino. Cuando estamos viendo venganzas, crímenes, guerras y cientos de mujeres atormentadas o muertas a causa del rencor y del odio…

P. ¿En qué nuevo proyecto estás trabajando?
R. Acabo de terminar una nueva novela que empecé en junio. Me ha tenido ilusionada y enganchada todos estos meses, y he puesto en ella mis cinco sentidos. Ojalá que el esfuerzo haya valido la pena. Ahora aprovecharé las fiestas navideñas para vaguear un poco, y luego retomaré un libro de poemas que tengo empezado y que dejé a medias para dedicarme de lleno a esa novela. Le he dado vacaciones a las Musas, a ver si luego regresan con ganas de trabajar.

P ¿Cómo ves el panorama editorial?
R. Creo que no lo veo. De tan oscuro como está. Antes de las acometidas de la crisis ya era algo impensable para los escritores que no tenemos un nombre consolidado. Ahora es prácticamente imposible. Todo se ha vuelto “coediciones” o hágaselo usted mismo. O págueselo, sería mejor decir. Las editoriales gigantescas sólo apuestan por escritores consagrados y firmas de prestigio. Y las pequeñas te hacen ofrecimientos llamativos de edición, siempre y cuando tú corras con los gastos, o al menos con buena parte de ellos. De todos modos es un mundo que tengo inexplorado. Hasta el momento sólo he curioseado un poco sin llamar a ninguna puerta. Me voy valiendo de los premios literarios para ver mi obra editada. Una vez que recibo los pocos libros que el premio estipula ya pierdo la pista y desconozco las vías de distribución que se generan para esas obras, y dónde van a parar, y quien las lee. A veces veo en Internet puntos de venta donde se anuncian libros míos, y de momento me voy conformando con eso. Que ya se sabe que el que no se consuela es porque no quiere.    

P. Y por último ¿qué pregunta que nunca te hacen desearías contestar?
R. ¡Oh, vaya pregunta que me haces! Me temo que si respondo de forma espontánea lo primero que me viene a la cabeza voy a parecer un poco tonta. De todos modos, y aún a riesgo de parecerlo, lo voy a hacer…
Me hubiera encantado que alguien me preguntara: “¿Te ha gustado mi carta de amor?” Y me hubiera encantado responder que sí, que era muy hermosa. Porque eso significaría que alguna vez alguien me había escrito una…

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