"MEJOR... IMPOSIBLE", película de James L. Brooks


El martes pasado vimos en el club de cine, “Mejor...imposible” de James L Brooks. A veces los temas se encadenan cosidos por ese hilo invisible que el guión de la vida sabrá por qué pespuntea en esa especie de predestinación suya cuyas claves nunca nos desvela. Lo cierto es que no escogí al mismo tiempo “El curioso incidente del perro a media noche” y “Mejor...imposible” para que fuera a continuación, ya me gustaría ser tan previsora, pero las dos obras se juntaron sin mi intervención como si se hablaran entre sí. El libro de Mark Haddon cayó en mis manos justo cuando llegaba el momento de escoger la primera lectura de esta nueva etapa en nuestro club de literatura. De algún modo involuntario y casi al dictado se me introdujo el interés por debatir sobre la relación con personas “diferentes” y especialmente sobre su integración social, creo que la elección de ambos artistas para explicarlo no podía ser más adecuada: Haddon, en clave de empatía extrema, consiguió introducirse en la mente y el corazón de una persona con síndrome de asperger, y James L. Brooks creando junto a Mark Andrus en clave de comedia a Melvin Udall, un escritor de éxito con un trastorno obsesivo compulsivo también.
En ambos casos los protagonistas consiguen salir de sí mismos por la fuerza del cariño, y no es un juego de palabras sino otro de esos pespuntes invisibles y mágicos que enlazan unas obras de arte con otras, porque “La fuerza del cariño” es una más de las inolvidables películas de James L Brooks, el creador de los Simpson.
Como ya he dicho otras veces el humor es el ascenso de un peldaño más, justo el que te proporciona la perspectiva adecuada para poder relativizar las vicisitudes y amarguras inevitables que contiene la vida, y quien es capaz de subirlo gana en sabiduría, comprensión y bondad, y ninguna de esas tres palabras es objetivo fácil de alcanzar si las medimos en su exacta magnitud. Intuyo que esos son precisamente los objetivos que James L Brooks se propuso en la vida, y a tenor de los resultados que obtiene es evidente que consiguió culminar esas tres cimas y brinda en sus cumbres con champán.
El cine de Brooks bucea y explora como un catéter en los miedos humanos, los pequeños y los grandes, y todos ellos surgen de las relaciones personales y afectivas. Este director sabe adentrarse en el meollo de la “resolución de conflictos” y espera a que reacciones, y es en ese preciso instante -cuando ya ha conseguido atenazarte la garganta y ponerte al borde de las lágrimas- en el que de pronto te arranca la carcajada, y esos cambios drásticos en tu ánimo sorprendido sólo los saben provocar los grandes como ya he dicho otras veces en este mismo blog.
Además no le vale cualquier cosa, no, Brooks ya que se pone se reta al máximo. La película al principio debería titularse “Peor imposible” porque paradójicamente a Melvin Udall, no hay por donde cogerlo: insociable, machista, homófobo, egocéntrico, xenófobo, obsesivo, maniático, boca chancla, cobardica… y sin embargo Brooks fuerza la maquinaria a propósito para escoger ese punto de partida: Nos va presentando al protagonista y sólo cuando llega al momento exacto en el que el espectador decide que el señor Udall es insalvable comienza a dar el giro, a evolucionarlo hasta llegar al “mejor imposible” y por tanto a la redención.
La generosidad de Brooks es enorme porque tiene la sutileza y la artimaña de mostrarnos, envuelta en celofán, la parte más dura y dramática del problema que de otro modo no nos molestaríamos en mirar, y así habiendo vencido nuestras defensas a base de hacernos reír nos demuestra que el miedo y el sufrimiento prolongados crean corazas opresivas que hacen daño y aprisionan. Los trastornos obsesivos compulsivos se están extendiendo como una plaga, y nadie está libre de padecerlos, además todos los que vamos de “normales” y equilibrados por la vida si fuésemos diagnosticados a saber lo que saldría.
Para enviar ese mansaje Brooks se documentó hasta en los detalles mínimos sobre las obsesiones, no eludió ni dulcificó, construyó a un personaje con muchos toques de asperger y su montón de manías y se empeñó en sacarlo de ahí, o al menos adaptarlo y lo que para otros sería imposible y utópico él lo volvió realidad y posible.
Con su película nos enseña a observar más detenidamente, a ahondar, y así, tras escuchar a Udall soltando improperios de amargado cascarrabias a diestro y siniestro caemos en la cuenta de que al pasear la vista por su casa estamos descubriendo unas cuantas contradicciones: en ella se ven cuadros de negros cuando en la escena anterior acaba de dejar perplejo con sus alusiones racistas a Frank Sachs (Cuba Gooding Jr) el marchante negro y pareja sentimental de su vecino el pintor Simon Bishop (Greg Kinnear); nada sale por azar en esta preciosa película que dulcemente va forzando a la tolerancia hasta al espectador más reacio. Prosiguiendo con el recorrido visual por ese salón en el que se prolonga su historia personal contemplamos el retrato de un escritor judío cuando momentos antes en el único bar al que acude, para espantar a una pareja que ocupaba la mesa que considera suya, ha proferido insultos y exabruptos antisemitas tan inesperados que han hecho que se levanten para huir despavoridos de la escandalosa boca y de su loca mirada. Así, poco a poco, vamos comprendiendo que su forma de zaherir es un recurso para buscar los puntos vulnerables de los demás, que tan sólo es un truco para salirse con la suya o quitarse a la gente de encima, pero que no siente lo que dice.
En fin, no voy a contar la película, sólo diré que es el film que más veces he visto en mi vida, jamás me canso de mirarlo fotograma a fotograma, también es el canto de un neoyorquino a su ciudad que de noche te hace elevar la vista para que te pierdas embelesado por su encendido collar de brillantes que pende de las antenas y cúpulas de sus rascacielos de espejo, y de día te sitúa la mirada a la altura de los ojos de tus semejantes y se convierte en barriada para que vivas en ella sin sentirte extranjero. Pero dentro de la balada “Mejor...imposible” también denuncia a gritos lo inhumano de la falta de seguridad social en un país de diferencias tan acusadas: si tienes dinero te salvas, si no podrías morir por un simple ataque de asma, o arruinarte porque te han asaltado y dado una paliza tan grande que te ha llevado al hospital y de la paliza sales, pero de la factura no te recuperarás jamás. Contrasta con mano maestra los barrios altos con los humildes sin caer en lo marginal, detallando hasta las necesidades de intimidad apenas salvadas por unas cortinas.
Tres protagonistas principales conducen esta maravilla: Melvin Udall interpretado por Jack Nicholson, es el personaje más entrañable, amado, rico y enriquecedor de toda su carrera; Carol Connelly representada por Helen Hunt, que entrega la réplica más brillante e ingeniosa que jamás le han dado a Nicholson en ese duelo de titanes en el que ambos sujetan el primer plano con tanta vehemencia que saltan chispas de ternura y de verdad, los diálogos, tanto los verbales como los callados, saturan la pantalla de ingenio,  Simon Bishop encarnado por Greg Kinnear que compuso su personaje tan bien medido, con tanta elegancia y tan lejos del arquetipo en el terreno de la comedia que casi sin pretenderlo constituye en sí mismo un homenaje para los gay digno de agradecer, naturalmente no es ese el rasgo principal de su papel, es en su pérdida y en ese viaje en el que rompe con su pasado y se reencuentra como artista y como persona donde alcanza la máxima dignidad.
Las características comunes del trío son la ingenuidad -esa inocencia que cada uno de ellos escuda y defiende como puede- la soledad en compañía, propia de las urbes que hierven como hormigueros llenos de extraños que no conversan, que se esquivan para no rozarse aunque vayan en el metro, y el desvalimiento que se encubre con estoicidad.
Y cinco “secundarios” tan poderosos como los contrafuertes de una catedral apoyan al trío. Sin ellos la estructura no se sostendría: Cuba Gooding Junior, Skeet Ulrich, Shirley Knight, Yeardley Smith y Lupe Ontiveros.
No se me había olvidado Verdell, le he dejado para el final a propósito porque es la estrella, y su misión la más importante, él marca el antes y el después, el punto de inflexión en Melvin. Gracias a su contacto bajará las defensas y emergerá a la superficie toda la parte afectiva que una vez abierta propiciará la implicación con los otros y por tanto el compromiso. Pero sería injusto omitir que al igual que a los protagonistas humanos, a Verdell, (Jill fuera de la pantalla), le ayudaron a brillar otros secundarios, cinco perritos de la misma raza –grifón de Bruxelas- llamados Timer, Sprout, Debbie, Billy, y Parfait, ellos también tuvieron dirección a cargo de la famosa adiestradora Matilda de Cagny, justo es decirlo.
Hay tantos detalles inolvidables, tantas escenas, tantos pasajes… que estaría hablando de la película días enteros, pero me conformaré con decir que tres soledades aparentemente inconjugables unidas terminan por derribar sus murallas y comerse el mundo.
Creo que “Mejor...imposible” es una obra maestra del cine que cerró con broche de oro la última década del siglo XX
La formación de James L Brooks, nacido el 9 de mayo de 1940 en Nueva Jersey, comenzó desde abajo y se forjó en televisión: como aprendiz en el telediario de la CBS siendo ayudante de documentales hasta llegar en 1969 a realizar la serie “Habitación 222”. Entre 1970 y 1977 junto al escritor Allen Burns produjo “El Sow de Mary Tyler Moore”. Ejecutó comedias como “Cheers” y “Taxi”, también fue guionista y productor de “Tres no hacen pareja”. En 1983, como os adelantaba en renglones anteriores, emprendió el largometraje “La fuerza del cariño” por el que obtuvo cinco oscar. En su larga carrera ha escrito y dirigido muchas más como “Aprendiendo a vivir”, “Los chicos de mi vida”, “Spanglish”, “¿Cómo sabes si…?” Pero como siempre os dejo a vosotros el placer de recopilar su biografía y su obra, hoy se trataba de compartir la experiencia de “Mejor...imposible” subrayando que lo más difícil de resolver en la vida si te lo expresan en clave de comedia lo comprendes y afrontas mejor. Si aún queda algún espectador que no la haya visto, que lo dudo, pues ¡venga!, ¿a qué esperas?
Un abrazo y hasta el próximo encuentro en el que habremos visto “Confidencias” de Luchino Visconti y leído “Las ciegas hormigas” de Ramiro Pinilla.

Pili Zori

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