La historia ya la conocemos, pero la potencia, la fuerza del largometraje reside en la interpretación de Eduard Fernández, superlativa, magistral..., y la de todo el elenco que gira en torno al personaje de Marco.
La atmósfera, el tono, el color de la luz y de la sombra..., sin concesiones a la emotividad facilona, es sobria y respetuosa.
¿Cómo sales indemne después de dar vida a ese protagonista?
Si el espectador lo pasa mal imaginad al actor que ha de vivir su patetismo dentro de ese cuerpo y esa mente, de la vergüenza insalvable. A todos nos gusta salvar al perdedor por algún requicio incluso por un detalle mínimo, alguna razón digna, y no nos importa identificarnos con el antihéroe si éste tiene tintes heróicos por pequeños que sean, pero por nada del mundo queremos reflejarnos en Marco, porque como expresó Terencio "Nada de lo humano me es ajeno" y nos entra pánico por si podríamos caer en alguna circunstancia embustera que no es una simple mentira sino una bola cada vez más gorda y abismal. No, no querríamos ser recordados por una bajeza, por una impostura tan indigna y vernos desde fuera como le estamos viendo a él desde el otro lado de la pantalla sabiendo que fue un hecho real.
Como soy de tendencia redentora y no de jauría linchante, tal vez gracias a una frase que le escuchaba a menudo a mi madre y que se me incrustó en la piel: "Del árbol caído todo el mundo hace leña" (más tarde supe que dichas palabras eran atribuidas al comediógrafo Menandro y que también aparecían en la Biblia, mi madre era sorprendente -ya que apenas fue a la escuela-, pero se hizo esponja de mar para absorber la cultura de sus olas, porque el conocimiento va y viene, y no sólo está guardado en la universidad). De modo que por fin gracias a esas palabras pude encontrarle al protgonista una salida digna: La enfermedad.
Se trastornó, me dije, él habría querido con toda su alma ser el personaje que inventó para sí, tal vez porque se sentía cobarde y traidor.
La película es muy importante en estos tiempos y deja todo en su lugar, tal vez haya que desmitificar, no idealizar para que no perdamos el norte ni la brújula en busca de la admiración. Una vez más repito que la bondad no es fácil porque requiere valentía y no sé si ese rasgo es nuestra inclinación natural, o tendemos más a la cobardía.
Lo que hizo Marco no tiene nombre, sobre todo porque le movió la vanidad, pero todos los delitos prescriben, hasta los asesinatos y él no mató a nadie.
Un abrazo, cuidaos mucho.
Pili Zori