LO QUE QUISIMOS SER, película de Alejandro Agresti

Inolvidable, bellísima, maravilloso trabajo de joyería, si te gusta el diseño vintage e imperecedero.

¿Dónde están los límites, las barreras de la realidad? y ¿qué es la realidad?, ¿podríamos soportarla sin la fantasía? 

Sabemos que vamos a morir, pero mientras tanto: ¿actuamos como seres eternos? 

¿Acaso lo soñado no impacta, no lo vives del mismo modo “real” en tu interior?

 El cuerpo y la mente no distinguen si las razones de tus sentimientos, pensamientos y reflexiones son imaginarias o no.

Los actores y actrices se introducen en otros seres, y una mañana se levantan interpretando el papel de personas heroicas y otra el de malvadas, corruptas u honradas, ruedan como comunistas y en la interpretación siguiente como capitalistas, y esos y otros antagonismos -sin riesgos- sirven para calzar los zapatos de los otros, y al caminar con ellos, ya has experimentado, conocido a fondo otras vidas,, y el hecho, sin duda, te permite elegir de qué lado estás, comprender mejor el mundo, la sociedad y la existencia. De alguna manera todos actuamos por cuestiones de actitud y decisiones personales sin que sea hipocresía.

Al fin y al cabo siempre estamos ensayando para aprender a vivir. Igual que los cachorros de cualquier especie: en realidad no juegan sólo por diversión, ensayan para aprender a defenderse, para sortear escollos, peligros y dificultades, para salvar la vida, para obtener comida, para hacer grupo y familia, para cumplir con la función que les corresponde en su ciclo vital, en su destino.

Los humanos queremos, además, desvelar el misterio. 


Cuando era más joven pensaba que lo honrado era caminar por el mundo con lo de dentro por fuera. Pero si anduviéramos así, sin cáscara, se nos romperían en mil pedazos las partes blandas, frágiles, que, en verdad, son todas, la fuerza, precisamente es intangible y nace de lugares invisibles. Pero sí, muchas veces nos hacen trizas, nos destrozan, y a menudo morimos, pero por suerte nos recomponemos y resucitamos de nuestras propias cenizas como el Ave Fenix. Hay que volar siempre, alto como el águila o bajito como el gorrión, pero el vuelo hay que emprenderlo.

Somos un compendio de todo lo creado, por Dios, por el bing bang o por lo que sea, me da igual, la canalización de energías seguro que es la misma y por su cauce pasan todas y desembocan en el mismo mar, por eso el cielo y el océano se confunden en su permanente unión, el horizonte no existe como línea.

En cualquier caso tal vez sea elegante simular eternidad frente a los que amas -cuando te atenaza el sufrimiento-, mostrar para premio “oscarizante” que aún te sobra vida, aunque cuentes con los dedos las posibles pero escuálidas décadas que quedan, y quizá ese papel de actor o actriz, el más difícil, el mejor interpretado, nos aparte -con un poco de suerte- de la sombra amenazadora de la parca para que ella no sea el centro de la reunión, ni sobresalga, y quede apartada un ratito y noqueada en la esquina del ring.

Ahora, a mi edad, sé que llevar lo de dentro por fuera sí está permitido, pero necesita un recipiente ya que es fluido y se derramaría si no lo introduces en su frasco, caja, cofre o contenedor, porque todo se puede decir en las páginas de un libro, lo indiscreto, lo sucio, lo limpio…, a la clara luz del sol o a la sombra, y en dichos cuencos sí está admitido que se deposit., De ese modo, quien va a buscar lo que le falta o no entiende -de sí mismo y de los demás, lo que ocurre en su psique, o en el interor de los otros-, puede hallarlo facilmente y de de inmediato para completarse, porque todo lo que busque se puede encontrar en una escultura, dentro de los fotogramas, en la arquitectura, en la música, en la poesía, en la literatura, en las canciones…, y ha de estar en esos compartimentos para que nadie te tilde de loco si vas con el alma desnuda por la calle y exclamando tu sentir. La intemperie es heladora, o demasiado ardiente, por eso se necesita la fantasía.

Hasta a la naturaleza le gusta ser plasmada en la pintura para permanecer inamovible en algún  sitio, o en el artificio de los jardines que le hacen soñar que no es del todo salvaje, poderosa y desbocada. 

No te asustes, no se trata de enjaular, ni de compartimentar, sino de que nuestras huellas por la tierra estén primorosamente colocadas y se cuiden y preserven para desmitificar y reventar la idea del paso del tiempo, tan sólo pasamos nosotros por un mismo espacio, la tierra se queda, no te la llevas.

El mensaje de la película "Lo que quisimos ser" no es pesimista aunque de mis palabras se deduzca que sí, es una historia de amor delicada y de gran hondura en la que cada jueves un hombre y una mujer juegan a lo que desean ser en una bella cafetería -tras salir del cine-, y en ese universo -creado en exclusiva para ambos- la otra realidad de sus cotidianas vidas se queda fuera y se desvanece. Esas son las normas. Y con ellas consiguieron que esas tardes valieran por toda una vida, y así, los dos juntos, conocieron la plenitud.

La paradoja es que precisamente en dicha invención es donde no hay trampa, porque ese sí es su verdadero mundo: el interior y el proyecto exterior que habrían querido tener. 

Cada jueves se rellena con el amor acunado en las miradas que dejan de ser opacas y refulgen, con las palabras dichas con libertad absoluta, sin temores ni cortapisas, con la conexión del subliminal oleaje que se escucha y se siente por debajo y que el espectador comparte.


La película es un canto del cisne precioso, un elogio al séptimo arte, un rendido homenaje a los actores, al amor entre una madre y un hijo adulto, al hecho de enamorarse en cualquier edad y circunstancia como sucedía antes: poco a poco, tras el flechazo, hablando, besando con los ojos…, es un homenaje a los escritores, a los lectores y a los libros, a las películas antiguas, a las cafeterías de sentarse toda la tarde una frente a otro haciendo lo más importante: escucharse, y recorrer el puente anímico entre dos personas que se quieren, no por unir soledades, no por hacerse compañía, sino por sí mismas. 

En este mundo nuestro, he llegado a la conclusión de que el amor sí es real, tal vez lo único real, el salvavidas, elocuente o torpe, pero amor al fin, y no siempre hace falta que sea tangible.

Pero para mí el homenaje más importante va dirigido a Argentina, esa nación repleta de artistas e intelectuales que no se merecen lo que como sociedad les está pasando. De una forma suave y sutil en las conversaciones de ambos protagonistas se va sucediendo la historia de ese hermoso país. 

Me dejó profundamente conmovida, y al igual que hacían ellos, con los largometrajes en blanco y negro, me gustaría ir a verla muchas veces porque en esos primeros planos tan bien sostenidos está la verdad. 

El final es un magnífico remate, ya veréis  por qué lo digo, el libro tiene destinatario, me gustó que lo importante fuera que se había escrito, no que estuviera publicado. Y el título es clave.

***

P.D.

El filme lo están proyectando –palabra también antigua- en los multicines del Ferial plaza (situado en Guadalajara, España).

Ya está en marcha, de nuevo, cada martes, el precio senior, podéis ver esta joya por dos euros.

Como decía Luis Eduardo Aute -reitero aún a riesgo de ser pesada-: “Cine, cine, cine, más cine por favor, que toda la vida es cine, que toda la vida es cine y los sueños cine son”.

Hasta el próximo encuentro, con los libros, las películas, las series y las cosas cotidianas, actuales o nostálgicas, porque todo forma parte del buen vivir .

Un fuerte abrazo, cuidaos mucho.

Pili Zori

"Los peces no cierran los ojos" de ERRI DE LUCA

 Los peces no cierran los ojos, de Erri de Luca.

Una bellísima, singular y asombrosa novela intimista cuyo genuino estilo no se parece a ningún otro. Las páginas nos hablan de los descubrimientos y transiciones de un niño hacia la adolescencia que a veces van más adelantados que el cuerpo y la mente, de ahí la distorsión, el descontento, el desconcierto. Tomar conciencia de lo que ocurre a tu alrededor, en el exterior, es doloroso cuando eres un crío y aún no tienes palabras para definirlo.

El sonido y la brisa de la playa nos envuelven como metáfora real de un tiempo en el que los juegos de la infancia tenían más que ver con el aprendizaje que con lo lúdico, los niños no eran reyezuelos a los que había que complacer, sino enseñar y transmitir las reglas de supervivencia de un oficio ancestral, su amigo el pescador le ayuda a comprender y a respetar el agua.

“Los pescadores actuaban a olfato libre en dirección al mar, ninguno usaba gafas”. 

“El pez hurtado al bolsillo del mar”. Describe en otro pasaje, la imagen es bella además de tener un significado exacto.

Cuánta poesía en cada frase. En cada verso, diría yo con la osadía de atreverme a contaminar la magnífica prosa de E. de Luca tan entrelazada de lirismo.

En las escuetas y condensadas páginas, 128 exactamente, sin que sobre ni falte una sola palabra, cabe toda la densidad de una vida plena y entera, la de este escritor que además es alpinista y que ha de dar pasos certeros porque ante su frente tiene la escarpada pared de la montaña y bajo sus pies el abismo. 

La novela comienza con un salto hacia atrás de cinco décadas desde el tamiz de la nostalgia, desde la bruma de la memoria, y aunque no nos dice el nombre del protagonista sabemos que se trata de él con diez años en un inolvidable verano en la isla. 

“La isla era de mi talla, como el Mediterráneo que es grande pero está contenido en el regazo de las tierras”.

Se dice, de este buscador del significado de la palabra precisa, que es un poeta que escribe novelas. Ya se preparaba -sin saberlo, cuando siendo un niño le apasionaban los crucigramas- para construir con cada frase elegida los firmes edificios de sus universos. 


Al mismo tiempo su cerebro se configuró con cada una de sus destrezas: la precaución de pisar en el sitio adecuado para no caer desde la montaña influye en el modo de usar la mente con cuidado y precisión, también trabajó como albañil, moviéndose por andamios, y alturas que como al Barón rampante de Italo Calvino, le daban distintas perspectivas personales y sociales, y construyó la casa en la que vive con sus propias manos, y el ajuste de las piezas para coches en la Fiat se refleja -probablemente sin que él tenga consciencia de ello- en la poderosa estructura y en el mecanismo de su escritura, todo suma, nutre y forma más simbiosis de la que somos capaces de percibir.

En Los peces no cierran los ojos he visto cada una de las claves de los comportamientos y creencias posteriores del autor: pacifista que no cree en el ojo por ojo, como le asegura desde sus diez años a la deslumbrante y enigmática niña que vino del norte y que valoraba las reglas humanas comparándolas con las instintivas del mundo animal. Creo que ahí se puede desarrollar un buen debate. 

En mi opinión los animales tienen lenguaje, pero no escritura para plasmarlo. ¿Tal vez poder leer y escribir nos convierte en humanos?, el lector tiene la palabra. 

La insólita y bellísima descripción sobre como descubre el amor por ella es incomparable, esa imagen del helado derretido mientras la contempla y respira el aroma a almendras de la crema bronceadora que le protege la piel y cómo se bebe las palabras femeninas, hace que quien lee deduzca que Erri de Luca la buscará en otras durante toda su vida sin hallarla en ninguna, nunca más después de ese revelador verano volvería a verla, y la imagina como adulta defendiendo a las ballenas, de hecho es un hombre soltero y le habría gustado formar familia, sin embargo él no cree en el odio ni en la vendetta, pero le impactará para siempre cómo ella entiende la equidad y la llevó a la práctica durante aquel verano, equilibrando la balanza con el ejemplo de su justicia poética. El lector tendrá que adentrarse en las páginas para ver de qué forma lo consigue, la sutil hazaña produce otro debate profundo sobre acción o manipulación, dominio o capacidad de decidir. 

En una manifestación hay que poner el cuerpo desarmado y recibir los palos –si se da el caso-, el protagonista fue a pecho descubierto a cobrarlos cuando le destrozaron con su brutal paliza aquellos tres chicos que peleaban por la misma hembra a la que él trataba sin embargo admirando su libertad y sin un ápice de deseo de posesión. En su vida adulta también recibirá golpes en alguna protesta.

A los diez años, reitero, el cuerpo de un niño es un misterio que no va en consonancia con su tamaño ni con su mente, hay diferencias abismales entre la madurez de distintos críos con la misma edad, las chicas pueden dar miedo, los cambios físicos causan extrañezas de apéndices, protuberancias y pelos extraños en lugares de la piel en los que antes no estaban. 

La infancia cuando se asoma al exterior a menudo es dolorosa por lo que ve en el entorno, y lo que ocurre dentro de ese espacio impacta, los sentimientos que se estrenan son poderosos y todavía indescifrables, sólo sientes. Creo que tras las primicias de esa etapa ya sólo llueve sobre mojado porque en realidad te estás limitando a comprender y desarrollar esos primeros efectos del dulce llanto interior que más tarde te dibuja en el recuerdo con ternura la sonrisa. De la niñez partes y a ella vuelves, tanto si te la han truncado o robado como si has podido vivificarla a pesar de los pesares y disfrutarla en alegrías.

Vemos como el pequeño protagonista lloraba a menudo en su ciudad, y también cantaba para mitigar la agresividad del ruido externo. En la isla no llora. 

Las páginas nos hablan de introversión y nos hacen entrar en ella para que la experimentemos, de adaptación o inadaptación al medio, de la historia de los anónimos:

“Habíamos nacido después de la guerra, éramos la espuma que queda tras la marejada”.  Sus padres fueron supervivientes.

La infancia es dura incluso dentro de una familia amorosa porque hay que salir de la crisálida rompiéndola y tomar conciencia del mundo exterior que para algunos niños es hostil y agresivo.  

Este libro nos recuerda a la niña o el niño que fuimos si es que no hemos sabido conservarlo en nuestro interior, y nos lo recupera. 

Para Erri de Luca lo importante de un río no es su caudal -cargado de experiencias en el recorrido hacia la desembocadura- sino su nacimiento.  

De Luca es autodidacta, parece que en Italia el elitismo no empaña el talento, nuestro país -en este periodo y en mi opinión, subjetiva, naturalmente- mira primero la etiqueta y la red de amistades cercanas a la profesión, ni soñar con ojeadores si no andas pululando cerca, y no me refiero al lector sino a quienes han de dar paso para que las obras suban a los anaqueles de librerías y bibliotecas. 

Nunca he apreciado a quienes valoran tu obra tras el premio –aunque también se agradece- puesto que el autor o la autora son los mismos que eran antes de recibir dicho reconocimiento y escriben igual. 

A menudo repito como ejemplo –a riesgo de resultar pesada- que nadie le pregunta a Eric Clapton si es músico de oído o de conservatorio porque lo que importa es el resultado. La inspiración escoge a quien quiere, después el ego se atribuye el mérito, pero el artista tan sólo es su instrumento. 

Clapton es Dios, dicen, y yo matizo: no es Dios, pero tal vez hable a través de él, sin importar si es creyente o no.

Erri de Luca no pasó por la universidad, fue obrero de la construcción, trabajador de la Fiat, como ya he adelantado en renglones anteriores, camionero…, militó en el partido político Lotta Continua y en la década de los años setenta del s. XX lo abandonó, desconozco si por decepción o por buscar otras vías para proporcionar ayuda, porque incluso recientemente compró un camión y junto a un amigo se presentó en Ucrania para llevar ayuda humanitaria como hizo en otras lides. 

“Eran tiempos en los que se distinguían las partes y con cual estar”. Se lamenta. 

Sí, estoy de acuerdo con él, ahora todo es más confuso.

Aprendió ruso por su cuenta, y yiddish y hebreo, para traducir la Biblia. Es curioso el interés erudito y ejemplar de los ateos, a los creyentes les basta con la fe.

Considera que la justicia es un sentimiento instintivo, innato que no tiene que ver con la legalidad, los niños exclaman “¡no es justo!”, y cuando pronuncian la queja, en efecto no lo es. 

Comenzó a escribir a los cuarenta años, sus obras suelen ser “cortas” en esta etapa de nuestra vida lo breve es la tendencia, hubo otro tiempo en el que crear de forma autobiográfica estaba mal visto, se consideraba falta de creatividad, ahora hablar de uno mismo es más valorado, incluso se utilizaba como arma arrojadiza contra escritoras para alegar que sólo éramos sentimentales y carentes de imaginación, no sé en quien pensarían, en Ana María Matute no, desde luego.  

En cualquier caso, como decía Almudena Grandes ¿qué es lo autobiográfico?, ¿lo vivido, lo pensado, lo soñado?... 

A mi criterio lo autobiográfico es el enfoque, la mirada, tu forma de comprender la existencia, de levantar un mundo y colocar en él a habitantes creados bajo tu peculiar punto de vista y darles el soplo de la vida. 

En cuanto a tendencias ¿quién nos iba a decir, hace tiempo, que nos parecería bien calzar deportivas con un traje de chaqueta?, las modas cambian y ahora toca “basado en hechos reales” por lo visto tienen más tirón ese tipo de narraciones que antes estaban más denostadas.

En Los peces no cierran los ojos, la acción se produce en el tumulto interior del cuerpecillo y la psique del muchacho protagonista. Es una novela iniciática, de descubrimiento, de aceptación de sí mismo, aunque en otras ocasiones he expresado que en literatura el concepto biografía no es relevante puesto que en el momento en el que decides hablar de unos hechos, vivencias, sentimientos, sueños, pensamientos… y omites otros, cualquier relato que hagas pasa a ser ficción y lo que sí importa es que estés entregando Literatura con mayúsculas, y si inventas o no, da lo mismo porque forma parte del hermoso juego creador. La gracia consiste en que con las mismas piedras preciosas puedes diseñar collares distintos, hablo de estilo, y de forma y fondo, ambos se unen, y en ellos se asienta el contenido y varía el grado de dificultad y belleza, la que alcanza Erri de Luca es sublime y su pálpito conecta directamente con el latido del tuyo, y entonces el puente anímico de corazón a corazón está servido.


Subrayo de nuevo -porque es importante- que el autor cincuenta años más tarde parte de los recuerdos de un verano en la costa en el que el protagonista tenía diez. Cuando a la edad se le añaden por vez primera las dos cifras se acaba oficialmente la infancia, nos dice. 

Sentí un escalofrío porque también tengo en una novela mía la misma reflexión, y es que he conectado muy estrechamente con el escritor en la esencia y también en muchos pasajes, y transitar sus páginas me ha conmovido y provocado un cariño enorme hacia él.  

En alguna entrevista de las muchas que le hacen le he escuchado explicar –os pido perdón por no citar textualmente- que considera que si tienes un libro entre las manos estando preso en una celda, de inmediato se rompen los barrotes y el techo se abre para mostrar el firmamento y entonces la verdadera libertad es imbatible. 

De luca afirma que escribe para hacer compañía y que leyendo, él también la recibe. 

No es la primera vez que digo que la literatura es un refugio del que sin duda vuelves siendo mejor.

En la página 17 contemplamos su amor por el lenguaje en sí mismo, no sólo como herramienta: 

“Bajo el aliento ponderado, las letras temblaban relucientes como lo hacen las lágrimas y las brasas”.

Recuerdo cuánto me gustaba ver a mis padres escribiendo con aquella cursiva hermosa, parecía que dibujaban o pintaban preciosos arabescos. Hay tantos hallazgos que terminamos por realizar automáticamente y que sin embargo son milagros…

Algunos lectores piensan que los libros en los que aparentemente no sucede nada fuera de lo cotidiano, no son relevantes y sin embargo van cargados de esa clase de acción que alberga las tormentas interiores que describen los orígenes de la pasión, que nos explican y hacen que nos comprendamos, que sepamos de dónde venimos y hacia dónde vamos, porque tal y como el autor exclama “Hay frases sísmicas” y añado: frases sísmicas que te dejan marcado y estancado para siempre, o que te revolucionan y cambian tu destino.

Con pinceladas certeras y escuetas nos adentra en su mundo, siguiendo un orden precioso que estoy desbaratando, como por ejemplo cuando nos habla del instituto de enseñanza:

 “Masculino y femenino exasperaban sus diferencias para gustarse”. Doy fe, en la piscina cubierta escucho en el vestuario a menudo a las adolescentes que se entrenan, y sus elevados tonos de voz siempre me parecen impostados, pero al leer a Erri de Luca he comprendido el por qué de su exasperación, dentro, en la alberca olímpica están los chicos.

O cuando vemos en el libro que tener papel secante era artículo de lujo. Son detalles que no pasan inadvertidos ni están puestos de relleno para describir, el subliminal es de suma importancia.

Nos presenta a su hermana, competitiva y beligerante y por tanto popular, ella sabe manejar las reglas de dominio o poder. Él se mueve mejor en la introspección y la soledad.

Califica Nápoles como “el circo más grande del mundo”. Y “Ser napolitano, como lastre o salvoconducto”. 

No quiero prejuzgar añadiendo que en Nápoles se dio el origen de la Camorra, pero sí es un sedimento que está presente en los ancestros, de ahí la reflexión del autor: lastre o salvoconducto. En cualquier caso dichas palabras sólo tiene derecho a pronunciarlas un napolitano que ama a su tierra en todas sus cualidades, pero no generaliza sus defectos, como nos pasa a todos los demás en nuestros países, por desgracia la camorra no es patrimonio exclusivo de ninguna tierra sino un lastre marginal.  

En otro párrafo -en el que esta historia tan bien ensamblada fluye y se desliza como barca que se adentra en el mar- nos explica que él no comprendía las matemáticas y aunque brilló después en otras áreas se quedó para siempre con su sentimiento de inferioridad: 

“Ninguna habilidad en nada ha podido corregir la noción de escasez que tengo sobre mí mismo”.

 A mí me sucedió igual y encima asocio las matemáticas al dinero que tampoco entiendo fuera de los apartados rudimentarios para ahorro y gastos, y dicha carencia también marcó en mí un complejo de inferioridad mal disimulado que nadie me atribuiría.

Dentro de las páginas, y vuelvo a pedir perdón por el despiece, hay una frase muy importante que me dejó inquieta y que permanece en mí: 

“Los remordimientos no atormentan a quien se sale con la suya”.

“Con los libros de mi padre aprendí a conocer a los adultos por dentro. No eran los gigantes que pretendían creerse. Eran niños deformados por un cuerpo voluminoso. Eran vulnerables, criminales, patéticos y previsibles. Podía anticipar sus gestos.

“…Decían palabras que no mantenían”

Cuando eres niña te das cuenta de que los mayores son volubles y esa certeza resquebraja la confianza que tienes en ellos y en su palabra, y agrieta el suelo bajo tus pies.

Se quejaba de Cervantes porque hace que muelan a palos a su personaje, para mostrarle la miserable realidad, pero consideró que Quijote tenía razón. Esa mirada infantil hacia las intenciones del autor sobre el personaje ya se anuncia como la de un escritor. Sólo un pianista entiende a otro porque conocen la técnica, los espectadores se conforman con disfrutar de la música que ellos ejecutan.

El cine neorrealista le regaló un espejo en el que reflejarse, nos ocurrió a todos, de Italia vino ese modo de mirar al pueblo en el que también cupieron todas las fantasías, el amor y los desvelos de las películas lujosas.

Escuchamos como balance un lamento muy arraigado y profundo sobre sus padres que sí tiene más que ver con el verdadero remordimiento: 

“Ellos fueron mi gente, pero yo fui poco y mal la suya”. Tengo la sensación de que ese pesar lo tenemos todos.

“El idioma es la última propiedad de quien se marcha para siempre de su tierra". Su abuela, la madre de su padre, era norteamericana. 

No hay frase en Los peces no cierran los ojos en la que no tengas que detenerte para meditar sobre ella.   

“La riqueza engalana espacios que luego deja vacíos”.

“La inutilidad del odio y de la sangre”.

“Fui un niño malcriado por el aislamiento”. 

Pienso en esta novela como en una declaración de principios, un legado impagable, del que estaría hablando lo que me queda de vida, pero hay que terminar aunque sea por hoy con el punto y seguido como esa Y con la que continuaba el pescador la conversación donde la habían dejado de un día para otro y así poder proseguir. Aquí utilizamos el "Decíamos ayer" que se le atribuía a Fray Luis de León y que por lo visto nunca pronunció dichas palabras, pero se han quedado y el homenaje tampoco estorba.

Y por ello como broche final de orfebre enmarco éstas:

“Hoy pienso en un tiempo final en común con una mujer con la que coincidir como lo hacen las rimas, al término de la palabra”. 

De todo corazón se lo deseo.

Gracias por tanta belleza y hondura, Señor de Luca.

Un abrazo y hasta el próximo encuentro con los libros, el cine o las series. Deseo que paséis un verano feliz. Cuidaos mucho. Gracias por las visitas.

Pili Zori

"La ciudad", de LARA MORENO

 En nuestro club de literatura estamos leyendo esta maravilla. La ciudad, novela extraordinaria, explicaré por qué lo es. 

La novela es un hallazgo de hondura y empatía psicológica y social. 

Así nos ven, así las vemos en este sistema de vida enfermizo que hemos creado lleno de agresividad burda, bruta y sonora y también con violencia sutil y silenciosa ejercida sobre personas valiosísimas a las que el deseo de poder de otros asfixia.

Lara Moreno no cae en morbosidades, con las pinceladas necesarias hace visible entre líneas todo el iceberg, su elegancia de corazón elimina describir lo escabroso, pero el lector ve por debajo y es suficiente

¿Por qué?, ¿de donde procede dicha embriaguez de dominio?

Estamos en un mundo para muchos inhabitable, repleto de dificultades económicas, de falta de conciliación familiar, de barrotes de moderna esclavitud de los que no es fácil liberarse, lleno de ladrones de tiempo necesario para que no nos olvidemos de vivir, de relacionarnos, de solidarizarnos, de no tenernos miedo, de ofrecer ayuda y de saberla recibir ya que la comprensión nunca supone un riesgo.

La novela es conmovedora hasta el extremo, de hecho las lágrimas de quien lee brotan sin remedio, y la autora usa el escáner de pies a cabeza desde lo privado hasta llegar a lo público con dedo acusador, tiene maestría para perfilar -ambos unidos- estado físico y anímico con lenguaje rápido y sucinto de muchísimo impacto, calado y contenido en cada renglón. Prosa poética y plena de lírica en su dureza, en su denuncia, en su amor, en su compasión.

Lara Moreno posee un magnífico oído social y sabe usar las diferentes voces de las tres protagonistas -Oliva es española, Damaris Colombiana y Horía marroquí- con los ecos y acentos de la cultura, paisajes y penurias de los que provienen, y nos inserta en brochetas como a pinchos morunos, disculpad el guiño tosco, pero la imagen sirve.

La violencia no distingue estatus ni ideologías y atraviesa la sociedad entera como un síntoma de hipocresía institucionalizada. 

En esta comunidad insolidaria que grita: "con tu pan te lo comas, búscate la vida, y ahí te las entiendas porque no va a venir a salvarte ni la caridad", estamos escupiendo al cielo y nos termina cayendo encima.

De momento sólo me queda dar las gracias por una entrega tan absoluta de una escritora sincera y muy bien documentada, te encariñas con las tres protagonistas para siempre y desde fuera de las páginas las abrazas y acunas durante toda la lectura y el recorrido de sus caminos para que nunca más vuelvan a verse en situaciones tan extremas siendo tan valientes.

La composición de La ciudad es perfecta, en el ritmo trepidante -que también se da en los libros intimistas- en su tono -los tres gritos en sordina- y en la estructura: trío de pilares bien cimentados y sujetos a la tierra, a pesar del terremoto de Armenia, la ciudad colombiana, si leéis la novela sabréis por qué lo menciono.

Los cortes para pasar de una a otra de las tres protagonistas como en la literatura por entregas se producen en escenas cruciales y bien rematadas que dejan al lector con la intriga y el deseo de saber más, y cada compartimento tiene el mismo peso y dicho deseo no decae con ninguna de ellas, envueltas por Madrid, la urbe en la que desembocan juntas sin saberlo.  

La autora matiza con enorme acierto para que veamos cómo Max rompe el estereotipo de machirulo sin aristas ya que cocina, compra, colabora, más o menos, en el hogar, es de ideología progre cultivado y sin embargo... Oliva a su vez es feminista, pertenece al mundo de la cultura y no obstante...

Y es que las jaulas requieren estudios más profundos sobre el por qué de los comportmientos vejatorios, y no limitar a quienes los padecen, a que se mueran de vergüenza y a que procuren no molestar con sus ruidos, con el pecado de escándalo. 

Los libros dan la cara, aunque para muchos sea la cara b, la trastienda, como ese portal de la novela decorado para el exterior con mármoles suntuosos, limpios y brillantes, y el patio interior abandonado y sucio en contraste. El símbolo está servido. Apariencias e intimidades, dos clases de pisos, dos ciudades dentro de una, el cuento de Dickens se repite con ligeras variaciones de moderno estilismo.

En mi opinión el libro habla más que de la violencia, de la dignidad femenina frente a ella, que por muy maltrecha y silenciada que esté no se destruye, y cuenta situaciones en las que muchos hombres la perderían, pero las tres son madres y esa fuerza mueve montañas. Hay una clase de fortaleza exenta de vanidad y por ella se salva el factor humano.

En la página 58 nos espera un pasaje inolvidable, hermosísimo de Horía hablando a su hijo que termina con estas palabras: 

"No te olvides nunca de que soy tu madre, Aziz, y de que te he enseñado a ser bueno".

Creo que sirve como ninguna otra frase para celebrar el día de la madre.  

Hasta el próximo encuentro con el cine las series y los libros.

Un abrazo 

Pili Zori

ADOLESCENCIA, serie de TV

 Adolescencia

Miniserie británica.

Todos los superlativos se quedan cortos para alabar esta maravilla por: continente, contenido, guion, dirección, interpretación…, artes aplicadas con mayúscula para que entreguen -además de belleza- un servicio público. 

Un equipazo a favor de obra y en sincronía. Si tenéis oportunidad de ver el “cómo se hizo” no os lo perdáis, toda la serie está rodada en plano secuencia y contemplar cómo se graba a la carrera y se traslada a otro compañero o compañera la cámara al vuelo -en ese pase de relevos hasta lanzar el dron que nos regala desde el cielo el bellísimo picado-, es una experiencia incomparable.

Las interpretaciones de la familia al completo son para descubrirse, al igual que la de los policías que se cargan el estereotipo de la tendinitis con el revolver en ristre a cada segundo, a pesar de que la serie comienza con el asalto y la patada en la puerta, después vemos como el trato de inspectra e inspector, abogado de oficio, enfermera y psicóloga, con el niño y con la familia es más que adecuado y sensible, ahí ya tenemos una mirada realista y sin idealizar, pero completamente humana, no es plato de gusto para nadie tener que interrogar a un crío para llegar hasta la confesión.

La serie comienza de forma abrupta -como ya he adelantado en renglones anteriores-, tirando la puerta abajo a la orden de ¡Todos al suelo! 

En el dormitorio del niño vemos un roto en el papel pintado con forma de hoja de cuchillo, la mano del crío parece sostenerlo en lo alto, naturalmente ésta es una imagen subliminal que el espectador guarda, de forma inconsciente, en su cerebro y ahí queda. La serie cerrará con ese mismo despegado y dicho cuchillo imaginario se irá clavando en la espalda del padre al ritmo de las convulsiones del llanto mientras en la cama de su hijo abraza al osito de peluche como si fuera el propio niño.


El recorrido de los policías por el instituto nos va dando la imagen desoladora de profesores temporales sin demasiada motivación que tiran la toalla pecando de negligencia, de alumnos sumidos en un mundo aparte dentro de las redes con sus propios códigos de iconos en los teléfonos móviles que los adultos no descifran y que aparcen en espacios misóginos que acogen a los mal llamados "Incel", cuyas siglas significan: Célibes involuntarios porque no entran en el canon de belleza y de dinero de ese 20% que -según ellos- las mujeres eligen…, un ambente de masificación, de acoso asumido entre los chicos y chicas que los docentes no consiguen atajar ¿por falta de personal, de comprensión, por desinterés…?  El espectador decide.

Vemos ira mal gestionada entre los estudiantes… y el dedo sale de la pantalla para preguntarnos: ¿Qué hacemos con esta impotencia? ¿Qué o quiénes se han destruido la educación en el mundo y por qué?  

Me he sentido un poco molesta porque a rebufo de la serie he visto a algunos “psicólogos” analizarla haciendo sólo hincapié en esta familia como si fuera representativa de los compartimentos estanco que tanto les gusta colocar a dichos profesionales en su particular puzzle, en ellos meten a capón las piezas -encajen o no- para juzgar, para sentenciar que es lo fácil en este mundo de etiquetaje facilón y así no rompen esquemas ni molestan. Siempre es más fácil adaptar al individuo para que encaje que sanar a la comunidad.  

La familia de la serie no es desestructurada, y está llena del gran amor que se profesan entre ellos. Si nos dedicáramos a señalar los posibles errores aprendidos o heredados haríamos un flaco favor al espíritu de la serie y uno muy gordo a quienes tienen que poner remedio social sin desentenderse, porque el tema va de que es cosa de todos intentar arreglarlo. 

El padre fue maltratado y por eso mismo NO MALTRATA aunque sea humana su reacción ante las pintadas injustas con acusaciones arbitrarias que le hacen en su furgoneta de fontanero que es su medio de trabajo, de modo que dejemos de simplificar y de construir arquetipos: 

¡Pues no voy y escucho a una terapeuta en un vídeo decir que como la madre llora a solas es sumisa!, ¡tócate los pies!, ahora resulta que está mal no desear que las personas a las que quieres no se derrumben al verte sufrir.

Claro que los miembros de la familia hablan, se comunican y repasan lo que han podido hacer mal al pensar que en la habitación y frente al ordenador para estudiar su hijo estaba a salvo, pero a ver quién es el guapo o la guapa que descifra las redes, quién mejora y humaniza los trabajos esclavos para que concilien con la vida familiar y podamos dedicarnos tiempo, a ver quién ataca de una vez y desde la infancia la falsa idea de que si una chica o una mujer no quiere salir contigo no te rechaza, ni es egoísta ni busca a los hombres sólo por interés, ni ninguna de esas ideas peregrinas y misóginas que pululan por internet y que hacen que los chicos se sientan con derecho a… ¿En nombre de qué superioridad?

La serie trata de forma más profunda y pormenorizada y mete el dedo en las llagas de los estereotipos para denunciar su efecto dañino de falsa hegemonía y dominio.

No me voy a extender más porque cada uno hará la obra suya, hay tantas pequeñas pinceladas que construyen el gran poliedro al que iremos girando entre todos para ver sus muchas facetas, que sin duda atisbaremos las soluciones, estoy convencida, o al menos los distintos modos de mejorarlas sin buscar culpables, tenemos una buena tarea.

Asumir finalmente la responsabilidad sí es un hermoso regalo de cumpleaños que el chico le entrega a su padre, obsequio que va a permitir a esta familia vivir de nuevo aunque uno de ellos esté preso, porque como dijo Aquel palestino “La verdad os hará libres”. 

El trabajo de la psicóloga ha dado sus frutos.

Quizá nos encontremos en un tiempo de inmadurez que nos exime de todo, adormeciendo conciencias  a troche y mohe con “soma” como en "Un mundo feliz" de Aldous Huxley. 

Por mi parte doy las gracias por esta obra maestra contemporánea, en especial al actor que ejerce el papel de padre y que según tengo entendido la coescribió y produjo. Puede estar orgullosísimo de su criatura, y del avispero en el que ha puesto el foco, no me canso de decir que el elenco de actores, empezando por el niño es insuperable. 

No basta con ver la serie una sola vez, conviene estudiarla además de disfrutarla para no perderse detalle. Qué bien construida, qué sensibilidad tan eficiente.

Hasta el próximo encuentro con el cine y con los libros.

Un abrazo.

Pili Zori

"Americanah", de CHIMAMANDA NGOZI ADICHIE

 De nuevo reitero que me gustan mucho los autores puente entre dos culturas, entre dos o más países porque son quienes mejor pueden explicarnos el “Así nos ven” y “Así los vemos”. 

Americanah es una novela poliédrica que suscita un gran debate lleno de componentes sobre el amor, su búsqueda o renuncia, sobre el racismo, sobre los contrastes culturales, la identidad, el poder, el machismo como añadidura -el obvio que salta a la vista y el enmascarado-, habla de los sentimientos ambivalentes y en evolución dado que los personajes van aprendiendo durante el recorrido, con sus luces, con sus sombras, con sus humanas contradicciones, miedos y valentías, sueños y expectativas de desarrollo en los EE.UU. truncados si la beca no cubre los gastos necesarios para malvivir allí, describe las dificultades para encontrar trabajo, cualquier trabajo con independencia de la alta preparación o especialidad de quienes lo solicitan, se fija en las decepciones y penurias que de inmediato colocan la etiqueta de inmigrante -con o sin papeles- que despierta la xenofobia irracional.

Ifemelu, la protagonista nigeriana, se sintió negra por primera vez nada más bajar del avión en el aeropuerto estadounidense, la novela cierra en círculo y ella dejará de sentirse negra nada más subir al avión de regreso a su país, tras una década.  

Una historia en la que la autora utiliza espejos enfrentados no para comparar sino para establecer el contraste entre Nigeria y Norteamérica, y ninguna de las dos naciones se librará del retrato fidedigno con lo bueno y con lo malo. 

Comienza en una peluquería en la que la protagonista tendrá que pasar seis horas para volver a lucir en su cabello las trencitas, podría parecer un detalle simplemente descriptivo sobre estética, pero sin embargo en este caso el dato es más profundo ya que tiene que ver con la identidad, de paso los lectores comprendemos la enorme dificultad que conllevan los alisados del cabello afro, tal vez –al menos en el tiempo en el que se desarrolla la novela, al comienzo de su llegada a Norteamérica, finales de la década de los 90 del siglo XX- por la imposición tácita de peinarse y vestir como las mujeres blancas para encajar allí. De nuevo nos encontramos frente a la preponderancia de la imagen, sin mirar en primer lugar si la persona puede ejercer o no con eficiencia el trabajo lleve la indumentaria y el aspecto que quiera o que sienta que se le adapta mejor o le identifica. Nunca me ha gustado la máxima de “Donde fueres haz lo que vieres”, porque quizá lo que estás viendo no tiene por qué ser bueno. En España también pasa con el pañuelo de las musulmanas o las rastas, pendientes y tatuajes, a menudo no se sabe mirar a la persona que los lleva ni su capacidad o cualificación, tanto si la tiene como si no, el potencial siempre está presente y cada persona vale y sirve para algo y lo puede demostrar si no la adocenan.

Acompañaremos el amor entre Obinze -hijo de una profesora de universidad nigeriana- e Ifemelu, hija de unos padres acomodados también nigerianos, dos familias africanas cultas, en un país del gran continente sin grandes esperanzas de prosperidad entre dictaduras y conflictos, que ven marchar a sus hijos al “extranjero” en busca de una existencia mejor, o de los conocimientos necesarios para alcanzarla. La hija se dirige hacia el “sueño americano” y Obinze que era quien más deseo y admiración tenía por la cultura estadounidense, no obtiene el visado. Para colmo de desdichas un mal día Ifemelu desde allí deja de tener contacto con él, no le escribe y tampoco le llama, sin mediar palabra ni explicación, el lector sí conoce la causa, él no. Y ese es uno de los ejes principales alrededor del que gira la novela.  

La madre de Obinze finalmente al ver la congoja y desesperanza del hijo, y la falta de oportunidades en el país de nacimiento, rompe con sus principios y miente llevándolo como ayudante para los cursos que ella va a impartir en Londres, lo que vendrá después para él será buscarse la vida, y en los periplos de ambos jóvenes iremos viendo las andanzas de los dos protagonistas por separado. 

La autora alterna sus existencias de manera magistral intercalando los saltos en el tiempo hacia atrás y hacia delante a través de la cronología emocional que como sabemos no respeta fechas sino evocaciones que traen y llevan los recuerdos al presente a través de los sentidos: un olor, un sabor, una añoranza…, de esa manera contemplamos exteriores ambientales e interiores anímicos y sentimos cómo estos se trenzan y entrelazan. 


LA VIDA MANCHA.

Asistiremos en el camino a la venta del alma, a la pérdida de la inocencia en más de una ocasión, y en más de un personaje, no en vano conocemos desde el principio que Obinze, casado con Kosi en el presente del libro y con dos hijos, adquirió su fortuna como testaferro en su país en el que dichos tejemanejes no se consideran corruptos ¿claudicación?, ¿oportunismo? De nuevo la lectora o el lector deciden. Desconocemos como llegó hasta ahí y por qué. La intriga está servida.


LOS MATICES DEL AMOR.

¿Hasta qué punto tienes derecho al compromiso, incluso del casamiento si en tu cabeza y en tu corazón sigues enamorado de otra? Ahí dejo otro de los debates que la novela suscita, al menos para mí: ¿sabemos distinguir la diferencia entre cubrir necesidades o amar?, ¿entre elegir una vida regalada -tras enormes penurias- o esperar? En esta parte surge el dilema: ¿Está bien emparejarte o casarte si aún no has zanjado el sentimiento por la relación anterior?, y la pareja cuando sabe que no es querida plenamente y que no ocupa el primer lugar en los sentimientos de esa persona ¿qué debe hacer?,¿dejar que se vaya, o presionar para que se quede, aun siendo consciente del desamor? Eso que tal vez mal llamamos, conquistar: ¿luchar por él o por ella? ¿Tener objetivos comunes? De nuevo quienes recorren las páginas deciden, pero ya anticipo que es fácil juzgar desde vidas más lineales, y muy difícil ponerse en la piel de los demás, nunca mejor dicho en el caso de la novela. 

INDEPENDENCIA Y AMOR PROPIO.

A menudo opinamos como si la independencia económica fuera la panacea para la liberación, véase la vida de Tina Turner para demostrar que no, la grandísima cantante poseía el talento inconmensurable y era la generadora del dinero, y sin embargo vivió durante mucho tiempo con Ike a tortazo limpio y menosprecio, por tanto la dependencia es algo más profundo incrustado o inculcado en la psique, una cárcel del alma que todavía hay que estudiar en todas sus aristas, así que en mi opinión éste es otro de los temas más concretos que plantea el argumento de Americanah, además de los globales como el racismo, la violencia, la discriminación, la identidad, el género y la historia, el desprecio al pobre, el sentimiento de superioridad y el de inferioridad…

Por supuesto que la independencia que proporciona el trabajo remunerado es muy importante, pero el dinero del otro también puede estar siendo controlado con descaro o sutilmente. En el caso de Uju -uno de los personajes femeninos primordiales de este entramado- hay que considerar más elementos, la tía Uju es doctora en medicina en Estados Unidos, sin embargo, tuvo que salir de Nigeria por pies, con una mano delante y otra detrás y un hijo en su seno, cuando su amante, un alto mandatario del país muere, y ella es acosada y amenazada por la familia de él. Uju vivía lujosamente aunque nunca tuvo ni bienes ni inmuebles a su nombre, ni siquiera dinero en efectivo, tenía que pedírselo a él si daba su beneplácito, y sin preguntarse de dónde salía, podemos interpretar que en cierto modo se prostituye o que es considerada desde fuera una mantenida, lo que en nuestro país hace muchísimo tiempo se etiquetaba como “tener una querida” fuera del matrimonio, pero más adelante comprenderemos, al menos así lo he interpretado, hasta qué punto se hallaba incrustada en su ciudad natal y en las mentes femeninas la idea del matrimonio como muestra de triunfo, y la falta de él como fracaso para las mujeres, o la de tener un hombre al lado como protector, como única forma de ser respetada, en resumen: el casamiento como destino o prioridad, ella se crio en un ambiente en el que el lector puede pensar que también influye el deseo de juntar dos economías para vivir mejor, ahí late otro tema para debatir: las relaciones por conveniencia. Lo cierto es que también Uju está en proceso de evolución, y no siempre le resulta fácil discernir cómo quiere que se desarrolle su vida en un país con otros códigos, cuando se ciega incluso por un botarate que es una rémora para ella. ¿Funciona la búsqueda de un buen partido? Ahí os dejo el interrogante.                

La novela toca absolutamente todos los temas cruciales y en cada uno de ellos mete el dedo en la llaga, como el de que en EE.UU. los hijos se vuelven extraños y desconocidos para sus padres debido a la distancia que establece el sistema educativo y a la voracidad del mundo laboral para que todo el prestigio se traduzca en dinero como único triunfo, y sin considerarlo avaricia. ¡Viva el deslumbrante becerro de oro!, ¡único dios al que adorar!  

El recorrido que hace la escritora para presentar a las ciudades que habita tiene que ver con los cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Y no siempre lo que ves, lo que oyes, lo que hueles y lo que tocas sabe bien. Desmitificar, desbrozar lo propagandístico y bajar al suelo lo idealizado si no es real es un ejercicio necesario para hacer honor a la verdad desde todos los enfoques, en ese sentido la novela escuece y nos apela a todos. No es bueno ver el mundo a través de la pantalla del televisor, por ahí nos colonizaron con su cultura barnizada y atractiva. Hoy sabemos que el sueño americano fue un bluff y es que en todas partes cuecen habas. 

ESTILO

La vocación de estilo en la narrativa de esta autora es realista, muy americana y cinematográfica, el tono resulta triste, más agrio que dulce, amargo, irónico, crítico…, pero por algo Chimamanda N. Adichie es licenciada en Comunicación y también en Ciencias políticas, la capacidad de llegada que tiene es muy grande, no puedes parar de leer, con buena distribución de los elementos sorpresa, la novela es preciosa aunque afecte personalmente y atrapa y seduce al lector sea hombre o mujer.  


AMBIENTES

Los recursos que utiliza son sencillos: reuniones en distintos ámbitos como el universitario o el laboral, en las que se limita a dar un paseo -semejante al que se realiza con una cámara- para presentar a cada uno de los miembros del grupo, en dichos encuentros surge el postureo esnobista muy similar en todos los países, seas negro, blanco o verde: los universitarios resultan teóricos y a veces recalcitrantes en contraste con las reuniones laborales que suelen ser más pragmáticas, pertenecen a realidades distintas, pero complementarias y siempre necesarias. Ifemelu escucha las conversaciones y contempla el lenguaje de los gestos, lo que ocultan, lo que aparentan, sus frustraciones, en qué mienten…, quienes leemos dichas páginas deducimos la línea de pensamiento predominante que subyace o a la que se entregan.

VAMOS A DISECCIONAR

La novela trata el racismo, sí, pero a veces parece más bien un eufemismo que minimiza los verdaderos ingredientes que lo alimentan, y siempre son el sentimiento de superioridad por el poder que otorga el dinero obtenido -¡qué paradoja!- por usurpación y robo precisamente a los países que desprecian, a los que arrancaron sus bienes y riquezas en una tierra que se construyó con inmigrantes europeos tras el exterminio de quienes habían nacido en ella.

Americanah también muestra la otra cara, la de la condescendencia. Ifemelu lamenta en su interior no pertenecer al país que da, sino al que pide, la caridad mal entendida es humillante, y que te consideren inferior sin serlo resulta doloroso. 

Sabemos desde el principio del relato que la protagonista se mueve en medio de una balanza emocional que hace difícil el equilibrio, Ifemelu es un corazón dividido, desarraigado, decepcionado, ella nota por debajo como subyace en los estadounidenses con los que se relaciona el sentimiento de que debería estar profundamente agradecida, sin embargo, piensa que no tiene por qué felicitarles por disminuir el racismo ya que esa lacra criminal nunca debería haber existido. 

Añado que es un derecho caminar por todo el planeta hermanados, puesto que el intercambio de saberes es lo que de verdad enriquece el mundo. 

En un mapa físico no hay rayas, sólo cordilleras, ríos, montañas, mares y océanos, con un sol y una luna que salen cada día para todos, al igual que las estrellas para nómadas y sedentarios, hay que elevar la mirada a los cielos surcados por las aves que se trasladan, y bajarla hacia los mares navegados por los peces que no pasan por aduanas. 

Sé que nos extinguiremos como especie porque somos imbéciles, crueles sin radar para el raciocinio. Cuando las personas tienen miedo se deshumanizan y buscan a alguien con mano dura al que arrimarse ¡vivan las cadenas! sin saber en qué lío de nueva esclavitud se meten. 

Como feminista la autora muestra el abuso y la desigualdad porque dentro de dichos atropellos a ellas se les añade el sexual, dando por hecho tal vez que al ser negras son más ardientes y tragan con todo. En fin…

A veces Americanah parece una confesión en la que la protagonista no se escabulle ni escatima quedar mal.

En una historia tan viva como la que nos cuenta Chimamanda es lógico discutir con los personajes. Hay detalles que me molestan, he sentido -quizá sin razón- que tampoco ella respeta a su madre, se respira entre las líneas la adoración por el padre, a la madre no la conocemos, queda mostrada como una caricatura metida en el rol: ama de casa beata, la hija sólo echa de menos su comida, sin embargo es una mujer, de la que no conocemos más que la cáscara, una mujer que busca –equivocada o no- en las distintas religiones, y en ese escarbado se trasluce su ansiedad, y un afán de pertenencia, y es que de machirulos y machirulas pecamos todos en muchos momentos, en especial cuando somos hijos desconsiderados y egoístas, por supuesto hablo por mí, no por mis hijas, algo sí hemos avanzado, y no estorbaría elaborar una especie de decálogo que enumerase todos los micro-machismos, y micro-racismos que descargamos sin pensar, al menos yo lo agradecería, para darme cuenta en primer lugar, y sobre todo para no hacer daño ni siquiera justificándome en el desconocimiento o en la buena intención.  

En otro pasaje vemos como Ifemelu se avergüenza de sus padres cuando van a verla, eso también nos ha ocurrido a casi todos, y el arrepentimiento posterior por ser niñata en un mundo que te desclasa es muy triste puesto que gracias a ellos has estudiado, comido y vestido hasta estar donde estás y posees un carácter seguro que no sólo proviene de ti. Me molestó que confiara más en la madre de Obinze que en la suya, esos deslumbramientos suceden, así que le echo esta bronca con conocimiento de causa porque también va por mí. 

Ifemelu en su búsqueda del amor siempre se adapta, hay muchas formas de dominio que no reflejan maldad, pero que tampoco son atribuibles a simples rasgos de temperamento o carácter, Blaine tal vez sin darse cuenta hace que ella se sienta inferior intelectualmente, y la adoración que él siente por su hermana es más que tóxica, una estirada insufrible. 

En su relación con Kurt, un hombre joven rico y encantador de padres republicanos -la derecha de allí- que no se privan de soltar sus perlas de rancio abolengo, conservador y altivo, él parece un coleccionista de mujeres exóticas, e Ifemelu con él una cenicienta con príncipe, pero es humano y tentador dejarse agasajar. 

Sólo con Obinze se sentía valiosa y tampoco es bueno porque vale por sí misma, no por vivir en el deseo del otro o bajo su punto de vista. 

El amor propio es fundamental, y ella lo busca, con sus equivocaciones, contradicciones y auto-boicot. Como siempre digo: comprender no es justificar, pero nos pasamos la vida aprendiendo a base de tropezones en el terreno sentimental. 

A veces confundimos la dignidad con el orgullo ¿cómo es posible que deje a un hombre que le pone el mundo a sus pies? se preguntan muchos. 

Todos necesitamos que nos echen un mano para salir adelante, Kurt parece un hada madrina, pero su mérito es el dinero y la ascensión de Ifemelu en esa etapa es que se ha arrimado a él, aunque ninguno de los dos sea consciente, como es natural se pueden dar ambas circunstancias, amor y vida cómoda, pero siempre que se coloque en primer lugar a la persona.

“Se sentía en la periferia de su propia vida”, nos dice en una de las págins la figura del narrador, y esa para mí es la clave de todo el libro.

Tal vez en toda la década en la que Ifemelu vive en los Estados Unidos no consigue encajar porque ella lo que busca es la autenticidad. Y no es fácil de encontrar. No se trata de adaptarse, de acatar normas sin ponerlas en cuestión.


REINO UNIDO

Mientras tanto Obinze en Londres pasa las de Caín, todos mienten a las familias para no preocupar ni defraudar, ante la necesidad surgen los aprovechados como los propios compañeros y compatriotas que te cobran la mitad del escaso sueldo por dejarte la tarjeta sanitaria para que puedas trabajar con su nombre. La falsificación de documentos es moneda de cambio para sobrevivir en el abandono. Y el máximo desprecio hacia un ser humano invisible es el de quien deja los excrementos pegados en la tapa de un retrete público o en el dormitorio de un hotel sabiendo que alguien tendrá que limpiarlo después con sus manos por muy enguantadas que estén. Hasta los gatos entierran sus evacuaciones. El narcisismo no tiene perdón. 

Podría hablar sin parar porque todas y cada una de las tramas y subtramas son subrayables. La novela ha sido un éxito universal, tal vez porque logra concretar con grandes dosis de humor y de ternura una crítica social serena, afable y pacífica sin dejar nada por decir ni a títere con cabeza.

Los libros nos reflejan y nos sueltan verdades que cara a cara nadie se atreve a decirnos y con esa indiscreción tan discreta establecemos las relaciones más íntimas y sinceras entre desconocidos que al salir por la contraportada nunca más lo son.

Un abrazo y hasta el próximo encuentro. Cuidaos mucho.

Pili Zori

"Lo demás es aire", de JUAN GÓMEZ BÁRCENA

Se abre un camino nuevo para la literatura, un modo innovador de narrar como lo fue en su día "Rayuela" de Julio Cortázar, que se puede leer en distintas direcciones y con diferente orden, o más próxima está "Feliz final", novela de Isaac Rosa que comienza por el desenlace de una ruptura y con esa excusa la perspectiva cambia llevándonos hasta el nacimiento de ese amor truncado, un análisis invertido que sería bueno poner en práctica, recuerdo que en dicha renovación formal, en las páginas los diálogos y soliloquios mutuos surgían en columnas enfrentadas, como veis no se trata de la forma por la forma sino de que ésta amplíe el contenido y pueda cambiar por tanto el sentido.  

En cine, el filme "Dogville" del grupo Dogma, tira todas las paredes para que veamos al mismo tiempo lo que ocurre en la comunidad al completo. O en la película española "La soledad" en la que se disecciona la vida paralela de dos mujeres y la de sus hijas con la técnica de la polivisión que divide la pantalla para mostrar puntos diferentes de la misma escena.   

En todas estas piezas se transgreden imágenes y cronologías para contemplar a la vez y desde distintas perspectivas el tiempo.

Resultó curioso que cuando comenzamos a leer en el club "Lo demás es aire", en el cine estaban poniendo "Here", que llegó a las pantallas en 2024. Tras el escalofrío de la coincidencia en la idea y casi en el formato, habría pensado que estaba ante un plagio de la novela de Juan Gómez Bárcena si no fuera porque el director de "Here" (Aquí) es Robert Zemeckis, el mismo que en 1985 nos trajo “Regreso al futuro”, se ve que es una constante de su filmografía con distintas variaciones. En el largometraje "Here" la historia se desarrolla en un mismo terreno y en la casa que se construye sobre él, y vemos pasar por dicho espacio a los dinosaurios y los primeros hombres y mujeres primitivos y por ese hogar a las distintas parejas y familias que lo habitan a lo largo de todos los tiempos. En "Lo demás es aire" contemplamos del mismo modo Toñanes, el pequeño pueblo cántabro, como si fuera una bombonera de cristal transparente o un poliedro que contuviese todos los acontecimientos ocurridos a lo largo de siglos y a sus gentes.  


 J. G. Bárcena en su novela crea una especie de presente continuo en el que el lector puede mirar en horizontal –emulando “La teoría de la relatividad” de Albert Einstein- lo que sucede desde cualquier tramo en todo momento, dado que el orden no es necesariamente cronográfico y toda la acción la ves al mismo tiempo. La sensación del lector, o al menos la mía, también es como la de ir taladrando los estratos de tierra desde un mismo punto para perforar y profundizar en cada etapa de la historia del lugar sin movernos del sitio, o por abundar con otro ejemplo: sería como si examináramos en el tronco cortado de un árbol la edad que tiene y que vamos calculando por los anillos o círculos que lo han robustecido durante años.

Lo demás es aire es un trabajo a caballo entre la crónica y el documental sin dejar por ello de ser una novela plena de lírica. A veces la lectura me remitía al neorrealismo y sin embargo en otras escenas o pasajes me llevaba al romanticismo por sus personajes temperamentales, enamorados, melancólicos, por la mirada al pasado, por la naturaleza lúgubre, por el misterio, por la justicia social…

El protagonista principal es Toñanes que se expresa a través de sus habitantes convertidos en personajes. El autor consigue desde ese diminuto territorio abrir plano para demostrar una vez más que lo local es universal y que somos muy similares porque en todas partes lo que les pasa nos pasa, creando así una historia de la humanidad que nos identifica en lo emocional aunque los paisajes acentos y lenguajes sean distintos. Nuestro club se llenó de recuerdos y nostalgias y eso que somos de interior y nada tenemos que ver con el norte en apariencia, pero la diferencia reside en que el armazón lo forma el contenido sentimental en un intencionado deseo por parte de Juan Gómez Bárcena de crear amor por la historia vista a través de las personas anónimas que la han sustentado y al margen de los “grandes” acontecimientos, o de los personajes “relevantes” y con poder de cada época. Tampoco son importantes las fechas que el escritor colocó en los márgenes a modo de orientación, salvo por el anhelo de dejar constancia, al menos, de cada uno de los que vivieron y murieron en Toñanes, personas -todas ellas- imprescindibles para marcar el rastro de su paso por la tierra y trasladar así el relevo para entregárselo a las generaciones venideras. Para lograrlo el escritor usó el recurso de investigar en los libros parroquiales ya que son los que reflejan el “vivió y murió” de todos los moradores de la localidad, y con algunas pequeñas anotaciones, y buceando en otra clase de registros y asido a su personal hilo de Ariadna pudo completar las historias y recrearlas con la ayuda de la ficción inspirada por los recuerdos de los entrevistados que aún viven allí y por los testimonios escritos.

La novela tiene hermosos contrapuntos, adultos-niños, juventud-vejez, los de quienes miran siempre hacia el futuro, y los de quienes se ubican mejor en el pasado…

La música y el tono de las páginas suenan como un canto en fusión antiguo y moderno, con ecos y estribillos, dado que las equivalencias van y vuelven puesto que la historia se repite, y por ello la prosa es poética y está escrita con la hebra conductora de las hilanderas, que en mitología tienen la misión de hilar, medir y cortar el hilo de la existencia humana, la de todos y cada uno, y aquí en el círculo mágico las narradoras cántabras nos van tejiendo las leyendas y creencias que desde que el mundo es mundo -tan sólo con ligeras variantes- nos explican o justifican los misterios de la vida.

En una misma página, o incluso entre renglones seguidos vemos lo que en todo tiempo se reitera: se hace el amor en uno de los días de uno de los años del siglo XVII, y en el aseo de una discoteca en el final del siglo XX también. 

Embarazo y muerte, embarazo y vida… Parto de mujer y matanza del cerdo. Los símiles a veces son tiernos, otras brutales. Porque la vida por dentro continúa siendo salvaje a la vez que civilizada.

En el duelo de refranes o dichos de las hilanderas yo veo similitud con las batallas de gallos de los raperos…, tal vez cambien las formas, pero no los contenidos, aunque en la novela si vemos evolucionar la medicina y una manera de pensar y de sentir la diversidad de las discapacidades más humana, inclusiva e igualitaria.

Me gustaría poder eliminar la palabra "discapacidad" dado que no la entiendo porque todos somos capaces en algunos asuntos e incapaces para muchos otros, y no creo que haya que reseñarlo porque para ello vivimos en sociedad y entre todos nos completamos en el hermoso trueque, pero comprendo que es un modo de compartimentar -al menos en medicina- para poder ayudar de forma más concreta, en cualquier caso pido perdón por mi ignorancia con el deseo de escuchar y aprender, y aclaro por si sirve que a pesar de mis torpezas me mueve la buena intención. 

Los pasajes más duros para mí son los de esa criatura a la que llaman monstruo, para compensar el mal trago y por compensación me remitieron a nuestro Don Antonio Buero Vallejo que tenía la bellísima costumbre de depositar en los “personajes conciencia” ceguera para que vieran mejor con los ojos anímicos, o sordera para que escuchasen lo que verdaderamente importaba desde el interior del alma, mudez para pronunciar lo más profundo… Esa delicada criatura cuando tuvo la oportunidad de tocar acarició, no agredió, y cuando intentó hablar pronunció ma sin poder terminar de decir madre, y es que no sólo hablamos con la boca, y en mi opinión lo que nos ciega es la maldad y lo que nos enmudece es la cobardía por no atrevernos a hacer justicia.

Hay en la novela impresionantes teorías sobre Dios a través del dibujo espiral de los ammonites, la espiral aparece en toda la naturaleza al igual que la simetría y simboliza el cambio constante por el que pasa el universo y junto con él los seres humanos, como es natural el autor no reseña este significado, pero muestra de forma consciente o inconsciente el gran iceberg de su amplia cultura. Todo lo que sucede dentro del libro es sencillo y fácil de comprender, lo único que puede descolocar en algún caso es la envoltura porque provoca la extrañeza del lector acostumbrado a acompañar durante largos trechos a los personajes, en este caso, como ya he mencionado en renglones anteriores, el protagonista es el pueblo que en todo momento va a nuestro lado por eso mira de otra forma su calendario. 

El autor utiliza distintas formas de ordenar: a través de los sentidos, volviendo a generar hermosos contrapuntos con las manos que acarician o matan, que firman sí en una boda y escriben no en un divorcio, con los gestos que muestran altivez o humildad, con los olores, los colores,  los sabores…, los ingredientes que en definitiva construyen la identidad.

Doy un salto sin reseñar todo lo que va ocurriendo en las páginas para no desvelar ni desbaratar y llegamos a la imagen de Juan tumbado en la cama boca arriba mientras observa el pliego en el que su padre había comenzado el árbol genealógico por la rama paterna, esos nombres sobre su cabeza titilando como estrellas en el firmamento -lugar eterno en el que todos querríamos que se hallaran nuestras personas queridas-, reclaman su atención. 

El hijo continúa así el rastreo de su padre  mientras le dibuja una tímida sonrisa a ese progenitor que tanta importancia se quita y que esconde los sentimientos detrás de los cigarros. Desde el comienzo de la novela vemos como el padre se adentra en el pasado y la madre en el futuro y las posibles reformas cuando ven la casa del tío Mino para comprarla. Él ve los recuerdos, ella la transformación. Tal vez por ello, el padre abandonó el proyecto genealógico. Pero el chico lo retoma. 


Ese chico que ya en la infancia investigaba sobre los dinosaurios sin ser consciente de que lo estaba haciendo, que a los dieciséis años simuló avergonzado ante la mala cara de la bibliotecaria que el trabajo de su personal búsqueda era un encargo de instituto, sin darse cuenta de que dicha inercia constituía desde siempre su genuina vocación, y en este punto pasamos el pespunte con la puntada hacia atrás para retomar aquella conmovedora carta que con once años envió a la universidad de Santander y que con tanta ternura le respondieron. Nadie le había enseñado a buscar, pero él indagaba, nadie le había enseñado a comparar, a cotejar pero podía hacerlo. Ya entonces era historiador sin saberlo, además de licenciado en teoría de la literatura como también lo fue después y en literatura comparada y filosofía, todas esas disciplinas se transparentan como un palimpsesto en las páginas, ya estaban en su interior en aquel entonces, y es que cuando el destino decide te va marcando sin que lo sepas y te conduce hacia donde quiere que vayas.

La novela lo contiene todo: la memoria, lo que queremos o no queremos recordar, pero gracias a lo escrito en los archivos se constata y permanece, también trata la evolución y la involución, la pérdida de la prosperidad, cuando no te compran la lana o te obligan a no producir leche, cuando te roban la tierra, el vaciado de la población y las causas. Pero sobre todo Lo demás es aire constituye un maravilloso homenaje a la escritura y Francisca es la depositaria, la encargada de entregar dicho tributo, me conmovió profundamente cuando vi que ella se lamentaba exclamando: “Si yo tuviera el don de la escritura”, en esa frase -en mi opinión- se encuentra el latido de la novela el leit motiv, su palpitar, el eje desde el que gira. 

Ella quiere aprender a escribir como quien borda un pensamiento, y practica hasta con la harina de hacer sus hogazas de pan, para escribirle a su hijo sin ayuda, para que nadie hable por ella, y se asombra de que en la cabeza quepan tantos pensamientos y que en el papel sólo ocupen una cuartilla. Es precioso el contrate entre su sensibilidad y su analfabetismo. 

Estaría comentando sin parar porque no hay escena pequeña que no sea grande en este libro, que no se abroche con otra para dar sentido, porque es bello leer expresiones como: “Cuando el mundo tenía cuatro esquinas y Dios lo enrollaba cada noche como un pergamino”, o ver que no hay rencilla irreconciliable y menos las heredadas, las dos mujeres cuyos carros cambian de casa los mozos cada fin de año para burlarse, en realidad siempre han estado juntas bajo el rencor e interesándose la una por la otra hasta que al fin y escarbando en los caracoles al igual que escarban en los pensamientos comprenden que el resentimiento estaba más que diluido y lo sellan, con la salsa del guiso, un fin de año en el que por la ventana se tira lo viejo para dar paso a lo nuevo. 

Los árboles genealógicos nunca se terminan porque nos perderíamos en la noche de los tiempos, pero con éste hemos jugado a ser Dios que todo lo ve, y eso es imposible para nosotros.

En este momento todos los oficios, todas las especialidades están dejando constancia por escrito de cuanto acontece, pero nunca se podrán unir todas las piezas del puzzle porque son infinitas, si se terminara el rompecabezas significaría que nuestra especie se habría extinguido como los dinosaurios y los ammonites.   

Que nadie tache el cartel de Toñanes, ese precioso confín desconocido.

Hasta el próximo encuentro con el cine o con los libros, cuidaos mucho.

Pili Zori.

"Recóndita armonía", de MARINA MAYORAL

Aviso que con mis palabras puedo desvelar algunas claves, podéis volver a este rinconcito cuando hayáis leído el libro.

Una novela extraordinaria e innovadora, que incluso ha crecido con el paso del tiempo. Se publicó por primera vez en 1994, no en vano después ha sido llevada a la colección de Clásicos Castalia, para que la arropen escritores inmortales de todas las épocas en esa eternidad conjunta, lugar más que merecido.

Magnífica por el espacio y las décadas en los que se desarrolla, por el punto de vista elegido, por la composición -la música interna suena a ópera, no sólo por el título: un área de Tosca muy significativa-, también por el tono suave que sin embargo no deja detalle o hecho sin reflejar, y eso que fui leyendo cada página con cierta prevención latente por si la autora blanqueaba de algún modo las atrocidades de la guerra civil equiparándolas, dado que para mí sigue siendo importante subrayar que la República era el Estado legal, lo elegido con los votos en las urnas por los españoles de entonces, y que la posguerra fue una dictadura con cárceles y campos de concentración hacinados donde fueron a parar los llamados paradójicamente subversivos que se quedaron aquí sin ir al exilio.
 
Sí, también en nuestro mapa y en el noroeste de África hubo campos de concentración, como el de Larache sin ir más lejos. No bastaba con vencer y derrotar. Torturas, palizas y hambre fueron la vida cotidiana para muchos. Pero enseguida comprendí que Marina Mayoral con su modo de narrar esa parte de nuestra historia, desde esta otra faceta del poliedro social, había conseguido completar precisamente el logro soñado: romper la barrera de las dos Españas, que todavía subyace, con un recurso honesto tan simple como es el de dar prioridad a la persona, situar por encima de cualquier credo al ser humano de ambos bandos contendientes, y decir la verdad de su comportamiento en cada caso.

 
A su vez, me interesaba conocer cómo vivieron ese tiempo las clases altas, aristocracia y burguesía, cuáles eran sus líneas de pensamiento, sus principios…, me resultaba una variante que al menos yo no había visto muy tratada en literatura.

Contado así podría parecer que lo importante de Recóndita armonía es el acontecimiento histórico, pero tan sólo sirve como telón de fondo, naturalmente dicha tela es de una calidad indiscutible en el minucioso bordado, al igual que la atmósfera y el ambiente recreados, pero la potencia de la autora y su herramienta más infalible reside en la capacidad que tiene para crear personajes, para darles el soplo de la vida y que su existencia transcurra en los universos que para ellos crea. Es impresionante.

De hecho Brétema en gallego significa niebla, término repleto de ancestros, de poesía, del modo de ser y del misterio que envuelve a los nacidos allí donde quiera que estén, del sentido tan fuerte de pertenencia, de arraigo, de paraíso al que volver, de saudade, de nostalgia…,  y que tiene mucho que ver con lo que significa ser gallego y con los lazos afectivos e irrompibles a pesar de los pesares, puesto que si entras en su corazón ya no te sales de él aunque la relación no sea estrecha, o cercana, aunque transcurran años y distancias. Por ello el famoso “Depende” con el que responden no se debe a la ambigüedad, ni a la falta de definición o de compromiso, es que la vida está llena de matices que hacen que varíen las respuestas, y es más serio y reflexivo pararse a pensar antes de emitir juicios o tomar decisiones, así que es cierto, como dice la canción, “Depende, ¿de qué depende?, de según como se mire todo depende”. Y no sabría explicar por qué he sentido que -tras ir caminando por las páginas de esta novela tan honda que recorre a gran profundidad muchos pliegues recónditos del alma-, he tenido la certeza de haber comprendido por vez primera ese modo de ser colectivo en el que influye tanto su paisaje.

Brétema es el mundo que Marina Mayoral creó para todos los habitantes de sus libros, y que se regaló a sí misma, y no es extraño que protagonistas y secundarios aparezcan en otras obras suyas para que en ellas puedan decir, sentir y vivir lo que les quedó por expresar en libros anteriores, así ella puede reencontrarse con amigos a los que conoce tal vez más y mejor que a sí misma, porque están tan vivos y son tan reales que puedes oler su piel, tocar su ropa y experimentar todo lo que sienten.
 
Me encantaría saber cuántos préstamos personales les hace, por qué tuvo necesidad de contar esta historia de ese modo, cuáles fueron los gérmenes…

La novela es –al menos para mí- una búsqueda constante de la armonía entre lo antagónico, sin que los opuestos tengan que cambiar para complacer al otro.

La decisión de la escritora como veis fue difícil. Y el punto de partida más todavía ya que el libro es un canto a la amistad tal y como se siente por dentro, sin censuras, y esa amistad de Blanca y Helena que nace en la adolescencia tiene por delante toda la evolución y desarrollo que estas amigas han de recorrer. Están aprendiendo a sentir y a saber ubicar las emociones, impulsivas y espontáneas a veces, reflexivas y meditadas otras, con tropezones, errores, meteduras de pata y también grandes logros una vez que cada sentimiento se coloca en su lugar, o bien otros personajes ponen a las protagonistas en su sitio. Nos pasamos la vida aprendiendo, y no es lo mismo mirar hacia el pasado con la perspectiva que da la experiencia que el momento presente en el que todo está por suceder.

Dos mujeres que se conocen con quince años, en un internado, Helena pertenece a una familia aristocrática y Blanca a su vez ha sido criada, protegida y cuidada en un entorno de clase equivalente -la cúpula más alta de la Iglesia-, por un tío abuelo, sacerdote y por el obispo de Brétema, con su corte de amas y servicio, un contraste naturalista que le proporcionará el equilibrio a Blanca en esa especie de “Arriba y abajo”. 

Blanca, que perdió a sus padres será la criatura de todos, colmada de besos y atenciones que le proporcionarán fortaleza emocional en esa familia no consanguínea más real que si lo fuera. ¿Por qué elige ese estado la autora?, el lector decide, la novela está llena de contrasentidos buscados a propósito, quizá para romper esquemas o ideas preconcebidas, porque a veces la orfandad puede sentirse con más fuerza teniendo padres vivos pero ausentes aunque estén al lado. 
En el caso de Helena, su madre Cristina se refugia en la iglesia, tal vez para sobrellevar las infidelidades de su esposo, y él está imbuido en su vida social de librepensadores. De modo que Helena es querida pero no atendida, aunque esa es mi impresión, la escritora sólo expone, no juzga, ni conduce al lector. 

El libro fue publicado en 1994 como ya he dicho al comienzo, año perteneciente a una década, a mi juicio, audaz y creativa, y provoca sendos debates y posicionamientos muy interesantes.

La historia nos la cuenta Blanca, por tanto vemos a Helena a través de los ojos de su amiga ya desde el enfoque de la madurez y en clave autobiográfica.

Si me dan a elegir prefiero al narrador omnisciente, ese diosecillo que todo lo ve. Con la primera persona me suele ocurrir que no puedo evitar imaginarme al escritor o escritora como protagonista y además me parece que limita, que es subjetivo y me aparta, pero es un problema tonto mío, una preferencia, enseguida me adentro, me adapto y no me molesta. Perdón por el inciso innecesario.


La autora no etiqueta como bisexuales, lésbicas o heterosexuales las relaciones de ambas en los periodos de adolescencia y juventud, las dos se conocen con quince años, reitero, personalmente consideré que ellas buscaban la propia identidad, algunos chicos y chicas de esa edad en internados, albergues y espacios compartidos, con tanta hormona desconocida y desatada y la fuerza del despertar sexual se buscan -en ciertos casos, vuelvo a matizar, no en todos-, pero en realidad están ensayando  con compañeros o compañeras del mismo sexo siendo heterosexuales, y no siempre significa que ya estén definidos, otros tendrán perfectamente clara su tendencia sin necesidad de probar, las protagonistas sí lo hicieron, al conocerse se sintieron deslumbradas físicamente la una por la otra, ¿enamoramiento mutuo?, ¿amistad apasionada?, de nuevo el lector decide, la escritora muestra sin más, y a partir de ahí surge en la novela un buceo psicológico a enorme profundidad que explora los ingredientes que componen las relaciones de amistad, las de amor, las de sexo ¿abiertas? En la novela se ve lo que sienten en su interior sin censura, no lo que deberían sentir según los cánones de la época, lo que se reprime o aflora..., de modo que contemplaremos rasgos masoquistas a veces, dominios y sumisiones, voyeurismo, trío…, y nos haremos muchas preguntas que nada tienen que ver con el etiquetaje.

En nuestro club de literatura algunas compañeras consideraron tóxica la relación, y no por el carácter sexual, dado que en apariencia Helena dirige -acostumbrada a salirse con la suya-, y Blanca se deja llevar, ¿por qué? en ese punto dilucidamos si se pueden distinguir los rasgos de dominio como aspectos del temperamento, o si estos son de clase, y otra vez la paradoja está servida: Helena a pesar de su arrojo y toma de la iniciativa sin embargo tiene tintes masoquistas mientras cree estar buscando el amor ¿Acaso busca en otros hombres a alguien admirable que se encuentre a la altura de su padre? 

En cualquier caso en tiempos de guerra los conceptos del amor cambian, porque puedes morir de un momento a otro y las relaciones se aceleran y cobran una importancia mayor.

No sé si dicha actitud era producto de la época que tal vez inculcaba a las mujeres que lo ideal consistía en ser satélite del astro, es decir: del hombre, y por tanto para realizarse como mujer había que enamorarse de un personaje notable, en resumen: un buen partido económico e intelectual de prestigio sin que ellas se plantearan todavía que los logros podían realizarlos por sí mismas. 

La admiración, el endiosamiento o la idealización al enamorarse o en la amistad a menudo conducen a la decepción, y de nuevo vuelve a surgir la pregunta desde las páginas ¿qué es el amor verdadero?, ¿en qué consiste la amistad? Uno sabe lo que siente, el por qué lo siente tal vez sea otro cantar. 

¿Cómo veis la diferencia entre amar a alguien o querer una vida con él, o con ella? Hago la pregunta partiendo de la base de que todo está bien si la decisión es propia y no impuesta.  

El dilema entre hacer lo que debes y no lo que quieres tal vez siempre esté presente, en la novela y fuera de ella, ¿qué os parece?, ¿es fácil distinguir la diferencia?

En un pasaje Helena dice: “No sé cómo puedes querer a alguien sin saber cómo ha sido su vida”. ¿Qué opináis? ¿Es necesario conocer todo del otro para amarle? 

En otra escena vuelve a sentenciar: “La falta de ambición y el deseo de tranquilidad esconden a menudo egoísmo y miedo” ¿Estáis de acuerdo?, yo no, puesto que se puede ambicionar la tranquilidad y querer alcanzar el sosiego es un síntoma de valentía. 

La novela como he dicho en renglones anteriores suscita mucho debate e interrogantes.

Me permito añadir que en mi opinión hay personas adineradas que sin embargo piensan que su actitud vida y origen son humildes y no le dan al dinero un valor de ostentación sino de trueque, y sin embargo otros menos acomodados se sienten de clase alta o superior por cuna aunque estén arruinados ¿a qué creéis que se debe? 

Pienso que la cultura es lo único que iguala, y que da lo mismo adquirirla de forma autodidacta durante toda la vida o acumulando títulos, como en otras ocasiones he dicho nadie le pregunta a Eric Clapton si es músico de oído o de conservatorio, pero ahí queda su portentosa creatividad.

Recordemos que los protagonistas de esta historia pertenecen a la élite, es decir a la clase dirigente, y dentro de ello está bien reseñar, como lo hace la autora, que en todas partes cuecen habas y se sufren injusticias. Y también los de clase “privilegiada” se pueden preguntar: ¿soy lo que quiero ser o lo que se espera de mí? Sin dejar de tener en cuenta las cárceles del alma y también las sociales, el lugar en el que has nacido, las oportunidades que has tenido, si las has aprovechado o malgastado…, y sobre todo es importante constatar que hay destinos sin salida. Ellas hasta en guerra están bien protegidas.

En la página 265 tal vez quede clara la diferencia, habla Blanca:
 “Yo podía pedir la intervención de Alonso de Andrade, pero era más eficaz la de Eduardo Resende por aquello que siempre habían dicho las amas de que los ricos son todos iguales y se entienden bien entre ellos. A mí el coronel me hacía un favor a fondo perdido mientras que el padre de Helena se lo podía devolver de mil formas”.

En Recóndita armonía vemos cómo las protagonistas van encontrando su lugar en el mundo, por tanto en el aprendizaje los errores son perdonables a tenor del resultado. Helena termina siendo profundamente feminista y dedicándose a defender en cuerpo y alma a las personas desprotegidas, y Blanca consigue ejercer su verdadera vocación de boticaria entre ungüentos y plantas con las que crea nuevas medicinas.

También contemplamos algunos dardos certeros contra la figura de aquellos catedráticos ególatras que explotaban a estudiantes arrebatándoles firma y méritos y más siendo mujeres, aunque Arozamena finalmente es redimido con un desenlace heroico, la autora mira con amor compasivo a todos, y sentencia con justicia a quienes fueron injustos. 

En el libro se respira ese realismo mágico que sólo atribuimos a los escritores del boom latinoamericano, pero que también se daba en Galicia.

Marina Mayoral es experta en Rosalía de Castro y en Emilia Pardo Bazán y de algún modo he querido ver similitudes entre ambas dualidades, ya que también Rosalía era más de interiores al igual que Blanca, y Pardo Bazán se movía como pez en el agua en sociedad, como Helena. Rosalía era introvertida y Emilia extravertida.

En fin, la novela tiene tantos recovecos…, que estaría hablando de ella tardes enteras, y ya me he extendido en exceso. 

Queda como broche final preguntar si podemos encontrar la armonía entre opuestos, o en medio del caos, según la idea griega. Siempre se ha dicho que del conflicto nace la luz. Y si consideráis que sí ¿con qué ingredientes o elementos creéis que se consigue alcanzar la armonía en cualquier situación o estado?

Feliz día de La Constitución. 
Hasta el próximo encuentro, con el cine, los libros, la gastronomía, tan parecida a la literatura, o con la vida en general.
Un abrazo, cuidaos mucho.         
Pili Zori