"Diez mujeres", de MARCELA SERRANO

 

No había leído ningún libro de esta escritora chilena enorme, ha sido un gran descubrimiento.

Una psiquiatra decide que nueve de sus pacientes -a las que trata por separado y de forma individual- se reúnan para contar por riguroso turno a las demás su historia y las causas de los diversos diagnósticos que padecen.


Con esta herramienta sobria y sencilla en apariencia –dado que el lector tan sólo ha de escuchar la singular confesión de cada protagonista- Marcela Serrano construye un poliedro con voz femenina  e íntima que retrata entero el siglo XX de Chile y por tanto del mundo, dado que como se suele decir -no por repetido menos cierto- lo local es universal. Y en esa habitación, sin saberlo y gracias al valiente desnudo anímico, se dirimen los verdaderos males de nuestro tiempo, sobre todo los infligidos a las mujeres en un mundo que se diseñó sin contar con ellas y en el que demasiado a menudo las costumbres, reglas, normas, usos y abusos hacen que se sientan en corral ajeno y pidiendo permiso.

No faltan nada ni nadie, salvo los desaparecidos durante la dictadura de Pinochet, los efectos de su ausencia los vemos y sentimos a través de quienes los esperaban inútilmente.

Contemplamos el maravilloso paisaje de Chile de norte a sur y la exuberante y variada felicidad que transmite. 

El extraordinario logro que la novela entrega es el de que no hay diferencias, ni barreras de clase, la amistad siempre es posible cuando se comparte lo emocional y se abre el horizonte hacia lo público desde lo privado.

La gratísima sensación al salir de las páginas por la contraportada es que el resultado del trabajo terapeutico convierte en positivo el balance, porque demuestra que no hay estigma, cualquier daño recibido es superable por terrible que haya sido, compartirlo con valor sin ambages ni omisiones -siendo capaces de trasladarlo desde el inconsciente al consciente y de expresarlo- permite un nuevo comienzo, invita a seguir hacia adelante, o incluso a renacer.

No estoy hablando de nimiedades, el libro narra cómo alguien pasa de haber tenido todo lo material a convertirte en vagabunda ¿por propia elección? -el lector decide- explica que lidiar con la indiferencia afectiva de una madre deja heridas graves, habla de violaciones de guerra, de amar a un hijo de la violencia, de afrontar la vejez, de perder el salvoconducto de la belleza, de lo que se siente y padece ante la incomprensión siendo lesbiana, del miedo escénico de una prestigiosa presentadora de televisión que no sabe diferenciar si es ella misma o la identidad sólo se la otorga el trabajo, de huir de los demás porque asustan, muestra las causas de la insociabilidad, del desamparo por no poder cuidar de los tuyos, por tener que salir a trabajar cuando ellos, tus seres más queridos, tienen un diagnóstico en el que se pueden hacer daño a sí mismos, de la persecución por ser judío, o por oponerte al régimen, habla del exilio, del concepto de pareja heterosexual en distintas generaciones, de importantes mujeres intelectuales pero invisibles... en definitiva cuenta la lucha incansable por la igualdad. Ese es el compromiso de la autora, al que se entregó en cuerpo y alma desde hace ya varias décadas. 

Esta novela resarce con creces el trozo que falta en casi toda la literatura escrita por hombres: nuestra opinión, la de las mujeres en primera persona, nuestra forma de mirar, de comprender, de resolver.


El oído social que muestra la autora es agudísimo, Marcela Serrano nos comenta que en su país -elitista- según su propio criterio -el nuestro no se queda atrás tampoco- basta con oír el modo de hablar de cada persona para saber de qué parte rural o urbana de aquellas tierras proviene, para conocer de inmediato su cuna, las ideas y costumbres que ha mamado, el estatus, la capacidad adquisitiva, sus estudios o la falta de ellos...

Me conmovió profundamente la intención de la psicoterapeuta –sin duda la misma que tuvo la autora- y es que la palabra sana, cura, y Natasha, (cuya historia narrada por su ayudante  también expresa un fabuloso periplo lleno de dificultades) lo que quiso al propiciar dicha reunión fue que esas nueve mujeres, sus pacientes, se tuvieran las unas a las otras cuando ella, su psiquiatra, faltase.

Una de las protagonistas reflexiona sobre si los ancianos están solos porque nadie les quiere o porque ellos terminan por no querer a nadie. Ese aviso, como tantos otros subrayados en la novela me impactó.  

Es un libro precioso que nos une.

Pili Zori

2 comentarios:

  1. Hola Querida Pili.
    No me olvido, aunque vaya con retraso, de dejarte mi opinión sobre este estupendo libro.
    Me ha encantado escuchar en primera persona a estas mujeres, todas valientes y sinceras contarnos sus historias, como si fuéramos íntimas amigas suyas, así es como las he escuchado yo. Que la autora nos hable con las distintas voces de cada una de ellas, tan distintas y la vez tan iguales me parece un gran mérito. Me he sentido muy cercana a ellas aún siendo de un país geográficamente tan lejano, de edades también distintas y de clases sociales dispares. Pero al fin y al cabo los problema de salud (incluidos los de salud mental) nos igualan a todos, puesto que por mucho dinero que se tenga no te va a librar de ellos si están por llegar. Eso sí, las oportunidades para que te ayuden a solucionarlos ya sea con terapias o con compra de medicinas sí son diferentes en unos casos y otros, como en el libro claramente se plasma. Las historias de Luisa, Juana y Ana Rosa me han llegado de una manera especial, opino que desde su posición económica son todavía más vulnerables que el resto.
    Leer historias duras como estas a mí particularmente me ayuda como persona, me da fuerzas y valor.
    Gracias a la escritora por su obra y a ti por elegir este maravilloso libro para nuestro Club.
    Un beso.
    Marta

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  2. Mi querida Marta, gracias, siempre das brillo, hondura y sinceridad a este pequeño rincón. La literatura es eterna por tanto nunca viene con retraso tu generosa opinión. Ojalá las demás compañeras y amigas del club supieran manejarse en estas lides porque sus opiniones también son maravillosamente enriquecedoras, qué haría yo sin ellas. Un fuerte abrazo

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