"EL DIABLO SE VISTE DE PRADA", película de David Frankel


A menudo consideramos con ligereza a las comedias ligeras. “El diablo se viste de Prada” en mi opinión no lo es. Que lleve el azúcar glass que espolvoreamos sobre una naranja ácida para poder comerla no le quita ni jugo ni peso. Escogí esta dulcísima sátira para que la viéramos en el club de cine por razones estéticas pero también éticas, comenzaré por las últimas sin olvidarme de las artísticas que con sumo gusto detallaré después.
La película refleja las nuevas tiranías laborales, a las jerarquías empresariales a menudo encabezadas por caprichosos y sádicos directivos que no saben controlar la melopea de poder absoluto. Al menos sobre los políticos tenemos un mínimo control con la urna y el voto, pero sobre los voraces nuevos patrones y sus séquitos -que transitan hoy por un desierto sindical cada vez más extenso- no, y la rienda suelta de sus antojos nos pone en peligro de llegar a creer que esa clase de dictadura representa el orden natural de las relaciones de trabajo, y me apetece subrayar ese rasgo que sugiere la película en primer lugar porque el espectador sin darse cuenta podría olvidar el mensaje que contiene al contemplar las texturas y colores de las suntuosas telas y la maravillosa arquitectura que se puede hacer con ellas sobre un cuerpo humano; podría deslumbrarse ante todas las artes aplicadas en peluquería, maquillaje, zapatería, cinturones, bolsos, joyería y complementos y seguramente se quedará boquiabierto al comprobar hasta qué punto todos esos talentos conjugados pueden transformar el aspecto de una persona y mover a la vez una de las industrias más poderosas desde que abandonamos las pieles y el taparrabos.
Al público –que se siente invitado en primera fila a esa pasarela exclusiva, a ese desfile de glamour y lujo- podría pasarle inadvertido -aunque lo diga el título del film- que Miranda Priestly (Meril Streep) es el mismísimo Lucifer tentando con toda su artillería a Andy Sachs (Anne Hathaway) la novata que no la conocía ni tenía interés especial por el mundo de la moda y sus sacerdotisas, la chica que soñaba con ser redactora del New Yorker y consideraba un mal menor resistir un año en Runway como asistente personal de la pedigüeña de lunas imposibles.
-Todo esto será tuyo si ante mí te postras- Susurra el demonio. Y la seducción es muy fuerte y obnubila.
Metáforas aparte, el diablo ya no hace falta, nos las arreglamos muy bien solitos para la compra y venta de almas y para caldear el averno echando leña sin parar.
            Pero el rodaje lejos de ser un infierno logró encontrar el tono perfecto para hacer justicia y mostrar respeto por el mundo de la moda y sus grandes profesionales y artistas sin dejar de señalar que la esclavitud no va incluida en el contrato, ni pasar hambre poniendo en peligro la salud por alcanzar una talla 36 por mucho que presionen. La película nos dice que es necesario conciliar trabajo con vida personal y que siempre te puedes bajar del taxi como hizo Andrea Sachs. Yo añadiría además que el trabajador tiene que volver a ganarse el respeto como persona y no como mercancía o vehículo disponible a cualquier hora, creo que las tareas estarían mejor repartidas, naturalmente doy por hecho que en horario laboral el empleado debería entregarse al cien por cien, pero fuera de ese horario le espera la vida y ese tiempo es privado y sólo le pertenece a él.
El director David Frankel y su guionista Aline Bros McKenna, buscaron en todo momento el equilibrio huyendo de la polémica. La película se inspiró en la novela de Lauren Weisberger, no la he leído, al parecer la autora reflejó en las páginas a Anna Wintour la directora de la revista Vogue en los Estados Unidos, muchos modistos no quisieron salir en el largometraje por si la ofendían, el cineasta no tenía intención de personalizar y sí de centrarse sin embargo en el mundo de las revistas especializadas que gracias al gran material que proporcionó la novela de Lauren Weisberger pudieron recrear.
Patricia Field, la famosa diseñadora de moda considerada en el mundillo como una visionaria de lo que a la gente le gustará llevar se ocupó del vestuario del film, -el que se ve en las perchas y el que visten actores y actrices-; su amistad con grandes de la alta costura como ella, le abrió las puertas al cineasta que gracias a Field pudo filmar un desfile de Valentino en París, el encuentro entre el creador y la gran actriz Meryl Streep resultó un gran hallazgo para ambos que se sale del guión en la escena en la que son presentados: a los dos se les nota en la mirada la devoción.
El vuelo de la ropa sobre la pasarela es irrepetible, no hace falta conocer que a Frankel le gusta ese mundo y que sabe cómo ha de mirarse: con el embeleso de quien contempla una obra de arte etéreo, no en vano dirigió varios capítulos de “Sexo en Nueva Cork” (Sex and the city), serie en la que la vestimenta elegida expresa a quien la lleva.
La amistad entre Sarah Jessica Parker y la diseñadora Patricia Field nació en 1992 durante el rodaje de “Miami Rhapsody” (Rapsodia en Miami) película que la actriz co-protagonizó con Antonio Banderas, largometraje dirigido también por David Frankel. A Sarah le gustó tanto la ropa que realizó la diseñadora que desde entonces comenzó a pedirle vestidos exclusivos para ella, mucho antes de protagonizar la serie ”Sexo en Nueva York”.
En los comentarios que añaden los extras del dvd podemos escuchar a  Patricia Field diciendo que no sólo diseñó para las actrices de “El diablo se viste de Prada” también buscó las marcas que en la película se nombran, muchos colegas prestaron ropa para el film con el vestuario más caro de la historia del cine, las joyas que luce Meryl Streep son autenticas, usaron vintage para que Miranda no fuera en todo momento un cartel de firmas sino alguien que sabe adaptar la moda a su cuerpo con criterio y personalidad.
Los interioristas supieron darle a la redacción de Runway el cosmético aspecto de una “polvera”, -cito sus propias palabras-. Escuchar el sonido de los tacones es una característica de curiosa imagen corporativa; debido al soniquete las empleadas recibieron el apodo de clakers, por los clak, clak, clak de sus apresurados pasitos, el apelativo forma un juego de palabras con la empresa: la compañía editorial de Elías Clark a la que pertenece la revista.
Todo lo que aparece en la película rezuma autenticidad, hay un canto constante a Nueva York, los actores la transitan y el espectador nota que conocen la ciudad de día, que viven allí y van a gusto por el recorrido de sus calles y rincones sin necesidad de comprobar, y que la aman cuando iluminada se muestra como una joya de brillantes en la noche. La gran manzana se ve tras los cristales de las oficinas, de los restaurantes… en sus calles se escucha el bullir de su particular sonido rebotando entre paredes como si jugase en patios interiores; quienes han paseado por Nueva York alguna vez conocen la sensación de hallarse en el interior de un inmueble sin techo, la verticalidad acristalada de sus muros protege, me aventuro a decir que los neoyorkinos tienen la impresión de hacer vida de barrio, y a la vez un sentimiento de orgullo cosmopolita y un espíritu de diversidad que sin embargo unifica, nada que ver con Los Ángeles… Los artistas de todos los tiempos afincados en esa ciudad o que lo estuvieron la adoraron y la adoran, es algo que rezuma en sus obras, escuchamos a Woody Allen, lo leemos en la literatura de Paul Auster, en la de Arthur Miller... Pero tal vez David Frankel sea el cineasta que más puertas nos ha abierto para entrar en sus acotados ambientes, sería una ingenua si obviara a los desfavorecidos, en esta ocasión el director no los retrata, pero veremos películas de otros autores también neoyorkinos que sí lo hacen. Hay una transición casi al final que me gusta mucho y es la que refleja a gente corriente con vestimentas normales cruzando la calle, de algún modo David Frankel nos indica que Nueva York es de todos y a todos pertenece.
La forma de filmar en vertical desde los zapatos hasta la cabeza y viceversa también le confiere identidad al largometraje. Me encantó el modo en el que establece la cronología con los abrigos, chaquetas y bolsos que despectivamente tira Miranda Priestly sobre las mesas de sus dos asistentes Emily y Andrea, para que se los recojan, así podemos ver de forma sutil el paso del tiempo, cómo van transcurriendo los meses, las prendas van cayendo como si de hojas de calendario se tratase. Utilizar a alguien de perchero es un detalle muy significativo de altivez humilladora que he observado personalmente fuera de la película y no me refiero a cuando alguien te pide con amabilidad que le sostengas algo, quienes trabajan en el comercio de ropa saben de lo que hablo. También el recorrido de la directora desde la calle hasta las oficinas es una maravillosa excusa para presentar a los espectadores despachos y tareas en ese paroxismo desenfrenado del ¡Todos a sus puestos, que viene!
A Miranda Priestley la salva de las sombras ese discurso que dirige a Andrea cuando ésta se ríe tontamente por el dilema de la elección entre dos cinturones en apariencia iguales, el rapapolvo también lo recibe el espectador que desde su butaca comprende en qué consiste la diferencia. Andrea termina por captar la importancia y se pone en manos de Nigel (Stanley Tucci), el resultado de la transformación habla por sí solo. Tucci es uno de los actores que más admiro porque se convierte en cada uno de los personajes que interpreta y jamás se transparenta bajo ellos, tal vez por eso no obtiene, en mi opinión, el reconocimiento que se merece porque no se le “reconoce”, se diluye humildemente en el papel, os invito a que rastreéis su filmografía, con que le veáis en “Shall we dance” (¿Bailamos?) película del director Peter Chelsom, comprenderéis a qué clase de versatilidad me refiero.
David Frankel
En cuanto a las actitudes y comportamientos hay un mensaje de madurez y buen encaje muy positivo: a pesar de los menosprecios que Andrea sufre no se viene abajo y rentabiliza las críticas a su favor convirtiéndolas en un reto que consigue vencer.
Creo que tener un temperamento feo y atemorizante debería avergonzar, no es síntoma de poder, reitero, sino de tiranía y arbitrariedad, pero sobre todo es una muestra de flaqueza de carácter: la debilidad de quienes se dejan llevar por la ira -desatada o contenida, da igual, hablamos de mala leche al fin y al cabo-. Las rabietas, el resentimiento y el empeño por salirte con la tuya nada tienen que ver con las cualidades de un buen jefe. La verdadera potestad, el respeto y el liderazgo te los otorgan los demás. Cuando tienes autoridad no necesitas imponerla. Las relaciones sadomasoquistas no son sanas y por lo tanto no deberían institucionalizarse. Las personas de trato desagradable no son más fuertes y tampoco honorables, creo que la costumbre de acatar está enturbiando los conceptos.
Pero Meryl Streep es tan grande y está tan llena de matices que hasta haciendo de déspota la adoras, le basta con un levantamiento de ceja para definir todo lo que a su personaje se le está pasando por la cabeza y el director no podía condenarla, todo el mundo tiene yin y yan, y las pinceladas certeras y redentoras que le regala son las justas y con ellas logra humanizarla, lo que viene a demostrarnos que la comedia como decía al principio de ligera no tiene nada. Cuando comenzaron a ofrecerle papeles de registro cómico comprendimos el gran peso de esta actriz y hasta donde podía llegar en su ya larga carrera con su talento. Desde “La decisión de Sophie (Sophie’s choice, del director Alan J Pakula) no deja de sorprenderme y ya ha llovido.
Os dejo la ficha técnica:
El diablo se viste de Prada, año 2006. Dr.: David Frankel, Guión: Aline Bros McKenna, basado en la novela homónima de Lauren Weisberger, música: Theodore Shapiro, fotografía: Florian Ballhaus. Reparto: anne Hathaway, Meryl Streep, Stanley Tucci, Simón Baker, Emily Blunt, Alexie Gilmore, Adrian Grenier, Rebecca Mader, Tracie Thoms, Heidi Klum, Rich Sommer, Daniel Sunjata, Gisele Bündchen, Jimena Hoyos.
No sé por qué derroteros para el debate nos llevará la película en nuestro club de cine. ¿Moda como expresión?, ¿como signo de ostentación?, ¿necesidad real o impuesta?, ¿esclavitud?, ¿libertad?... Tengo muchas ganas de escuchar a mis compañeros.
Un abrazo y hasta el próximo encuentro en el que hablaremos de cine o de libros.
Pili Zori.

2 comentarios:

  1. No necesitas ser fanático de la moda para que te encante esta peli, Rich Sommer sale ahí y es de mis actores favoritos.

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  2. Gracias Mariana por tu comentario y tu visita, comparto lo que dices, no hace falta ser fanático de la moda para comprender que también es arte. Un beso Pili Zori

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