¡INDIGNAOS!

Cuando comenzó el llamamiento a la insurrección pacífica y vi que partía de un libro me emocioné profundamente. Nada más sonar la alarma del despertador en mis oídos me puse en pie de un salto como cuando te dispones a emprender un viaje apasionante. No sé si lo que pienso y siento coincide y sintoniza en su totalidad con todo lo que se está hablando en las asambleas, con los acuerdos a los que este movimiento ciudadano va llegando, (muchas mujeres de mi edad nos manejamos mal por las redes sociales y nos cuesta acampar porque somos de hueso artrósico, aún así estuve todo lo que pude en la plaza del Ayuntamiento de mi ciudad) pero sí supe de inmediato, que se cuenta conmigo, que no estoy excluida, y aquí está mi rinconcito para que quien quiera pueda disponer de él.
 El agua alborotada de mi Guadiana, repleta de neuronas de ilusión adormecidas desde hace lustros, borboteó con júbilo al contemplar la luz del nuevo día que ya no esperaba. Me alegro hasta el infinito de que  Stéphane Hessel, y José Luis Sampedro todavía estén aquí para poder verlo, (generosos nonagenarios que nos han entregado en vida su legado, y ésta, la hermosa vida,-a cambio de su lúcida hondura y de su larga juventud anímica-, les concede una merecidísima prórroga  para devolverles  todos los años de sufrimiento que las guerras fratricidas les robaron). Me hace muy feliz que puedan ver el buen uso que de su valiosa herencia hacemos. Me enorgullece el elenco de intelectuales que está recogiendo el testigo, pero por quienes más me alegro es por todos nosotros entre los que incluyo a los que aún no comprenden, temerosos debido a una pérdida de confianza, más que lógica.
Lo que está ocurriendo vuelve a colocar en su sitio el desbarajuste de mucho tiempo y eso siempre es bueno, especialmente beneficioso para los gobernantes, sean del signo que sean, porque les orienta y les recuerda que:
No se trata de gobernar para el pueblo pero sin el pueblo, por muy ilustrados e ilustres que se sientan. Y les recalca que las prioridades van por este orden: primero están los ciudadanos, que han de transmitirles sus necesidades e inquietudes, y son ellos, los ciudadanos quienes eligen a sus representantes para que  escuchen, evalúen, hagan trabajo de calle… porque acercándose a pie, se obtiene mayor sentido de la realidad y mejor perspectiva.
Un gobernante es un administrador de justicia, y sirve a... no se sirve de…
 Es probable que todo lo que estoy diciendo suene muy simple, pero hemos de recuperar, precisamente dicha simplicidad. Hay que rescatar los conceptos originales que hoy se encuentran desvirtuados por estar presos en viejas carcasas de eufemismos herrumbrosos. La pobreza  es pobreza,  la injusticia, injusticia, el egoísmo, la avaricia… y todos sabemos entender esos conceptos y desmenuzar sus ingredientes en mayor o menor escala. Y eso es lo que se está haciendo en este momento en las principales ágoras de nuestro país: comunicar, tomar concepto por concepto y desbrozarlos hasta que de ellos emerja su esencia, y después echar tres en uno para que  brillen y sus goznes no chirríen ni se les desvíe el eje que podría arrojarlos fuera de su órbita, sólo así se alcanza la precisión, la capacidad de llegada, la universalidad necesaria puesto que de un problema mundial estamos tratando.
Cuando  Mafalda, la de Quino, tomaba entre las manitas su bola terráquea  y nos decía compungida “Al mundo le duele el Asia” y a continuación llenaba el continente de tiritas nos estaba enviando el mensaje, sms si preferís, de que el mundo, -ese ser repleto de vida- al igual que el cuerpo es sólo uno, y si se le enferma o se le daña en alguna parte todo el organismo se resiente. Y eso es lo que se está haciendo desde estas plazas, centros neurálgicos, virtuales o físicos: desinfectar, suturar y poner vendas y esparadrapo a todos los males que nos aquejan.
Me gusta aprender de los que saben, confío y creo en las especialidades porque somos seres comunitarios que nos complementamos y completamos con el conocimiento y la sabiduría de los demás y durante todos estos días esperaba ilusionada los programas de debates con la intención de comprender, de aprender del periodismo, actividad vocacional, casi sagrada en otro tiempo por su compromiso con la búsqueda de la verdad y la valentía para transmitirla. La decepción ha sido enorme: me ha dado pena contemplar a cortesanos haciendo flaco favor a quienes sirven siendo más papistas que el Papa, creyéndose dirigentes, no ya de opinión sino del país, eso sí, sin correr riesgos. En fin…toreo de salón. Les he oído hablar para ellos mismos, para lucirse entre sí en su endogámico mundo de filias y fobias personales, de prebendas y castigos. Les he visto arengar desde sus atalayas de atrezo, olvidando por completo al espectador, incluso la puesta en escena de los platós es de teatro, -a la cámara, es decir a nosotros, sólo nos mira el moderador-,y digo teatro con todos los respetos para el grandísimo arte de la dramaturgia que en vivo y desde las tablas sí que cuenta con el público y escucha su respiración y se enfrenta a sus aplausos o a sus abucheos con valor.
Creo que al cuarto poder también habría que colocarlo en su sitio.
Evito citar nombres por las honrosas excepciones, entre las que abundan, curiosamente, periodistas con menos edad, y no soy de las que adoran a la juventud por el hecho de serlo, en este caso subrayo el detalle por la frescura, por la bondad, por el empuje, y sobre todo por la ecuanimidad. Por fortuna no se está produciendo una ruptura generacional como sucedió en otras épocas, pero son  muchos los jóvenes que nos están dando un repaso que nos hace caer en la cuenta de lo maleados que estamos anclados en la poltrona de nuestra pequeña e ilusoria burguesía que creemos tan estable.
He pasado vergüenza ajena durante estos días tan intensos cuando a altas horas de la madrugada podíamos ver en televisión a representantes de “Democracia real ya”, siendo abrumados por las exigencias de respuestas; exigencias paradójicamente proferidas por especialistas de la información y desde sus sueldazos, ¡manda narices!, cuando son ellos, los muchachos sobradamente preparados en paro o del mileurismo congelado quienes  tienen el derecho a preguntar. De nuevo señalo la inversión de los términos. Daba la impresión de que si los chicos no llevaban un programa que incluyera soluciones, incluso para poner colorados los rostros anónimos de las agencias de calificación de mercados o dar una colleja a todo el gobierno europeo, pormenorizando y ubicando los fallos, no iban a pasar el examen de reválida. Me he quedado estupefacta al ver que estas vacas sagradas del periodismo no se molestaban en disimular el gesto de cínica decepción que transmitía “¿Eso es todo?” No hay cosa más vulnerable que la vanidad, y en la historia está David para demostrar que con una honda centrífuga y expansiva se puede vencer a Goliat.
Tras esta hostilidad mal encubierta porque se transparentaba, venía la contraria, la de la condescendencia: esa postura de: “deja a los chicos que jueguen un poco a la revolución, que se reinventen el 68, ya se cansarán estos neohippies que tienen asegurado el cocido de mami en su casa”. No sé cuál de las dos posiciones ofende más.
Lloré de rabia cuando vi los golpes propinados en los riñones a las chicas y chicos desarmados e indefensos de Barcelona. Tampoco se me va de las retinas el desconcierto de la señora tan asustada y a punto de la desorientación irreversible preguntándose desde cuándo los que están para defendernos se vuelven para atacarnos. Sueldos pagados por contribuyentes catalanes para que se vuelvan palos. Y lloro al escribirlo ahora. Deseé con toda mi alma que el maltratador acorazado y sin identificar al levantar el brazo para asestar el golpe certero con más furia descubriera que la muchacha que desde el terror volvía la cara para mirarle fuera su hermana. Y anhelé con todas mis fuerzas que la voz de Arthur Miller gritara ¡¡Todos eran mis hijos!!
Han de cambiar muchas cosas en nuestro país empezando por el sectarismo. Siempre me he sentido inculta en política, soy incapaz de recordar caras y nombres y menos de asociarlos a sus adscripciones, a no ser que les vea o trate a menudo, pero cuando escucho a alguien antes de saber a qué se dedica o a qué partido pertenece sí sé sin embargo si estoy o no de acuerdo con él, esas observaciones siempre me llevan a confirmar mis ideas y a coincidir con los mismos, pero eso sucede después de escuchar, nunca a priori.
“¡Coma caca que diez millones de moscas no pueden estar equivocadas!” Nunca he compartido la frase. La política no es un juego de mesa, ni un animal depredador que se zampa a las minorías, ni un simulacro de guerra con dos ejércitos en el que uno pierde y otro gana. La vida cotidiana continúa y en ella estamos todos, seres sociales, diversos y plurales, y por ella luchamos mientras otros malgastan las fuerzas en rencillas. No queremos que nos consideren sus clientes ávidos de chollos a los que hay que ofrecer en slogan la mejor oferta.
Un poco de respeto.
Me gustaría que los chicos abandonasen ya las plazas, para no dar pie a que la fuerza de la imagen se destruya, y no lo digo porque haga feo, (aunque he de confesar, si soy honesta, que mi aburguesada alma de interiorista frustrada les coloca mentalmente preciosas sillas y simétricas tiendas tipo castra romana, o estilosos bungalows de diseño danés. Espero que podáis perdonarme mis pecados de frívola impenitente algún día). Tampoco me gusta que los comerciantes sean perjudicados. Pero que la manifestación no cese. Que los auditorios dejen de estar vacíos, que los inmuebles de uso público se llenen. Deseo que el movimiento asambleario sea permanente, que a él se unan los trabajadores para aportar la experiencia de cada sector. Y sobre todo quiero que seamos capaces de recordar a Ghandi  cada vez que el avasallamiento nos empuje a ser agresivos.
Gracias por vuestra maravillosa lección de civismo.
 Y ahora para terminar con mejores palabras que las mías y para no desvirtuar este blog que siempre os habla de libros  os leeré la contraportada de “Indignaos” y lo haré con orgullo porque pocas veces las frases de los libros se salen de las páginas para hacer una llamada tan hermosa y tan sencilla hacia la conquista de un mundo mejor.  
                Cuando alguien como Stéphane Hessel llama a la ”insurrección pacífica”, a desperezarse, a rebelarse, hay que escucharlo. Porque Hessel, a sus 93 años, sabe de lo que habla: miembro de la Resistencia francesa, superviviente de Buchenwald, militante a favor de la independencia argelina y defensor de la causa palestina, este eterno luchador es, además, el único redactor aún vivo de la Declaración Universal de los derechos humanos de 1948. Por eso, cuando reclama “un motivo de indignación” para todos hay que hacerle caso. Porque “las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo demasiado complejo”, pero siguen ahí, en la dictadura de los mercados, en el trato a los inmigrantes, a las minorías étnicas. “Buscad y encontraréis”, nos dice, “coged el relevo, ¡indignaos!”, porque “la peor actitud es la indiferencia. Si os comportáis así, perderéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue”. S. Hessel
“¡Indignaos! Hoy se trata de no sucumbir bajo el huracán destructor del consumismo voraz y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes.
¡Indignaos! Sin violencia. Como cantara Raimon contra la dictadura: Digamos NO. Actuad. Para empezar, ¡Indignaos!” José Luis Sampedro.
Hoy más que nunca un fuerte abrazo
Pili Zori

No hay comentarios:

Publicar un comentario